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Capítulo 21. Cruel realidad

Era la una de la mañana cuando vi entrar el Aston Martin. Me moría de sueño y sin embargo, tuve las agallas de levantarme del escalón para enfrentar una vez más a ese desgraciado.

Cuando lo vi salir de la cochera y acercarse me percaté de su atuendo. No llevaba un traje de vestir pulcro, era más bien una vestimenta casual, arrugada y sucia; consistía en unos pantalones descoloridos—que alguna vez fueron de un negro intenso—una playera sin mangas negra, ligera y muy suelta que mostraba mucho de sus músculos duros.

Parpadeé desorientada y me obligué a verlo con ojos furibundos, ignorando los sólidos bíceps y la línea central de sus pectorales.

Se detuvo al inicio de la escalera.

—Madeleine ¿Qué haces despierta?

Su voz sonaba desconcertada.

—Esperándote —en cambio mi voz fue atropellada y con ganas de escupir fuego.

Me miró reticente y su rostro se oscureció al acercarse más. Notó que algo colgaba de mis manos y lo indicó con la cabeza.

—¿Qué es lo que llevas ahí?

—Uno de tus putos pañuelos.

—Cuida el tono con el que me hablas —me amenazó con un dedo.

—¡Te hablo como se me pegue la gana! ¡Asesino!

Le lancé el pañuelo deseaba que se convirtiera en una bala directo a su cráneo, y ni si quiera se molestó en levantarlo del suelo, su mirada letal estaba en mí.

—¿A qué viene tu histeria?

Solté una risa sarcástica, era un bastardo mentiroso y lo fingía muy bien.

—Fuiste tú ¿Cierto?

Su silencio me enfurecía aún más. Ni si quiera se miraba preocupado, temeroso o culpable. Su expresión se mantenía temple y sin ningún remordimiento de sus acciones.

Levantó las manos en señal de desinterés y pasó por mi lado.

—No tengo tiempo para tus dramas.

Bloqueé su paso al ponerme frente a él, se volvió enorme.

—Mataste a mi padre.

Ahora sí, sus ojos me miraron, buscando algo que ni yo misma podía entender. No se inmutó, ningún titubeo a la vista expresó.

—Habla ¿Tú lo mataste?

Ladeó la cabeza con ese silencio sepulcro y las comisuras de sus labios se estiraron para mostrar una macabra sonrisa. Mis uñas se enterraban en la piel de las palmas de mis manos, con el coraje acumulado en la garganta.

—Sí. Yo lo maté.

Casi me caigo de la impresión, mis sospechas fueron confirmadas. Gastón Le Revna mató a mi papá y el muy cínico no iba a decírmelo, se presentó esos días por compromiso, pero él ya sabía toda la verdad.

Me alejé, subí lo que quedaba de escalones y me arriesgué a darle la espalda para no verlo.

—Madeleine.

Entré a la mansión y corrí rumbo a la escalera imperial cuando él me llegó por detrás. Su velocidad era imposible de eludir. Me sujetó por la cintura mientras yo pataleaba en el aire.

—¡No me toques!

—Será mejor que te calmes para explicarte las cosas. Todo tiene una razón de peso.

—No quiero escucharte, no quiero verte ¡Aléjate de mí!

—Madeleine, escúchame...

—¡No lo haré!

Subió la otra mitad que quedaba de las escaleras conmigo pegada a su cuerpo. Me aferré al barandal de acero del pasillo para evitar que me llevara con él. Tiró de mí, pero no iba a ceder tan fácil.

—Tenemos que hablar.

—No tengo nada de qué hablar contigo, asesino.

—Madeleine, estás colmando mi paciencia.

—¡Vete al infierno!

Me sacudió con hostilidad, me giró con tanta facilidad que al verlo, sus ojos brillaban entre las penumbras del pasillo, reflejando una imagen aterradora. El miedo me paralizó hasta que sus colmillos aparecieron.

—No...

Estiró mi cabello hacia atrás para abrir mi cuello y se clavó en mí. Agarré su playera en puños y lo golpeé. Eso no sirvió de nada, fue como invitarlo a que siguiera alimentándose de mí con más furia.

La sensación ardía, me acalambraba y me hacía jadear por la pérdida de mis fuerzas. El cuerpo de Gastón se estremeció, escuchaba como soltaba gemidos mientras succionaba de mi cuello y me apretaba a su cuerpo.

—Ga...Gastón...

Se desprendió de mí, su lengua pasó por mi mandíbula hasta llegar a mis labios y me embarró la boca con mi propia sangre.

—Tu sabor es delicioso —relamió sus labios de manera perversa, sin dejar su rictus serio—. No puedo evitarlo al tenerte tan cerca.

Me besó con voracidad y fue arrastrándome hasta mi habitación. Al entrar me aventó a la cama y solo pude ser consciente de mi vista nublada, todo en mi mente parecía extraño, no conectaba con nada coherente.

Solo miré en destellos como Gastón me auxiliaba.

El mareo me bloqueaba los sentidos.

—A-Asesino.

—Te lo explicaré cuando estés más consciente.

