Capítulo 36. El origen de Maddy
La oscuridad me acechaba cuando me acercaba cada vez más a la arena que Gastón escondía para todos. Por lo que me dijo Tim, si alguien hablaba sobre esta arena moriría al instante. No quería saber cómo pasaba eso. Había rumores de este lugar y sobre las peleas que se llevaban a cabo, pero solo quedaban en eso, rumores absurdos.
Aunque viéndolo con mis propios ojos, no lo eran. La arena existía y la gente desquiciada le gustaba venir a enfrentarse en peleas a muerte con tal de conseguir dinero.
Me estacioné donde pude y bajé del auto, asustada, pero tenía que descubrir el mundo oculto que había creado Gastón para su malvada diversión. La música era estruendosa y los gritos de pelea retumbaban por todas partes.
La estructura era muy similar a la del Coliseo en sus peores condiciones. Las vigas se salían de los muros viejos que pensé por un momento que todo se vendría abajo con tanto ruido.
La gente estaba tan absorta en las exhibiciones de peleas que ni si quiera notaron mi presencia. Me preguntaba si dentro del tumulto Gastón era capaz de reconocer mi olor, después de todo éramos muchos humanos, mucho calor corporal combinado para sus narices.
Joder, lo que veían mis ojos era espantoso; dos sujetos se agarraban a golpes, bañados de sangre y luchando por no caer de la arena. Un festín para Gastón.
Un escalofrío tétrico me recorrió toda la columna.
La arena se encontraba en un desnivel, el impresionante lugar daba la apariencia de estar enterrado bajo tierra. Multitud de gradas rodeaban la arena y pude reconocer en un espacio especial a Gastón. Mi garganta se secó al verlo sin camisa, mostrando sus pectorales como el rey del lugar, unos jeans rasgados—sin zapatos—, su cabello alborotado con mechones dorados que le caían por detrás de las orejas, y una pañoleta negra le rodeaba la muñeca izquierda. Mostraba una actitud soberbia mientras se disponía a mirar la pelea de aquellos hombres cuyas edades rondaban entre los veinte a los cuarenta.
¿Cómo podía disfrutar de algo tan atroz como esto?
Estaba muy abajo, descendí demasiado como para llegar a él rápido. Tenía que volver para encontrarme con Gastón, podía asegurar con mi vida de que mataría a estas personas y tal vez hacer algo en contra mía por haberle respondido como lo hice.
Me preocupaban Max y mis amigas.
Eran mi debilidad.
Cuando intenté avanzar entre el mar de gente sudorosa y gritona algo me retuvo. Al darme cuenta el golpe de humo del cigarro me cubrió el rostro, odiaba ese olor.
—Que nena tan fina.
Me comía vulgarmente con la mirada.
—No me toques —gruñí en respuesta.
Era un hombre de algunos cincuenta años—de los pocos con esa edad en el lugar—que le gustaba meterle mano a las mujeres. Empecé a forcejar, pero el asqueroso hombre ejerció presión.
—¡Apostemos a esta nena!
¿Qué?
¡No!
Puse resistencia cuando otro hombre me sujetó por detrás para restregarme su entrepierna, intentaron inclinarme para quitarme mis pantalones y con toda mi energía me esforcé para aventarlos lejos de mí.
—¡Quiero ser el primero en romper este precioso culo!
—¡No me toque!... ¡Gastón!
El ruido estaba por encima de mis gritos de auxilio, Gastón tenía la mirada en la pelea que podría culminar en cualquier momento y ni si quiera se daba a la tarea de ver a su alrededor.
—¡Gastón! —grité hasta que se me desgarrara la garganta y explotaran mis pulmones—, ¡Gastón! ¡Gastón!
La gente se amontonaba conmigo y eso podría llamar su atención en cualquier momento. Quise quitarme de encima a un sujeto que deseaba tocarme de más, estaban por bajarme los pantalones, me sujetaron de ambos brazos y mis piernas apenas podían moverse.
