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~16~

Una vez llegaron al psiquiátrico con rapidez gracias a Gaziel y Arthur, aunque el caído se sentía algo débil por usar lo que le quedaba de su poder angelical. Ya en la habitación de Dean, el demonio se puso a observar el lugar con atención, analizando las esquinas, buscando algún rastro.

—Aluca es una sádica y astuta. —les explicó. —Lo más probable es que se pasó por una enfermera para entrar sin ser vista o que sedujera a los doctores para poder pasar.

—¿De qué la conoces? —le preguntó Will cortante.

—Una fiesta, uno de los mejores polvos de mi vida.

Rosa cerró los ojos y agitó las manos.

—No detalles, por favor, solo dinos. ¿La hueles o no?

—Aún no. —dijo toqueteando las cosas de Dean.

Raquel se encontraba apoyada en la pared con los brazos cruzados. Estar en el lugar donde murió su mellizo era insoportable.

—Esa Aluca... —comenzó a hablar llamando la atención. —¿Qué les hizo a mis hermanos? —Todos se giraron a verla con pena en los ojos, salvo Gaziel que se mantenía neutral.

—Según me habéis dicho, se tiró desde la azotea. —recalcó tocando con el dedo todo lo de la habitación. —Me recuerda mucho a un suceso en 1678. Veréis, hace unos años, Aluca provocó que un granjero se tirara con su familia por un acantilado, porque le dijo que todos sus males eran por estar dentro de una pesadilla. La cosecha no crecía, los ganados morían, el agua ya no era potable...—explicó. —Y además, le dijo que esa era la causa de las alucinaciones de su enfermiza esposa.

—Ya no distinguían lo que era real o no. —comprendió Jeremy.

—Aluca se aprovechó de esa debilidad y les engañó para que se suicidaran. Les hizo creer que su realidad era solo un mal sueño. ¿Quién sabe cuál es la mejor forma de despertar?

—Muriendo en él. —respondió Duncan. —Hay otros métodos, pero el más certero es cuando mueres.

—Probablemente le dijo a tu hermano que todo lo que le estaba pasando era producto de su imaginación y que si se tiraba del edificio despertaría y volvería a su realidad feliz. Sabía que le tomaban por loco así que sacó provecho de ello para manipularlo.

No pudo soportarlo más. Sus ojos no paraban de arder, y se estaba ahogando mientras se la contraía el pecho. Era como si estuviera sintiendo en aquel instante todo el dolor y la desesperación de su mellizo. Se fue corriendo de la habitación, buscando algún lugar donde poder respirar. Jeremy quiso seguirla, pero fue detenido por el brazo de Adán.

—Déjame hablar con ella.

—Necesita a su hermano.

—Necesita desahogarse, y verte solo la hará recordar que sois el blanco de unos demonios.

El policía miró en sus ojos y entendió que tal vez una cara familiar no ayudaría a su hermana. De mala gana le dejó el camino despejado al brujo para que pudiera seguirla. Siguió el sonido de los pasos de la chica por los pasillos y llegó a las escaleras.

En la azotea, Raquel observaba su ciudad mientras era besada por la suave brisa de verano. Al mismo tiempo, se preguntaba si su hermano sufrió durante el tiempo que estuvo en ese lugar, y que si una parte de la culpa fuera suya.

—Debo admitir que las vistas son bonitas. —dijo una voz tras ella.

Adán se colocó a su lado observando el cielo azul oscuro, adornado por las nubes.

—Adán, dime la verdad. —dijo con la voz ahogada. —¿Ha sido mi culpa? ¿Crees que Aluca pudo influir en Dean con facilidad porque yo le dejé solo aquí? —El brujo se acercó a ella quedando justo detrás.

—Tanto si tu hermano hubiera estado en tu casa, como aquí, Aluca habría buscado la forma de matarlo. —se sinceró. —No ha sido culpa tuya.

La chica se giró con los ojos llorosos y sus miradas se cruzaron.

—Dean era mi mellizo, mi otra mitad. —le confesó. —Ya era difícil cuando estábamos separados, pero ahora ¿Cómo voy a vivir sin él?

La comprendía, más de lo que ella se imaginaba, por lo que la respondió con lo mismo que se repitió durante años.

