Capítulo 43. Chantaje bajo el agua
De pronto el agua de la piscina me pareció demasiado fría. Gastón acaba de decirme que estaría dispuesto a convertirme en vampiro para vivir una eternidad juntos.
¿Qué se respondía a eso? ¿Convertirme en un demonio? ¿Olvidarme para siempre de mi familia? O sea mi hermano y mis amigas. Ellos vivirían una vida normal mientras yo me quedaría estancada en el momento que acepte vivir una eternidad junto a Gastón.
Me moví lo suficiente para quedar de lado, esto era demasiado.
—Eso... es difícil de decidir.
Gastón frunció el ceño.
—¿Por qué?
Me atreví a verlo.
—Porque para eso tendría que renunciar a mi vida, a mis amigas y a mi hermano. De todo lo que conozco.
Gastón endureció su mirada, sabía que se enojaría demasiado por mi respuesta, pero en este momento no tenía idea de que responder, mi mente no estaba clara. Se alejó de mí con esa seriedad sepulcral en su rostro.
—Te recuerdo que eres mi esposa.
—Gastón, lo que quieres es demasiado delicado.
—¿Una eternidad contigo es demasiado delicado? —soltó una risa seca y sarcástica—. Es bastante claro que no significa nada todo lo que he hecho por ti.
Tomé distancia.
—¿A qué te refieres?
—Madeleine, he ido en contra de mis principios para darte gusto, desde dejarte estudiar tu carrera hasta pasar la navidad con tu familia. Jamás me atrevería hacer eso por alguien.
Apreté mis labios.
—Estás usando el chantaje...
—Maddy —volvió acercarse a mí, una de sus manos se posó en mi nuca y la otra llegó a mi cintura, me quedé paralizada y mi corazón a punto de detenerse. Tenerlo tan cerca me provocaba una convulsión interna imposible de parar, este ser inmortal me sacaba de mi zona—. Quiero que seas solo mía, para el resto de la eternidad. No soportaría que me dijeras que no.
Antes de responder atacó mis labios, sus movimientos salvajes se volvieron exigentes, su boca hizo que la mía se abriera más para subir la temperatura y la voracidad. Mis piernas rodearon su cadera y me empujó contra el muro de la piscina.
Era adicta a la manera de besarme, de tocarme. No podía detenerlo una vez que empezaba a seducirme. Su experta lengua y sus labios hacían una combinación perfecta de un arma mortal contra mi fragilidad humana sedienta por él.
Bajó a mi cuello solo para besarlo con fuerza. Gemí y me apretó más a él.
—Nadie te haría sentir como yo lo hago —susurró cerca de mi oreja—, tu cuerpo solo responde a mí como su dueño.
Deshizo el nudo de la parte del cuello de mi bikini y lo arrancó para exponer mis pechos. Mis pezones endurecidos los atrapó entre sus dedos para tirar de ellos mientras me devoraba los labios.
—Te quiero solo para mí.
—Gastón...
Descendió para apoderarse de uno de mis pechos y succionar de el, su mano no dejaba de manipular el otro y yo jadeé, dejándome llevar por el placer que me producía su boca y sus manos. No podía soportar tanto tiempo la tortura, Gastón me tocaba de una forma que me gustaba, cumplía con mis fantasías más libidinosas, dando justo a los puntos donde la sensibilidad de mi cuerpo era más alta.
—Tú y yo encajamos perfectamente, Maddy —su mano bajó a mi entrepierna para apartar la prenda que faltaba de mi bikini, sus dedos me acariciaron, un frío delicioso se instaló en mi interior—. Aquí encajamos de maravilla ¿Puedes sentirme?
Dos dedos empezaron a moverse dentro de mí y yo gemí más fuerte. Su brazo envolvía mi cintura para más estabilidad mientras me cogía con sus dedos, el anular y el medio, los podía percibir muy bien.
—¿Quieres que pare? —susurró muy cerca de mis labios—, ¿Quieres que deje de cogerte?
Apenas fui capaz de negar con mi cabeza.
—No por favor —me atreví a decir en plena excitación, el frío se sentía bien, muy bien—, no pares, sigue... —gemí muy alto—. Gastón, sigue.
Esa fue la respuesta que quería escuchar de mí. Sus labios se estrellaron con los míos y sus dedos penetraron más profundo en mí. Su boca amortiguaba mis gemidos, su mano pasó de mi cintura a mi cuello para sujetarme de una manera más dominante.
—Que siga —gruñó, victorioso—, te destrozaré de placer, Maddy.
Sacó sus dedos y me liberó del agarre de mi cuello. Sus ojos verdes refulgían de manera antinatural y su mirada lasciva me perforaba el pecho. Se sumergió en la piscina y no tardó ni un segundo en llegar a mis piernas para desgarrar lo que quedaba del bikini. Abrí mi boca del impacto que creó cuando me separó las piernas desde adentro del agua.
Tuve que sostenerme de la orilla de la piscina porque lo más seguro es que terminaría hundiéndome. Ahogué un grito cuando percibí la presencia de su lengua en mi clítoris, movimientos rápidos y después largos y lentos que me recorrían por completo.
