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CAPÍTULO 17: El cumpleaños

Mis ojos no se apartaban de la fotografía que me dio Dimitri. En ella salíamos los dos sonriendo en el BMW; él de copiloto y yo sujetando el volante. El vampiro apenas había cambiado, su vestimenta era similar a la que tenía y el pelo lo llevaba un poco más largo. Sin embargo, mi yo del pasado sí que había cambiado: tenía rasgos infantiles, llevaba el pelo recogido en dos grandes coletas y un vestido verde. Esta era la foto que Dimitri había escondido la primera vez que entré en su habitación, cuando me habló de Irina.

—No recuerdo nada de esto—musité.

—Es normal, ha pasado mucho tiempo y tú eras pequeña—respondió él.

Dimitri volvió a llenar las tazas de té y me miró fijamente. Me costaba aguantarle la mirada; todavía no podía confiar en él y me sentía dolida. La vampiresa había dicho que seguía viva porque yo le recordaba a alguien y él me había confirmado que cuando me conoció le recordé a su hermana. ¿Acaso eso significaba que yo era el reemplazo de Irina, su hermana desaparecida? Los pensamientos lúgubres que envenenaban mi mente provocaron que se me escaparan algunas lágrimas.

—¿Estás preparada para lo que viene ahora?—preguntó con cierta preocupación. Sabía que había llegado el momento de hablar de la muerte de mis padres.

—Continúa, por favor. Necesito respuestas...—respondí con nerviosismo mientras me secaba las lágrimas con la manga de la blusa. Respiré hondo y me enfrenté a su mirada. Él asintió con la cabeza a modo de respuesta.

Se notaba que estaba incómodo con la conversación y que le resultaba doloroso sumergirse en esos recuerdos. Podía sentirlo gracias al vínculo vampírico que nos unía. Se armó de valor y empezó a relatar los hechos:

—Unos meses después de la exposición tu padre me comunicó que necesitabas una rehabilitación específica que no se hacía en esta ciudad y que habían decidido mudarse a finales de año. La noticia me afectó más de lo que imaginaba porque tu padre había sido un mentor para mí y gracias a él mejoré mi forma de ser y el trato con los demás—bebió un sorbo de su té y continuó.

Hice cuanto estuvo en mi mano para ayudar a tus padres a conseguir un buen empleo y di con una empresa que estaba en pleno crecimiento dirigida por un buen hombre...—un suspiro de resignación salió de sus labios—.Años más tarde, me enteré de que el dueño de la empresa enfermó y que el negocio pasó al inepto y tirano de su hijo, que maltrataba a sus empleados, entre ellos, a tu padre.

Un conocido, que tenía mucha amistad con tu padre, me puso al tanto de las penurias que estaba atravesando tu familia y me informó de que habían regresado. Sin más dilación cité a tus padres para una entrevista y los contraté para dos vacantes que habían quedado libres en otra de mis empresas. Nunca llegaron a ocupar los puestos de trabajo...

Esa noche yo tenía una cena con un grupo de empresarios que venían de diferentes ciudades y países para debatir varios asuntos—explicó despacio como si eligiera con cuidado las palabras.

Estuve algunas horas y comí algo para guardar las apariencias. Cuando los empresarios empezaron a mostrar signos de embriaguez y el verdadero objetivo de la reunión estaba lejos de alcanzarse, me aburrí e inventé una excusa para irme. Deambulé un buen rato por las calles y cuando giré por una esquina vi que un coche había perdido el control y se había pasado a otro carril en dirección contraria, chocando con otro vehículo y estampándolo contra una farola.

El conductor que provocó el accidente hizo un giro temerario y, con la parte delantera del vehículo un poco abollada y los faros rotos, se dio a la fuga. Apenas vi al conductor, pero por su complexión deduje que era un hombre y que iba vestido con chaqueta y corbata.

Quedé paralizado unos minutos, pero reaccioné cuando una voz inaudible y lastimera llegó a mis oídos. Corrí hacia el vehículo accidentado y enseguida supe quiénes eran las víctimas; debido a mi olfato desarrollado pude reconocer a tu familia.

No pude hacer nada por tu padre, se había llevado la mayor parte del daño. Traté de salvar a tu madre, que estaba malherida y al borde de la inconsciencia, pero en un momento de lucidez me reconoció y se negó a que la sacara del coche, quería que me encargara de ti primero.

«Prométeme que protegerás y cuidarás a mi niña». Esas fueron sus últimas palabras. Le dije que así lo haría y cerró sus ojos para siempre.

