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Capítulo 26. ¿Amarías a un monstruo?

Al llegar a la mansión recorrimos juntos la entrada, Gastón no me soltaba la mano y debo admitir que me gustaba la sensación fría que transmitía. Sin detener nuestro andar casi coordinado nos dirigimos a su oficina.

Para ser honesta no confiaba en firmar así sin más el pergamino. Gastón muy a su pesar tuvo que darme un libro exclusivo del lenguaje vampírico que guardaba en la biblioteca para traducir esos caracteres extraños.

—No sabía que existía este idioma.

—Es muy antiguo, los vampiros ancestrales deseaban comunicarse en un único idioma para nuestra raza y crearon el Lamia.

Mi boca formaba una o de la impresión. Con el paso de los minutos entre resoplos exasperantes Gastón interpretaba exactamente lo que decía el pergamino, sin embargo, yo lo traduje con ayuda del libro para eliminar cualquier duda.

—Tu desconfianza no me gusta.

Puse los ojos en blanco cuando lo escuché quejarse por quinta vez. Miré a Gastón sentado en su silla de jefe mientras yo me apresuraba a traducir todo el pergamino.

—A mí no me gusta que me impongan cosas, así que no te quejes de lo que provocas.

Entrecerró los ojos.

—Contestas mucho.

—Tú te quejas de todo.

—Madeleine —su tono de advertencia.

—Ayúdame a traducir esto.

—Ya lo hice más de quince veces y no quieres creerme.

Era cierto, todo lo que me decía él era lo que estaba escrito.

Hice una mueca y miré mis apuntes que pasé a mi idioma. En resumen el pergamino decía:

Contrato matrimonial vampiro-humana:

La mujer de Gastón le Revna, vampiro de la destrucción ha sido desposada de manera oficial por las leyes humanas. La ahora señora Madeleine Le Revna queda bajo la protección del reino Valfart y reconocida por ser la cónyuge de un miembro del clan Le Revna. Una vez consumado el matrimonio el lazo que los une será por el resto de la eternidad.

De haber una violación hacia la protección, las consecuencias las cobrará el vampiro de la destrucción, quien tendrá la libertad de asesinar a su misma especie.

En dicha protección con un vampiro, la compañera de vida acepta:

Fidelidad a su esposo.

Al ser de una diferente especie, acepta que el vampiro en cuestión se alimente de su sangre.

No caer en tentaciones ajenas a su matrimonio.

Queda estrictamente prohibido que la mujer del vampiro amedrente o intente cualquier cosa que ponga en riesgo el rompimiento del lazo matrimonial y/o la vida eterna de su marido.

Acatar las reglas puestas por el vampiro.

Joder...

Miré a Gastón, su alma taciturna parecía ser paciente conmigo mientras leía. No sé por qué razón algo me decía que se burlaba en su interior.

—Esto parece un contrato de esclavitud.

—Es papeleo, Maddy.

Volví mi vista al pergamino y tomé una pluma de tinta para firmar.

Listo.

Gastón enrolló el documento antiguo y lo guardó bajo llave en uno de los cajones de la pared que tenía detrás de él. Se levantó para llegar junto a mí y apoyarse del escritorio, se inclinó y encontró mis labios.

—¿Duermes en mi cama?

Sonó a sugerencia.

—Pero... tú... no duermes.

Me sonrió con un aire de extraña calidez.

—Descanso, y tú te ves muy cómoda en mis brazos.

Fui atropellada por un enrojecimiento en mis mejillas y no pude parar de mover mis manos, nerviosa. No supe cómo, pero terminé asintiendo, en el fondo estaba emocionada porque iba a dormir cerca de Gastón Le Revna.

Debería de odiarme por celebrar eso. No obstante, me dedicó una sonrisa que me calentó más que la intensidad de mil soles.

Subimos a su recámara, se quitó el saco y lo dejó sobre un sofá. Me miró y alcanzó una de mis manos para darle un beso en el dorso.

—Ordenaré que te suban algo de cenar y dejaré que te bañes aquí.

Antes de que se fuera alcancé su brazo. Un brazo duro que respondió positivo a mi atrevimiento por tocarlo y detenerlo.

Gastón giró su cabeza con un aspecto curioso, bajó sus escudos de criatura sobrenatural letal para mostrarme una expresión suave y expectante.

—¿Vamos a intentar llevarnos bien?

Se tardó, pero al final asintió.

—Vamos a intentar más que llevarnos bien —su voz aterciopelada me erizó, una de sus manos se ciñó a mi cintura para atraerme y pegarme a su cuerpo—. Intentaremos ser marido y mujer.

Sonreí.

Me envalentoné a ponerme de puntitas, rodeé su cuello y planté mis labios en los suyos. Su boca era irresistible, la forma tan sensual de mover sus labios era espectacular. Me obligó a caminar hacia atrás hasta toparme con la cama, fui descendiendo con ayuda de sus brazos y su fuerza hasta que se colocó sobre mí.

Me sentía excitada con solo sentir su tremendo peso sobre mí.

—Me deseas de verdad —susurró en cuanto separó nuestros labios—, te prometo que no estoy haciendo nada para seducirte.

Sus ojos reflejaban la sinceridad que necesitaba.

—Sí lo haces —murmuré—. Eres atractivo por naturaleza —confesé, sí, ya lo dije. Gastón es guapísimo y su cuerpo marcado me atraía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Esbozó una sonrisa torcida.

