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Epílogo

Mi vida seguía siendo como siempre, pero, a la vez, era muy diferente. La Dra. Diane Lovegood, después de más de dos años de sesiones, me había dado el alta porque decía que había conseguido superar todo lo que había vivido. Aunque me dijo que, si necesitaba recurrir de nuevo a sus servicios, sería con su compañera por la relación de amistad que había nacido entre nosotras fuera de la consulta.

Tras pasar todas las entrevistas y pruebas, había conseguido trabajo en Eternity para otro departamento distinto al que me había ofrecido Katerina. Estuvo una semana sin hablarme porque no le había dicho nada, pero pronto hicimos las paces. Estaba contenta con mi nuevo puesto de trabajo. Mi compañera del bufete de abogados también había conseguido hacerse un hueco en la empresa.

Pude alquilar mi hogar de la infancia a una familia que me recordó a la mía: papá, mamá y un niño rubio de ojos azules que iba en silla de ruedas y que siempre tenía una sonrisa en la cara.

Dimitri y yo ya éramos pareja oficialmente y nuestras familias y amigos lo sabían y se alegraban por ello. Habíamos tenido varias reuniones familiares y todos habíamos congeniado bien. Incluso, mis padres adoptivos dijeron que, a mis padres Alonzo y Martha, les habría encantado Dimitri. Y estaba convencida de ello, por extraño que parezca, se habían conocido décadas atrás y entre ellos había surgido una amistad que traspasó el vínculo de jefe y empleado.

El club de «Las chicas de los dos mundos», tal como lo había bautizado e inaugurado Circe meses atrás, había aumentado el número de miembros. Ya no solo estábamos Malena, Circe y yo; se habían unido Katerina y la esteticista de Azael, que había descubierto su naturaleza por un descuido de éste. Todas teníamos algo en común: humanas o no, todas teníamos relación con el mundo humano y con el mundo mágico y sobrenatural.

—¿En qué piensas, pollito?

—En todos los cambios que ha habido estos años, la gente que se ha cruzado en mi camino y las amistades que han surgido—dije mientras observaba a la gente feliz y vestida con sus mejores galas.

—Suena deprimente—afirmó Azael.

—Tal vez.

Me giré para observar al vampiro y vi que no parecía estar bien. Su cuerpo estaba tenso y tenía dificultades para mantener el control.

—No tienes buen aspecto, ¿tienes sed?—inquirí.

—No es sed, es lo otro...—respondió en voz baja—. Ya no puedes ver el aura púrpura que me rodea, ¿cierto?

Lo observé con detenimiento y me rendí ante la evidencia, no veía nada más allá que un chico atractivo y pálido con melena y mechas rosas vestido con un elegante esmoquin.

—No lo puedo ver.

—Por si tenías alguna duda: eres completamente humana—dijo Azael—. ¡Mierda! Ahí vienen las dos—masculló.

Miré en la dirección que indicaba y vi que eran Circe y la chica que trabajaba con Azael. Las dos buscaban a alguien con la mirada, con desesperación. Cuando vieron a Azael se acercaron corriendo, y vi que las dos empezaron a darse empujones para llegar una antes que la otra. Parecían dos niñas peleándose por una tableta de chocolate.

—¿Qué está pas-?

—¡¿Dónde hay un espejo?!—me preguntó Azael con el pánico reflejado en su mirada.

—En el baño. Hay uno exclusivo para el personal en la última planta—respondí.

Dimitri me lo había dicho cuando lo acompañé a llevar los preparativos para la boda. El vampiro corrió a velocidad inhumana y me dejó hablando sola. Las chicas habían sido obstaculizadas por una señora mayor que tenía muchas ganas de hablar. Una sonrisa se dibujó en mis labios, pero se borró cuando vi la cara de enfado de Circe. Algo no iba bien con mi hermana.

Malena se aproximó y observó la escena que se desarrollaba ante nuestros ojos.

