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CAPÍTULO 7: Imprevistos

Nada estaba saliendo como tenía previsto. Estaba teniendo problemas a la hora de ultimar los detalles para fusionar otra empresa al Grupo Eternity. No me gustaban nada las condiciones que imponía la otra parte. Su petición era muy específica: quería que prescindiera de cierta empleada y pusiera a su hijo en su lugar.

Daba vueltas por el despacho como si fuera un león enjaulado, tratando de hallar una solución a uno de mis innumerables problemas. Sentía que mi instinto animal estaba despertando. A medida que mi estrés aumentaba, la sed era más acuciante. Odiaba ese lado oscuro que me poseía desde hacía varios siglos. Detestaba la sensación de tener que depender de alguien para sobrevivir día tras día. Había intentado deshacerme de mi condición de vampiro, pero, nada surtía efecto.

Me maldije a mí mismo. «No me puede estar pasando esto ahora mismo», pensé. Me había alimentado de Bianca antes de salir a trabajar, como habíamos acordado desde el principio de nuestro vínculo. Ya arreglaría el problema de la fusión más tarde, ahora había algo más urgente. Tenía que solucionar primero esta sed, antes de que fuera muy tarde y perdiera el control. No quería recurrir a ella, pero era la única opción que tenía. Tras convertirla en cáliz, cuando las cosas iban muy mal entre nosotros, intenté beber sangre de otra persona y de animales, pero fue imposible, mi cuerpo lo rechazaba. Ahí fue cuando me di cuenta de que dependía exclusivamente de esa mujer.

Suspiré con resignación y me dirigí al amplio escritorio. Cogí el teléfono y marqué. Al cabo de unos segundos, una voz femenina salió al otro lado de la línea.

—Buenas tardes, señor Ivanov, ¿puedo ayudarle en algo?

—Buenas tardes, quiero que me envíe a la Srta. Morello con la documentación de la fusión de empresas.

—Verá señor, ha habido cambios y quien lleva eso ahora es la señora Perry, pero ahora está reunida. Si le urge, yo misma puedo llevarle la documentación.

—¿Qué clase de cambios y por qué no me ha sido notificado? —pregunté tratando de no perder la paciencia.

—No..., no lo sé, eso fue lo que me dijeron. Llevo poco tiempo trabajando en la empresa—dijo con cierto temor.

—De acuerdo, no se preocupe. ¿Cuál es su nombre? —La respuesta tardó unos segundos en llegar. Estuve a punto de volver a preguntar por si no me hubiera entendido.

—Soy Iris.., Iris Hammond.

Bien Srta. Hammond, envíeme a la Srta. Morello con los papeles y si la Sra. Perry pregunta al respecto, dígale que se ponga en contacto conmigo.

—La Srta. Morello no se encuentra disponible. Hoy no vino a trabajar—respondió la secretaria.

Aquí estaba pasando algo extraño. Era imposible que Bianca no estuviera porque podía sentir su presencia. Y si estuviera enferma, enseguida lo habría notado. Era hora de averiguar qué estaba ocurriendo y buscarla yo mismo.

Salí de mi despacho, cabizbajo y con cuidado para que nadie me viera y me dirigí a los aseos más cercanos. Por suerte no había nadie. Me acerqué al espejo y, como me temía, mis ojos habían perdido el color gris que los caracterizaba y había sido sustituido por un rojo brillante que me daba un aspecto peligroso y amenazador. Para colmo, mis colmillos, hasta ahora ocultos, empezaban a asomar de entre mis labios entrecerrados.

Dejé escapar un suspiro y me puse las gafas de sol para ocultar mis ojos de miradas indiscretas. Me concentré en el vínculo que me unía a Bianca y traté de captar su presencia.

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Miraba impasible hacia mi mesa que estaba abarrotada de archivadores polvorientos y desordenados. Llevaba toda la semana ordenando documentos, algo que no se encontraba entre mis funciones como asesor jurídico. En vez de protestar, decidí callar y hacer lo que me ordenaban con tal de demostrar que las habladurías y chismes que circulaban por la oficina no me afectaban lo más mínimo, al menos en apariencia. Por dentro, estaba de los nervios. Todos, incluidos mis compañeros del departamento jurídico, creían que yo era la amante del gran magnate Dimitri Ivanov, el fundador del Grupo Eternity. También había gente que me consideraba como una especie de protegida a la que habían encomendado a Dimitri para que me cuidara y protegiera debido a mi discapacidad.