—¡Gastón! —lloriqueé con más fuerza.
¿Permitiría que las mujeres fueran violadas?
Maldición, aquí no había mujeres, no vi ninguna durante mi trayecto.
En eso, por alguna bendita razón, giró su cabeza a su izquierda para ver el revuelo que se estaba creando por mi atrevimiento de poner un pie aquí. Sus ojos fríos se clavaron directo en mí. Me vio, palideció más de lo que ya era y su rostro inexpresivo le dio paso a un relámpago de ira descomunal.
Se lanzó del palco donde se encontraba y se abrió paso entre la gente, tirando golpes destructores para llegar a mí.
Lanzó rugidos que le pondrían la piel de gallina a quien fuera. Sus ojos brillantes atemorizaron a todos y sus colmillos se asomaron para bramar con furia ante los animales que me tenía retenida en una jaula humana.
Lo vi como era, un vampiro que causaba terror, que desataba el caos a su paso, la destrucción en su máximo esplendor. Tan pronto como llegó a mí me liberó de mi encierro y me pegó a su cuerpo. Su mirada descendió para lacerarme por lo enfurecido que estaba y levantó su mano.
De un solo tronido de dedos un aire feroz se desató alrededor de nosotros, provocando que la gente cayera al suelo ¿Inconsciente? ¿Dormida? ¿Muerta?. Todo se detuvo, hasta la música.
Mis lágrimas creaban surcos y no dejaba de temblar. Al verlo frente a mí me pegué a su pecho para soltarme a llorar.
—Gastón, llegaste... —sollocé descontrolada.
Me tomó de los brazos y me sacudió para verme de frente. Me asusté.
—¿Qué mierda haces aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? —exigía saber y no iba a delatar a Tim, el pobre chico confió en mí.
Todo mi cuerpo vibraba del miedo.
—Gastón... yo...
—¿Cómo te atreviste a venir justo aquí? ¡Maldita sea! —vociferó con rabia.
Me liberó con hostilidad y se pellizcó la punta de su nariz, sin duda lo había hecho enfurecer aún más.
—Tu amenaza —mi voz se escuchaba tan débil después de tanto gritar—, antes de que te fueras me amenazaste en hacer algo por como te hablé.
Sus ojos me atravesaron como un rayo radioactivo.
—Sí, lo sé perfectamente —su tono ronco era tan escalofriante y peligroso. Su mirada verde y maligna centellaba de manera antinatural.
—Quise... detenerte...
Casi se ríe por mi comentario.
—¿Detenerme? —repitió con amargura, con un sarcasmo negro que me incomodaba—, eso es imposible.
—Gastón ¿Mataste a toda esta gente?
Los cuerpos de esos hombres nos rodeaban, era un campo violento y que me recordaba a las imágenes de las guerras que veía en los libros de historia de la primaria.
Carajo.
—Sí, están muertos por mi chasquido.
Ahogué un grito de terror, trastabillando con la inútil idea de alejarme de él.
—Eres... eres... —las palabras se detenían en mi garganta, no podían salir tan fácilmente.
—¿Un monstruo?
Me quitó la palabra de la boca y cuando vio que no respondí puso los ojos en blanco.
—Ya me lo habías dejado claro, soy uno de los monstruos más temidos y estás encadenada a él hasta que decida matarte.
Sus palabras me destrozaban, apenas podía respirar y pude sentir como la presión abandonaba mi cuerpo. Todo se volvió oscuro.
════ ∘◦❁◦∘ ════
Abrí mis ojos de golpe, mi cuerpo reposaba en la cama y apenas había luz a mi alrededor. Noté la figura enorme de Gastón sentado en la orilla de la cama, inclinado y apoyando sus codos en las rodillas. Fruncí el ceño, pero decidí no moverme, tal vez ya se había dado cuenta de que había despertado.