—Entonces no tendré problemas para excitarte porque me consideras atractivo.

—Quiero hacerlo contigo esta noche.

Se formaron líneas en su frente y con eso fue apagándose un poco esa llama de pasión que fuimos creando.

—Maddy, no es sencillo.

Fruncí el ceño, mi estómago se comprimió de desilusión.

—Pero...

—No soy humano.

—¿La última vez...?

—Fue porque bebí tu sangre —sus dedos alcanzaron mi cuello de forma posesiva—. Es lo que me ayuda para tener la posibilidad de cogerte como lo mereces. Al beber sangre humana mi cuerpo reacciona como uno, eso incluye las erecciones y sensaciones de placer.

Parpadeé impresionada por la nueva información.

—¿Necesitas de mi sangre?

Asintió lentamente.

—Así funciona conmigo.

Era un precio alto para conseguir de los magníficos polvos de esta criatura.

—Entonces, hazlo.

—No quiero lastimarte el cuello tan seguido —sonrió con un gesto pícaro.

Sonreí y a él pareció gustarle.

—Gastón...

—No —me besó con furia—. No pronuncies así mi nombre que perderé toda mi fuerza de voluntad. Necesitas cenar primero.

════ ∘◦❁◦∘ ════

Gastón dejó que usara su regadera, su elegante y costosa regadera. El agua caliente formaba vapor a mi alrededor mientras las gatas quemaban de manera placentera mi piel. Utilicé su champú, lo saqué del gabinete y me lo unté para familiarizarme con el aroma masculina que él emanaba.

Peculiar y único, fresco y viejo a la vez; una mezcla de deliciosos y atrayentes olores que me daban un vuelco en el corazón.

De pronto, sentí un toque frío alrededor de mi cintura, mi espalda y mi cuello. Me atrajo a él y me pegó a su duro cuerpo desnudo.

Gemí cuando su lengua pasó de manera perversa por la curva de mi cuello hasta mis hombros. Sus manos acariciaron mis pechos y estiraron de mis pezones para hacerme soltar un ruidoso gemido que llevó mi cabeza hacia atrás.

—No puedo quedarme como espectador mientras te duchas en mi regadera, por primera vez estoy perdiendo la cordura, mujer.

—Creí que estas cosas no eran suficiente para ti.

—Soy un vampiro no un ciego, claro que me encanta apreciar el cuerpo femenino —besó mi hombro—. El tuyo me vuelve loco, quiero tocarlo todo.

Sonreí, agarré una de sus manos y la llevé entre mis piernas. Él no hizo ninguna protesta. Me frotó con delicadeza al principio y me dejé llevar por esos movimientos que me hacían despegar los pies de la tierra.

—Aquí es donde quiero que me toques.

—Mi lugar favorito es tu cuello, pero haré la excepción de tocarte donde tú me lo digas.

Tan pronto como gemí fuerte, Gastón me puso contra la pared, le daba la espalda mientras introducía con violencia sus dedos en mí.

—¡Gastón!

No pude resistirme, grité cuando sus labios se apoderaron de mi espalda, cuando mordió mi hombro sin parar de torturarme con sus dedos.

—¿Quieres venirte?

Su voz gutural perforó mi pecho, bordeé los ojos por las embestidas que solo hacía con sus enormes dedos.

—Sí.

—Dímelo.

—Gastón...

—Dime que quieres venirte o pararé.

Parecía una advertencia maligna que resopló en mi oído. Estaba por detenerse porque para mí era difícil poder articular las palabras, el frenesí no me lo permitía, lo único que podía hacer era gemir sin parar.

Estaba por salir cuando lo obligué a quedarse al apretar mis piernas.

—Quiero venirme, Gastón.

Sus ojos lanzaron un brillo sobrenatural, su expresión llena de lujuria me confirmó que esto lo disfrutaba a su manera.

—Lo que desee mi esposa.

Me obligó a separar más las piernas y tener el acceso para introducir tres dedos. Sentí más intensidad y grosor.

Mi marido no paró de cogerme, era impresionante como podía hacerme venir con solo utilizar los dedos. Escuchaba la vulgaridad que provocaba en el interior de mi vagina por lo mojada que estaba. Me arqueé y sujetó mi cuello con su mano libre para besarme.

Me hizo explotar como un volcán, una erupción despiadada y enorme que me llenó por completo.

Me dio la vuelta y me besó con vehemencia, su lengua me poseía y dejé que me tocara, que me besara a su gusto y que sintiera como mi cuerpo poco a poco se adaptaba a su intenso roce y a ser solo suya.

Era excitante como su tacto dominante tenía la delicadeza de descubrir las partes de mi cuerpo que más me daban placer, y las utilizaba a su favor. No tenía comparación.

Mi respiración fue tornándose normal, por alguna razón Gastón me dejaba exhausta, hasta la sensación de sus dedos dentro de mí seguía presente; su furia sexual derrumbaba mis entrañas.

Entre el agua que caía logré apreciar la maravilla de sus ojos verdes, de su rostro afilado y las irresistibles facciones masculinas. Su perfecto cabello rubio resultó ser más sexi cuando estaba mojado, y apenas sentía la barba que me picaba la piel cuando se acercaba a tocarme o besarme.

No apartó la vista de mí cuando pasé la yema de mis dedos por la marca de su cicatriz en la cueva de su cuello. Me permitió tocarla y él permaneció en total silencio.

—¿Amarías a un monstruo como yo, Maddy?

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