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CAPÍTULO 19: Traición

Abrí los ojos y vi una melena pelirroja; mi chica dormía plácidamente en mi pecho. Aparté un mechón de pelo que tenía pegado a la cara para poder apreciar mejor sus facciones. Su blanca piel con las mejillas sonrosadas, la forma fina de sus labios, sus largas pestañas y su expresión serena mientras dormía la hacían muy atractiva a mis ojos.

Habíamos pasado unos días mágicos en la cabaña, donde nos habíamos amado como dos amantes que no saben cuándo volverán a reencontrarse, y el día de la partida estaba llegando a su fin.

En mi mente me debatía entre quedarnos escondidos para siempre en las profundidades del bosque o volver a casa y enfrentarnos al peligro. No quería que le pasara nada malo y estaba dispuesto a todo con tal de verla sonreír para siempre.

Un plan empezaba a urdirse en mi mente y ya era hora de empezar con los preparativos, pero primero tenía que despertar a la dormilona que tenía encima.

—¡Risitas, es hora de levantarse!—dije mientras la movía con cuidado hacia un lado y me incorporaba. Ella se quejó por lo bajo y se giró para seguir durmiendo.

Al ver que no me hacía caso, la dejé dormir un rato más y, tras ponerme los vaqueros, salí de la cálida y acogedora cabaña para hacer una llamada. Ya parte del plan estaba en marcha y no había vuelta atrás.

Cuando me disponía a entrar en la cabaña, mi móvil sonó y atendí a la llamada. La conversación me dejó estupefacto y los planes que tenía en mente cambiaron radicalmente. Volví a entrar.

—¡Bianca, despierta ya, tenemos mucho que hacer! —insistí mientras iba recogiendo la ropa que estaba tirada por toda la estancia. Como seguía ignorándome, volví a la cama y le di una palmadita suave en el trasero. Bianca abrió los ojos con expresión de enfado en el rostro.

—¡Qué forma de despertarme! Ya lo podías haber hecho de otra manera...—protestó a la vez que se desperezaba.

—¿Así?—dije inclinándome sobre ella—. Princesa mía, aquí está tu príncipe para despertarte de ese largo sueño—susurré en su oído con voz grave, luego posé mis labios sobre los suyos y le dediqué una sonrisa de príncipe encantador.

Ella puso los ojos en blanco y se echó a reír. Antes de que pudiera reaccionar, una almohada impactó en mi cara. Empezamos una pelea de almohadas y el juego se nos fue de las manos.

Después de una ducha y varias distracciones, logramos ponernos en marcha y dejamos atrás la cabaña. Una hora más tarde, nos encontrábamos frente a un bar de carretera esperando.

La llamada que había recibido era de Kiram, que tenía información importante que nos concernía. Insistió en que nos reuniéramos en este cutre bar de carretera y no quiso decirme nada más por teléfono. Puse a Bianca al corriente durante el trayecto y sabía lo mismo o menos que yo sobre el asunto.

A lo lejos, vi dos siluetas que se acercaban a nosotros. Una de ellas era la de Kiram y la otra, que no me la esperaba, la de Robin... Iba a pedirle explicaciones a Kiram, pero se adelantó y con una mirada de advertencia me frenó.

—Mejor entremos y les explicamos todo—. Robin entró cabizbajo y parecía evitar cualquier tipo de contacto con nosotros.

El bar parecía estar casi vacío a estas horas de la noche, salvo por un par de hombres que estaban en la barra tomándose un whiskey y ya mostraban signos de embriaguez. Nos sentamos en la mesa del rincón, lejos de oídos indiscretos.

—Bien. Ya que estamos todos aquí, voy a ir directo al grano—dijo Kiram con semblante serio—. La razón por la que los he reunido aquí es porque hemos descubierto que hay un topo en casa. Alguien está compinchado con las personas que les amenazan y les informa de todos los pasos que damos.

Bianca y yo intercambiamos una mirada de asombro. Algunas cosas empezaron a cobrar sentido con esta nueva información, pero no quería dar nada por hecho; necesitaba pruebas.

—¿Sospechan de alguien? ¿Qué pruebas tienen?—preguntó Bianca nerviosa. Kiram le dirigió una mirada triste.

