Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7. Por una profecía

No fui consciente del tiempo que pasé en el suelo hecha un mar de lágrimas. Ni si quiera tenía el móvil conmigo, todo lo dejé en mi departamento, no tenía forma de comunicarme con alguien.

Y el maldito dolor en todo mi cuerpo iba en aumento.

Deambulé como alma en pena de un lado a otro por la habitación, no era de morderme las uñas—a pesar de la estresante carrera que elegí—, me consideraba una persona que sabía guardar la calma, ser sensata en los momentos de crisis. No obstante, esto sobrepasaba una crisis, era una catástrofe, un caos, una tormenta en medio de un mar furioso.

Había perdido mi libertad.

Ni si quiera tenía alguna ventana por la cual escabullirme. Si salía de la habitación había una enorme probabilidad de que alguno de los sirvientes me viera y le fuera a alertar al señor Le Revna.

Piensa, piensa, Maddy.

Soy inteligente y muy creativa para resolver mis problemas. Solo que no había pasado por algo que se le pareciera a que un tipo de mal carácter, dominante y siniestramente extraño me tomara como parte de una garantía que acordó con mi padre para resolver sus deudas.

Me llevé las manos a mi cabello y lo alboroté más de lo que ya estaba. Miré mi reflejo en el espejo, mi cabello llegaba casi a mi cintura, tal vez una despuntada no me vendría mal; parecía que había palidecido cien años y el agobio se notaba en cada rasgo de mi cara.

Tenía que intentarlo.

Me asomé por la puerta para revisar que no hubiera vigilantes. En puntitas salí, con la mayor precaución de no hacer algún ruido que me delatara durante mi fuga.

Procuré que mis zancadas fueran de lo más largas para avanzar rápido, llegué a las escaleras y bajé en silencio. Controlé mi respiración y troté hasta encontrar las escaleras imperiales. Por fortuna no había nadie a la vista, bajé.

La oscuridad había pintado la casa, no tenía idea de la hora, pero prefería salir de aquí antes de pasar más tiempo. Llegué a la entrada principal y con mucho cuidado abrí la puerta y salí. El aire fresco de la noche golpeó mi rostro. El tramo para llegar a las rejas era extenso. Suspiré, ya había llegado muy lejos como para retroceder.

Ignoré el dolor en mis costillas y mis brazos para alcanzar la reja, cada paso era más desesperante que el anterior por miedo a ser descubierta.

Corrí hecha una gacela, casi podía saborear mi libertad, pero mi esperanza se desplomó. Hablé demasiado pronto, porque justo frente a mí dos enormes pastores alemanes—negros—me enseñaban sus afilados dientes como parte de una advertencia de no seguir mi camino.

Me detuve en seco, sus posturas de ataque y su pelo erizado me alarmó.

—Perritos... —puse mis manos al frente con las palmas extendidas—. Que bonitos... y... endemoniados perritos...

Ladraron. Me delataron.

—Por favor.

Se lanzaron a mí y yo regresé sobre mis pasos a toda prisa, los perros no iban a tener piedad en destrozarme, era carnada fresca. Apenas podía ver mi camino, perdí el equilibrio y caí sobre mis manos directo a las escaleras.

La punzada en mis costillas se hizo presente por la presión de mi cuerpo y solté un gemido de dolor.

Miré hacia atrás, intenté gatear para llegar a la casa porque los perros no tenían la intención de detenerse. Cuando logré ponerme de pie me golpeé con lo que parecía una piedra inmovible. Se escuchó un tronido de dedos y los ladridos cesaron al instante, los perros se detuvieron como si fueran robots y se sentaron.

Una mano alcanzó mi cintura y me pegó a él, el señor Le Revna me dedicó una mirada furtiva, fría y furiosa.

Un choque de electricidad me recorrió toda la piel.

—Serás un dolor de cabeza.

