Capítulo 17. Vampiro de guerra
Los días continuaron—con aparente normalidad—, seguía con mi rutina en el hospital junto con mis amigas. Nora y Janis parecían más cercanas, aceptando cada vez más mi falso noviazgo con el señor vampiro.
Max continuaba con sus dudas, pero no se inmiscuía en mis asuntos, los respetaba y era lo mejor. Lo que menos quería provocar era que Gastón perdiera los estribos y terminara matando a mi hermano. Por otro lado, Max había logrado su traslado con éxito, consiguió un departamento en el edificio donde vivía antes, dos pisos más arriba y estaba por recibir su coche que dejó en Seattle.
Mi mente se mantenía ocupada entre temas de estudio, clases y servicios en el hospital. Iba revisando mi bitácora cuando fui llamada para atender a un paciente que había llegado y no tenía a nadie quien lo atendiera.
Fui directo al consultorio donde me esperaba el paciente. Llené unos datos del último sujeto que atendí y entré.
—Buenas tardes, soy Madeleine Harrington, estudiante de medicina y voy a encargarme de su consulta.
En cuanto el enorme sujeto me dio la cara un mal presentimiento me atravesó.
Llevaba un traje negro, el cabello oscuro-azulado acomodado hacia atrás y sus ojos azules irradiaban una maldad que se me hizo muy familiar. Este no era cualquier sujeto.
—Hola, Madeleine.
Retrocedí a la puerta.
—Usted no es el paciente...
Me sonrió con malicia, una tétrica sonrisa que podía ahuyentar hasta al más valiente.
—Es más una visita de cortesía
Ese acento, ese porte, joder. Debía estar alucinando.
—¿Quién es usted?
Pasó una mano por su elegante saco oscuro, tomándose el tiempo de marinarme en mi miedo. Mis piernas temblaban de solo pensar lo peor.
—Por tu expresión ya te haces una idea.
Su voz altamente ronca y susurrante me inyectó el terror suficiente para paralizarme.
Hizo una reverencia como si estuviéramos en el siglo pasado y levantó su cabeza para mostrarme otra de sus sonrisas traviesas.
—Mil disculpas por no presentarme como es debido. Soy Ledger Le Revna.
La bitácora se desplomó en el suelo cuando perdí la fuerza en mis manos.
Al intentar salir, de un segundo a otro azotó la puerta para sellarla, conmigo adentro. No quería voltear, no deseaba hacerlo de solo imaginar que me encontraría con esos frívolos ojos que amenazaban con asesinarme en cualquier momento. Me quedé quieta, esperando lo peor.
—Toma esto como una visita amistosa —susurró en mi oreja.
Su voz tenía una vibra seductora, poderosa para atraer a sus víctimas. Me aferré a la puerta, incapaz de hacer un solo movimiento que lo alentara a hacerme daño.
—Dile a mi hermanito que no se saldrá con la suya. Que el vampiro de la guerra también está actuando.
Mi cordura estaba a punto de romperse, solo un estirón más y perdería la razón. La presión en mi cuerpo disminuía. No sabía que tan cerca estaba de mí, pero el frío estremecedor se sentía justo en mi espalda.
—No solo él desea el reino. Dale el mensaje, querida cuñada.
Me olfateaba, esto ya era cosa de ellos, su nariz se pegó a mi nuca y cerré mis ojos, rezando porque no terminara mordiéndome.
—Ya veo porque mi querido hermano te eligió. Vaya sangre.
Una risa malévola sonó de su parte y cuando al fin tuve el valor de enfrentarlo, el consultorio estaba vacío. Llevé una mano al pecho para calmar el ritmo acelerado de mi corazón.
Me dejé caer hasta el suelo e intenté entrar en calma para recomponerme. La tensión filosa del consultorio se esfumó con la presencia de ese ser tan oscuro.