—Aprendiendo a vivir con su ausencia. Seguir adelante.

Algo en su mirada brilló, pero sobre todo Raquel fue capaz de oír algo en la forma de hablar de Adán. La voz de la experiencia, la de alguien que había sufrido la pérdida de un ser querido.

—Tú... perdiste a un hermano. —afirmó.

Antes de que pudiera responder, Adán cogió de la cintura a la chica y la apartó rápidamente. Un cuchillo se clavó en la puerta, y de no ser por el brujo habría dado directa a Raquel.

—¿Quién anda ahí? —preguntó alerta.

De repente, un hombre de la edad similar al brujo, moreno, vestido con una camisa negra, chaleco de cuero negro y unos vaqueros salió de de la sombra de la entrada. Adán no tardó nada en reconocerlo.

—Cuánto tiempo, pequeño Lilim. —dijo una voz conocida.

—Tú... —habló Adán. —Estabas en el Támesis y eras la voz que sonaba en la mente de Dean Van Tassel.

—Has crecido mucho. —dijo con una mueca alegre ignorando las palabras del brujo. —Perdóname si te ofendo, pero tienes los ojos de tu madre.

—Tu cara me es familiar. —dijo siguiendo su juego. —¿Te habré mandado al infierno alguna vez?

El desconocido se rio un poco.

—Añoraba tu sentido del humor. —respondió. —Sin embargo, no he venido por un reencuentro entre viejos amigos.

—Así que éramos amigos...

—Tengo órdenes de llevarme a la chica y su hermano, pero si quieres os puedo llevar a los dos si nos os resistís.

Obviamente, él no estaba dispuesto a entregar a Raquel, así que sacó dos de sus pistolas de forma veloz.

—Uy que miedo. —dijo con burla. —¿Piensas matarme con eso al igual que hiciste con Lica? Conozco tu reputación Adán, sé de muchos demonios que has derrotado, pero creo que yo no seré parte de esa lista.

El brujo no quiso escuchar más y disparó varias balas, pero con una velocidad inhumana el demonio las paró con un solo cuchillo, y estas cayeron al suelo rebotando.

—Necesito a la chica y al hombre, pero no necesito sus vidas para nada. Supongo que entenderás lo que intento decirte.

—No dejaré que los toques.

—Suponía que dijeras eso. —dijo abriendo el chaleco mostrando todas sus dagas ocultas. —En guardia, pequeño Lilim.

~⛤~

—Lo tengo. —dijo al fin Gaziel. Nadie creyó que olfatear una habitación fuera tan lento.

—Ya estabas tardando. —se quejó Arthur.

Sam estaba muy aburrida, y con los tortolitos en la azotea y los otros hablando, esto iba para largo. Decidió salir de la habitación con los auriculares puestos, y dar una vuelta por el lugar.

—¿Qué raro? —habló de nuevo Gaziel con sorpresa.

—¿Y ahora qué? —dijo Rosa. El demonio empezó a olfatear la habitación, e inspiró hondo para analizar el aroma del aire. El aroma de la súcubo estaba aumentando.

—Es como si Aluca estuviera...

—¡Chicos! —se oyó gritar a Sam alterada. —¡Tenemos compañía!

Todos salieron de la habitación del joven hasta el pasillo principal. Encontraron a Sam tirada en el suelo apoyada en una pared mirando a la entrada. Arthur y Duncan fueron los primeros en ir a donde ella, para ver si estaba bien. No tardaron todos en mirar a la dirección de donde miraba ella y ver que el enemigo los había acorralado en el hospital. Había como veinte manipuladores bajo la apariencia de humanos, y al frente como sus líderes divisaron a Aluca y un anciano vestido con una túnica negra.

—Oh puñetas. —ahora mismo Gaziel se odiaba por no haberlo olido antes.

—Que sorpresa más inesperada. —dijo la súcubo con voz inocente juntando sus manos. —Pero si está nuestro querido Gazie, aquí en la tierra. ¿Qué tal por la octava prisión? He oído que es muy reconfortante.

—Digamos que prefiero el Polo Norte. —respondió irónico. —Pero a ti te lo recomiendo, te sentaría mejor, me temo que el mundo humano no te ha sentado muy bien.

