~13~
Existen muchas maneras para contactar con el infierno, una más peligrosa que la anterior, pero la más conocida es mediante el hechizo de los espejos. Es similar a una videollamada, con la diferencia de que si rompes el espejo puedes abrir una brecha entre los planos. El proceso es muy simple, se dibuja el símbolo que representa al demonio en el espejo principal, si el demonio acepta aparecerá en como un reflejo, si no quiere hablar el dibujo se borra. Abalám no es de los que les guste colaborar. En las pocas veces que Adán se ha cruzado con algún estropicio suyo, las cosas se complicaron. El lado positivo, es que ese demonio odia a Lilith tanto como su hermanito, por lo que si le pides un favor relacionado con fastidiar a la Reina del Infierno o alguno de sus hijos se puede contar con él. No es muy popular entre los demás príncipes, pero se caracteriza por ser el que tiene más humor, al menos de lo que se puede llamar infierno.
Mastema los llevó a otra sala llena de tapices color rojo, la cual al frente tenía una puerta negra llena de sellos para mantener la magia dentro. Allí era donde guardaba el portal, pues es un hechizo muy poderoso que siempre hay que mantener en aislamiento por precaución. Les pidió que esperaran unos minutos y entró solo en la habitación. En ese momento, el brujo aprovechó para explicar al policía ciertas reglas sobre la comunicación con los demonios y sobre todo sobre Abalám.
—Jeremy, escucha. Hay ciertas reglas que debemos seguir ahí dentro, y son muy importantes. —le explicó serio. —Lo primero es no dejarnos influenciar por Abalám. Es uno de los príncipes del infierno, más concretamente es el Príncipe de la locura, de los más oscuros. Se dedica a volver locos a todos los que lo molestan. Aparece con la figura de una mujer para atraer a los mortales y corromperlos, por lo que te recomiendo no mirarla a los ojos. Hará lo posible por seducirte, pero por suerte tu ama a tu esposa, así que mantén la mente y cordura en su recuerdo.
—Entendido. —dio un suspiro, teniendo en su cabeza el recuerdo del amor que sentía por su mujer.
—Y por favor relájate, que puedo oír tu corazón sonar como un tambor.
No iba a mentir, estaba muy nervioso. Nunca se había enfrentado a nada igual, ni todos sus años como policía le habían preparado para esto. Se sentía indefenso contra esos monstruos, pero tenía que hacerlo por sus hermanos muertos. Así que respiró hondo y trató de calmarse. Justo ahí le vino una duda:
—¿Qué pasa si rompes el espejo?
—Nada grave. —escuchó a Mastema apoyado en la puerta con una copa de vino. —Solo que abres una brecha entre el Infierno y la Tierra, y liberas a los peores demonios que han existido. —la ironía de ese demonio no tenía límites, y la calma de Jeremy desapareció en un segundo. —Está listo. Ya sabéis las reglas, entrarás con él y habláis con Abalám durante unos minutos. Tú, humano, te recomiendo que te mantengas calladito y lo más importante, no-toques-mi-espejo. —Hizo un giro de muñeca y abrió la puerta. —Saluda a tu hermana de mi parte.
Jeremy giró de golpe al verlo como si le hubieran abofeteado en la cara. ¿Acaba de decir que el demonio con el que iban a hablar, el príncipe de la locura es su hermana? ¿Quién era en realidad Adán Fawley? Cuando entraron por fin, el policía pensó que se encontraría un espejo en el medio, pero no. Las paredes, y hasta el techo, eran los espejos. Podía ver infinitos reflejos de él mismo y se preguntaba, ¿cómo aparecería ante ellos el receptor que esperaban? Justo en el espejo del centro de la sala, enfrente de ellos, Mastema había dibujado el símbolo que representaba la locura infernal.
—Recuerda, no la mires a los ojos. —susurró Adán. A los pocos minutos, mirando las paredes de vidrio, una risa elegante y suave resonó en la habitación. Así empezaba, como un susurro en el aire, una sombra sin cuerpo, para posteriormente, aparecer justo tras de ti.
—Hola Adán...—dijo la voz de una mujer. —Te he echado de menos.
De repente, Jeremy vio a una mujer de piel pálida y cabellos castaños, con un vestido rojo largo, descalza y coronada de una diadema centelleante de piedras preciosas. No era mentira cuando le dijo que aparecía como una mujer hermosa, pero incluso esa palabra se quedaba corta, más su sonrisa era aterradora como los ojos dorados que tenía.
—Oh, un joven. ¿Es un regalo para mí? —dijo al notar la presencia de él Van Tassel. Una vez que sus ojos se cruzaron con los de ella, quedó totalmente embobado. —Ven aquí.