Estaba aturdida, incapaz de contestarle. Su voz profunda me cortó la respiración. Me llevó al interior de su mansión, su mano atenazaba con crueldad mi muñeca, arrastrándome a quien sabe dónde.

—Por favor, yo no puedo estar aquí, debo de volver a mi casa.

No hubo respuesta de su parte. Tenía que caminar rápido para no caer. Pude notar que llevaba ropa más casual, posiblemente porque ya se estaba preparando para ir a la cama. Abrió una puerta y me jaló para entrar primero a lo que era una oficina.

Eché un vistazo para lo que fuera a encontrarme, pero Gastón gruñó y me tocó la espalda para apresurarme a entrar. Que pesado e irritante es.

Lo primero que vi fueron las escalofriantes gárgolas en los muros de un librero que abarcaba desde el techo al suelo.

—Tiene un fetiche por las gárgolas.

—No son gárgolas ordinarias.

Me hizo ruido, ¿Qué eran? Tenían la postura de una y sus rostros eran de monstruos, fieras salvajes, algunas enseñaban sus colmillos, escamas, otros con plumas o tenían sus alas abiertas. Algunos más lucían cuernos u orejas puntiagudas.

—No voy a consentir este tipo de comportamientos, Madeleine. Tú no vas a irte de aquí, será mejor que lo entiendas de una puta vez.

Me sentía pequeña cuando vi su enorme figura masculina rodeándome.

—No lo concibo. Tengo derechos, soy una ciudadana con libertad y no puede quitármela sin razón alguna.

Me obligó a verlo cuando agarró uno de mis brazos para verme de frente. Reprimí un gesto de dolor ante la hostilidad sobre mí.

—El precio para pagar las escandalosas deudas de tu padre fuiste tú, desde antes de que llegaras a este jodido mundo ya me pertenecías.

Mis piernas perdieron la fuerza, si no hubiera sido porque él me tenía sujeta hubiese caído.

Intenté procesar todo lo más rápido que me dieran mis neuronas.

—¿Cómo? ¿Qué dice?

Entrecerró los ojos, iracundo.

—Tu asqueroso padre se endeudó conmigo, en mis casinos, en mis carreras de autos y en préstamos para saldar otras deudas —me liberó con brusquedad—. No tenía con que pagarme, su patético trabajo como soldador no le permitía salvar su cabeza de mí.

Mi cabeza se nublaba, tenía que sentarme.

—Pero... han pasado veintitrés años, usted...

—Tu madre no lo supo. Cuando le hice una visita de cobro a tu padre, él desesperado de seguir con vida accedió cuando le dije que quería a su bebé, una niña que estaba a pocos días de nacer.

No era cierto, no podía ser verdad lo que me estaba diciendo. Era retorcido y enfermo.

—Estuvo de acuerdo. Una vida por otra vida.

Eso llamó por completo mi atención. Lo miré con la poca energía que me quedaba, apenas podía mantenerme de pie. Su mirada impertérrita despertaba en mí un instinto asesino para acabar con él; me decía todo sin ningún ápice de delicadeza, tan solo lo soltaba, sin embargo, yo le había exigido que hablara y lo estaba haciendo.

Punto para el señor siniestro.

Y solo pude decir la pregunta que tenía atorada en mi lengua.

—¿Qué eres?

Su nuez se movió de arriba abajo.

—Hasta ahora, lo único que tengo como certeza es que puedes ser cualquier cosa menos humano —continué.

La cabeza la tenía inclinada y su mirada clavada en mí, una fría y escalofriante mirada que podía ahuyentar hasta al mismísimo diablo.

—Es verdad... puedo ser cualquier cosa menos humano.

No pude ocultar mi temor ¿Qué cosa era lo que tenía enfrente y que se hacía pasar por un humano? Retrocedí hasta caer en un mueble de piel.

—¿Para qué me quieres?

—Para cumplir una profecía.

—¿Profecía? ¿Qué dice esa profecía?

Me miró cauteloso y entrecerró sus ojos.

—En pocas palabras, una esposa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro