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CAPÍTULO 5: Melancolía

Hoy tenía que trabajar, por lo que Circe me estaba ayudando a prepararme. Miré mi reflejo en el espejo y parecía que tenía un nido de palomas en la cabeza. Circe trataba de desenredarme los nudos que tenía en el pelo, pero su paciencia había llegado al límite.

— Esto no tiene solución. Voy a pedir refuerzos. Ahora vengo — mi amiga salió del baño y me dejó sola durante unos segundos.

Los vampiros permitieron que Circe se mudara con nosotros durante un tiempo. No sé cuál fue la razón que los impulsó a hacerlo, pero lo único que pude sonsacarles fue que era algo necesario para convivir todos en armonía.

Al principio, los vampiros se mostraban escépticos con mi amiga, pues tenían miedo de que ella hiciera demasiadas preguntas acerca de sus diferentes costumbres y ritmos de vida. Kiram consiguió inventarse una mentira lo bastante creíble. Explicó que ellos se habían conocido durante la infancia cuando estuvieron ingresados en el hospital por una fuerte alergia al sol, que les limitaría la vida para siempre. Por eso, eran más activos durante la noche y usaban un potente protector solar que les permitía estar en contacto con el sol sólo por la tarde. Sus caminos se separaron cuando salieron del hospital, pero, por circunstancias de la vida, lograron reencontrarse y decidieron vivir juntos. En cuanto a la alimentación, los chicos procuraban satisfacer sus necesidades fuera de la casa y rara vez comían con nosotras. Sin embargo, Dimitri seguía alimentándose de mí con discreción, encerrándonos en la biblioteca, donde nos reuníamos para resolver asuntos del trabajo como pretexto.

Al poco tiempo, mi amiga volvió con Azael, quien llevaba un pequeño maletín con productos de peluquería.

— Vaya, vaya, vaya... Menudo problema tenemos aquí —. El vampiro hacía grandes esfuerzos para no reírse, pero no lo conseguía. Circe lo secundó.

— A saber lo que habrás hecho para acabar con el pelo así... — Dijo ella con una sonrisa pícara.

— Nada tan pervertido como lo que está pasando por tu mente ahora mismo — respondí mirándola.

Viendo que se me hacía tarde, Azael se puso manos a la obra. Me aplicó en el pelo varios de los innumerables productos que tenía y, como por arte de magia, los nudos desaparecieron. Luego me peino rápidamente, dejándome el pelo suelto con suaves ondas que enmarcaban mi rostro.

— Me gusta vuestro pelo chicas y se me acaba de ocurrir una idea. ¿qué os parecería ser mis modelos para mi canal de youtube donde promociono nuevos tratamientos de belleza? Para vosotras los peinados y tratamientos son gratis y solo tendrían que dejar que grabe la sesión y la publique. Nos podemos divertir mucho.

Circe y yo nos miramos con una sonrisa en los labios. Ambas éramos de las que se quedaban hasta altas horas de la madrugada viendo vídeos de youtubers que enseñaban técnicas de maquillaje y peluquería. Además, mi amiga siempre había soñado con salir de modelo. La respuesta no tardó en llegar.

—¡Sí queremos!—exclamó ella con gran alegría. Acordamos en encontrarnos en su salón de belleza después de que yo saliera del trabajo, en plena madrugada.

Debido a mi condición de cáliz, cada vez me sentía más cómoda haciendo vida nocturna y la luz solar me resultaba muy dañina hasta el punto en que un día salí al mediodía bajo un sol resplandeciente y me quemé gravemente los brazos. Ese día, volví corriendo a la casa asustada y mientras buscaba con desesperación a alguno de mis compañeros, las quemaduras fueron curándose por sí solas hasta desaparecer por completo. Mis poderes de cáliz habían hecho su función. Desde entonces, usaba un potente protector solar especial para vampiros que me dio Dimitri. Nunca supe de dónde los sacaba.

Tras embadurnarme con el protector solar y despedirme de mis compañeros, salí de la casa y me dirigí a la parada del autobús para acudir al trabajo, al que iba a llegar con tiempo justo. Apareció un autobús y el chófer me explicó educadamente que la rampa no funcionaba y que esperara al siguiente bus que, con un poco de suerte, llegaría en unos veinte minutos.

