CAPÍTULO 20: Pistas
Me sentía extraña. No solo por las noticias desagradables que había recibido en las últimas horas. Ni por la traición de Azael y de Einar o el lugar al que íbamos. Puede que fuera por la certeza de que quedaban solo tres días para el fatídico día.
Miré por la ventanilla del coche y Dimitri me señaló la casa. Acabábamos de llegar a nuestro destino. Tenía los nervios a flor de piel. No estaba preparada para entrar en esa casa, que me resultaba desconocida, pero, a la vez, muy conocida. Era la casa donde vivía con mis padres cuando era pequeña. La casa que había recuperado la abuela con la ayuda de Dimitri.
Ya fuera del coche, observé mejor la vivienda. Era una casa terrera de una sola planta con unas jardineras a los lados, tupidas de malas hierbas, un claro signo de que hacía un tiempo que no venían a cuidar la casa. Era lógico, la abuela había enfermado y nadie pudo hacerse cargo de esta tarea.
La entrada no tenía ningún escalón, era totalmente accesible para mí. Le ofrecí la llave a Dimitri para que abriera la puerta. No sabía qué me iba a encontrar. ¿La casa estaría vacía o todavía quedaban vestigios de que allí vivió una familia feliz? ¿Sería totalmente desconocida o me asaltarían los recuerdos desde cualquier rincón?
Respiré hondo y el vampiro abrió la puerta. Tomó mi mano para reconfortarme y entramos juntos, o eso creía. De improviso, sentí un tirón y Dimitri soltó mi mano. Me giré y lo vi en el umbral de la puerta con expresión confundida. Intentaba entrar, pero se veía impulsado hacia atrás, como si una fuerza invisible lo empujara.
—Vaya, no esperaba esto...—musitó para sí —. Parece que han lanzado un potente hechizo protector en la casa y los vampiros no somos bienvenidos aquí.
Lo miré con asombro. Estaba segura de que fue obra de la abuela. Después de las visiones que tuvo conmigo y los vampiros, supuse que había decidido proteger la casa por si yo iba a quedarme. Sentí una lágrima resbalar por mi mejilla. Apreté el medallón en mi pecho como un intento de sentir a la abuela cerca y éste emitió calor.
—¿Y ahora cómo entras?—pregunté ignorando el hecho de que el medallón se había calentado.
—Normalmente, el propietario de la casa tiene el poder de dejarnos entrar o no. Si quieres que entre, tendrás que invitarme a pasar.
—Interesante. ¿Y esa invitación se extiende a todos los vampiros o sólo a ti?
—Tú decides quién entra y quién no. Pensándolo bien, en las circunstancias en las que estamos, esto es lo mejor que han hecho para garantizar tu seguridad. —Podía sentir la impaciencia en su voz —. Bueno, señorita Bianca Morello, ¿vas a dejarme pasar o voy a estar aquí atrapado eternamente?
—Te dejo pasar, señor Dimitri Ivanov, pero con una condición: me vas a dejar participar en la investigación para desenmascarar a los que quieren acabar con nosotros y no me vas a ocultar nada.
— De acuerdo, lo haré—. Como por arte de magia, la barrera invisible que bloqueaba a Dimitri se deshizo y pudo entrar sin problemas.
El vampiro metió las maletas y cerró la puerta tras sí. A medida que recorríamos la vivienda, los recuerdos iba surgiendo en mi mente. Apenas había efectos personales, pero los muebles y la distribución de la casa era la misma. Podía ver a mis padres preparando el desayuno en la cocina o a mí de pequeña leyendo un cuento en mi habitación multicolor.
Por la ventana del salón se vislumbraba un pequeño patio trasero. Recordé las barbacoas y los cumpleaños que habíamos organizado antaño. El improvisado columpio que había fabricado papá con madera y atado a la rama sólida de un árbol, parecía haber soportado el paso del tiempo. Circe y yo habíamos pasado tardes enteras en el viejo columpio.
Tras dejar las maletas en la habitación de mis padres, decidimos empezar a investigar y repasar lo que sabíamos. Nos trasladamos a la mesa del salón con nuestros portátiles y algunas cosas que nos había dejado Circe.
—¿Por dónde empezamos?—pregunté.
—Vamos a repasar todos los mensajes que has recibido hasta ahora—propuso Dimitri.
Cogí mi móvil y apunté en un documento en blanco en el portátil todas las amenazas que había recibido que, por suerte, los había guardado. Coloqué los mensajes por fecha y traté de recordar que había pasado esos días en concreto.
