Capítulo 44. Instinto Draconia
Al abrir los ojos, Gastón no se encontraba a mi lado como era de costumbre. Fruncí el ceño de la decepción. Estiré mis brazos junto con mis piernas y me levanté para quedar sentada en el colchón. La habitación estaba muy silenciosa, Gastón se había ido mucho antes de que yo pudiera sentirlo.
Torcí mis labios.
Después de lavarme la cara busqué ropa deportiva. Tomé mis audífonos y salí de la habitación para ir a correr un rato en lo que se me abría el apetito. Encontré a Georgia con el carrito en el que me llevaba el desayuno, desconcertada me miró y yo le sonreí.
—Será más tarde, Georgia, iré a correr.
—¿Fuera de la mansión?
Su tono temeroso me alarmó y me detuve para mirarla.
—Sí, iré a correr una media hora y regresaré.
—Señora, lo que sucede es que por aquí hay animales salvajes, podrían encontrarla y...
La interrumpí con mi risa.
—Tranquila, Georgia, no iré lejos y dudo que los animales se acerquen, suelen ser tímidos y prefieren evitar el contacto humano.
Georgia no parecía convencida.
—Mejor de vueltas por el jardín, es enorme y podrá correr a su gusto.
Me negué, necesitaba más que solo un patio grande.
—Prefiero sentir más libertad.
—El gimnasio está en ala oeste de la mansión, cuenta con todo los equipos que necesite incluyendo caminadoras.
Al darle la espalda levanté mi mano.
—Es preferible lo natural, Georgia. Nos vemos más tarde.
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Gotitas de sudor perlaban mi frente cuando me detuve. Mi reloj marcaba dos kilómetros sin haber parado, y para tener años de no correr esto no estaba nada mal como comienzo.
Sonreí orgullosa y regresé sobre mis pasos en dirección a la mansión. El día era muy nublado, frío y con un ambiente extraño. Intenté concentrarme en no prestarle la mínima atención a las advertencias de Georgia. El interior del bosque no estaba tan cerca de mi posición, y nunca había escuchado de animales salvajes que fueran a alguna amenaza letal para los humanos.
Posiblemente era solo su temor y preocupación de madre. Hasta a Gastón le tenía mucha confianza para reprenderlo en ocasiones y él se dejaba, como si en lugar de una empleada más fuera una especie de madre para él. Georgia era divina.
Caminar por la orilla del inicio del bosque era lo más seguro que podíamos hacer todos. Seguí mi ruta con mi música, radioactive de Imagine Dragons sonaba a todo volumen.
Y algo por el rabillo del ojo llamó mi atención, giré mi cabeza en dirección a los árboles torcidos del bosque hasta encontrarme con dos luces rojas que flotaban. Fruncí el ceño; prestándoles más atención eran como dos ojos horripilantes que te acechaban desde la oscuridad.
Fingí tranquilidad y aumenté la velocidad de mis pasos, pero esos ojos me seguían desde la distancia. No pude seguir con la discreción y empecé a correr a toda velocidad hasta que ardieran mis pulmones. Esa cosa saltó entre las ramas de los árboles para seguirme a una distancia más corta.
Gruñidos de animal me pisaban los talones, no quise voltear, tenía que llegar a la mansión y el camino de regreso me pareció de repente muy largo, no le encontraba el fin.
De un parpadeo algo se había enrollado a mis pies para hacerme caer, no pude ver bien y tan pronto como intenté pararme fue arrastrándome al interior del bosque, me golpeé con un sinfín de piedras hasta que alcancé una de las raíces de un árbol.
Luché para evitar seguir siendo arrastrada. Tenía que enfrentarlo, me giré y encontré una cosa oscura que envolvía mis pies. Abrí mis ojos del horror cuando una garra fue acercándose a mi vientre y después a mi estómago.
—Te llevaré conmigo.
Esa cosa no tenía una imagen humana, parecía una nube oscura y maligna que se esparcía entre el aire.
Estaba aterrada, mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho en cualquier momento, pero no podía quedarme sin hacer nada; peleé con toda la fuerza que me quedaba para alejarme y ponerme de pie.
Encaré a esa cosa aunque el miedo me atravesara el estómago.