Suspiré resignada. Definitivamente hoy no era mi día. Vi pasar el concurrido tráfico durante un tiempo que me pareció eterno y el autobús seguía sin aparecer. Comprobé la hora, no estaba bien visto que una novata como yo, que apenas llevaba un mes en la empresa, llegara tarde por muy justificadas que fueran las razones. Si no ocurría un milagro, hoy iba a llegar con mucho retraso.

De pronto, algo entró en mi campo visual captando mi atención. Un elegante vehículo negro y con los cristales tintados se acercó a la parada del autobús y paró frente a mí. El conductor dejó el motor al ralentí y se bajó revelando una figura alta y esbelta con la cabellera rubia. El hombre vestía un refinado traje negro y llevaba guantes y gafas de sol.

—Diría que hay una señorita que va a llegar tarde hoy, o, ¿tal vez estoy equivocado?—dijo con una sonrisa en los labios.

—Por desgracia no se equivoca, señor Ivanov.

—Entonces no le importará hacer una excepción hoy y dejar que la lleve yo. Al fin y al cabo, nos dirigimos al mismo lugar.

Valoré su propuesta. Lo cierto es que habíamos acordado que cada uno iría al trabajo por su lado, ya que el vínculo no lo impedía y ambos necesitábamos nuestro propio espacio. Pero en esta ocasión, agradecía que me llevara. También era una buena ocasión para tratar de hacer las paces y conocernos un poco.

Circe, que desconocía la verdadera naturaleza de la relación que me unía a Dimitri, había insistido mucho en que era necesario que enterráramos nuestras hachas de guerra y limáramos nuestras diferencias para evitar problemas en la convivencia, tanto en la casa como en el trabajo. A lo largo de este tiempo, ella y los demás coinquilinos habían sido testigos de nuestras innumerables discusiones.

—De acuerdo, iré con usted—. Una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro y pronto dio paso a una sonrisa.

—¿Tan desesperada está que ni me lleva la contraria?—preguntó con sarcasmo.

Puse los ojos en blanco y me mordí la lengua para evitar contestarle. En cambio, me acerqué más al coche admirando la carrocería. Era de un color negro brillante y parecía nuevo, no tenía rozaduras. Los cristales tintados me impedían ver el interior.

—¿Es un Porsche Cayenne de último modelo, verdad?

—Así es, señorita. No sabía que usted estuviera tan puesta en temas de coches.

—Si algo sé es por mi padre que adoraba los coches de esta casa. La pena es que nunca pudo permitirse uno, pero tuvo oportunidad de probarlos en su trabajo. Era mecánico de vehículos de alta gama.

—Habla de él en pasado...

—Sí, mis padres murieron hace unos años—. No me gustaba hablar de ello, aún me resultaba muy doloroso. Él se dio cuenta y cambió de tema mientras abría la puerta del copiloto.

Tras pedirme permiso, me cargó estilo princesa y me sentí como si fuera una ligera pluma entre sus fuertes brazos. Tras introducirme en el interior del vehículo, me puso el cinturón de seguridad y, antes de que pudiera darle instrucciones sobre mi silla de ruedas, se alejó con ella y la metió en el maletero.

—¿Cómo ha sabido meter la silla?—pregunté dudosa mientras él se colocaba frente al volante.

—Ya la he llevado antes en este coche. ¿Recuerda el día que se escapó?—dijo mientras arrancaba.

—Recuerdo el día de la mudanza forzada—le devolví una mirada desafiante.

Permanecimos en un silencio tenso. Recordé que ese día Dimitri había dicho que tuvo que dejar morir a alguien. Tenía curiosidad por saber más del tema, pero, si algo había aprendido este mes conviviendo con los vampiros, es que el hombre que tenía a mi lado era desconfiado y apenas hablaba de sí mismo.

Recorrí con la mirada el coche. Era amplio, moderno y olía a cuero. El tapizado en negro y rojo le daba un toque personal muy elegante. Unos suaves acordes de piano acompañados por un violín salieron del reproductor de música y relajaron la tensa atmósfera que se había creado. Miré a mi vampiro que conducía concentrado.