—Lo siento, Bianca, pero sospechamos de Einar...y de Azael—. Al nombrar a este último, ella no pudo evitar defenderlo.

—¿Qué? —alzó la voz—. Azael jamás nos delataría de ese modo. Estoy segura de que hay algún malentendido.

—Tenemos pruebas y un testigo—afirmó—. Por eso Robin está aquí.

El chico se animó a alzar la cara y nos miró avergonzado.

—Lo siento, tenía que haber dicho algo hace tiempo, pero nunca estaba solo y...—se vio obligado a interrumpir la conversación porque la camarera se acercó a nuestra mesa.

En realidad, ninguno de nosotros teníamos apetito, pero necesitábamos pedir algo de beber porque estábamos ocupando una mesa para nuestra reunión. La joven, que no paraba de lanzarme miraditas, tardó más tiempo del debido en tomar nota del pedido. Cuando por fin se fue, Robin continuó.

—Siempre estaba con Einar o Azael y no podía acercarme a alguno de ustedes sin levantar sospechas—. Los tres asentimos compresivos.

—Y hoy tuvo su oportunidad porque no estaban ninguno de los dos en casa—aclaró Kiram—. Venga, cuéntales todo—lo animó.

—Todo empezó cuando Bianca percibió que había alguien merodeando fuera de casa. Einar y yo también lo sentimos y fuimos a investigar. Vimos a un hombre que, en cuanto nos descubrió, salió corriendo. Corría rápido y, en varias ocasiones, Einar estuvo muy cerca de atraparlo, pero no hacía nada. Yo casi lo consigo una vez, pero cuando iba a sujetarlo, Einar chocó conmigo y perdí la oportunidad.

—¿Insinúas que ese choque no fue accidental? —pregunté, haciéndome una idea de los hechos.

—Al principio no lo vi así, pero más adelante me di cuenta de que fue una estrategia—explicó el joven vampiro—. Cuando vimos que el hombre se subió al coche, por un momento pude ver el rostro de la vampiresa y Einar dio a entender que no vimos su rostro; yo vi a la mujer por el reflejo del espejo retrovisor. Su rostro me resultaba conocido, pero en aquel momento no pude reconocerla.

La camarera llegó con nuestros pedidos y se tomó su tiempo para dejar las cosas; se entretuvo sirviendo mi té y no me quitaba los ojos de encima. Temía que me reconociera, pero lo veía poco probable porque iba vestido muy diferente.

—Supongo que te lo habrán dicho muchas veces, pero te pareces a un modelo de Eternity—dijo la camarera. Sentí a Bianca a mi lado intentando contener la risa.

—Ah, no sabía que en Eternity habían modelos—respondí.

La camarera se puso a hablar de Eternity mostrando sus nulos conocimientos de la empresa y luego trató de coquetear conmigo. Todos estábamos incómodos y deseando continuar con la confesión de Robin. Me fijé en que todos teníamos bebida, excepto Bianca, quien estaba molesta por la actitud de la camarera.

—Perdona, a mi novia le falta la bebida—dije recalcando la palabra «novia».

—Así es. Yo pedí un batido de chocolate—puntualizó Bianca. La camarera miró a Bianca con desprecio y se fue. Al cabo de unos minutos volvió con el batido y se retiró. Por fin, pudimos retomar la conversación.

—Continúa. Hablabas de la mujer que estaba en el coche...—inquirió Kiram mirando a Robin.

—Sí. Su rosto me resultaba familiar, pero no lo recordaba en ese instante. Días después de la persecución, fui al Salón de Azael y la vi. No sentí su rastro de vampiresa, pero supe que era ella. Parecía una clienta habitual y trataba a Azael con mucha familiaridad. Algo en mi expresión me delató porque ella me reconoció y me habló: «¿Eres Robin, ¿verdad? Nos hemos visto en algunas fiestas. Espero que sigas siendo buen chico y que no te metas donde no te llaman.»