—Dame la cara —vociferé.
La cosa escondida frunció sus ojos rojos hasta estirarse, formando una figura humanoide y lo descubrí. Joder. Tebras...
Su sonrisa macabra me perforaba el pecho, inyectándome otra dosis de terror.
—¿No te advirtieron de las criaturas del bosque, cuñadita?
Tebras me daba mucho miedo, era espeluznante.
—No deberías de estar aquí —le dije.
Mi ropa deportiva se había rasgado y algunas heridas mostraban mi sangre. Mal momento para eso, estaba frente a un vampiro que no dejaba de observar las aberturas.
Me miró con esos ojos rojos brillantes como rubies.
—Estoy harto de ver como mi hermano está logrando su cometido, y tú sin darte cuenta de la realidad.
Esto no me gustaba.
—Si lo dices por el tema de las Draconias, estoy enterada.
Ladeó su cabeza y sonrió maquiavélico.
—¿Sabes incluso cómo se activa tu instinto Draconia? ¿O mi querido hermano lo ha omitido?
¿Instinto Draconia?
—Aún existen asesinas Draconias de donde venimos. Cuando Gastón te lleve a Alemania va a querer reinar y, ¿Qué crees que pasará cuando sepan que una heredera de sangre asesina de vampiros se ha casado con uno? Y no con cualquiera, sino con el vampiro de la destrucción, el amo del caos, el señor de la devastación.
Me sentía aturdida, no entendía lo que Tebras me decía. No estaba enterada de las consecuencias de algo que he ignorado toda mi vida, y ahora parecía que debía de tomar cartas en el asunto.
—Ellas no podrán tocarnos —sonrió malévolo—. Le aplaudo esa inteligente jugada a mi hermano mayor. No podrán tocar a tu esposo y a su familia, o sea —se apuntó con sus alargadas y espeluznantes uñas—, nosotros, ¿Y sabes qué más? —su risa malvada me paralizó—, como esposo puede mandar a aniquilar a tu raza asesina.
Existían asesinas y yo llevaba esa sangre por parte de mi tatarabuela. Gastón desde un principio lo sabía, incluso antes de que yo naciera ya lo sabía. Tebras me miraba satisfecho de lo que había ocasionado.
Me dejó ir, corrí y encontré la carretera, pero justo cuando iba a emprender mi ida a la mansión el auto de Gastón casi me atropellaba.
La puerta se abrió de inmediato.
—¡Por mis colmillos, Madeleine! ¿Qué mierda haces aquí sola?
La cabeza me daba vueltas, mi respiración acelerada lo puso en alerta y por su cara, sabía que algo andaba mal. Me repasó de pies a cabeza y sus ojos verdes destellaban de solo ver las heridas en mis piernas y brazos. Por un momento creí que sabría lo que acababa de ocurrir, Gastón iba a enterarse de que Tebras estuvo rondándome.
El olfato, sus aletas nasales se estiraron y una mirada punzante lo dominó.
—¿Qué te hizo? —preguntó en un gruñido siniestro. Su rostro duro reflejaba cero compasión.
Fruncí los ojos, incapaz de poder hablar.
—Maddy ¿Qué te hizo Tebras?
Lo sabía. Pasé los cabellos sueltos por detrás de mis orejas y traté de acomodar toda la información hasta que sentí como Gastón intentó tocarme. Retrocedí en mi defensa.
Gastón se percató y mantuvo distancia.
Puse ambas manos al nivel de mi cintura mientras repasaba en mi cabeza todo lo que acababa de escuchar de la puta boca de Tebras. Miré por unos segundos a Gastón que esperaba impaciente hasta que me atreví a enfrentarlo.
La ira subía por mi cuerpo como termómetro a alto nivel.
—Eres... eres un... —quería soltar toda la mierda—. Me has engañado todo el tiempo, Gastón ¡Eres un maldito infeliz!
Gastón abrió grandes sus ojos y me atenazó de ambas muñecas para atraerme a él.
—¿Qué demonios te dijo Tebras? No debes de creerle nada, Maddy.
—¡Suéltame!
Podía sentir como en mi interior se cocía una rabia que quería estallar. Era mi parte salvaje que posiblemente siempre estuvo en mí, pero dormida.