Cogí el archivador que tenía más cerca y me puse a hojearlo. Este no estaba muy desordenado por lo que pronto acabaría con él. Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios, pero pronto se borró al sentir una montaña rusa de emociones que me invadió: ira, frustración, nervios, vergüenza y un hambre voraz...Me resultaba extraño tener hambre porque había comido recientemente. A medida que pasaban los minutos, el hambre era más notable y la fatiga se hacía presente en mi cuerpo.

Decidí hacer una pequeña pausa y visitar la máquina expendedora en busca de algo que me reanimara un poco, antes de desmayarme por la fatiga. Me dirigí al fondo del pasillo y compré una chocolatina en la máquina. Cuando volvía hacia mi despacho, las puertas del ascensor se abrieron y, literalmente, me vi arrollada por una persona que salió con prisas. Estuve a punto de caerme de mi silla de ruedas, pero esa persona tuvo buenos reflejos y logró sujetarme por la cintura. No sabía si agradecerle por salvarme o insultarle porque casi me tira al suelo.

—Por fin te encuentro, Morello.

Antes de que pudiera reaccionar, vi cómo arrastraba mi silla sin mucha dificultad y me metía en el ascensor con él. Fui a protestar, pero su mano enguantada me cubrió la boca, silenciándome.

—Siento abordarte de esta forma, pero llevo un buen rato buscándote. Te necesitaba urgentemente—. Dicho esto, Dimitri cayó de rodillas frente a mí y vi que temblaba. Llevaba las gafas de sol puestas y su piel, pálida de por sí, había adquirido un tono más claro si cabe, casi grisáceo.

—¿Qué te pasa? —Antes de que pudiera responderme lo comprendí. —Eras tú y no yo el que se moría de hambre.

—Sí—respondió casi susurrando. Se incorporó con dificultad y pulsó el botón del ascensor. No tenía ni idea de a qué planta íbamos.

—Ya sé que bebí de ti antes de venir al trabajo y que no es lo que habíamos acordado, pero, últimamente me encuentro en una situación complicada y el estrés hace que necesite alimentarme con más frecuencia. Lo siento—dijo avergonzado.

Lo miré con preocupación. En situaciones normales, él solía ser demasiado orgulloso como para admitir que estaba en problemas y, mucho menos, para disculparse por ello. Ahora comprendía cuán desesperado debía estar.

—Podías haberme enviado a tu despacho con cualquier excusa. Llevo toda la tarde encerrada en el mío tragándome el polvo de los archivadores—dije con amargura.

—Qué extraño. Pedí que te enviaran y la nueva secretaria me dijo que no habías venido hoy—. Lo miré confundida.

Las puertas del ascensor se abrieron y Dimitri hizo un ademán de salir, pero, luego volvió a entrar. Maldijo en voz baja y, a regañadientes, sacó el móvil del bolsillo e hizo una llamada.

—Sr. White, necesito que me haga un favor. El Sr. Carrington se está dirigiendo ahora mismo a mi despacho y no voy a poder atenderle porque me ha surgido una emergencia. Necesito que le pida disculpas en mi nombre y que concierte una cita con él para la próxima semana.

Mientras hablaba, sacó una pequeña llave del bolsillo con la mano libre y la introdujo en la ranura del botón que rezaba «Acceso restringido». Supuse que iríamos al garaje. El vampiro colgó y me miró.

— Ha surgido un imprevisto y no puedo entrar en mi despacho, así que tenemos que buscar otro sitio más discreto para...---le interrumpí.

— Para que el señorito se pueda comer el aperitivo con tranquilidad y sin que nadie lo moleste. Y hablando de aperitivos, ¿dónde está mi chocolatina?—pregunté mientras revisaba el suelo del ascensor, buscándola.

— Tú sigue comiendo golosinas que al final voy a acabar con diabetes por tu culpa---se quejó.

— Y tú deberías hacer dieta porque a este paso me vas a dejar con anemia, chupasangre.

— Te he dicho que no me llames... —las puertas del ascensor se abrieron, revelando una estancia oscura y desolada.

Salimos y observé el lugar. Era un ala del edificio que estaba en obras. Había sacos de cemento, diversas herramientas y mucha suciedad. Parecía que las obras habían comenzado, pero, se habían interrumpido.