—El primero fue cuando llevaba unos meses trabajando en Eternity. Dice: «todos sabrán cómo conseguiste el trabajo, maldita discapacitada»—leí.
—Vale. ¿Pasó algo importante ese día?—. Traté de hacer memoria sobre lo que había pasado ese día.
—Los rumores empezaron porque me llevaste a la oficina en tu coche y nos vieron. Ese día tuve mucho trabajo y estuve pendiente de varias cosas—recordé. Dimitri asintió.
—Cierto. ¿Cuándo recibiste el siguiente mensaje?
—Días más tarde, en la oficina me llegó este mensaje: «¿Te gustan los rumores, Morello? Ahora mismo hay uno sobre ti. Compruébalo tú misma. No mereces estar en esa mesa, haré de tu vida un infierno.»
—Está claro que alguien de la oficina está implicado. Te escribió en horario laboral y habló de los rumores que circulaban en Eternity en ese momento.
— Así es. A partir de ahí empezaron los trabajos sin sentido y los comportamientos extraños de la señora Perry. También empezaron los malentendidos: la jefa me encargaba una cosa y luego me cambiaba las tareas.
—Mmm... recuerdo eso. Teníamos problemas con la fusión de las empresas y te encargué redactar una propuesta para ofrecerle la dirección del departamento de Ciberseguridad a los Carrington.
—¿Carrington? Me suena ese apellido...—dije mientras trataba de recordar quién era.
—Lo conociste el día de la entrevista. Se jactaba de que su padre era empresario y de que me conocía y que por eso lo iban a contratar, según él. Y se metió con cierta señorita por su discapacidad, pero ella lo puso en su lugar—. Dimitri sonrió recordando el momento.
—Es verdad. Ese tipo consiguió sacarme de mis casillas. ¿Entonces la fusión era con la empresa de su familia?
—Sí. No querían aceptar la fusión mientras tú estuvieras trabajando para mí. Padre e hijo fueron muy pesados con el tema, pero conseguí hacerles entrar en razón—lo miré con asombro. No entendía que yo fuera el motivo por el que no querían aceptar la fusión. Algo no me cuadraba.
—Me pregunto cómo lo habrás hecho... ¿Usaste tus poderes?—pregunté con curiosidad.
Dimitri guardó silencio unos minutos mientras se debatía entre si revelaba la información o no. Sabiendo lo que pasaba por su cabeza, señalé con un gesto la puerta de salida. Él lo entendió y suspiró.
—Le dije que sabía su secreto—sus ojos se encontraron con los míos y vi que estaban volviéndose rojos como rubíes—. Bianca, el padre de ese chico fue el jefe que le hizo la vida imposible a tu padre y...más tarde supe que fue él quien iba al volante aquella noche. Por eso no quería aceptar la fusión, tu existencia le recordaba el crimen que había cometido.
Todo encajaba. La abuela y la madre de Circe habían dicho que el culpable quedó impune por ser rico e influyente. Y la "mala suerte" que tenía en los negocios, no era ni más ni menos, que la venganza de Dimitri por lo que le había hecho a mi familia.
—Gracias por decírmelo y por hacer lo que hiciste—dije esbozando una sonrisa.
Le ofrecí mi cuello para que bebiera, podía sentir su sed. Él bebió controlándose para no hacerme daño. Cuando terminó miró mi cuello y lo oí murmurar.
—Casi lo olvido... Esto no puede ser casualidad...—Curó la herida y me miró con asombro.
—Ya sé quién es el cáliz y cómplice de la vampiresa—anunció—. Todo el tiempo ha estado delante de mis narices. Es David Carrington.
Me explicó que, al ver las heridas de mi cuello, se acordó de que Carrington tenía heridas idénticas a la mías. No podía ser una mera casualidad, tenía que haber una conexión.
—Ahora que lo dices, cuando hablé con la vampiresa, ella ordenó a su cómplice que me atacara y su complexión era similar a la de Carrington. Además, él me odia porque le quité el trabajo—dije mientras una idea acababa de pasar por mi mente—. ¡Era él quien me enviaba las amenazas! En el primer mensaje nombra mi discapacidad y la primera vez que me vio se metió conmigo por eso.
Sentía que habíamos averiguado algo importante y que estábamos más cerca de descubrir la verdad. Ya más motivados, seguimos leyendo y relacionando los demás mensajes.
