CAPÍTULO 28: La inauguración
Días después de los rumores que había oído mi compañera, la noticia había estallado a primera hora de la mañana. Habían comunicado oficialmente que nos despedían a la mayoría de los trabajadores. En unos días firmábamos los papeles y recogíamos nuestras cosas. Nunca había visto algo tan repentino. En circunstancias normales, se avisaba con tiempo de antelación para que los trabajadores pudieran organizarse y no perjudicarles tanto.
A muchos, les sorprendió la noticia y, a otros, no tanto. La jefa tuvo la decencia darnos el resto de la semana libre para que encajáramos la noticia y pudiéramos recoger nuestras cosas con tranquilidad. Yo apenas tenía efectos personales, por lo que me despedí de mis compañeros y salí de la oficina con rapidez.
Sin nada que hacer, deambulé por varias calles mientras pensaba en mil cosas a la vez. La mayor parte de mis pensamientos lo ocupaba un hombre con el que tenía que aclarar las cosas de una vez por todas. Siguiendo el consejo de mi hermana, le envíe un mensaje:
Necesito hablar contigo. ¿Cuándo estás libre?
Su respuesta no tardó en llegar:
Me alegro de que me escribas. Me estaba volviendo loco creyendo que te había espantado. Ven al restaurante. Si me ayudas con algunas cosas, podemos hablar sin problemas.
Cuando llegué al restaurante, me abrió y me recibió con una gran sonrisa. Me resultaba extraño verlo con el pelo negro y las gafas, pero debía admitir que no le quedaban nada mal.
—Me alegro de verte. En serio, creí que no querías volver a verme después de aquel día—dijo con alivio.
—Reconozco que fue toda una sorpresa, pero, soy muy curiosa y necesito saberlo todo —admití.
Dimitri me guío hasta la cocina donde parecía que se había librado una batalla campal. Había restos de masa por todas partes, cuencos con ingredientes preparados y utensilios de cocina repartidos por toda la estancia.
—Tuve un pequeño accidente y se me cayó todo. Tengo que limpiarlo y ponerme a hacer las cosas que le prometí a mi compañero.
Mientras él parloteaba, me fijé en que llevaba el pelo recogido en una pequeña coleta. Le quedaba muy bien. No podía apartar los ojos de él, era superior a mí.
—Me alegro de no haber perdido mi encanto—dijo tras pillarme mirándolo—. Sigues quedándote embobada cuando me ves—añadió con una sonrisa pícara.
Puse los ojos en blanco. No me podía creer que todavía tuviera esa capacidad de provocarme con tanta facilidad.
Sigue soñando—respondí casi a la defensiva. Eso hizo que se riera más fuerte.
Después de limpiar todo el estropicio y, tras indicarme cómo ayudarlo, estábamos frente a frente en una mesa haciendo pequeñas bolas con masa y harina. No me entusiasmaba mucho ensuciarme las manos, pero era el único momento que teníamos para hablar.
—¿Vas a decirme de una vez por qué la última vez que te vi estabas muerto y ahora estás vivito y coleando con un uniforme de chef y en pleno día sin freírte con la luz solar?
Circe me había dado una respuesta, pero quería y necesitaba escuchar su versión de la historia.
—Ésa no fue la última vez que me viste, señorita gruñona—dijo con una sonrisa enigmática en el rostro—. Es una larga historia. Te la cuento mientras hacemos esto—sugirió.
Asentí con la cabeza mientras espolvoreaba harina sobre la mesa. Cogí un poco de masa y traté de darle forma de bola; me recordaba a cuando jugaba con la plastilina en mi infancia.
—En realidad sí morí...—empezó a decir—. El puñal de roble blanco es muy letal para los vampiros y era inevitable que muriera. Cuando vi a David lanzarse sobre ti, reaccioné sin pensar, quería protegerte a toda costa; no me arrepiento de haberlo hecho. Vi la cara de pánico del chico cuando me clavó el puñal y estoy seguro de que, en el fondo, no querían matarme sino solo provocarme.
«Días antes de que pasara todo, hablé con Kiram y le di una carta con instrucciones para que las siguiera en el caso de que yo muriera. Había notas para que mi abogado gestionara el futuro de mis negocios y mis propiedades. También le hice prometerme que te borrara la mente...
«Era consciente de que, tras mi muerte, el vínculo mágico y sobrenatural que nos unía se iba a romper. Quería asegurarme de que no recordaras nada porque no quería que estuvieras el resto de tu vida encadenada a un recuerdo incomprensible para los humanos. Quería que te enamoraras de verdad, sin magia de por medio y que tuvieras una relación sana y equilibrada.
«Me di cuenta de que la nuestra, era una relación tóxica porque ambos nos necesitábamos mutuamente para sobrevivir y lo que sentíamos el uno por el otro estaba amplificado por ese vínculo que nos unía».