Grité completamente embelesada por su manera de cogerme con su lengua. Por un momento pensé que mis ojos saltarían de sus cuencas cuando con sus labios tiraron de mí.
—¡Joder! —solté un gemido estrangulado entre dientes.
Siguiendo con su asalto, no pude soportarlo por mucho, subí como el vagón de una montaña rusa, lento, aproximándome al punto más alto del juego, al llegar, justo cuando me encontraba en la cima, me dejé caer. Sentí el frenesí de mis emociones alocándose en la bajada, saboreando la fuerza y la adrenalina del orgasmo que Gastón me dio de una manera impresionante.
Ascendió hasta llegar a la superficie y pasó sus manos entre sus cabellos. No se acercó, me dejó ahí, con la respiración acelerada, desnuda y hecha pedazos; apenas recuperando la energía de mi pobre cuerpo.
Se fue alejando con la mirada de un depredador satisfecho de haber cenado. Pasó su lengua por sus labios sin quitarme esa mirada de encima.
—Mi amor y mi protección están garantizados. Esto es lo que te ofrezco entre muchas cosas más, orgasmos inolvidables.
Se dio la vuelta para salir de la piscina de un impulso y se alejó, sin necesidad de cubrirse del clima helado. Rodeó la piscina para acercarme una toalla negra con la cual me cubriría.
—Solo medítalo, aún hay mucho tiempo.
Seguí dentro de mi burbuja de conmoción por lo que acababa de vivir. Era la primera vez que alguien me cogía en el agua, la experiencia fue sensacional.
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Apenas recuperé la compostura me salí del agua para enrollarme en la toalla y apurarme a vestirme. Corrí a la mansión con un ardor que abarcó todas mis mejillas al ver una parte de la servidumbre observándome—con un distorsionado concepto de lo que era la discreción—, me dirigí a la habitación de siempre donde casi podía asegurar de que mi esposo no se encontraba.
Tal vez se había enojado mucho por mi falta de entusiasmo por la idea de convertirme en vampiro que prefirió alejarse para sacar toda esa frustración con un muy desafortunado humano.
Error de juzgar sin antes ver la otra cara de la moneda, al cruzar el umbral la tenue luz dejó ver la figura grande al otro lado de la habitación.
Gastón usaba ropa para dormir a pesar de que no lo hacía, unos pants negros en conjunto con una playera interior negra de algodón. Lo encontré muy cómodo en los sofás donde normalmente se ponía a leer. Ni si quiera me miró cuando entré a la habitación, fui directo al baño para ducharme y ponerme ropa calientita.
Me ruborizaba de solo pensar como me había tenido en la piscina, no podía sacarlo de mi cabeza; lo disfruté como no tenía idea. Mi piel seguía teniendo descargas vibrantes por donde hace unos minutos Gastón había estado, la sensación de sus besos los dejó marcados en mí. Era complicado no pensar en lo esplendido que fue.
Al salir del cuarto de baño noté que Gastón seguía con su lectura y esta vez llevaba puestos unos AirPods.
Señal para bloquear cualquier intento para hablar con él. Mantenía su alma taciturna.
Después de secar mi cabello lo amarré en una transa larga para irme a acostar a la cama. Por un segundo la sentí demasiado grande, era impresionante como me fui acostumbrando a dormir entre sus brazos, él literalmente se había convertido en mi almohada. Llevaba demasiadas noches—imposibles de contar—en dormir en sus brazos o en su pecho, convirtiéndose en mi lugar seguro.
Las almohadas normales no me eran suficientes. Apagué la luz de mi lámpara y traté de acomodarme, pero era imposible.
Giré a mi derecha, después a mi izquierda. Las almohadas no olían lo suficiente a él, no podía sentir sus dedos en mi espalda, ni acomodando mi cabello; mucho menos podía sentir cuando me depositaba ocasionalmente besos en mi sien o mi frente.
Volví a removerme en la cama, muy incómoda. Me concentré en dormir y relajar mi mente.
No sé cuánto tiempo pasó cuando de pronto un hundimiento en la cama me alertó. Volteé y entre las penumbras de la habitación Gastón se deshizo de una de mis almohadas para tomar su lugar.
—No puedes dormir, ven aquí.
No lo dudé y mis brazos pronto rodearon su abdomen, los suyos me envolvieron. Paz. La textura de su playera en combinación con la dureza de su piel era la sensación más agradable y que a mí—por más enfermo que pareciera—me encantaba. No podía dormir si él no estaba a mi lado. Podía considerarse una adicción muy peligrosa a lo cual psicológicamente llamamos dependencia emocional. Sin embargo, mi adicción era muy diferente a las que tenía en mente.
Besó mi frente.
—Te tengo muy consentida, señora Le Revna.
—Por favor no dejes de hacer estas cosas.
—Eres mi esposa, Maddy. Estas cosas las hace un esposo por su amada.
Sonreí y me acomodé bajo su cuello, sus dedos empezaron a acariciar mi nuca con suaves y constantes movimientos para arrullarme, llevándome a esa nube de sueño. Su frío era mi calor.
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