—¿Tú crees? —la mujer puso sus manos en las mejillas, mientras el hombre mayor soltaba un suspiro aburrido. —Bueno puede que tengas razón. Menos mal que eso pronto tendrá solución, pero para llevar a cabo el plan necesitamos que nos entreguéis a los Van Tassel.

Jeremy miró con furia a la demonio, y muy pronto la reconoció. Era la mujer que llevaba acosándole durante varios días, y probablemente hiciera lo mismo con sus hermanos. Quiso sacar su arma para matarla a tiros, pero la mano de la médium encima de la suya se lo impidió. Sus balas normales no les haría nada a esos monstruos. Por otro lado, Will, Rosa y Duncan sacaron sus armas de forma sigilosa, y Gaziel fue sacando las garras, preparado para lo que venía a continuación.

—Oye en vez de iniciar una pelea. ¿Podemos negociarlo como gente civilizada? —preguntó Arthur. Supuestamente, Gaziel era el cómico en esas situaciones, pero su comentario sobraba, por lo que todos lo fulminaron con la mirada. —Solo era una sugerencia.

—Will y tú, encargados del viejo. —les susurró Rosa. —Yo me encargo de esa zorra.

—Athatriel y los demás demonios. —dijo Gaziel. —Es hora del baile. —Con un movimiento del dedo anular izquierdo, los demonios corrieron a por el grupo, pero los tres brujos unieron sus poderes creando una barrera.

—¡Sam, esconde al humano! —le ordenó Arthur. —¡Corre!

La chica gruñó, "¿por qué soy yo la niñera del poli?" pensó, pero de todas formas obedeció a su protector. Cogió de la mano a Jeremy y salieron corriendo por los pasillos a buscar alguna zona segura donde mantenerse ocultos.

Gaziel sacó sus colmillos con una sonrisa, mostrando sus auténticos ojos salvajes.

—Me alegra volver a la juerga.

—¿Cómo en los viejos tiempos?—le dijo Arthur con los ojos dorados.

Los brujos apartaron la barrera y comenzaron a matar demonios. Will sacó su escopeta, disparando a todo demonio que se acercaba. Duncan prefirió sacar su cuchillo de plata y cortarlo en pedazos. Ambos llegaron hasta el viejo quien se había mantenido callado.

—Tú por aquí no pasas abuelo. —le dijo Will.

—¿A quién llamas abuelo? ¿A mí?

El anciano comenzó a transformarse en una criatura humanoide con brazos finos y dedos en punta como garras, su cuerpo era mugroso y delgado, además su rostro pasó a tener unos ojos blancos y colmillos finos como agujas.

—Me cago en la pu...

—¡Agáchate! —Duncan tiró a Will contra el suelo evitando que la criatura les diera con las garras. Su grito era horroroso. —El Demogorgon.

—Creí que era una invención de la serie. —la criatura les lanzó un rugido agudo mostrando enorme boca y sus colmillos. Si no hacían algo a este paso les comerían la cara.

Rosa se puso enfrente de Aluca dispuesta a enfrentarla.

—Eres mona. —dijo el demonio. —Puede que me quede contigo para jugar una vez que te mate.

—Creo que a las dos nos gusta una buena pelea de gatas.

~⛤~

Paralelamente en la azotea. Adán luchaba ferozmente contra el demonio desconocido mientras que Raquel se mantenía oculta para no molestar al brujo. Con cada golpe, cada cuchillo que le iba lanzando, cada movimiento, algo en la mente de Adán le provocaba un sentimiento de nostalgia.

—¿Quién eres? —le volvió a preguntar de nuevo.

El hombre se acercó a él hasta quedar unos centímetros, pero Adán esquivó el ataque y se apartó.

—Se trata de mí. ¿Aún recuerdas mi voz? —habló con cierta ¿tristeza? —Dado que no es así, tendré que presentarme de nuevo. Mi nombre es Haël, demonio de primer rango al que una vez conociste muy bien. Digamos que era más que tu amigo. —de nuevo con rapidez, le lanzó dos cuchillos.