—¿No va un poco rápido?

—¿Rápido? Voy a la velocidad legal y me parece de una lentitud pasmosa—. Dicho esto incrementó la velocidad haciendo que me sujetara fuerte y cerrara los ojos de forma involuntaria. Presentía que nos íbamos a estallar en cualquier momento.

Una carcajada a mi lado me hizo girar la cabeza y mirar hacia el lado del conductor. Dimitri se estaba riendo, algo totalmente inusual en él.

—¿No se fía de mis reflejos al volante, señorita Morello?—dijo entre risas—su cara era un poema.

—¡Vaya! No sabía que tenía usted la capacidad de reírse. Me alegro de haberlo descubierto.

—No soy un ogro desalmado como usted cree. Al menos, no todo el tiempo—añadió con una pequeña sonrisa.

La suave melodía del piano dio paso a "Las cuatro estaciones" de Vivaldi alegrando el ambiente. A partir de este instante sentí que las cosas podían mejorar entre el vampiro y yo.

Dimitri desvío el Porsche por varias calles hasta que, frente a nosotros, se alzó el imponente edificio que constituía la sede del grupo empresarial Eternity.

— ¿Cómo consiguió crear Eternity? La primera vez que le vi me pareció imposible que alguien tan joven como usted pudiera haber creado un grupo tan grande como este.

El vampiro posó sus ojos en mí durante unos segundos y luego volvió a centrarse en la conducción.

— Es una larga historia, pero algún día se la contaré. Sin embargo, puedo adelantarle que mi condición de vampiro ha ayudado un poco, dada mi larga esperanza de vida.

Dimitri rodeó el edificio y sacó su tarjeta de identificación para entrar en el parking. Abrió la ventanilla del vehículo para saludar al vigilante de seguridad y, antes de que el hombre mirara hacia la ventanilla, me agaché para evitar que notara mi presencia.

Una expresión de confusión apareció en el rastro del vampiro, que decidió ignorarme y charlar durante unos minutos con el vigilante. Cuando terminó la charla reanudó la marcha hasta su plaza del parking. Por suerte, Dimitri era lo suficientes alto como para ocultarme por completo. Había logrado impedir que me vieran.

—Espero que tenga una explicación lógica para su extraño comportamiento de antes—. Me dirigió una mirada dura.

—Sí, la tengo. Usted es mi jefe y yo su nueva empleada y estamos juntos en su coche. Además, tengo entendido que nunca le han visto relacionarse con empleados fuera del trabajo y que tampoco le han visto acompañado de una mujer. La gente hablará, se lo aseguro.

—Creo que es usted un poco paranoica. No va a pasar nada y en el caso de que hayan habladurías, serán simples chismes. No irá más allá de eso.

No estaba de acuerdo con su opinión. Presentía que algo podía ocurrir, pero, por ahora no había nada que pudiera hacer al respecto.

Nos bajamos del coche y cogimos el ascensor rumbo a nuestros respectivos puestos de trabajo. Cuando llegué a mi mesa me encontré con una montaña de documentos para revisar y a mi jefa esperándome con una sorpresa: hoy empezaba una nueva secretaria y me tocaba a mí enseñarle cómo funcionaba el departamento jurídico y explicarle lo que se esperaba de ella.

Iris Hammond resultó ser una chica tímida de mi edad que apenas sabía cómo hacer su trabajo. Me armé de paciencia y le expliqué todo lo necesario. Me fijé en que la nueva secretaria atraía todas las miradas por su belleza. Su tez blanca resaltaban sus ojos azules y lucía una larga melena rubia. Su vestimenta elegante se ajustaba como un guante a su cuerpo delgado.

Durante el resto del día fui presa de variados cambios de humor sin sentido. Pasé del enfado a la culpabilidad y a la tristeza. No entendía nada porque yo no tenía ningún problema en ese momento. Era como si esas emociones no me pertenecieran.

También fui consciente de que la gente a mi alrededor se comportaba de manera extraña. Cuchicheaban de algo en voz baja y, en cuanto me veían, dejaban de hablar. Decidí ignorarlos. Bastante tenía con la melancolía que me embargaba como si fuera un peso que llevara siglos cargando.