Varios transeúntes que iban por la calle se acercaron a ayudar y llamaron a emergencias. Sin pensarlo, arranqué la puerta de tu lado y te vi. Estabas inconsciente y tenías heridas, pero no eran muy graves. Me preocupé porque estabas perdiendo mucha sangre, por lo que hice lo primero que me vino a la cabeza: te hice un torniquete con mi corbata y, con discreción, te di de beber mi sangre porque podía ayudarte a sanar y sabía que no había riesgo de transformarte en vampiro; temía que el personal sanitario no llegara a tiempo. Cuando te vi un poco más estable te saqué del coche y te llevé al hospital.

Me quedé a tu lado hasta que recobraste la conciencia y pude localizar a Calíope, la abuela de Circe, que te cuidaba cuando tus padres no podían; sabía que no tenías más familia. Cuando me viste me identificaste como el príncipe del coche rojo. Quería seguir en contacto contigo y cuidarte, pero, dada mi fama como empresario que atraía a los medios de comunicación y mi condición de vampiro que se sentía fascinado por tu sangre, decidí protegerte alejándome de ti y borrándote la memoria para que no supieras de mi existencia.

Sin embargo, desde la distancia, intenté cumplir la promesa que le hice a tu madre. Cuando supe que estabas al cuidado de Calíope y su familia, me dediqué a averiguar la identidad del hombre que le había arrebatado la vida a tus padres y di con él; era uno de los empresarios que había asistido a la cena. Era alguien muy influyente y sabía que la policía no iba a hacer nada solo con mi testimonio como testigo; así que necesitaba un plan para hacerle pagar por su crimen.

Encontré la solución en el lugar que mejor se me daba: el mundo empresarial. Con diferentes estrategias y, sin que sospechara nada y simulando que se daba de forma natural, fui arruinando sus negocios y las ganancias que obtenía con ello las ingresaba en una cuenta a tu nombre para que tu familia adoptiva pudiera cubrir tus necesidades y asegurarte un porvenir. Por mi parte, decidí rescatar tu hogar de la infancia de las garras del banco para que pudieras disponer de ella cuando llegaras a la edad adulta.

No volví a saber nada de ti hasta que te vi en la entrevista de trabajo y ahí supe que mi plan estaba funcionando: te habías convertido en una valiente y hermosa mujer, te habías graduado con honores y habías conseguido hacerte un hueco en Eternity por tus propios méritos. Tu familia adoptiva hizo un buen trabajo y me gustaría pensar que yo, desde la distancia, pude facilitarte un poco la vida con el apoyo económico.

Mi plan de evitarte el peligro que suponía estar cerca de mí fracasó cuando Robin te atacó y tuve que convertirte en mi cáliz; no quería ese destino para ti, pero aún me sentía atado a la promesa que le hice a tu madre.

Más tarde, cuando hablamos del proyecto del Departamento de Ciberseguridad, me diste la idea perfecta para terminar con mi plan: hacerle ver que tenía interés en rescatarlo de la ruina y ofrecerle un porcentaje y un puesto de trabajo en mi empresa a quien él designara. La idea era hacerle sufrir recordándole su crimen cada vez que te viera en la oficina y funcionó.

—Eso es todo lo que pasó—dijo con un hilo de voz. Dimitri terminó de hablar y me miró.

—Necesito algo de tiempo, es mucha información que procesar—afirmé.

Apuré el té e hice ademán de salir de la habitación, necesitaba aire, pero una pregunta rondaba por mi mente y lo encaré mirándolo a los ojos.

—¿Realmente lo hiciste por la promesa que le hiciste a mi madre o porque en el fondo querías que yo fuera el reemplazo de tu hermana Irina?

Dimitri me miró y, por primera vez, bajo esa fachada de vampiro orgulloso vi a un hombre vulnerable que me mostraba su dolor.

Los siguientes días Circe me dio la distracción que necesitaba: se presentó en nuestra casa unos días antes del cumpleaños de Malena y estuvimos preparándole una sorpresa a la cumpleañera. Gracias a su presencia, la atmósfera tensa y cortante que reinaba en la casa se disipó un poco. Apenas tenía contacto con Dimitri, él me evitaba la mayor parte del tiempo y yo lo prefería así.

Los chicos aceptaron entusiasmados la invitación a la fiesta, incluso Dimitri, que se sentía obligado a ir para protegerme y evitar que me atacaran. Yo sabía que no harían nada hasta la fecha señalada por la vampiresa, pero aún no había tenido el valor de decírselo a nadie.

Llegó el día de la fiesta y empezamos la sorpresa con la ayuda de los chicos. Kiram se ofreció a recoger a Malena al apartamento y llevarla al Salón de Azael, donde empezaría nuestra pequeña fiesta privada antes de ir al Pub Midnight.