—¿Quieres decir que en realidad esos sentimientos eran falsos y que nunca me quisiste? —pregunté. Un nudo se había formado en mi estómago. La masa se escurrió de entre mis dedos y cayó sobre la mesa.
—Sí te quería, pero no sabía hasta qué punto influía el vínculo. Es más, mi amor por ti fue lo que me hizo revivir. Lo comprendí mucho más tarde.
Explicó que cuando Kiram fue a enterrar su cuerpo en el bosque, después de borrarme la memoria y dejarme en algún lugar donde me encontraran, le quitó el puñal que tenía clavado en el pecho. En ese instante, Dimitri abrió los ojos y empezó a sangrar mucho por la herida.
—Tu plan de borrarme la memoria no funcionó muy bien—inquirí.
—Ya lo veo—dijo con una sonrisa.
«Kiram se las arregló para llevarme con la médica del campamento donde trabaja y ella logró evitar que me desangrara. Me curó como pudo y pasé semanas bajo su cuidado. Poco a poco, descubrí que mi cuerpo estaba cambiando: podía tolerar la luz del sol, sentía apetito por la comida y notaba los sabores, aborrecía beber sangre. Mis sospechas se confirmaron cuando los chicos vinieron a visitarme y Azael comentó que apestaba a humano».
—¿Cómo te volviste humano?—Él me miró y sonrió.
—Tú tenías la respuesta. Me enteré meses más tarde, tras seguir viviendo como vampiro porque me daba miedo enfrentarme a la nueva realidad. Salí en pleno día bajo el sol y fui a la casa de tus padres. No recuerdo por qué, pero tenía la llave. Nuestras cosas seguían allí y, rebuscando, encontré la carta de tu abuela y el libro.
«Decía que me había maldecido alguien de sus antepasados porque había pecado con el orgullo y que una de las formas de romper la maldición era si sacrificaba mi propia vida para salvar otra.
«Kiram te quitó el medallón que llevabas porque te estaba haciendo daño y también encontré información sobre él. Servía como amuleto protector y, a la vez, absorbía la magia empleada en la maldición o eso entendí. Por eso, morí como vampiro y renací como humano».
—Y, por lo que veo, no te va nada mal como exvampiro—observé señalando el espacio que nos rodeaba.
—Sí, siempre me gustó estar tras los fogones. Vladimir me dejaba escabullirme en la cocina cuando era pequeño; era el cocinero de mi familia. Era vampiro, pero nunca lo supe hasta que contraté sus servicios como abogado y nos reconocimos.
—¡La de vueltas que da la vida!—dije con asombro.
—Pues sí. En realidad, es como un padre para mí y lo sigue siendo. Cuando me volví humano, perdí un poco el rumbo y él me ayudó a encontrar un nuevo sentido a mi vida y me recordó lo que se sentía estar en la cocina.
Lo escuchaba embelesada. Había estudiado cocina en una prestigiosa escuela fuera del país con las técnicas más vanguardistas. Dimitri y Vladimir empezaron a hacer pruebas en «La pequeña Rusia», pero al ver que su pequeño restaurante no era adecuado para lo que tenían en mente, crearon el Renaissance y estaban a punto de inaugurarlo.
—Y a ti creo que no te ha ido mal, aunque las veces que te vi echaba de menos tu sonrisa y parecías de mal humor—dijo con una sonrisa triste.
Le resumí mi vida de los últimos años: las pesadillas, mi trabajo, las sesiones con la Dra. Lovegood, las especialidades que había hecho para mejorar mi carrera profesional...
—Ahora vivo sola y tengo una asistente personal que me ayuda varias veces al día. También tengo más contacto con mi familia adoptiva y puedo recordar a mis padres sin sentirme mal.
—Me alegro de que hayas invertido tiempo en ti—dijo con una sonrisa—. Aunque siento mucho que hayas pasado por todo eso; en parte fue por mi culpa... ¿Y cómo es que tienes contacto con Katerina?
Le conté mi reencuentro con Katerina en el despacho de la psicóloga y cómo me ayudó a recuperar la memoria y a salir del episodio depresivo en el que había entrado. Él me escuchaba con asombro.
—Ha cambiado—afirmé con una sonrisa—. Ella me dijo que tú la ayudaste...
—Sí. Si bien sabía que no había querido hacerme daño realmente, la castigué encerrándola durante un tiempo y le di lo que realmente necesitaba: una figura paterna/materna. Poco a poco, fue bajando sus defensas y confiando más en mí. Le enseñé todo sobre los negocios para que me sustituyera en Eternity. Y mientras yo iba a la escuela de cocina, ella estudiaba medicina en la universidad, fuera del país. David también vino con nosotros.