Fueron tan veloces que Adán sólo pudo parar uno, llegando el otro a su hombro. Concentró parte de su magia para crear una esfera de energía transparente y se la lanzó. Sin embargo, como si se tratara de una pelota Haël le dio una patada y se la devolvió con mayor intensidad. El brujo fue lanzado contra el suelo, provocando una herida en sus labios. Estaba atónito, pues ambos controlaban el mismo tipo de brujería.

—Debo admitir que eres bueno. —Ni se inmutó, simplemente se quitó el cuchillo sin más. En unos minutos la herida se cerró sola. —Pero yo siempre he sido mejor que vosotros.

—Eso ya lo veremos.

Un humo oscuro empezó a envolver el cuerpo del demonio, y sus ojos se volvieron totalmente negros, mostrando una sonrisa escalofriante. Sin embargo, Adán no se intimidó y se mantuvo en guardia esperando el ataque. Raquel estaba preocupada, quería ayudarlo. Pero antes de que pudieran hacer nada el humo se extendió por todo el lugar y les cegó.

Cuando abrieron los ojos se encontraban en una hermosa cueva negra, similar a la obsidiana con diamantes incrustados en el techo cual estrellas en la noche. Se traba del mismo lugar de su visión en el Támesis.

—¿Qué es esto?

—Este sitio fue una vez nuestro escondite. —habló Haël con añoranza. —Cuando tenías no más de once años, me dijiste que añorabas el cielo nocturno de la Tierra, las estrellas. Solo llevabas un año bajo los experimentos con tu madre y ya estabas cerca del límite, así que creé esta cueva para que pudieras verlas aunque no fueran reales. —cogió una de las piedras brillantes y esta se evaporó.

Sin duda era hermoso. Raquel se preguntaba cómo un sitio tan oscuro pudiera tener tanto que brillara. Adán se mantenía callado, pero no negaba que ese lugar le sonaba de algo. Sentía añoranza al ver esas piedras brillantes.

—Entonces tú me conociste cuando estaba en el Infierno.

—Me sorprendí cuando me dijeron que habías perdido la memoria después de salir. —decía a la vez que caminaba alrededor del brujo. —Más bien me negaba a creer que un demonio te ayudara a olvidar todo lo que pasaste allí. No me fue difícil deducir que la persona que te borró tus recuerdos no fue otro que tú mismo.

Confusión, pánico y terror. Esas eran las emociones que empezaron a invadir el corazón del brujo. La voz de ese hombre quebró algo en su mente en el Támesis, pero ahora ese muro estaba apunto de caer. Cerró los ojos con fuerza, y un intenso dolor comenzó a expandirse por su cabeza. Imágenes desgarradoras aparecían ante sus ojos, los recuerdos del infierno que vivió.

—¡Maldito mestizo, mereces la muerte!

Recordaba latigazos, patadas, puñetazos y garras. Las veces que sus hermanos lo golpearon hasta dejarlo inconsciente, por el hecho de ser el experimento favorito de su madre. Se acordaba de Astaroth, el duque infernal, quien una le secuestró a espaldas del resto para disfrutar él solo del dolor de ese pobre niño.

Quiero que supliques de dolor lilim mestizo.

Les susurraba al oído, mientras lo mantenía colgado de las manos. Podía oírse llorando, pidiéndole a alguien que lo salvara, o al menos que lo liberara de ese dolor.

Si quieres aprender a ser un demonio, antes debes quebrar lo único que te hace débil.

Una vez sintió el frío hierro de una cuchilla clavándose en su piel, una punzada invadió su cabeza, provocando que viera un poco borroso. Estaba hiperventilando. Su corazón latía tan acelerado con la suficiente rapidez para que explotara. Su dolor invocó una fuerza que permanecía dormida durante muchos siglos, y que Adán siempre trató reprimir

—Basta. —dijo con dificultad entre jadeos.

—Durante tu estancia en el Infierno, sufriste mucho. —habló reflejando sus recuerdos bloqueados en las paredes. —Asesinaron a tu pueblo, te separaron de tu hermano, los demonios te torturaban de las peores formas, físicas y psicológicas, por tener aquello que ellos no tenía, lo que te hacía débil.

Exhaló una dura respiración. Su mente se estaba fragmentando en pedazos.

—Nada puede borrar los recuerdos de Adán. Puedes bloquearlos, puedes arrancarlos de tu mente, pero jamás desaparecerán.

—Para... —le suplicaba con la voz ronca.

—Cuando Lucifer te sacó y te diste cuenta del destino de esa persona a la que ambas, te derrumbaste, y sufriste lo que los humanos llaman amnesia disociativa. La pérdida de memoria originada por un acontecimiento traumático o estresante. Lo diferente en tu caso es que tu cristal selló tus recuerdos de forma involuntaria, porque tu querías olvidar. Los juegos macabros de tus hermanos, las torturas...

—Cállate.

—Pero los peores eran los experimentos de ella. Te quemaba, una y otra vez afirmando que no había nadie más que te amara, y que solo podías estar con ella. Quería convertirme en su títere definitivo, una máquina de matar perfecta. Con todo eso, perdiste la noción del tiempo, encerrado en ese lugar de fuego y oscuridad durante cien años.

Las manos del brujo comenzaron a temblar formando sus puños, su mandíbula se endureció, y el dolor en su cabeza aumentó. De repente ya no se encontraba allí en la azotea. Estaba tumbado en una especie de altar, con las manos atadas en unas cadenas, y con la apariencia de un muchacho adolescente. Adán se sobresaltó y al instante intentó soltarse. A pesar de ser un recuerdo lo veía tan real como si lo estuviera reviviendo. A un lado reconoció a la mujer que lo miraba. No se atrevía a mirar esos ojos rojos, por lo que trató de apartar la mirada.

—No...—se escuchaba sollozando. —Por favor...

Muchos seres que conocían las historias del Lilim se preguntaban, ¿Cuál sería su debilidad? ¿Agua bendita? ¿Plata bendecida? ¿Algún ritual? No. El mayor miedo de Adán Fawley siempre fue el ser diabólico y oscuro nacido de su sangre de demonio. Lo que ella creó mediante un conjuro para amplificar sus poderes diabólicos y arrancarle lo que le hacía un ser débil, su alma.

Nos natus est in tenebris essentia. Dilectus filius.

Entonces su sangre despertó y un desgarrador grito salió de sus labios.

—¡Basta! —logrando salir del trance, le disparó de nuevo.

El demonio se movió a tal rapidez, que las balas para él iban lentas y simplemente las cogió con una mano y las soltó. Sus palabras eran dagas en la memoria de Adán, provocando que sus cicatrices comenzaran a arder. Sus pulsaciones eran fuertes y aceleradas, y el sudor lo estaba empapando. Estaba perdiendo el control. Raquel se tapaba la boca al oír todo aquello sobre el pasado del brujo. ¿Qué madre era capaz de quemar a su hijo? Además dijo que Adán estuvo encerrado en el Infierno ¿Qué horrores habrá tenido que soportar? No soportaba verlo a merced de su enemigo, pero no sabía qué hacer.

—Muy pocos conocen esa parte de tu historia. —dijo colocándose detrás del brujo. —Y yo soy de esos pocos con los que compartiste algo de tiempo, aunque no demasiado.

—¿De qué me hablas? —le dijo agotado y exhausto.

—Hubo un tiempo en el que yo viví para ti.

Adán abrió los ojos ante la afirmación. De nuevo, varias imágenes borrosas comenzaron a venirle cual destellos. Jadeaba por el dolor de cabeza, y por intentar reprimirlos, pero las palabras del demonio le abrían su mente cual llave en una cerradura. Vio un niño tumbado junto a Haël en la cueva observando el techo, riendo juntos... Todo esto le estaba pasando factura, sentía que su parte demonio quería salir, quería sacar todo su poder, pero él no.

Mata, mata, mata ¡Mata!

Trató de atacar al demonio con una patada, pero este se apartó antes de que le diera.

—No te reprimas o la bestia saldrá pequeño Lilim. —le explicó esquivando todos sus agresivos ataques. —Quiero que recuerdes todo.

Era demasiado rápido. Con su lado humano no podría derrotarlo. No le quedaba más remedio, así que activó una parte de su magia provocando que los tatuajes de su mano la envolvieran por completo tiñéndola de negro. De sus manos emanaba una energía oscura muy poderosa, pero que no intimidaron al demonio.

—No dejaré que te olvides de mí. —dijo mostrando el mismo poder que Adán.

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