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Capítulo 35. El secreto oscuro de Gastón

Rita Draconia.

Ese apellido me sonaba familiar, me taladraba la cabeza...

¡Por amor a Hipócrates!

Ese apellido era uno de los de mi madre. El nombre de ella era Olive Wilson Draconia. Pero ¿Qué significaba todo esto? Por un momento creí que el suelo se movía de la impresión que me llevé y terminaría entrando en algún cuadro de baja presión hasta desmayarme.

Tenía que recostarme y mirar esa imagen a detalle. Corrí y llegué muy apenas al cuarto de descanso, me encerré y corrí a la litera de arriba donde había dejado mis cosas. Me pegué a la pared, mirando de nuevo ese rostro delicado y a la vez temple de la mujer que podría ser mi abuela o bisabuela.

Miré detrás de la imagen, pero no había algo que pudiera leer, me quedé solo con la fotografía y el nombre. Saqué mi móvil y entré a Google para buscar información de Rita Draconia. Algo debería de encontrar.

Cero resultados ¿Es broma?

La única persona que podría resolver esta escalofriante duda era Gastón. Tenía que verlo cuanto antes. Esta noche sería demasiado larga y ya había una lista de temas que iba a tocar con Gastón.

Joder.

Doblé el papel como estaba y lo guardé en mi bata.

Esperé a que los latidos de mi corazón se volvieran normales, sudaba frío y mis nervios no dejaban de vibrar. La impresión que me dejó Warren Le Revna fue de lo más terrorífica. Parecía un demonio del infierno, un ser con altos niveles de oscuridad, sin escrúpulos y desalmado.

Alguna vez yo miraba así a Gastón, pero ahora él me parecía un ser inmortal amable y con alma, sus hermanos eran horripilantes y parecían no tener compasión, o al menos eso creo. Gastón es diferente, aunque... ¿Y si finge? Una parte de mí no se sorprendía por eso y, otra se ahogaba de la fulminante desilusión.

Ay, Dios.

Las dudas me escocían, deseaba con todo mi ser que Gastón fuera honesto conmigo.

—Tranquila, Maddy. Tranquila.

Aunque la inquietud más grande es sobre mi verdadero origen, ¿Eso también incumbía a mi hermano? Después de todo éramos de la misma sangre, somos hijos de la misma madre, no tengo dudas de eso por las fotografías y videos caseros, aparte nos parecemos demasiado, solo cambiaba el cabello, él heredó el color ébano de mamá mientras que yo salí tan pelirroja como papá.

Ya más tranquila bajé para regresar a mi turno y rogarle a Dios que pasaran rápidas las horas hasta terminar mi turno.

════ ∘◦❁◦∘ ════

El Aston Martin me esperaba afuera del hospital. Gastón salió del auto con esa seriedad que lo hacía tener una imagen imponente, elegante y de cuidado para los que se encontraban a su alrededor.

—Hola, querida ¿Lista para ir a casa? —me quitó la mochila de los hombros y me besó.

Sintió mi incomodidad y me miró con detenimiento. Mordí mi labio y él frunció el ceño.

—¿Qué pasa?

—Necesitamos hablar.

Parpadeó sin ningún ápice de confusión, siguió con su espíritu taciturno y solo asintió.

—Bien, hablemos de camino a casa.

Ni si quiera tomé su mano cuando me la ofreció y seguí mi camino para abrir la puerta del coche y entrar. Gastón en un parpadeo se mostró molestó y lanzó mi mochila a la cajuela. Me coloqué el cinturón de seguridad y él entró segundos después para arrancar.

No podía mirarlo, no sabía por dónde empezar y la tensión era enorme, necesitaba ordenar mis ideas para después lanzar toda la carne al asador.

Durante mi guardia ensayé mentalmente cómo le diría las cosas, pero solo fue en mi imaginación donde me creía superior a él; tenerlo enfrente era otra cosa. Gastón imponía y con esa cruel seriedad emanaba una vibra pesada y maligna.

Empezaría por lo que creo yo, es lo más sencillo.

Cruzábamos el puente sin seguridad donde alguna vez terminé suspendida y Gastón me obligó a soltarme para después salvarme.

—¿Qué es lo que quieres decirme, Maddy? Siento tu tensión.

Metí mis manos entre mis piernas y volteé a verlo, su mirada seguía al frente y con la seriedad igual a la de una maldita piedra, inmóvil y duro. Suspiré y tomé fuerzas de donde podía para aguantar lo que se avecinaba.

Una tormenta, un maldito tifón de magnitud colosal. Y yo apenas llevaba chaleco salvavidas.

—¿Qué le hiciste a Mark?

Ni si quiera se vio sorprendido por mi primer ataque.

—Sé que le hiciste algo. Hoy un compañero me preguntó por él y me dijo que llevaba tres semanas sin aparecer, exactamente el tiempo en el que fui con mis amigas y Max al pub. Te conté lo que me hizo y estabas dispuesto a matarlo, te detuve, pero... probablemente hiciste algo a mis espaldas. Habla, Gastón.

Elevó su rostro sin voltear a verme, orgulloso, altivo, indispuesto a revelar sus más oscuros y perturbadores secretos que lo hacían el vampiro de la destrucción. Mi ira se acrecentaba por su silencio, bien dicen que el que calla otorga.

Refunfuñé por debajo.

—Jamás volverá.

Volteé como relámpago al escuchar el timbre tan profundo y tenebroso de su voz.

—¿De qué hablas?

Torció sus labios, fue un movimiento casi imperceptible, pero pude notarlo.