—Parece que hay un triángulo amoroso—dijo Malena confirmando mis sospechas.

—Las dos están celosas por la atención de Azael y él salió huyendo...

Malena se echó a reír y la miré con asombro.

—Huir es algo tan típico de los hombres y de los animales...—añadió con amargura.

—¿Problemas con tu animalito?—intuí.

—Sí. Cuando por fin lo encuentro, huye de mí como si fuera la peste—dijo con un suspiro—. Es tan frustrante...

—Me imagino...

—Y la única persona con la que puedo hablar del animal, no está aquí... ¿Dónde se ha metido?

—Dimitri me dijo que le surgió un imprevisto a última hora—respondí—. Aunque, conociéndolo, seguro que viene cuando pueda.

El lugar donde se celebraba la boda era precioso; un antiguo palacete con grandes jardines. Supuse que a Vladimir este lugar le recordaba a su época y a Diane le encantaba estar rodeada por la naturaleza. Una combinación perfecta.

Los terrenos del palacete lindaban con el bosque y, de vez en cuando, se oían el ruido que hacían los animales. Malena se ponía en alerta cada vez que escuchaba aullidos. Siempre le habían gustado los lobos, pero desde lo que le ocurrió en el bosque, se había obsesionado con ellos. Más bien, con uno en concreto, el que le había salvado la vida...

—Está aquí, puedo sentirlo...—musitó. Una suave música tocada por una pequeña orquesta dio comienzo a la ceremonia. La sujeté del brazo—: No te vayas, ya va a comenzar.

A ambos lados del arco nupcial había hileras de sillas para que los invitados se sentaran y presenciaran la boda. Mientras atravesaba la zona para llegar a mi asiento, vi a los vampiros sentados y, entre ellos, a Azael que acababa de llegar y parecía tener mucho mejor aspecto.

—Gracias por lo de antes—susurró cuando pasé por su lado.

Llegué a mi lugar en la primera fila, reservada para los padrinos y sus parejas. Me senté cerca de David Carrington, el novio de Katerina. Se había adaptado muy bien a su condición de vampiro y había hecho grandes progresos para controlar su sed. La verbena que había por todo el lugar también ayudaba un poco. Él y yo habíamos tenido una conversación y estábamos en buenos términos.

La música se intensificó y Vladimir Petrov, acompañado por Katerina, cruzó el jardín iluminado por cientos de velas y ambos se apostaron cerca del arco nupcial decorado con flores. Unos minutos más tarde, la marcha nupcial dio paso a la radiante novia vestida de rojo, Diane Lovegood, que venía del brazo de Dimitri. Al pasar por mi lado, sus ojos grises se encontraron con los míos y nos sonreímos.

Mi familia estaba sentaba cerca y pude oír a tía Carol y a mi hermana admirando el original vestido de la novia. La ceremonia fue preciosa y sencilla. Cuando llegó el momento de poner los anillos, Vladimir le hizo una seña a Dimitri y él asintió y se giró hacia los invitados:

—Y ahora, me gustaría pedirles un pequeño favor. Estamos apunto de presenciar algo impresionante y agradecería que mantuvieran la calma—.Vi que Diane miraba extrañada a Vladimir y que este le sonreía—. Es totalmente inofensivo y ha sido entrenado para la ocasión.

Algunos murmullos se elevaron entre el público y cesaron cuando Dimitri dio un fuerte silbido. El silencio era absoluto, salvo por el sonido de unas pisadas. La gente se giraba y miraba con asombro hacia atrás.

—Les presento al rey del bosque y líder de la manada—dijo Dimitri con una sonrisa.

Un enorme y majestuoso lobo avanzaba hacia el arco nupcial de forma lenta y segura. La gente, en silencio, lo observaba con admiración. Su pelaje negro brillaba con la luz de la luna llena y tenía unos ojos ambarinos con una mirada astuta e inteligente. Cuando llegó a la fila donde me encontraba sentada, vi que en sus fauces llevaba una pequeña bolsa de terciopelo rojo.

El lobo se acercó a Vladimir y éste, tras acariciar su pelaje, cogió la bolsa.

—Es un enorme placer tenerte con nosotros en esta noche tan especial—expresó Vladimir—. Puedes quedarte aquí el resto de la velada si quieres.

Como si lo hubiera entendido, el lobo hizo una pequeña reverencia y se acercó a una emocionada novia que no dudó ni un segundo en acariciarlo. Luego se echó a mi lado y a los pies de Dimitri, en la primera fila.

Después de la sorpresa, Vladimir sacó los anillos de la bolsita y la ceremonia continuó. Pronto sellaron la promesa de amor con un beso y pasamos al interior del palacete para el banquete que había preparado Dimitri. Había superado todas las expectativas con sus dotes culinarias y, en esta ocasión, los frutos rojos volvieron a tener protagonismo en sus platos.

La recién casada, Diane, se acercó a mí y me dio el aviso que necesitaba:

—Voy a lanzar el ramo en unos minutos y van a estar todos distraídos. Es el momento perfecto para que te lo lleves de aquí. Vlad me dijo que está todo preparado y que su maleta ya está en tu casa.

—Gracias por todo—dije agradecida. Le había preparado una sorpresa a Dimitri y ella había sido mi cómplice.

Encontré a Dimitri en la cocina poniendo una montaña de solomillo crudo en una bandeja mientras hablaba con Malena, que lo bombardeaba a preguntas sobre el lobo.

—¡Vamos a darle de comer al lobo!—exclamó ella emocionada—. No sé si lo había dicho, pero fue ese mismo lobo el que me rescató.

Dimitri me dirigió una mirada significativa y ahí descubrí la verdad. Con una sonrisa, miré a mi amiga y me inventé la mejor excusa que se me ocurrió:

—Gracias Malena, pero la verdad es que estoy cansada y quiero irme a casa ya—dije mientras le hacía un gesto a Dimitri—Si al chef no le importa, puedes darle de comer tú sola al lobo. Seguro que se va a poner muy contento.

Mi novio se mostró de acuerdo y, tras limpiarse las manos, le indicó a Malena cómo llegar hasta el lobo. Dimitri y nos escabullimos de la fiesta y pusimos rumbo a mi casa.

Y así fue como en esta noche de primavera con la luna llena como testigo, todos juntos celebramos la unión de una pareja, cuyo amor había sobrevivido al tiempo, al espacio y a la naturaleza de los dos mundos.

Conocía muy bien esa sensación. Era una especie de hilo invisible que unía el destino de dos personas. Un hilo invisible que, según una leyenda, podía estirarse y doblarse, pero jamás romperse.

A diferencia del vínculo vampiro-cáliz, que era como una cadena invisible que ataba dos cuerpos y almas, este hilo invisible era como una guía que te llevaba hacia la otra persona que te complementaba y te ayudaba a ser la mejor versión de ti mismo.

Y al final de la extraña aventura que había vivido, había descubierto que mi destino lo controlaba yo misma y que, con hilo invisible o no, había decidido continuar mi camino al lado de Dimitri Ivanov, el hombre que había renacido de la oscuridad y que había estado velando por mí desde las sombras.

—A mí no me engañas, tú te traes algo entre manos...—afirmó mientras conducía—. ¿Qué es?

—Es una sorpresa y lo sabrás a su debido tiempo—respondí, callándolo con un beso.



Gracias a todos por haberme leído y por haberme dado tanto apoyo.

Le decimos hasta pronto a Bianca y a Dimitri, pero esto no termina aquí. Como habrán leído en el epílogo, parece que tenemos asuntos pendientes con Azael y un misterio que resolver con Malena.

El hilo invisible es la primera historia de una saga que todavía no tiene nombre.

¿Quiénes serán los próximos protagonistas?

¡Pronto lo descubrirás!








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