No pude más, cerré mis ojos y perdí la noción del tiempo y de mi consciencia.

════ ∘◦❁◦∘ ════

La atmosfera sombría y oscura gobernaba todavía cuando abrí mis ojos. Me sentía tan agotada y sin fuerzas que muy apenas pude moverme entre las sábanas. La cabeza me martillaba por la intensidad de mi cefalea y lo único que pensaba era que quería salir de este infierno.

Con mucho cuidado me levanté. Busqué mis zapatos y al alzar la mirada regresé a la cama de un respingo al encontrarme en una de las esquinas a Gastón; parado, observándome como un depredador escondido entre la oscuridad que amaba y lo hacía parte de ella.

La imagen era espeluznante.

—Es muy temprano —su ronca voz me dio una sacudida vibrante por todo mi cuerpo—, tienes que escucharme.

—Lo único que me queda claro es que mataste a mi papá.

Gruñó en protesta.

—Por traidor —soltó en un tono que destilaba exasperación.

Parpadeé.

—¿De qué hablas?

Me dolía el cuello, acerqué una de mis manos y tenté de nuevo un parche justo donde me había mordido la primera vez. Solo que, en esta ocasión, el sentir sus colmillos clavados en mi piel no me pareció tan descabellado, hasta pude sentir un ápice de placer por como lo escuchaba gemir y regocijarse al succionar mi sangre.

—Tu padre —remarcó con asco—, como la sanguijuela que siempre fue se encontró con Ledger, y por dinero le dio toda la información sobre ti. No le importaste en absoluto.

A estas alturas no dudaba del hambre que papá tenía por el dinero y sus alcances para obtener siempre más.

—El bastardo saldó su deuda al entregarte a mí y lo liberé. Pero después me buscó para sacarme dinero y yo me negué, no quería hacer tratos con un miserable que no paga sus deudas —dijo en un tono que recriminaba las faltas inaceptables de mi padre—. Le dije que ya no había oportunidad conmigo y que se largara, que ya tenía de él lo que necesitaba.

Tragué saliva.

—¿Cómo encontró a Ledger?

—Mi hermano Ledger está en todas partes y fue mera suerte de que se lo encontrara. Tu padre lo reconoció porque ya lo había visto con anterioridad, hace muchos años. El hombre a quien has visto como tu padre no fue un santo, Maddy. Debía cantidades millonarias de dinero —narró mientras se acercaba a mí—. Le contó mis planes, le habló de ti, sobre cómo detenerme para no cumplir con mi objetivo. Incluso de tu punto débil, Max.

Mis lágrimas salieron sin mi permiso, mi padre era un monstruo cruel, igual o peor que los hermanos Le Revna. No merecía que le llorara, pero me costaba creer que no tuviera corazón para dejarme así sin más en manos de un vampiro y poner en riesgo la vida de Max.

—Mi padre...

—Tu padre es un vil bastardo que no le importó ponerte en garantía desde antes de que nacieras solo para salvar su pellejo. Una rata que solo veía por sí mismo, que traicionó a quien le salvó la vida en muchas ocasiones y apenas tuvo la decencia de pagarme. Por eso lo maté —entrecerró los ojos—, me estorbaba.

Lloré, no me importó que Gastón me viera soltar las lágrimas. Me dolía que mi padre fuera un ser despreciable que nunca amó a sus hijos. Me dolía en el alma enterarme de todo esto, de lo que papá fue capaz solo por la codicia.

Se puso la soga al cuello y Gastón tiró de ella.

—Maddy...

Sus manos me sujetaron las muñecas para destaparme el rostro. Sus ojos intensos y llenos de frialdad me miraban con mucha atención, noté un brillo distinto, nada maligno sino afable.

—Ya no tienes que llorar por él, me tienes a mí.

Negué con mi cabeza.

—Gastón, seamos sinceros... tú no me quieres y yo no te quiero. Estamos solo por el pacto que me obligaron mi papá y tú. Si te dejara con todo botado matarás a mis amigas y a la única familia que me queda, incluso acabarías conmigo, ¿De verdad piensas que me creo eso de que cuento contigo?

Apretó sus labios en una línea de expresión. Se tornó pensativo por unos segundos sin soltar mis muñecas.

—Podemos intentarlo —sugirió con las cejas fruncidas en un dejo de duda—, puedes intentar amarme... y yo haría lo mismo.

Me negué rotundamente. Me alejé y lo dejé en cuclillas frente a la cama.

Me dirigí al cuarto de baño y me detuve de golpe para voltear a verlo.

—Tal vez mi padre fue despreciable, pero eso no quita que fuiste tú quien lo asesinó. Jamás le entregaría mi corazón a un monstruo como tú.

Se dejó venir como una tormenta peligrosa y yo cerré la puerta como escudo. Golpeó la puerta con tanta fuerza que pensé que la derribaría porque un tornillo salió volando de las bisagras. Resistí su ira como pude.

—¡Será mejor que lo aceptes! ¡Estarás atada a este monstruo hasta que ya no me seas útil y te mate!

Sus palabras me acribillaron, fue como haber recibido balas de alto calibre para terminar matándome.

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