~11~
Sam, Rosa y Raquel se encontraban en el cuarto de la bruja observando la gran variedad de vestidos y trajes de fiestas. La médium conocía el gusto chick de la bruja, pero jamás se imaginó que usara el hechizo de Hermione Granger para poder tener un armario de modelo, en su pequeño mueble. Raquel miraba los vestidos muy poco convencida, mientras que Sam seguía tumbada en la cama con los auriculares puestos otra vez.
—¿No puedo ir como voy vestida y listo? —preguntó algo incómoda por los vestidos que veía.
—Es una discoteca con criaturas del submundo. —le explicó Ross mientras buscaba en sus cajones. —Si vas con tu ropa de humana, no podemos acercarnos a Mastema.
—¿Y quién es ese? —se preguntó Raquel curiosa.
—Es el príncipe y jefe de los espíritus malignos que nacieron de la unión entre los ángeles caídos y las mujeres. No le gusta seguir las reglas del infierno, ni tampoco las del cielo, por lo que se declaró neutral en la guerra. Además, solo le gusta los humanos si es para sexo o para comerlos. —mencionó a posta para asustar a las dos humanas. —Así que vestíos.
—Es que no suelo ir a fiestas, por lo que no tengo este tipo de ropa. —dijo observando toda esa ropa tan provocativa.
—Para eso te he dicho que te pongas la mía. —la mostró un vestido con purpurina dorada y con mucho escote, el cual no la convencía mucho. —Oh, espera tengo uno mejor para ti.
—Recuérdame que un día te invite a salir de tiendas. Y hablo a tiendas mundanas.
—Estaría encantada. —decía mirando entre sus cosas. —Últimamente no puedo salir debido a mi trabajo.
—¿Desde hace cuánto eres cazadora de demonios o bruja? —preguntó Raquel curiosa.
—Bruja de nacimiento, aunque las de mi casa sacan su poder de la naturaleza. Cazadora, soy desde que conocí a Adán en un Sabbat donde nos enrollamos.
Raquel se giró de golpe, y Sam, al ver su reacción, no pudo evitar partirse de la risa. Ya tenía claro que la nueva estaba muy interesada en el brujo.
—No te preocupes, un Sabbat es una fiesta de brujos. La temática es para mentes no inocentes. —habló la médium. —Es normal que los invitados intimiden, posiblemente pasó lo mismo con Duncan y Will.
—Con Duncan no. —canturreó Ross mirando a Sam. —Él nunca viene, no le va esas cosas.
—Pues no entiendo porque me miras de esa manera. No irá porque no es brujo.
Raquel se agitó la cabeza al imaginarse esas fiestas. Una mala decisión porque la hacía sentirse una pervertida.
—Bueno, volviendo a mi vida, yo era una bruja exiliada. —dijo con algo de nostalgia. —Nací en una mala fecha y un mal linaje. Creyeron que estaba maldita, por lo que mi aquelarre me desterró a los nueve años.
—Pero si solo eras una niña.
—Eran otros tiempos, y les agradezco que lo hicieran. Vagué por el mundo sola, trabajando como cazarrecompensas, hasta que conocí a Adán. Él me ofreció un hogar, una nueva familia y un trabajo bien pagado. Por eso no me importa que me echaran de donde nací, porque el destino quiso darme algo mucho mejor. Los tres le debemos mucho a Adán. No es como todos creen.
—¿Cómo piensan que es? —Sam y Ross se miraron y esta última soltó un suspiro.
—Es mestizo de humano y demonio, lo cual es muy común en nuestro mundo, pero lo que no es común es su lado diabólico. Es hijo de un demonio muy poderoso, lo que le vuelve un peligro para todos. No es aceptado en este plano por eso, pero tampoco es aceptado en el Infierno, porque a diferencia de ellos, él si tiene alma.
—¿Por eso siempre está con esa mirada triste?
—Me sorprende que seas capaz de notarlo, es un logro. Siempre trata de mantener la cabeza fría, y nunca piensa en su pasado. Ha sufrido demasiado.
La mente de Raquel se fue con Adán, preguntando por las muchas cosas que debió pasar en su vida. Ya con lo impactante que había sido el ataque de los carroñeros, no podía imaginarse que más cosas habría visto ese hombre. Sin embargo, algo en ella la decía que confiara en él. No sabía que era ese presentimiento, pero decidió confiar en su instinto. Cuando escuchó a la bruja llamarla divisó el vestido que quería que llevara.
—No sé, creo que está algo ajustado.
—Es elástico cariño. Póntelo. —Cogió el vestido poco convencido y caminó al vestidor.
—Sam ¿Qué te parece? —La adolescente giró la cabeza para ver un vestido con tirantes y encajes azules.
—Ni de coña. —respondió aburrida.
—No puedes ir con esa ropa, pareces una gótica.
—¿Y qué? ¿Algo en contra de los góticos? —La bruja sacó una camisa de cuello ancho, unos pantalones de cuero, unas botas negras y una de sus chaquetas negras. Sam analizó el conjunto y elevó los hombros dando a entender que lo aceptaba.
—¿Y el cinturón gancho?
—¿Para qué lo quieres?
—Me gusta.
—Pero si no te sirve para nada.
—¡Pero me gusta!
—Cajón derecho de abajo. —Sam se levantó y lo sacó de uno de los cajones de abajo. Luego, cogió la ropa y se marchó al baño para cambiarse.
—No lleves esta vez el gorrito, por favor. —la avisó la bruja, pero la chica respondió elevando el dedo corazón. A los pocos minutos, Raquel salió con el vestido puesto, y Ross elevó la comisura de sus labios con orgullo al ver lo guapa que estaba.
—Creo que soy más del estilo de Sam.
—Tonterías, estás preciosa, y no te confundas. —respondió con lástima. —Sam odia los vestidos porque piensan que la hacen gorda. Desde muy pequeña ha tenido problemas de obesidad y por eso siempre va de negro, cree que la hace más delgada.
—Pobrecita. —Fue a su cajón y sacó unos botines con tacón de aguja.
—Pruébatelos. —Raquel se puso las botas y se miró en el espejo. Si fuera una fotografía, nadie la reconocería. —Perfecta. Voy a ayudar a Sam con el pelo. Espérame aquí.
En el momento en el que Ross se marchó, la joven continuó observándose con una pequeña mueca alegre. Pocas veces se arreglaba. Solo para eventos o para los pocos recitales que organiza con la escuela. Detrás de ella, vio por el espejo que Adán entraba en la habitación.
—Que guapa. —admiró con una sonrisa. Raquel se sonrojó y bajó la mirada con algo de vergüenza.
—Rosa ha ido a ayudar a Sam con el pelo. Al parecer la chica no quiere quitarse el gorro de lana.
—El día en el que Sam renuncie a su gorro, se vendrá el fin del mundo. —Ambos rieron por el comentario a la vez que sus miradas se cruzaban, pero esa conexión se cortó. —Em, supongo que no podré convencerte a ti y tus hermanos de quedaros aquí. —comentó el brujo. —Las cosas podrían complicarse.
—Una cosa que tenemos en común los Van Tassel es la tozudez.
—Eso ya me di cuenta. —dijo con risa.
~⛤~
En contra de su voluntad, y con ayuda de la bruja, Sam terminó de arreglar lo que le entregó Ross. Solo le faltaba peinarse, pero en vez de ponerse un moño como siempre su amiga tuvo otra idea para que estuviera mejor.
—¿Estás bien? Te veo algo callada.
—¿Llegará el día que Adán me deje de tratar como una niña? —Ya habían hablado con ella varias veces, pero Sam siempre continuaba insistiendo.
—Puede que en un futuro...
—¿Qué futuro? Vosotros tenéis todo el tiempo del mundo, pero yo me puedo morir en cualquier momento. —la recordó. Sam era mortal mientras que ellos eran seres inmortales. —No digo que quiera ser inmortal, lo que digo es que me gustaría aprovechar mi vida efímera con vosotros, como parte del aquelarre Nightmare.
—Lo entiendo. —respondió la bruja. —Pero entiende que Adán sólo desea una vida normal para ti. Lo que nosotros no tuvimos.
—No lo comprende. Yo jamás tendré una vida normal.
—Dale tiempo.
Cuando Rosa acabó, Sam no se molestó en mirarlo, solo se puso el gorro junto con los auriculares, y se marchó al salón con los demás. Desde que los conoció, la han tratado como una niña delicada que puede romperse al primer combate. Ni siquiera Arthur la dejaba meterse en los temas sobrenaturales de España, tenía que escaparse a la mínima oportunidad. Estaba harta. Cuando llegó al salón, ya estaban todos arreglados para dirigirse a la disco. Los chicos vestían camisas y pantalones, y Ross acabó por ponerse uno de sus vestidos rojos ajustados con sus joyas negras y pintalabios rojo fuerte.
—Que mona Samy. —dijo Arthur mirando a su protegida. —Pareces como las que escriben su nombre en los baños públicos. —Sam le fulminó con la mirada, pero la voz tranquila de Duncan la calmó.
—Yo te veo genial. —La chica no pudo evitar que sus mejillas se tiñeran de rojo, pero tampoco quiso decirle nada. Sintió que sus hombros se encogen involuntariamente para esconderse en sí misma.
—Con todo lo que está pasando ¿Para qué vamos a ir a una discoteca? —preguntó Hank.
—Mastema, el propietario de la Guarida Lunar es el único manipulador que ofrece un portal para comunicarte con el Infierno. —los tres hermanos no comprendieron del todo lo que había dicho el brujo. Jeremy fue el único que se atrevió a preguntar:
—¿Qué es un manipulador?
—Son aquellos ángeles y demonios que tienen permitido la entrada en nuestro plano. —respondió Duncan trayendo un artefacto dorado. Al lanzarlo un holograma color amarillo les mostró las imágenes de un ángel, un demonio y un humano. —Imagínate que los tres planos son como un sándwich; los planos del cielo y el infierno son los panes y el queso nuestro plano.
—Menuda metáfora para definir los planos principales, galán. —se burló Arthur, ganándose una mirada de odio por parte de Duncan.
—Ángeles y demonios no pueden pasar directamente al nuestro, a los que pueden les llamamos manipuladores. Son los administradores de influencia.
—¿Influencia?
—Ellos solo pueden influenciar en los humanos mediante susurros o alucinaciones. —continuó Will. Las imágenes cambian mostrando el poder de un manipulador en los humanos. —Una palabra de ellos puede hacer que sigas el camino correcto, o que acabes haciendo la mayor barbaridad posible.
—A eso lo llaman el equilibrio, pero nosotros lo llamamos...
—Mojigatería eterna. —finalizó Arthur terminando la frase. Ross soltó un suspiro y apagó el holograma.
—Cuando alguno de ellos incumple las normas, es cuando entramos en acción, y les devolvemos al lugar del que vinieron. La mayoría de las veces son casos de demonios.
—¿Por qué todos los demonios son malvados? —Soltó Sam con ironía.
—Yo no quería decir eso...
Ross sabía que la médium se estaba refiriendo a Adán. Si buscas en un diccionario la palabra demonio, te lo definirá como "un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano y que usualmente resulta malévolo", pero nadie hace caso de "usualmente", porque si preguntan a los griegos o a los árabes, los demonios son neutrales, no contiene una connotación necesariamente negativa en sus inicios. Esto es algo que pone muy furiosa a Sam, pero sobre todo a Duncan, Will y Ross porque por culpa de dicha definición, y otras razones más, Adán es visto como un monstruo.
—Basta de charla. —dijo Adán llamando la atención a sus compañeros. —Recoger lo necesario, vamos a ver a ese fiestero...
~⛤~
La Guarida Lunar es un bar y discoteca para criaturas de la noche de Londres, cortesía del demonio Mastema. Hoy en día, se ha convertido en un punto donde todos los seres, ya fueran de sangre angelical o diabólica, pudieran divertirse sin preocuparse de ocultar su lado sobrenatural a los humanos.
Normalmente, el local no permitía la entrada a humanos debido a posibles accidentes que puedan suceder: que los vampiros los muerdan, que los wendigos tengan hambre, posibles ataques de hombres lobos, posesiones, etc. Por todo eso Mastema tuvo que negar el paso a los humanos, lo que complicaría un poco las cosas a los hermanos. Para la suerte de ellos Adán ya tenía pensado una solución. El grupo se colocó en la cola de la entrada, divisando la gran cantidad de criaturas de la noche con sus verdaderas apariencias. Normal para los brujos, aterrador para los hermanos.
—Yo conozco este sitio. —habló Jeremy observando el local. Estaba en los límites de Londres. Un pequeño terreno con una caza carpas, la zona del bar, y donde pinchaba el dj. —Había venido varias veces en redadas antidrogas.
—Y seguramente no encontrasteis nada ¿verdad? —insinuó Arthur con soberbia. —Nuestras drogas son indetectables a vuestros perros y chatarras.
Adán notó como Jeremy forzaba su mandíbula por la vergüenza. Entendía que se sintiera frustrado por no conocer todo lo malo de su ciudad cuando se supone que su deber era protegerlo, pero los humanos no estaban preparados para el mundo oculto.
—¿Creéis que esto es buena idea? —preguntó Duncan algo inquieto. —La mayoría de los presentes son demonios y caídos manipuladores, además de un puñado de vampiros, hombres lobos y brujos.
—Relájate. —dijo Will tranquilo. —He oído que hoy estarán todas las razas, y por los acuerdos, dudo que quieran montar pelea.
—¿Cómo podéis acostumbraros a esto? —preguntó Hank observando a las distintas criaturas. —Me refiero a vivir entre monstruos.
—Buena pregunta. —respondió Will, pero con risa. —Será porque nosotros también lo somos. —la cara del médico fue el mejor chiste para el inmortal, aunque no le había mentido, en cierta forma todos eran monstruos. Ross cogió los brazos de las chicas y los enrolló a los suyos, separando a Sam de Arthur y a Raquel de Jeremy.
—Tener cuidado chicas, podrían detenernos por sexys.
—¿Hacía falta maquillarme? —dijo Sam con molestia. —Me pican los ojos.
—Claro que sí. —contestó su amiga indignada. —No podías venir si no estabas guapa.
—Ya, pero a mí no me gusta. —dijo quejándose.
—Tranquila Sam, yo te entiendo.
Llegaron a la puerta, en donde se encontraban dos hombres fuertes de ojos salvajes, vestidos de negro y con varios tatuajes. En cuanto olieron el aroma a humano ya estaba a punto de mostrar las garras de lobos, pero Adán les mostró uno de los viales.
—Os doy dos a cada uno si nos dejáis pasar. —negoció. —Los efectos duran bastante, y supongo que habéis oído hablar del subidón que os da.
Los dos guardias intercambiaron miradas poco convencidos, más finalmente le abrieron la entrada a la disco.
Una vez que el grupo entró sus oídos fueron invadidos por la música electrónica. Todos bailan al son de la música del dj, sin ocultar el brillo o características que los diferenciaban de los humanos. Un lugar donde podías ser tú mismo. Fueron caminando por la pista de baile hasta llegar a la zona Vip. Un lugar con mesas, copas y cachimbas para fumar.
Entonces divisaron a un hombre rubio con un traje de purpurina y tatuajes en el rostro.
—Vaya, pero mira quienes tenemos aquí. —dijo el joven de ojos ocre. —No esperaba verte en mi fiesta Lilim.
—Mastema. —le saludó indiferente. —Tenemos que hablar.
—Directo al grano, pero creo recordar que no te he invitado. —Los ojos del manipulador brillaron cual rubíes, intimidando un poco a los presentes, pero Adán hizo lo mismo con los suyos demostrando que no le temía, por muy príncipe que fuera. —Un poco de respeto guapo, estáis en mi casa. —le dijo con un tono suave y elegante. —Pero os dejaré quedaros solo por la belleza de tu amigo. —habló aflojando la tensión.
—¿Quién?
El demonio señaló a Will, provocando que este sonriera algo nervioso mientras que el demonio le guiñaba un ojo. Duncan se mordió los labios compadeciendo a su amigo. Por muy abierto que fuera, estaba seguro de que nunca se liaría con Mastema.
—Y también por los Van Tassel. —dijo de repente llamando la atención de los presentes.
—¿Nos conoce? —habló Hank impresionado.
—¿Cuál de ellos es el representante de Raziel?
—No lo sabemos.
—Pues trae al mayor y venir conmigo. Los demás podéis divertiros, pero pido que no tengan pelea con mis invitados.
Jeremy miró a su hermano con calma para que no se preocuparan. Adán, Jer y Mastema subieron por unas escaleras de hierro de caracol y entraron en una de las habitaciones para hospedarse. Era idéntico a una habitación de hotel, pero con un estilo más elegante y oscuro, como le gustaba a Mastema. El demonio cerró la puerta y se sirvió un vaso de vino.
—Ha sido un poco estúpido trayéndolos aquí. Puede que no pueda oler la sangre de estos o su esencia, pero en este en concreto noto un ligero olor a ángel mezclado con el olor a esa mocosa que os acompaña.
—Escucha. —le interrumpió. —Ha habido muchos intentos de posesión a lo largo de la semana, y sospecho que habrá más. Los fantasmas están siendo corrompidos por un aura siniestra y un demonio, no sé quién, se está dedicando a matar a los Van Tassel.
Por la cara de Mastema, diría que le daba igual todo lo que le estaba contando.
—¿Y me necesitas porque...
—Necesito comunicarme con alguien que conozca a demonios que sigan ese ritual de asesinato. Necesito hablar Abalám.
Mastema se giró de golpe al oír el nombre de uno del mandamás del infierno, poco conocido y perteneciente a la corte y séquito del rey Paymón.
—Pensé que no querías volver a tener relación con nadie del Infierno.
—Créeme que, si esto no fuera serio, no te lo pediría.
—En ese caso, ya sabes que exijo pago por mis servicios.
Adán soltó otro suspiro fuerte, y sacó otro vial que le lanzó a Mastema. Jeremy miró con curiosidad el frasco, lo que le recordaba mucho a una muestra sangre. Solo de pensar en esa posibilidad le daban escalofríos. El demonio lo abrió y respiró hondo para poder oler el aroma.
—Un buen negocio. —afirmó complacido. —Prepararé el espejo.
Mientras este se marchaba a otra habitación, Jeremy aprovechó a preguntarle una duda a Adán.
—¿Qué quiso decir antes con que huelo igual que a Sam?
Adán soltó una risa, desconcertando al policía.
—¿Quizá tengas madera de médium?
—Espero que no. —suplicó.
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