¿Sería ese instinto del que habló Tebras?
—Maddy escúchame, yo...
—¡No vas a mentirme más!
—Madeleine ellos juegan sucio.
—Igual que tú o incluso peor, tu ventaja de oro es que estamos casados, ya tienes la mitad de tu objetivo ¡Bastardo!
Gastón se incendió y me tomó de los hombros para estrellarme en su auto.
—Deja de insultarme y hablemos de esto —gruñó muy molesto—. A quien debes de creerle es a mí, y tienes que decirme todo lo que te ha dicho mi hermano, habla, Maddy.
Me negué, eso lo pondría al tanto y por lógica cambiaría sus estrategias para seguirme envolviendo. Me quedé callada, siguiendo mi instinto.
—No me toques ¡Aléjate de mí!
Tuve la fuerza suficiente para lanzarlo fuera de mi espacio personal. Apenas podía creer que había logrado moverlo a pesar de la fuerza sobrenatural que poseía Gastón. Él al igual que yo quedó impactado por esa reacción hostil de mi parte.
Pude mover a Gastón y bajé la mirada para ver como mis manos temblaban ligeramente.
—Maddy tienes que calmarte, así como estás no podremos hablar.
Lo fulminé con la mirada.
—Lo peor que pude haber hecho fue confiar en ti. Todo lo que has dicho hasta ahora ha sido mentira. Sabías de mi poder interno, de mi instinto Draconia.
Gastón no hizo ningún gesto, no se sorprendió, siguió firme con su imagen inescrutable. Ni si quiera tenía ganas de llorar por esta situación, solo me sentía enojada y traicionada por quien me dijo que dejaría todo por hacer una vida conmigo, teníamos planes de tener hijos e incluso la posibilidad de unirme a él a una vida inmortal.
Una eternidad.
—¿De qué serviría decírtelo si no formas parte de ese Clan? ¿Algo hubiese cambiado?
—Tal vez, solo por el hecho de llevar sangre de una asesina de vampiros.
—No lo eres, tus ancestros sí lo fueron.
—Aún sigue habiendo asesinas, Gastón, en tu mundo, yo llevo su sangre.
—¿Y qué harás? ¿Volverte una de ellas? Eres una chica citadina de veintitrés años que estudia medicina y está casada, ya tienes una vida. Ser una asesina no tiene cabida ahora —dijo con esa frialdad imperturbable al tiempo que entrecerraba los ojos.
Apenas podía controlar la respiración.
—Sabías las ventajas que tendrías al casarte con alguien como yo —rebatí—, siendo alguien de sangre Draconia los beneficios son espectaculares, al punto de deshacerte de mi raza.
—Joder, Maddy. Tebras te ha envenenado la cabeza en solo minutos.
—O me ha abierto los ojos —repliqué—. Tú siempre supiste de mi sangre y me ocultaste la verdad. Warren me mostró mi origen y Tebras me ha advertido de las consecuencias de nuestro matrimonio.
—Ya no eres nada de ellas.
—Llevo su sangre.
—Ni si quiera las conoces, Maddy, apenas te has enterado de su existencia.
Me alejé, no quería ver a Gastón. Algo dentro de mí bullía de manera colosal, la cabeza me retumbaba y sentía punzadas por todas las partes de mi cuerpo, un calor abrazador que casi me quemaba. Apreté mis dientes para soportarlo.
—No puedo con esto, no se puede confiar en ti. Eres un traicionero.
—Maddy no. Mis planes han cambiado, me he enamorado.
Le di la espalda, incapaz de seguir escuchando sus chantajes mentales. Eran solo palabras sin valor, sin sentimientos. No iba a caer de nuevo.
—¡Te amo, Maddy!
Gracias de verdad muchas gracias por estas 10k lecturas🙏🏻✨ estoy sorprendida por el apoyo a esta historia y como ha crecido tan rápido en solo un mes de su publicación🥹 de verdad no tengo cómo agradecerles más que seguir trayéndoles capítulos.
Nos quedan aproximadamente 3 capítulos más para terminar El amo del caos y pronto les traeré la fecha del 2do tomo.
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