—¡No! ¡No la mires Jeremy!
Al escuchar la voz del brujo Jeremy logró salir del trance y apartar la mirada. Abalám soltó un quejido resignado y se colocó detrás de Adán, pero en el reflejo, pues si se giraban ella no se encontraba tras ellos.
—Veo que no has cambiado nada. —analizó.
Recorrió la cadera del brujo con sus frías uñas carmesí y besando su cuello, lo que alertó un poco al policía. Sin embargo, Adán le miró negando con la cabeza para que no se preocupara. Puede que no estuvieran en el mismo plano, pero Adán era capaz de sentir el tacto de su hermana. Aun así, le era indiferente.
—No estoy para tu juego, necesito respuestas. —la exigió.
—¿Y qué me das a cambio de ellas?
—Tengo seis viales cargados con mi sangre, lo que te daría poder suficiente para fastidiar a nuestros hermanos durante unos meses, quizá más.
La boca del policía se abrió de golpe al escuchar las palabras del brujo. ¿Esos viales que llevaba, los que había entregado a Mastema y sus perros, contenían su sangre? La mujer sonrió al oír su recompensa, pues la sangre de Adán no solo era un catalizador para sus poderes, sino que también un estimulador para aumentar su adrenalina. Una droga para criaturas como los vampiros, por lo que siempre debía tener cuidado a que alguno saltara a por su cuello. Jeremy continuaba callado, observando a los dos hermanos, pero de repente notó un escalofrío en su nuca. Abalám le estaba mirando de nuevo.
—Me sorprende que hayas traído a un hijo de los arcángeles ¿no podrías dejarme jugar con él? —dijo con un tono infantil.
—No te lo recomiendo. Es muy aburrido. —afirmó Adán. Parecía que Adán estaba insultando al humano, pero la realidad era que le estaba salvado el pescuezo.
—Se nota con solo ver su carita. ¿Cuéntame lo que pasa? —dijo con una risa escalofriante.
—Un demonio está matando a los Van Tassel y otro está contaminando a los muertos, pero además creo que hay un tercero que susurraba cosas al menor de los hermanos.
—¿Qué cosas?
—Mi nombre o el apodo por el me llaman todos. —Abalám se separa y pone las manos en la espalda de Adán.
—Hay muchos demonios capaces de hacer todo eso, unos pueden hacer las tres cosas o una. Necesito detalles hermanito. —Adán miró a Jeremy y asintió para que pudiera hablar.
—Mi hermano Dean se suicidó tirándose desde la azotea. Y mi hermana Konan se apuñaló a sí misma. —explicó firme. La mujer se quedó en una pose pensativa analizando los detalles hasta que alzó la vista a su hermano.
—¿Estuviste en contacto con los cadáveres?
—Sam, nuestra médium, tocó a Dean Van Tassel, y yo pude sentirlo.
—Déjame verlo.
Adán se acercó a uno de los espejos y puso la mano en el cristal, permitiendo a Abalám ver lo que él vio. Todo lo que Sam le mostró y el momento en el que el demonio le echó.
~⛤~
Por otro lado, Hank se encontraba tomando copas en la barra, mientras los otros bailaban en la pista, salvo su hermana y la chica del gorro, que se encontraban charlando en una mesa. El hombre se aburría, quería acabar cuanto antes con todo el lío de los demonios y regresar a su casa para estar tranquilo y olvidarlo todo. No quería saber más de esos engendros y regresar a su vida normal como médico. A parte, Arthur, Ross y Will se unieron a un grupo de vampiros y hadas para un baile más, pero Duncan ya se cansó, así que se unió a Sam y Raquel.
—Hola chicas. Os traigo una cerveza y una coca cola.
—Gracias. —dijeron las dos cogiendo Sam el refresco y Raquel la cerveza.
—¿Puedo unirme a vuestra conversación? —Raquel y Sam se miraron y se rieron.
—Claro. —comentó la mayor. Duncan sonrió y cogió una silla sentase al lado de Sam.
—¿Qué contáis?
—Sam me estaba contando un poco de su historia. —le explicó Raquel.
La chica del gorro miró unos segundos al hombre y le golpeó en el hombro.
—Ya que estás aquí, cuéntame tu historia. —sugirió la más joven. El rostro del pagano se mostró un poco incómodo, Raquel fue capaz de verlo, como si no le gustara hablar de ellos.
—No sé... Yo...
—Si no quieres hablar de ello, no estás obligado.
—Oh, vamos, que Ross y Will me contaron las suyas, pero tú. Por fi, Duncan. —suplicaba la médium con ojito. Movió su mirada entre las dos chicas y suspiró fuerte.