— Bienvenida a uno de mis proyectos frustrados. La idea era crear un equipo de investigación de enfermedades poco conocidas, pero, el Estado exigía muchos permisos con los que no contábamos y no pudimos seguir adelante—. Comentó mientras se quitaba las gafas.

— Reconozco que es una buena idea. Lo malo es que a este laboratorio, si es privado, sólo podrían acceder las personas con buenos recursos económicos y, la gran mayoría, se quedaría fuera. — dije mientras observaba detenidamente el lugar.

— Supongo que podría llevar a cabo convenios de colaboración con instituciones sanitarias que nos trasladen a sus pacientes para estudiar su enfermedad rara. De esta manera podría generar empleo, ayudar a la gente a sobrellevar su enfermedad y obtendría buenos beneficios económicos.

— Y en esa categoría de pacientes con enfermedades raras, ¿entrarían los vampiros? enarqué una ceja y lo miré.

Dimitri apartó la mirada e ignoró la pregunta y continuó andando despacio, apoyándose en las paredes para no caer. Sus fuerzas estaban llegando casi al límite. Me apresuré y me puse a su lado. Se sujetó a mi silla de ruedas y me guio hasta una especie de sala que estaba amueblada con una mesa, un par de sillas y un sofá. Un mareo se apoderó de mí.

Nos sentamos en el sofá. Le ofrecí mi brazo y él lo cogió con delicadeza. Me subió la manga y, sin previo aviso, hincó los colmillos en mi carne. Un grito de sorpresa escapó de mis labios. Sus absorciones eran largas y profundas. A diferencia de otras veces, notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo por controlarse. Me rodeó por la cintura y me atrajo hacia él para evitar que me doliera. Apoyé la cabeza en su hombro y, más tarde, sentí su lengua limpiando y curando la herida. Me miró con preocupación.

—¿Te encuentras bien?

—T...tengo frío—. Apenas pude articular palabra porque todo se volvió negro.

Sentí cómo me movían y me cubrían con algo. Una voz lejana. Mi cuerpo tiembla de frío. Esa voz que se acerca. Mi mente vagó y perdí la noción del tiempo.

—Risitas, no has cambiado nada desde la primera vez que te vi. Sigues poniendo la misma cara de cachorrito cuando duermes.—susurró alguien en mi oído.

Poco a poco fui emergiendo a la realidad. Un calor agradable se extendía por mi cuerpo y unos brazos que me resultaban familiares me rodeaban. Abrí los ojos de golpe. Me encontraba tapada con una chaqueta negra y mi cabeza estaba apoyada en el pecho de su propietario, que dormitaba sentado en el sofá. Mis mejillas enrojecieron. Me moví un poco, tratando de incorporarme y se despertó. Al darse cuenta de que estaba despierta, una sonrisa pícara apareció en su rostro.

—Buenos días, dormilona. Estás como un tomate, ¿has soñado con alguna vulgaridad? —. Puse los ojos en blanco y traté de levantarme, pero sus brazos me retuvieron—. Todavía no, tienes que comer algo, estás débil por mi culpa. Perdí un poco el control cuando me alimentaba—. Respondió arrepentido.

—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? —. Lo miré confundida mientras él rebuscaba algo en los bolsillos de su chaqueta que aún me cubría. Sacó la chocolatina que se me había perdido y la abrió. Lo fulminé con la mirada por habérmela escondido.

—No estuviste inconsciente, tranquila. De lo débil que te quedaste, se te cerraron los ojos y te dejé dormir un par de horas para que te recuperaras.

—¿Un par de horas? La Sra. Perry me va a matar si desaparezco sin avisarla—dije alterada.

—No te preocupes, mientras dormías, hablé con ella. Le dije que tenía una reunión urgente y que necesitaba a alguien de tu departamento que hubiera trabajado en el tema de la fusión y tú eras la única que estaba disponible—. Acercó la chocolatina a mi boca y comí. Al principio me desconcertaba que alguien como él me ayudara, pero ahora me resultaba hasta natural.

—¿De qué iba la supuesta reunión?

—De la revisión de las condiciones que establece la otra empresa para que la fusión tenga lugar. Quiero ver si hay algún límite legal o alguna alternativa diferente y presentar otra propuesta que sea atractiva para ambas partes.