—Arreglé todo para que se adentrara a una de las peleas que tengo en mi arena. El bastardo ocupaba dinero y peleó contra varios, fue codicioso y decidió enfrentarse a mí.

Cerré mis ojos, esperando lo peor.

—Gastón...

—Nos enfrentamos, le rompí todos sus huesos, perdió los dientes y le corté la lengua. Le abrí el estómago y bebí su sangre hasta dejarlo seco.

Me enfrentaba todos los días a cosas espantosas en el hospital, pero saber que Mark acabó de esa manera me revolvió el estómago, no podía soportarlo. Tal vez Mark fue un cretino incorregible, y pese a eso, no merecía un final tan cruel y despiadado como el que le dio Gastón.

¿O sí?

—Los restos fueron lanzados al mar para ser alimento de tiburones —volteó a verme mientras las rejas de la mansión se abrían para nosotros—. Nadie toca lo que es mío y vive para contarlo.

Quería salir corriendo. En cuanto avanzamos solo aparté mi mirada para no ver lo despiadado que lucía. Se me olvidaba que Gastón también era un desalmado sádico chupasangre.

Retuve las lágrimas lo mejor que pude hasta que llegamos a la cochera. Salí disparada para alejarme de Gastón, no quería verlo, no podía. Seguir con esta conversación terminaría destrozándome.

—Madeleine.

—Ahora no.

Ni si quiera tuve tiempo de escapar, él llegó a mí a una velocidad inhumana. Me detuvo.

—Sabías que haría algo al respecto, que no dejaría pasar algo como lo que te hizo. Lo hice porque eres mi esposa y mereces respeto.

—Max ya me había defendido.

—Max es tu hermano, yo soy tu esposo. Es a mí a quien le toca defender a su mujer de cualquiera que desee ponerle una mano encima.

—Eres un cabrón.

—Cambia ese tono conmigo —amenazó con un dedo frente a mí—, no tolero que me discutas y que uses un lenguaje soez hacia mí, soy tu esposo y me debes respeto.

Lo fulminé con la mirada, era un anciano de setenta y tres años. Venía de esa época donde la mujer se quedaba sumisa mientras el hombre ordenaba y le pegaba si las cosas no se hacían como él decía. Pues yo no soy de esa época y se equivocaba si pensaba que me volvería una maldita estatua sin voz ni voto.

Me acerqué a él, estuve tan cerca que se inclinó para seguirme enfrentando con esa fría y maligna mirada verde. Ya le estaba tomando cariño a esos ojos, pero ahora, justo en este momento miraba destrucción e ira.

Nada bueno.

Mi aliento chocaba con su rostro y él parecía echar humo por las orejas, estaba muy enojado.

—Vete al diablo —escupí.

Me alejé, dejándolo atrás para subir las escaleras.

—Pagarás por esas palabras.

Me detuve a la mitad de los escalones y lo miré sobre mis hombros.

—¿Serías capaz de lastimarme? —pregunté, algo incrédula por su sutil amenaza.

Su mirada me atravesaba como un trueno. Me daba miedo verlo de esa forma, como una bestia incontrolable dispuesta a destruir todo a su paso con tal de demostrar su dominio y poder sobre todo y todos.

—Así como sacas lo mejor de mí, también sacas lo peor.

Dio la vuelta y yo corrí para detenerlo.

—¡Gastón!

El Aston Martin salió rumbando de la mansión, podía seguirlo, pero posiblemente lo perdería en el trayecto. Gastón conducía rápido y yo apenas tocaba el volante.

Uno de los mayordomos me miraba, era ese pelirrojo que reprimía todas las emociones, se percató de que lo atrapé mirándome y decidió desaparecer. Lo seguí hasta llegar a su lado y obligarlo a verme.

—Tienes que decirme a dónde se dirige mi esposo, sé que sabes, por favor.

Ni si quiera me miraba, se mostraba esquivo.

—Ayúdame, hará algo terrible y necesito llegar.

—El... el señor Le Revna no nos permite decir nada...

—Con un carajo, soy su esposa, no tiene nada de malo que me digan las cosas.

Esta vez me miró.

—No le diré nada, puedes confiar en mí, te prometo que no te echaré de cabeza.

Negaba muy desconfiado y con miedo.

—No puedo, mi señora.

—Ni si quiera se tu nombre, puedes decirme Maddy.

Negaba muy agobiado.

—Por favor, te lo ruego. Gastón... —se me quebraba la voz—, Gastón puede matar a alguien a quien amo.

Me miró afligido.

—El señor Le Revna no haría tal cosa, la ama.

Eso me paralizó. Gastón no me ama, tal vez nos tenemos un cariño muy extraño y hasta podría decirse que enfermizo, pero no llegábamos a ese grado de enamoramiento. El amor no duele y Gastón se está esforzando por destruirme.

—Necesito ir a donde él fue, dímelo, ammm... ¿Tu nombre?

—Tim.

—Dímelo, Tim, te lo ruego.

Se mordió el labio, mirando a su alrededor y después se dirigió a mí con una expresión dubitativa. Se acercó a mi oído, como si fuera a revelarme un secreto terrible.

—El señor Le Revna cuando se enoja va a la arena de pelea que tiene a las afueras de la ciudad. La policía no lo sabe, es uno de sus lugares clandestinos porque... quienes mueren... son utilizados para tráfico de órganos.

Todo el maravilloso mundo que construí con él se derrumbó de un plomazo.

Si encuentran faltas de ortografía háganmelas saber🙏🏻 quiero darles capítulos limpios y lo mejor hechos posible, pero a veces un error de dedo que no veo se puede ir jaja

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