—El siguiente mensaje fue cuando me amenazaron para que dimitiera o publicaban la fotografía donde estábamos charlando en el parque.
—Tengo información sobre la filtración de la noticia. Al parecer, una mujer anónima, que dijo ser empleada de Eternity, contactó con un periódico digital de poca monta y le pagó una cuantiosa suma para que publicara la noticia de la fotografía y manipuló la conversación que habíamos tenido en el parque para que pareciera un romance. El mismo periódico publicó aquella información falsa con la que caí en la trampa y te atacaron en aquel lugar.
—Más tarde llegó otro que decía: «Ya sabemos tu secreto. Dimite y aléjate de Dimitri Ivanov o todos los que viven en esta casa morirán». ¿A qué secreto se refieren?—inquirí.
—A que vivimos juntos o a la naturaleza de nuestro vínculo, no lo sé.
Estuvimos analizando los mensajes y nuestros recuerdos hasta que nos cansamos. Fuimos a dormir, pero me costó conciliar el sueño. En mi interior bullían muchas emociones y demasiadas preocupaciones que no lograba mantener a raya.
Nada más de levantarnos a la tarde siguiente, retomamos la investigación. Mientras Dimitri repasaba su álbum de fotos familiar, otra de las cosas importantes que había dejado Circe en la maleta, yo estaba buscando información sobre el local donde me había citado la vampiresa. Estaba segura de que ese lugar tenía algún significado para ella.
Recordaba con nitidez el lugar. A simple vista parecía una panadería, pero a medida que te adentrabas en el lugar veías cosas siniestras como camillas con correas y material quirúrgico anticuado. Parecía una clínica clandestina. Busqué panaderías antiguas y clínicas en registros oficiales que podía consultar en línea. Seguí el rastro de una pista prometedora.
—Bianca, mira esto.—Dimitri me mostró fotografías de un evento de la alta clase. Hombres y mujeres vestían elegantes y posaban con seriedad frente a la cámara, retratos de parejas en un baile y en otra, dos hombres posaban junto a una joven.
El rostro de la joven me resultaba extrañamente familiar, a pesar del gran parecido que tenía con Dimitri. Algo en su porte y en sus facciones me resultaba conocido. Estaba segura de haber visto a alguien que se le parecía mucho. Sabía que era Irina, su hermana pequeña.
—¿Tu hermana tenía los ojos azules?—pregunté recordando la descripción que había dado Robin de la vampiresa.
—No, los tenía verdes como mi madre. Así que podemos descartar que Irina es la vampiresa, aunque no me sorprendería que ella hubiera estado detrás de todo esto; realmente acabó odiándome.
—¿Quiénes son los hombres que la acompañan?—dije señalando la fotografía que tenía en las manos.
—Los médicos que la curaron. El más joven era su futuro marido. No recuerdo cómo se llamaba, pero su apellido era Roberts o algo así—. Lo miré con asombro.
—¿Por casualidad no sería Rob...? — me vi interrumpida por una llamada de Azael. Dimitri y yo intercambiamos miradas de asombro. Contesté a la llamada.
—Hola Bianca, ¿qué tal esa luna de miel? ¿Ha habido mucho sex...?—se quejó como si alguien le hubiera dado un golpe y oí a Circe echándole la bronca.
—Hola Azael, todo va bien. Saluda a Circe de mi parte —dije entre risas. Me preparé mentalmente para sacar el tema que me preocupaba, pero él se adelantó.
—Escucha, creo que te debo unas cuantas explicaciones...a ti y a Dimitri. Sé que todavía se preguntan por qué hui aquel día, así que activa el altavoz. —Accedí a su petición, de forma que Dimitri también pudiera escuchar lo que tenía que decir —. Voy a contarles un secreto: soy un híbrido, es decir, una mezcla de vampiro transformado con otra raza no humana.
» Mi parte vampírica necesita alimentarse de sangre y mi otra naturaleza es más compleja y necesita satisfacer otra clase de apetitos, que no puedo revelar porque lo prohíben las normas impuestas por mi raza. Cuando te dejé sola hui porque no había podido cubrir esa necesidad y cuando llevo tiempo sin...eso, puedo ser peligroso y perder el control; estuve a punto de perderlo frente a ti y no quería hacerte daño.
—Por eso tenías un aura púrpura a tu alrededor—dije tratando de entender.
—¿No puedes dar más detalles? —preguntó Dimitri.
—Con esa información deberías tener suficiente, Dimitri.