Me resumió el problema y traté de buscar varias opciones hasta que encontré una que me pareció buena. Se lo expliqué con detalle y permaneció unos minutos en silencio, valorando la propuesta.

—Entonces, sugieres que convierta este lugar vacío en un departamento de ciberseguridad donde un equipo de juristas e informáticos asesoren y presten sus servicios, tanto a nivel interno como externo. Y que le ofrezca al hijo del Sr. Carrington la dirección de este departamento.

—Exactamente. Generarías empleo, podrías colaborar con el Estado y podrías mejorar la vida de la gente que es acosada por internet. Además, obtendrías buenos beneficios a largo plazo, ya que la ciberdelincuencia es cada vez más sofisticada y frecuen... —El rubor volvió a mis mejillas. Estábamos hablando de trabajo y yo seguía sentada en su regazo. Dimitri observó extrañado mi reacción hasta que se percató de ello. Me ayudó a incorporarme en mi silla de ruedas. Cuando volvió a sentarse, me pareció ver sus orejas algo coloradas.

Seguimos debatiendo el tema hasta que la idea fue cogiendo forma. Cuando me terminé la chocolatina y después de que Dimitri comprobara varias veces que me encontraba bien, volvimos al Departamento jurídico. Él quiso acompañarme y hablar de unos asuntos con la Sra. Perry.

Llegamos al pasillo donde se ubicaba el departamento y actuamos como empleada y jefe. Me sentí observada por la gente que trataba de hallar cualquier indicio que demostrara el hipotético romance entre el Sr. Ivanov y yo.

—Srta. Morello, deje lo que estaba haciendo hasta ahora y redacte una propuesta con los detalles que comentamos en la reunión. Este documento es de máxima urgencia. A ser posible, lo quiero cuanto antes. —dijo con indiferencia frente a todos los chismosos mientras se dirigía al despacho de la Sra. Perry.

Aceleré con mi silla motorizada y empecé a elaborar la propuesta. Cuando iba por la mitad, alguien tocó a mi puerta. Era Iris, la secretaria, que traía varios archivadores.

—Perdona que te interrumpa. La Sra. Perry está reunida con el Sr. Ivanov y me pidieron que te entregara esta documentación de la fusión para que la revisaras. Dice que esto tiene prioridad, la propuesta puede esperar—. Dejó los archivadores y se fue sin dar más explicaciones. Algo me decía que aquí estaban pasando cosas raras. Guardé el documento con la propuesta a medias y me puse a revisar el contenido de los archivadores.

Algo no cuadraba. Eran documentos de una fusión anterior que había tenido éxito hacía algunos años, pero estaban en una carpeta etiquetada con el nombre y el año de la fusión actual. Estaba segura de que esos documentos no los había tocado yo. Pensaba llamar a la secretaria, pero justo tocaron de nuevo la puerta y aparecieron Dimitri y mi jefa.

—¿Cómo va esa propuesta, Srta. Morello? —preguntó la Sra. Perry con amabilidad.

—La tengo a medias. Ahora estoy con la documentación que me pidieron que revisara para la fusión, pero hay un pequeño problema que estoy intentando solventar.

—¿No oyó lo que le dije al principio?—dijo el vampiro empezando a impacientarse—. La propuesta tiene máxima prioridad.

—Le entendí perfectamente, Sr. Ivanov. Ha habido a un malentendido con esta documentación, pues alguien me la trajo para que la revisara diciendo que seguía órdenes suyas y de la Sra. Perry. En cuanto la termine, puedo llevársela.

—Termine eso y, mientras tanto, voy a pedirle a la secretaria que quite todos esos archivadores de su mesa para que pueda trabajar con más comodidad. No entiendo qué hace con todo eso, Srta. Morello—. La observé confundida.

Ella misma me había obligado a ordenar esos archivadores. No entendía su comportamiento conmigo. Había veces que me trataba con amabilidad, como solía hacer casi siempre. Sin embargo, últimamente me trataba de manera fría y me ordenaba a hacer cosas que no me correspondían. Era como si su mente albergara dos personalidades diferentes y opuestas.

Mientras mi jefa salía a buscar a la secretaria, aproveché para seguir redactando la propuesta. Una notificación de mi móvil rompió el silencio. Sentí la mirada de Dimitri clavada en mí.

—¿No piensa contestar, Morello?