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —mi amiga entró en el Salón de belleza de Azael y se lo encontró vacío y oscuro. Kiram entró detrás de ella.

—Me han dado órdenes de que te ponga esto y te siente en esta silla—. Kiram señaló uno de los asientos del salón y un antifaz que sacó del bolsillo. Pude ver, desde donde estaba escondida, la cara de incredulidad de Malena.

Con una sonrisa en el rostro, Kiram le colocó el antifaz y la condujo hasta el asiento. Hizo una señal hacia la puerta de la trastienda donde estábamos escondidos y salió Aless. Unos días antes de la fiesta me preguntó cuál era la canción favorita de mi amiga y le respondí extrañada. Estaba a punto de descubrir qué se traía entre manos.

Con pasos sigilosos, Aless se acercó a Malena y con voz sosegada habló:

—Dicen que cuando a las personas se les priva de un sentido, los cuatro restantes se intensifican. Para que disfrutes de la sorpresa, te hemos privado de la vista por unos minutos. Esperemos que te guste esta experiencia que hemos improvisado para ti.

Aless hizo una señal hacia alguien que no veíamos desde la trastienda y empezó la magia. Una suave melodía de un instrumento que no conocía, sincronizado con los acordes de un violín, invadió la estancia. Para mi gran sorpresa, la melodía me resultaba conocida y Alessandro empezó a cantar «Perfect», de Ed Sheeran.

Salimos de la trastienda en silencio y boquiabiertas. Dimitri era quien tocaba el violín y Kiram, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, tocaba un instrumento en forma de caja ovalada metálica con hendiduras; más tarde supe que era un handpan. Cuando sonaban las últimas notas del violín, Kiram le quitó el antifaz a Malena, mientras todos aplaudíamos. Ella empezó a llorar emocionada al vernos.

—¡Feliz cumpleaños, Malena! —gritamos todos. Azael descorchó una botella de champán y brindamos todos. Einar y Robin habían decidido ir directamente al pub por lo que nos encontraríamos allí.

Mis ojos no se apartaban del violinista, quien me pilló mirándolo y me dedicó una sonrisa pícara. De pronto, Azael empezó a hacer aspavientos y echó a los chicos del local aludiendo a que tenía mucho trabajo por delante y no quería distracciones.

—Y ahora ha llegado mi turno: voy a resaltar tu belleza y a convertirte en la reina de la noche—dijo Azael haciendo una reverencia teatral.

Azael le lavaba el cabello a Malena mientras Circe y yo contábamos anécdotas de las fiestas a las que habíamos ido las tres en nuestra alocada juventud. Por primera vez en esa semana, me sentía feliz de estar con la gente que más quería. La idea de que tal vez fuera la última vez que estuviéramos las tres reunidas se coló en mi mente y me entristeció. Circe se percató de ello y me interrogó con la mirada.

—Estoy un poco sensible y, además, he discutido con Dimitri—. Circe me dio un abrazo reconfortante y me susurró al oído:

—No dejes que el pasado se interponga en el presente y, ten mucho cuidado, puedo sentir cómo un aura oscura se cierne sobre ti.

La miré con asombro y se encogió de hombros, restándole importancia. Podía intuir que sus poderes de hechicera se estaban manifestando. Decidí seguir su consejo y disfrutar del momento, tratando de ignorar que cada vez quedaba menos tiempo para que llegara el fatídico día en el que iba a morir.

Mientras Azael le secaba el pelo con una toalla a mi amiga, le iba explicando los peinados que le favorecían. Ella se decantó por uno y, tras desenredarle los nudos con un cepillo plano, nos llamó.

—Bianca y Circe, necesito que me ayuden; así iremos más rápido y me da tiempo de peinarlas a ustedes también—. Me pidió que le alcanzara un tarro de madera que tenía en un carrito de materiales de peluquería.

Abrí el tarro y vi que contenía unos tubos de colores. El vampiro cogió uno y le mostró a Circe cómo hacerlo, ella cogió otro tubo y repitió sus movimientos. Poco a poco, fueron enrollando mechones en los tubos de colores hasta cubrir todo el cabello.

—Buen trabajo, chicas—. Malena tenía que estar con eso puesto un tiempo por lo que Azael aprovechó para hablar del maquillaje y a nosotras nos envió a ponernos los atuendos de la fiesta.

Nos cambiamos en la trastienda y salimos llevando el regalo de Malena. Circe llevaba un vestido dorado y corto sin tirantes que hacía juego con sus ojos bicolores y yo tenía puesto el que me había comprado con Azael; un vestido negro entallado con tirantes unidos al cuello que dejaba a la vista media espalda y un poco de escote.