—¿Y por qué lo dices ahora y no antes?
—Estabas muy alterado y no me ibas a escuchar. Además, no soy tonto y sabía que iban a sospechar de mí. Prefiero resolver las cosas ahora.
—Circe, ¿has tenido algo que ver? —pregunté. Sabía que ella había contribuido a que Azael diera el paso.
—Vale, me has pillado. Puedo sentir que tu vida pende de un hilo y que cuanto antes averigües quiénes están detrás de todo, más posibilidades tienes de sobrevivir. Tienes la respuesta delante de tus narices y no deberían perder el tiempo sospechando de Azael. Es más, tengo la sensación de que Azael puede resolver una cuestión importante.
Dimitri y yo intercambiamos una mirada y estuvimos de acuerdo en que era el momento de contarle lo que había visto Robin.
—Una clienta habitual rubia y de ojos azules, que se parece a nuestro orgulloso vampiro y que habla con Einar—musitó Azael pensativo—. Pero, cómo no me di cuenta de que era vampiresa...
—Habrá usado inhibidores para ocultar el rastro—inquirió Dimitri.
—Tiene que ser ella. Ahora la recuerdo. Preguntaba mucho por Dimitri y también por Bianca, que la conoció cuando vio el video de los peinados. Se llama Katerina Robinson.
—¡Esto no puede ser casualidad! Gracias Azael, me has dado una pieza fundamental de puzzle. Tengo que colgar, ya hablamos—dije con una sonrisa.
Dimitri me miraba como si me hubiera vuelto loca. Me lancé hacia el portátil y busqué la información que necesitaba para confirmar mis sospechas. Al ver que las cosas empezaban a tener sentido, me giré hacia mi novio.
—El lugar donde me encontraste era una antigua panadería que perteneció durante generaciones a la familia Baxter. Años más tarde, la heredera contrajo matrimonio con un afamado médico llamado Robert Robinson y tuvieron un hijo, Robert Jr. Robinson.
» Según una extensa biografía, Robinson padre perdió la cordura al morir su esposa, hasta tal punto que la comunidad científica lo tachó de inmoral y de mal médico porque hacía experimentos con sus pacientes para lograr la fórmula de la inmortalidad.
Con el tiempo, su hijo Robert Jr., que siempre había estado a la sombra de su padre, logró importantes avances científicos y llegó a tener mayor reconocimiento y reputación que su padre. Dicen que se dedicó a visitar pueblos y a curar a los enfermos hasta que murió en extrañas circunstancias.
—¿No dice nada más?—preguntó Dimitri con nerviosismo. Negué con la cabeza.
—A partir de aquí, la información es confusa y contradictoria. Pero sí sé que la propietaria actual del local es Katerina Robinson.
—Robert Jr. Robinson era el marido de mi hermana, ya lo recuerdo—. Dimitri rebuscó en el álbum de fotos y me mostró una instantánea de una pareja el día de su boda; Irina y Robert Jr. Ambos tenían una sonrisa radiante en sus rostros y parecían muy enamorados.
El vampiro sacó la fotografía del plástico sucio para observarla mejor. Su expresión se congeló al ver una fecha escrita a mano en el reverso de la foto: seis de diciembre.
—«Bianca Morello va a morir en un mes, justo el día en que ella renació y por fin fue liberada»—dije recordando lo que había dicho Katerina. Todo cobró sentido y por fin pude ver el rompecabezas completo, salvo por algunos pequeños detalles.
—Ella no pudo continuar con la venganza y su hija tomó el relevo...—dije tratando de asimilar la verdad.
—Es la hija de Robert e Irina...—susurró Dimitri—. Katerina Robinson es mi sobrina.
—La boda fue una liberación porque eso significaba que Irina se iba a librar de la sobreprotección de tus padres. Lo que no entiendo es lo de que renació...
—Eso significa que alguien transformó a mi hermana en vampiresa, pero faltan detalles y eso solo lo puede aclarar la propia Katerina—. Dimitri observó mi expresión—. ¿Pasa algo, cariño?
—Ella me dijo que ya nos conocíamos, pero nunca había oído ese nombre. ¿Y si usaba una identidad falsa?
—Es lo más probable. Ese día, cuando fui a tu despacho, sentí una presencia vampírica...
Dimitri y yo nos miramos y llegamos a la misma conclusión sin decir una sola palabra. Ya sabíamos bajo qué identidad se escondía Katerina Robinson Ivanova.
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