—Y también controlabas que fuera a las sesiones con la Dra. Lovegood—dije mientras recordaba las continuas llamadas que le hacía mientras estábamos en la sala de espera de la consulta—. Ahora entiendo por qué te llama mamá gallina... Ella aplicó tu método conmigo—Dimitri me miró con asombro y se echó a reír.
—En realidad es una buena chica y sé que gran parte de lo que hizo fue porque estaba influenciada por mi hermana. Por lo que me acabas de contar, ha mejorado mucho—dijo orgulloso de su sobrina.
Seguimos haciendo bolas hasta que se terminó la masa. Luego, mientras Dimitri precalentaba el horno y preparaba otras cosas, yo iba mojando las bolas en huevo con la ayuda de una brocha.
La mañana pasó rápido entre tareas y charlas.
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No era consciente de lo mucho que había echado de menos a Bianca hasta que me la encontré por casualidad en la calle. Sin quererlo, acabé siguiéndola y descubrí dónde trabajaba. Me inventé una excusa para entrar en la oficina y verla.
Seguía tan bella como siempre, aunque apenas sonreía. Me propuse como objetivo sacarle una sonrisa siempre que pudiera pasar por su oficina. Sentía que mil mariposas revoloteaban en mi estómago cada vez que oía su risa.
Con el tiempo me di cuenta de que lo estaba haciendo mal. Pude comprobar que ella necesitaba espacio y tiempo, no parecía encontrarse bien; tenía que sanar sus heridas y superar el pasado. Igual que había hecho yo. Ella tenía que continuar con su vida y yo con la mía.
Pensaba que dejándola ir, iba a poder seguir adelante sin ella. No sabía lo equivocado que estaba.
Estos días había estado muy nervioso y distraído, la presencia de Bianca me había alterado por completo. Vladimir Petrov, mi socio, me había llamado la atención varias veces cuando estuve apunto de quemar una bandeja de galletas y de echar azúcar a una sopa.
La inauguración era esta noche y no había margen para errores. Por suerte, Risitas vino a verme por la mañana y conseguí relajarme. Siempre me provocaba ese efecto.
Logramos terminar todo a tiempo y los camareros ya habían preparado las mesas y las decoraciones del restaurante. Todo estaba listo para la gran inauguración del Renaissance. Solo quedábamos Vladimir y yo.
Tras una ducha rápida, nos pusimos los uniformes oficiales del restaurante; unos negros con el logotipo del restaurante a un lado. Antes de salir a recibir a los invitados, vi que Vladimir estaba un poco nervioso.
—¿Estás bien? Nunca te había visto tan nervioso... ¿Es por la inauguración o es que hay mucha verbena? —le pregunté.
—Odio la verbena, pero ese no es el problema...—dijo mientras sacaba algo del bolsillo del uniforme y me lo mostraba. Era una cajita cuadrada de terciopelo azul—. Quiero pedirle a Diane que se case conmigo. Temo que se ría de mí o me mande a freír espárragos.
—Todo irá bien, no te preocupes. Estoy seguro de que no te va a rechazar—afirmé convencido.
—¿Y tú qué harás con la pelirroja?
—No tengo ni idea, ni siquiera sé si vendrá esta noche—dije dejando escapar un suspiro.
—Te doy un consejo: no la dejes escapar. Ese tipo de amor auténtico no es fácil de encontrar. Y una vez que lo has encontrado, te sientes desgraciado el resto de tu vida cuando lo pierdes. Puedes continuar viviendo y estar con otras personas, pero no es lo mismo.
Mientras pensaba en lo que me había dicho, salimos de la cocina y fuimos a la entrada del restaurante para recibir a los primeros invitados. Las primeras en llegar fueron mi sobrina Katerina y Diane Lovegood, la pareja de Vladimir.
—Estás muy guapo, tío—dijo Katerina al verme. Me dio un beso en la mejilla—. David me ha dado esto para ti—. Me dio una pequeña caja y fue a saludar a Vladimir.
La abrí y vi una pequeña figura de un ave fénix hecha con arcilla. El ave fénix era el logotipo del restaurante y representaba el renacimiento. Desde que David se había transformado en vampiro había descubierto su pasión por la alfarería y esta actividad lo ayudaba a controlar su sed de sangre.
Poco a poco fueron llegando más invitados y los camareros empezaron a servir las bebidas y los aperitivos. Todos estaban encantados con la decoración del restaurante y la presentación de los menús.
Vi a mis antiguos compañeros de piso cruzando el umbral de la puerta. Alessandro, guiándose con su inseparable bastón de ciego, fue el primero en localizarme. Nos fundimos en un abrazo al que se unieron Robin y Azael. Tenían tanta fuerza que podían hacerme pedazos si se lo proponían.
—¡Chicos! Recuerden que ya no soy tan fuerte.
—Cierto, ahora eres un apestoso humano—dijo Azael en broma.