Mis ojos fueron directo al pedazo de papel que había guardado en mi bata. Joder.
La imagen de Rita Draconia estaba a la vista, me esforcé por no hacer un movimiento que alertara a Gastón. Demasiado tarde.
—No te desposé por mera coincidencia —su voz sonaba profunda y melancólica. No se movía, sabía que lo escuchaba y guardé silencio—, sino por tu origen.
Tragué saliva, me sentía desorientada y entre más hablaba menos tenía sentido para mí.
—Hace muchos años, durante la caza de Igor, existió un clan de mujeres desesperadas por proteger a sus hijos y vengar las muertes de sus hombres caídos.
Parpadeé para asegurarme de que no fuera un sueño.
—Ellas también se consideran una leyenda perdida en el mundo humano. En la época donde había más vampiros descontrolados, las Draconias fueron quienes los cazaron al punto de extinguirlos. Derrocaron nuestro reino y tuvimos que huir para protegernos, desaparecimos, logramos ocultar nuestras huellas hasta que ellas también con el tiempo fueron bajando la guardia.
Relamí mis labios, la garganta la sentía seca y un extraño revoloteo se instaló en mi pecho.
—Rita Draconia es la fundadora, tu tatarabuela.
Abrí mis ojos como platos y la respiración se me cortó.
—En ti corre la sangre de una asesina de vampiros. Por esa razón tienes la osadía de enfrentarme sin miedo. Cuando utilicé mi habilidad para paralizarte aquella tarde en tu cuarto no funcionó del todo, porque tuviste la fuerza para responder. Cuando estuvimos juntos, cuando te hice mía de la manera humana, destrozaste mi encanto de seducción. Tu sangre de asesina te da esa fuerza para reaccionar, casi volviéndote inmune a los poderes de un vampiro.
Esto nos volvía como enemigos por naturaleza, el destruye y se alimenta de humanos mientras yo tenía que buscarlo y asesinarlo. Monstruo contra cazadora.
Moví mi cuerpo y fue cuando él se atrevió a mirarme. Todo esto estaba volando mi cabeza. En resumen, soy la tataranieta de una mujer poderosa que logró armar todo un ejército de mujeres vengativas para cazar a los vampiros en la antigüedad. Solo por proteger a su descendencia y no dejar en vano la muerte de sus esposos.
Cuanto sufrimiento y dolor debieron pasar esas pobres mujeres que hicieron lo imposible por un mundo mejor.
Era su descendiente...
—No planeabas decírmelo ¿Cierto?
—Lo iba a hacer, solo que no encontraba la manera y no sé cómo carajos llegó ese papel a ti.
Miré de nuevo la hoja que descansaba en su cama y me adelanté a tomarla. Me puse de pie para alejarme más de Gastón quien de inmediato me siguió.
—Puede que tus hermanos sean mucho mejores que tú —le escupí, porque se me daba bien provocarlo—, sobre todo Warren, él me dio esto.
La mirada de Gastón se volvió rabiosa y de un segundo a otro ya me tenía contra la pared, sujetándome de los brazos, casi logrando que dejara el suelo para tenerme a su altura.
—¿Qué has dicho? —gruñó entre dientes.
—Warren me encontró en el hospital y hablamos, no pudo tocarme porque tú te encargaste de que eso no pasara, pero no se detuvo para darme pistas de mi origen.
Me retorcí para que me soltara y lo hizo, era muy pequeña a su lado.
—Las agallas que te faltaron a ti las tuvo él para hablarme de mi origen.
Sus ojos me atravesaban como dagas y creí por un instante que de un solo movimiento rompería mis brazos.
—Madeleine... no tienes idea de lo que significa que Warren esté cerca.
Tal vez no, pero si tenía idea de algo.
—Me queda claro que tú y yo no podemos estar juntos. No somos compatibles y eso no va a cambiar. Eres mentiroso, traicionero, insensible, cruel y despiadado. No puedo con eso.
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