Ya de madrugada, me encontraba en salón de belleza de Azael frente a una cámara de video y varios utensilios de maquillaje y peluquería.

— Ya tenemos el peinado ideal para una ocasión especial. Ahora vamos a maquillar a la modelo. Recordad que este maquillaje es adecuado para chicas pelirrojas de ojos verdes como nuestra querida Bianca — dijo Azael mientras miraba a la cámara y me aplicaba los productos de maquillaje.

A mí me había tocado un look elegante para bodas y celebraciones y a Circe un look rockero, ideal para ir a las discotecas. Ambas estábamos encantadas con el resultado y quedamos impresionadas con las habilidades de Azael para resaltar nuestra belleza natural y su capacidad para transmitir sus conocimientos del mundo de la moda.

Me había divertido, pero, la tristeza seguía estando presente a lo largo del día y me preocupaba. Cuando terminamos la sesión, volvimos a casa exhaustos. Circe y Azael se retiraron a sus habitaciones mientras que yo me quedé en el salón inquieta.

Seguía con la sensación de que esas emociones no me pertenecían y no pensaba irme a dormir hasta dar con la causa de mi malestar. Necesitaba hablar con alguno de los vampiros.

Fui a la cocina donde estaban los chicos bebiendo un líquido rojo en copas. Al principio se asustaron, pero, en cuanto me vieron, se tranquilizaron.

— Creí que venía tu amiga. Hoy no hemos podido alimentarnos debidamente — explicó Alessandro.

— Nos preocupéis. Circe odia el vino y en cuanto vea una copa llena se alejará porque no soporta el olor—traté de tranquilizarlo.

—¡Bonito peinado! Azael ha hecho un buen trabajo como siempre —añadió Einar.

—Gracias Einar. Es agradable oír algo bonito de tu parte.

—¡Ey! Que no se te suba a la cabeza. He dicho que Azael hizo un buen trabajo, no que tú estés guapa—puntualizó.

De pronto sentí una mirada sobre mí y alcé la vista, encontrándome con los ojos de Kiram que me observaban como si supieran que algo no iba bien conmigo. Me hizo una seña con la cabeza y lo seguí, lejos de la cocina y de oídos indiscretos.

— ¿Va todo bien? — Preguntó.

—No lo sé, es extraño. Llevo todo el día sintiendo cosas que no me pertenecen.

— ¿Cómo que no te pertenecen?

—Es como si sintiera las emociones de otra persona y no sé de dónde proceden.

Estuvimos un rato indagando sobre la situación hasta que la puerta se abrió y entró alguien en la casa.

—Ahí tienes la respuesta a tus dudas — dijo Kiram mirando un punto detrás de mí.

Me giré y me encontré a Dimitri, quien saludó con un gesto de la cabeza y se dirigió a la biblioteca rápidamente. Lo seguí.

— ¿Quiere algo, señorita Morello? Está a punto de amanecer y quiero acostarme — dijo nada más cruzar el umbral de la puerta.

Enseguida encontré el origen de esa melancolía pesada y asfixiante que venía acompañada de unas punzadas de culpabilidad.

— ¿Se encuentra bien? — Pregunté.

—Estoy perfectamente. ¿Por qué no iba a estarlo?

Miente. Sabía que estaba mintiendo. Ahora lo tenía claro. Esta tristeza no la sentía yo, sino mi vampiro.

—Puedo sentir sus emociones. No sé cómo ni por qué — respondí esperando su reacción.

Un breve silencio se instaló entre nosotros mientras Dimitri me miraba fijamente.

—Eso significa que nuestro vínculo se ha fortalecido — explicó —. No me encuentro bien, pero, si no le importa, preferiría dejar esta conversación para otro momento. Gracias por preocuparse por mí — abandonó la biblioteca dejándome sola con mis pensamientos.

Una notificación de mi móvil rompió el silencio reinaba en la estancia. Miré el mensaje que me habían enviado desde un número desconocido:

TODOS SABRÁN CÓMO CONSEGUISTE EL TRABAJO, MALDITA DISCAPACITADA.


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