—Pero sigues siendo parte del equipo—añadió Robin.
—Así es—afirmó Aless—. Antes de que lo olvide, Kiram se va a retrasar un poco.
Vladimir me hizo una seña y dio la orden a los camareros para que condujeran a los invitados hacia las mesas. Yo me proponía a seguirlo cuando oí unos gritos y unas risas a mis espaldas. Me giré y las vi.
—¡Azael! Ya estamos aquí—anunció Circe.
—¡Aless! ¡Robin! Están aquí—. Al oír su voz alegre, mi corazón se estremeció.
Bianca aceleró con la silla de ruedas eléctrica para ir hacia los chicos. Aless y Robin la miraron extrañados mientras Azael se reía a carcajadas viendo las caras de sus amigos.
—Ha recuperado la memoria—dijo Kiram, que llevaba a Malena en una silla de ruedas. Tan coqueta como era, llevaba un zapato de tacón en un pie y, en el otro, un vendaje del que sobresalían los dedos con las uñas pintadas de rojo.
No me había dado cuenta de que alguien se había acercado a mí.
—Ya estoy aquí, ¿para qué son los frutos rojos?—preguntó ella con una expresión divertida en la cara.
—Tendrás que esperar al postre para averiguarlo, «Risitas»—dije con una amplia sonrisa.
—Mucha suerte ahí dentro, chef.
La palabra «chef» había sonado muy sexi en mis oídos y el hecho de que ella tuviera puesto un vestido blanco y negro con la espalda descubierta, no ayudaba nada. Me perdí en sus ojos verdes y brillantes y tuve que retener el impulso de besar sus labios rojos.
Mi mente humana me sorprendía con pensamientos demasiado intensos y hacía que mi cuerpo reaccionara en consecuencia. No podía permitir que ocurriera algo tan vergonzoso como eso en la inauguración. Azael se dio cuenta de mi problema y se echó a reír. Antes de que Vladimir viniera a asesinarme con un cuchillo carnicero, besé a Bianca en la comisura de los labios y me dirigí feliz hacia la cocina, listo para emplatar.
La inauguración había sido un éxito y todos los invitados habían quedado satisfechos con el menú. Vladimir y yo queríamos que la inauguración fuera especial para todos por lo que habíamos diseñado platos casi idénticos, la diferencia era que los platos de los vampiros tenían un ingrediente especial.
—Ya sé la respuesta—dijo ella cuando la velada estaba por terminar—. Los frutos rojos eran para simular la sangre.
—Chica lista—respondí.
Un grito nos distrajo y miramos hacia las mesas. Vladimir había hincado una rodilla en el suelo y le mostraba un anillo a la mujer que quería como futura esposa. Ella lloraba emocionada y le decía que sí quería.
—Me encanta esa pareja—susurró Bianca. Luego me miró y sus mejillas se tiñeron de rojo—. T-tengo algo para ti...
—¿Qué es?—pregunté.
De su pequeño bolso sacó una memoria USB y me la ofreció. Parecía avergonzada. Su reacción hacía que sintiera curiosidad por el contenido de la memoria.
—Es una tontería, pero me gustaría que me dieras tu opinión... Tendrá mil errores y demás, así que no lo tengas muy en cuenta, es solo el primer borrador. A mí me ayudó a salir adelante, fue muy terapéutico...
Al ver que yo no decía nada, siguió hablando:
—Agradecería que guardaras el secreto, casi nadie sabe nada de esto, solo una persona y ahora tú.
La observé atónito. «¿Me estaba diciendo que había escrito un libro?», pensé. Ella me dedicó una tímida sonrisa.
—¿Sabes, Risitas?, eres una auténtica caja de sorpresas.
Ella se marchó junto a varios invitados y poco a poco, el restaurante se fue vaciando. Solo quedábamos los camareros y yo. Vladimir y Diane se habían marchado hacía un rato. Recogimos todo rápidamente y apagué las luces del Renaissance.
Había sido una noche maravillosa en todos los sentidos. Reencuentros entre amigos, muestras de amor, risas de felicidad y lágrimas alegría por doquier, experiencias gastronómicas y convivencia entre iguales. Iguales que, a pesar de pertenecer a mundos diferentes, tenían un mismo objetivo en común: salir un poco de la rutina diaria y deleitar sus paladares con manjares exquisitos.
Vladimir y yo habíamos superado nuestras expectativas esta noche y había valido la pena todo el esfuerzo realizado y las innumerables horas que pasamos tras los fogones en busca del menú perfecto para la ocasión.
Estaba ansioso por volver a casa y coger el portátil; quería ver qué había escrito Bianca Morello, la mujer que se había vuelto a cruzar en mi camino.
Ya queda poquito para despedirnos de nuestros protagonistas favoritos.
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