«Azael estaba con otra clienta y no se había enterado de nada. Cuando volvíamos a casa, traté de sonsacarle a Azael y solo me dijo que era una clienta habitual. Al día siguiente, seguía pensando en esa mujer y Einar irrumpió en mi habitación y me arrinconó contra la pared y me amenazó: «Di algo a los demás de esa mujer y te denuncio a la policía. Aún conservo las pruebas.—Robin dio un sorbo a su coca cola. Kiram y yo intercambiamos una mirada y supe que pensábamos lo mismo; esas pruebas tenían que haber desaparecido hace años—. Cuando Einar se fue dando un portazo, lo entendí y la recordé. Ella era la mujer que siempre coincidía con nosotros en las fiestas y se pasaba horas tomando copas y hablando con Einar.

—¿Sabes su nombre? —pregunté esperanzado. Robin negó con la cabeza y, cuando me miró, su expresión cambió por una de sorpresa.

—¿Qué pasa, Robin? —dijo Bianca con un deje de preocupación en la voz.

—No, nada... Lo habré imaginado...—Robin titubeaba y me miraba con temor. Kiram lo animó a hablar, convenciéndole de que podía ser una pista importante. El joven tragó saliva y sin apartar los ojos de mí, lo dijo:

—La vampiresa se parece a ti. Tiene el cabello rubio ceniza como tú, pero sus ojos son azules.

Bianca y yo intercambiamos una mirada. Kiram no le dio mucha importancia a esta información.

—De todas formas, hay muchas mujeres rubias y de ojos azules. No es suficiente para identificarla.

Bianca se armó de valor y contó su encuentro con la vampiresa sin entrar en detalles. Los chicos escucharon atentos y Robin se alarmó cuando la joven leyó el último mensaje que había recibido.

—Los dos están en peligro por el vínculo que les une—afirmó Kiram. Me dirigió una mirada y supe a qué se refería. Bianca parecía no recordarlo y era mejor así.

Tras un tiempo barajando diferentes hipótesis y teorías sobre la identidad de la vampiresa, Bianca nos devolvió a la realidad.

—Está claro que Einar está implicado y sigo creyendo que lo de Azael es un malentendido, pero, ¿qué hacemos ahora?

—Yo tengo mis dudas con respecto a Azael porque el día que nos tendieron la trampa le pregunté la razón por la que te dejó sola y su respuesta no fue nada convincente. Le hace parecer muy sospechoso—admití planteando mis sospechas. Les describí el encontronazo de aquel día y la intervención de Aless. Bianca parecía pensativa.

—Propongo hablar con Azael para salir de dudas—sugirió la joven—. Ese día no estaba bien y algo me dice que no tiene nada que ver con esto—añadió.

Estaba convencida de la inocencia de Azael y no tenía ninguna duda con respecto a Einar. Yo, en cambio, sospechaba de los dos. Kiram interrumpió mis cavilaciones.

—Ahora mismo tienen problemas más graves en los que pensar. A casa no pueden volver—dijo con el semblante serio. —Y a estas alturas alguien les habrá dado el soplo de la ubicación de la cabaña. Tienen que esconderse en otro sitio cuanto antes.

Me mostré de acuerdo con él y propuse ponernos en marcha. Apuramos nuestras bebidas y me dirigí al mostrador para pagar la cuenta. Me atendió la camarera y pagué haciendo caso omiso de sus comentarios. Cuando me giré para salir, Bianca se acercó a la camarera y me sorprendió verla usando su poder.

—Olvida que hemos estado aquí—susurró. La camarera pareció entrar en trance y a los pocos segundos volvió en sí, ignorando nuestra presencia. Salimos del local y yo no podía apartar los ojos de Bianca. Ella se percató de ello y encogió los hombros, restándole importancia a lo que había hecho.

—No quería correr riesgos. Tarde o temprano te iba a reconocer y quería evitar que causara problemas. Parece la típica chismosa que llama a la tele cuando ve a algún famoso—explicó.

—¿Seguro que es por eso? A lo mejor alguien se puso celosa...—inquirí. La cara que puso fue tan adorable que no pude evitar besarla.

Con un gesto, Kiram nos indicó que lo acompañáramos a su coche. Para mi sorpresa, abrió el portabultos y sacó una maleta.