—Bueno, vale. —se rindió provocando que las dos rieran, pero lo no esperaba que Sam le diera un beso en la mejilla. Cuando ya se tranquilizó comenzó:
—Yo vivía en Nueva York, en el distrito de Staten Island con mi abuela.
—¿Eres americano? Eso explica tu acento. —se fijó Raquel.
—Desde muy pequeño me ha fascinado la brujería, lo arcaico y como un idiota me apunte a un grupo de fanáticos, y eso que mi abuela odiaba esos temas. A los novatos nos hicieron una ceremonia en la que nos marcaban con un tatuaje. —se levantó la manga y mostró un símbolo de tres lunas menguando y en el centro la marca de Diablo. —Según los libros que encontré es el símbolo de las diosas de la magia, y lo raro es que esta me apareció cuando me dibujaron la que tiene encima, pero me estoy saliendo de lo importante. Yo pensaba que seríamos un grupo de chicos jugando a ser brujos y compartiendo nuestros gustos, pero en la ceremonia, varios de los novatos comenzaron a desangrarse por los ojos, la nariz y la boca. Todos cayeron muertos menos yo. Era una prueba de compatibilidad, para ver quienes podían soportar la energía ley de las marcas. —Duncan dio un trago a su bebida mientras que las chicas le escuchaban atentas. —Al principio creí que actuaban, pero el líder del grupo me mostró sus poderes y supe que todo iba en serio.
—¿Ese hombre era un demonio? —sospechó Raquel, pero Sam negó por su amigo suponiendo de que se trataba.
—A veces los manipuladores usan humanos para expandir su energía, un ejemplo era el líder de ese aquelarre.
—Pensé que podría ser una gran oportunidad. A medida que iba aprendiendo me iban poniendo más marcas y más poderoso me hacía. Mi maestro me decía que tenía el potencial para ser el pagano más poderoso. Sin embargo, el poder para los humanos se vuelve adictivo, y empecé a dibujar más y más por mi cuenta, hasta que un día perdí el control.
Por un momento, la mirada del pagano se perdió, como si se sumergiera en aquellos terribles recuerdos teñidos de rojo, notando como su frente comenzaba a sentirse húmeda por el sudor y su respiración se aceleraba. Entonces notó una mano cálida sobre su mano derecha y al girarse se encontró con la mirada de Sam llena de preocupación.
—Tranquilo. —le dijo. —No te alteres.
El joven asintió con una sonrisa y respiró hondo para poder continuar.
—Para no herir a nadie me marché de allí y abandoné mi vida. Dejé el grupo y vagué durante mucho tiempo solo, hasta que me topé con Adán. Me ofreció un hogar, una familia, y un trabajo para expiar mis pecados. ¿Cómo negarme a eso?
—Veo que, en cierta forma, Adán os salvó a todos.
—Él dice que no es buena persona por el tema de sus raíces, pero para mí Adán es el mejor hombre que he conocido. Mucho mejor de lo que soy yo.
Algo en Raquel hizo que su corazón latiera un poco más rápido y que su mente se invadiera de las imágenes del brujo. Recordó su mirada, esa mirada oscura y triste de ojos lilas, y se preguntaba, como alguien tan bueno podía tener tal tristeza y dolor guardados.
"¿Qué le habría pasado?"
Hank no comprendía como a su hermana le gustaba todo eso. Eran brujos y demonios. Según en los libros, ellos eran los malos de los cuentos e historias, ¿de verdad eran de fiar?
—¿Está ocupado? —le dijo una joven de tez morena y vestido negro.
—No, no. —respondió Hank. La joven se sentó y le pidió al camarero un vodka.
—Menuda fiesta. —comentó jugando con su pelo oscuro.
—Muy animada.
—No te había visto por aquí.
—No suelo venir a este tipo de fiestas. Hoy hice una excepción por mis amigos. —confesó nervioso.
—Yo parecido, pero mi acompañante me ha dejado plantada.
—Vaya, lo siento.
—Da igual. —le sirvieron un vaso y lo bebió de un trago. —Soy Luca, por cierto.
—Hank. —La chica le dio un beso en los labios y en ese instante, provocando que la cordura de Hank desapareciera.
—¿Te gustaría ir a un lugar divertido? —le susurró al oído sensual y divertida. El subidón que sentía era espectacular, mejor que cualquier droga existente.
—Sí. —respondió embobado sin dejar de mirarla.
La joven cogió de la mano al hombre y se lo llevó a un lugar más privado, donde podría pasárselo bien con él. Will decidió hacerle compañía en la barra a Hank, pero al llegar lo busco por todos lados con la mirada. Respiró hondo y sintió que el olor del mortal estaba mezclado con el de un demonio. —Mierda. —soltó asustado.
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