Le dimos parte de los regalos a Malena y nos miró con asombro.

—¡Me encanta, me encanta! Me lo voy a poner ya. Mil gracias, chicas—dijo gritando de alegría y corriendo hacia la trastienda con la cabeza llena de tubos de colores y la base del maquillaje en la cara.

Azael elogió nuestros atuendos y procedió a peinarnos con rapidez. A Circe le dejó el pelo suelto con pequeñas trenzas a un lado y a mí me hizo un sencillo moño alto, dejando mi cuello al descubierto.

—Sé de alguien va a perder la cabeza cuando te vea—susurró Azael en mi oído mientras le daba los últimos retoques a mi peinado.

Reí con su comentario. Sabía de quién hablaba, pero no tenía claro cómo comportarme frente a él esa noche. No sabía qué pensar del papel crucial que había desempeñado en mi vida sin que yo lo supiera y mis sentimientos estaban muy confusos sobre ese "algo" que teníamos.

Circe me sacó de la vorágine de mis pensamientos para pedirme consejo sobre la gama de colores que encajaba mejor con su aspecto y vestimenta. Me incliné por los colores ocres y verdosos y Azael se mostró de acuerdo. Ella misma empezó a maquillarse mientras seguía las instrucciones del experto.

—Ya estoy lista y me gusta mucho cómo queda el vestido —Malena salió y giró sobre sí misma para enseñarnos el vestido rojo que acentuaba su figura. En la parte baja tenía unos jirones de tela con brillos anaranjados y dorados que danzaban con el movimiento del cuerpo, creando un efecto hipnótico.

—Estás guapísima—afirmé. La observé con ojo crítico y añadí—. Sin embargo, creo que te falta algo...—. Rebusqué en mi bolso y le tendí una pequeña caja cuadrada envuelta en papel de regalo.

Malena lo abrió con curiosidad y profirió un grito de sorpresa al ver el contenido.

—Es precioso, Bianca, y te agradezco mucho el detalle—dijo ella admirando la joya. Luego, me miró—. Pero, ¿estás loca? Seguro que te salió carísimo...

—No te preocupes por eso, te mereces eso y más por todo lo que has hecho por mí—respondí con determinación.

Malena corrió hacia nosotras y nos fundimos las tres en un gran abrazo. Circe se apresuró a ponerle la gargantilla con la figura de un lobo aullándole a la luna y continuamos con la sesión de peluquería y maquillaje.

Sin que me diera cuenta el tiempo había pasado volando y ya nos encontrábamos ante las puertas del Pub Midnight. En honor a su nombre, el local estaba oscuro y la poca iluminación que tenía procedía de unos apliques y de algunas lámparas colgantes. Al fondo de la estancia se situaba una tarima de madera oscura con diversos instrumentos y un karaoke. A un lado había una barra con butacas y, repartidos por todo el local, varias mesas con sillas y sofás de terciopelo rojo y cuero negro.

En el instante en el que entramos, Malena nos arrastró a Circe y a mí hasta la barra para pedir las bebidas y luego nos llevó hacia las mesas que estaban ubicadas cerca del escenario y nos presentó a algunas amistades y compañeros de trabajo.

Un grupo de rock local amenizaba la fiesta con canciones pegadizas. Malena atraía la mirada de todos los presentes con su vestido rojo y sus pasos de baile bien ejecutados. Nos hizo una seña y nos unimos al baile y disfrutamos durante horas.

Me retiré hacia un lugar tranquilo y apartado del escenario para descansar un poco y observar a la gente. Malena, con una corona de princesa y una sonrisa radiante, bailaba con Kiram. Azael había desaparecido por un rincón llevando a Circe de la mano. Aless, Einar y Robin charlaban en una mesa. No había ni rastro de Dimitri.

La banda pasó del jazz a las baladas románticas y la pista de baile se llenó de parejas que bailaban pegadas bajo las tenues luces. Mientras me dejaba llevar por la banda que interpretaba «All of me» de John Legend, alguien depositó en mis manos una hermosa y delicada rosa blanca.

—Te ofrezco esta rosa como muestra de mi amor por ti y aprovecho para decirte que desde siempre supe que eras muy diferente a ella y que me he enamorado de ti por ser tú y no porque me recuerdes a ella—dijo una voz masculina a mis espaldas.

—Señorita Morello, es usted tan hermosa como esta rosa y sería un gran honor para mí si me concediera un baile—. El hombre apareció frente a mí y me ofreció su mano.



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