—Circe llegó a casa cuando Robin y yo estábamos planeando qué hacer. De alguna manera, no fuimos lo bastante discretos porque nos descubrió y nos ayudó —hizo una pequeña pausa y nos miró con vergüenza—. Se tomó el atrevimiento de entrar en sus habitaciones y coger cosas que pudieran necesitar. Parecía saber exactamente lo que necesitaba cada uno y dónde encontrarlo.

No me hizo mucha gracia que hubieran estado hurgando en mis aposentos. Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Bianca. La miré extrañado.

—Ella sabe mucho más de lo que nosotros creemos—dijo orgullosa de su hermana postiza, como suelen decirse mutuamente.

—Yo también lo empiezo a creer—admitió Robin—. Antes de salir, ella me paró y me dio un mensaje para ti: «Dile a Bianca que

Kiram sugirió que dejáramos la cabaña cuanto antes y que contactáramos solo en caso de urgencia para evitar las sospechas de Azael y Einar. Nadie podía saber a dónde íbamos, ni siquiera ellos mismos. Estuvimos de acuerdo, era mejor evitar riesgos innecesarios.

Mientras Bianca charlaba con Robin, me alejé discretamente con Kiram para evitar que oyeran nuestra conversación.

—No sé qué va pasar ni quién está detrás de todo esto—dije. El vampiro me escuchaba atentamente—. Pero voy a hacer todo lo posible para protegerla, no soportaría perderla.

—La amas—afirmó él—. ¿No te has planteado convertirla? Sería mortal, pero tendría más posibilidades de sobrevivir que ahora y podría estar contigo muchos años.

—Me niego. Ella es un ser de luz y no quiero que viva eternamente en la oscuridad. Quiero que sea libre y que no esté encadenada a mí por el vínculo de cáliz-vampiro que nos une. Si pudiera romper ese vínculo...

—Lo comprendo. ¿Tienes algún plan? No pueden huir de las amenazas. En algún momento tendrán que enfrentarse a esas personas.

Asentí y lo puse al corriente del plan y de los pasos que había dado. Kiram me hizo algunas sugerencias y ultimamos algunos detalles. Aunque lo primordial ahora era encontrar algún lugar donde quedarnos. Cuando ya dejamos todo claro, el vampiro se puso en marcha para regresar con los demás.

—Espera—lo retuve. Extraje del bolsillo del pantalón una carta y se la tendí—. Eres la persona en quien más confío y sé que siempre cumples con tu palabra. Te entrego esta carta con las instrucciones que debes seguir si las cosas se tuercen.

Kiram cogió la carta antes de volver con Bianca y Robin.


⋘──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

Volvimos a la cabaña para recoger nuestras cosas y buscar un lugar donde quedarnos. En vista de que el amanecer estaba cerca, decimos posponer la huida para cuando la luz solar no fuera dañina para nuestro cuerpo.

Dimitri llevaba un rato absorto en sus pensamientos y yo no paraba de darle vueltas al mensaje que me había enviado Circe por medio de Robin: «Busca más al fondo. Ahí encontrarás la solución».

Sabía que era una pista sencilla, pero no daba con la respuesta. Tenía que buscar algo que debía estar escondido. Recordé que ella había preparado la maleta con nuestras cosas para la huida.

—Dimitri, ¿me puedes acercar la maleta, por favor? Creo que Circe escondió algo que puede ayudarnos.

El vampiro asintió y se sentó en la cama conmigo mientras vaciábamos la maleta en busca de algo que pudiera ayudarnos a salir del apuro. Tras una búsqueda infructuosa, nos rendimos.

—¿Qué buscas exactamente? —preguntó Dimitri confuso.

—Algo que pueda usar para...—. De pronto, recordé algo.

Circe también había preparado mi maleta cuando Dimitri me organizó la sorpresa. Tenía la sensación de que esta vez íbamos a encontrar algo. Vaciamos mi maleta y fuimos sacando todas las cosas.

—No sabía que tú también tenías—dijo el vampiro al ver la caja de preservativos. Al cogerla, sonó un ruido metálico. Intercambiamos miradas de asombro.

Abrimos la caja y vaciamos su contenido. Los preservativos quedaron amontonados a un lado de la cama y al fondo de la caja apareció una llave.

Saqué la llave y el corazón me dio un vuelco. Sabía qué puerta abría y a dónde teníamos que ir.





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