—No se preocupe, no es urgente, Sr. Ivanov—. Volví a la pantalla, tratando de ignorar la campanita que había sonado. Era la notificación que había personalizado para cuando recibía mensajes de mi acosador, que seguía haciendo de las suyas. Intenté mantener la calma, no podía derrumbarme en medio del trabajo.

Dimitri se dedicó a pasear por mi despacho, escudriñando todo. De vez en cuando musitaba algo para sí. Alcé la vista y nuestros ojos se encontraron. Me pareció percibir preocupación en su rostro. Cortamos el contacto visual al sentir el taconeo de mi jefa.

—En cuanto tenga eso listo, me lo entrega usted personalmente en mi despacho. A ser posible, antes del cierre de las oficinas. Y recuerde, intente evitar los malentendidos, Morello—. Con una inclinación de cabeza como despedida, el vampiro abandonó mi despacho, dejándome a solas con la Sra. Perry.

—No encuentro a Iris por ningún lado. Esos archivadores tendrán que esperar. Sigue tranquila con la propuesta mientras yo averiguo lo del malentendido— dijo mientras tomaba asiento frente a mí y revisaba los documentos de la fusión.

Me pidió que le contara con detalle lo que había pasado y llegó a la conclusión de que la nueva secretaria se había equivocado y que hablaría seriamente con ella. Salió con los documentos y yo seguí un par de horas más hasta que terminé de redactar. Lo repasé un poco y lo imprimí. Ya con la propuesta a buen recaudo en una carpeta, salí de mi despacho y me encontré a mi jefa que se dirigía hacia mí.

—¿A dónde vas? —Su voz fría me sorprendió. Otra vez salía a flote su lado antipático y que me trataba mal.

—A entregarle al Sr. Ivanov el documento.

—Y de paso vas a tirártelo, ¿verdad? —. Su semblante carente de emoción parecía una máscara y tenía la mirada perdida.—Dale la carpeta a Iris y que se lo entregue ella. Estoy segura de que al Sr. Ivanov su apariencia le resulta más agradable que la tuya.

La observé con detenimiento. Sus movimientos eran torpes y parecía ausente, como si estuviera drogada o poseída. La miré fijamente a los ojos y le contesté.

—Voy a entregarle personalmente al Sr. Ivanov esta carpeta por órdenes suyas y quiero que me despejen la mesa de archivadores polvorientos—. Mi voz se convirtió en un susurro y, de repente, la Sra. Perry volvió en sí. Recuperó sus emociones y sus ojos volvieron a la normalidad. Ella asintió a mis palabras y prosiguió su camino.

No entendía lo que había pasado, pero ya pensaría en ello más tarde. Fui al despacho de Dimitri y le entregué la carpeta. Luego volví a casa y me derrumbé en la cama. Los chicos aún no habían llegado y Circe estaba en una fiesta. Cuando me recuperé un poco después de este extraño día, decidí ver el mensaje. El móvil se me resbaló de las manos y las lágrimas empezaron a salir sin control de mis ojos. No podía aguantar más esta situación.

Sentí que alguien se sentaba en mi cama y me abrazaba con fuerza desde atrás. Su melena turquesa me hacía cosquillas en la nuca. Recogió mi móvil del suelo y miró la pantalla. Luego me miró horrorizada.

—Bianca, esta foto es de cuando tuviste tu cita con Dimitri, ¿no? —Respondí afirmativamente con la cabeza. Ya le había dicho varias veces que no había sido una cita, pero Circe no me hacía caso.

En la foto salíamos Dimitri y yo sentados en el banco de la plaza donde me encontró. Su mano reposaba en mi hombro y nuestras cabezas estaban cerca. Parecía que nos estábamos besando. Pero en la realidad no había pasado nada.

—Presenta tu dimisión o esta foto saldrá a la luz mañana a primera hora en la prensa—leyó mi amiga. Era el mensaje que venía después de la foto—. Esto es horrible, tienes que hablar con Dimitri cuanto antes.

Volví a refugiarme entre sus brazos mientras me desahogaba a base de torrentes de lágrimas. Deshicimos el abrazo cuando el móvil de Circe sonó con insistencia. Lo cogió y vi que sus ojos se aguaban y su tez perdía color. Luego colgó y se derrumbó en mi cama con la cabeza apoyada en mis piernas. Le acaricié el pelo.

—Es la abuela, está muy enferma y no creen que pueda aguantar mucho más—. Las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas—. Quiere verme, por última vez...


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