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Después de las clases Max quedó de pasar por mí para ir a cenar. Por obligación le mandé un mensaje a Le Revna para avisarle que estaría con mi hermano y que él me llevaría a su mansión. La lluvia arreció en cuanto llegamos al restaurante y nos sacudimos el exceso de agua en nuestra ropa.
—Joder, bajó la temperatura.
—Ya estoy acostumbrada.
—Vamos, tengo mucha hambre.
Al tomar asiento, Max se quitó su cazadora para acomodarla sobre el respaldo de su silla y se sentó. Sujetó mi mano y la acarició como solía hacerlo cuando las tormentas aparecían y yo me asustaba demasiado.
—¿Ya tienen fecha para la boda?
Lo miré detenidamente, confusa por su pregunta. Ni si quiera tenía tiempo de pensar en eso y más porque no estaba enamorada.
Me encogí de hombros.
—Aún no.
Max intuía muy bien mi incomodidad, algo no le cuadraba.
—¿Desde cuándo empezó todo esto? Me dijiste que papá te vendió con ese sujeto ¿Qué fue lo que sucedió para que te enamoraras hasta el punto de casarte?
Mi agobio era difícil de ocultar, Max no me miraba contenta y por eso se preocupaba. Lo entendía, yo también estaría como él si algo como esto le estuviera sucediendo.
Tenía que fingir como una actriz experta.
—Fue... amor a primera vista.
Eso es mentira, ni si quiera creía esa tontería del amor a primera vista.
—Maddy, sé que me mientes.
—Max —supliqué, con un esfuerzo sobrehumana para no derramar ninguna lágrima que me delatara—, no insistas, voy a casarme con Gastón y punto, me gusta lo suficiente para dar ese paso.
Arqueó una ceja para imponerse.
—¿Estás enamorada?
No podía creer a que grado tenía que mentir para mantener a salvo a las personas que me importan. Gastón era un desgraciado miserable que me ponía en las peores circunstancias. Mi padre ya estaba muerto y ni si quiera le lloré como creí que lo haría.
Mi molestia por él perduraría hasta que me tocara a mí morir.
—Sí.
Mi hermano no tenía ni un pelo de tonto, sabía hasta donde indagar para evitar incomodarme, pero eso no significaba que lo había convencido. Su seriedad por mi compromiso con Gastón le seguía inquietando y algo me decía que esto no lo soltaría hasta quedar cien por ciento seguro.
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Max detuvo su coche frente a las rejas de la entrada. Perchas y Denver se acercaron entre ladridos de advertencia por no dar un paso más.
Miré a mi hermano y me sonrió.
—Este lugar es escalofriante —opinó—, como ese cabrón.
—Descubrí que me encantan los tipos misteriosos —otra mentira para agregar a mi lista y no entrar al paraíso.
Dios, ten piedad de mí.
—Este fin de semana veré a unos amigos, si tienes tiempo háblame para salir.
Asentí muy feliz por eso.
—De acuerdo.
Me incliné en el asiento para abrazarlo. Fue un abrazo duradero donde pude percibir la resistencia de Max. Besó mi sien y acarició mi mejilla para dedicarme una sonrisa forzada; lo conocía muy bien para identificar cuando sonreía genuinamente y cuando era por guardar su verdadero sentir.
—Cuídate, hermana.
Al salir del auto los ladridos de los perros se detuvieron, movieron sus rabos al detectarme y les sonreí. Aunque llevara poco tiempo en este lugar, tenía un amor incondicional por los animales y ellos parecían cómodos conmigo.
—Hola, pequeños demonios —los saludé mientras el portón me daba el acceso para ingresar.
Solo era cuestión de pasar mi rostro por el detector para que la tecnología hiciera lo suyo. Gastón insistió en esto y tuve que obedecerlo antes de que chasqueara sus dedos. Miré a Max que arqueaba las cejas, impresionado.
Puse los ojos en blanco y entré a duras penas, acaricié a los perros y prácticamente fui escoltada por ellos hasta la entrada de la mansión.
Algunos de los trabajadores me recibieron, ya estaban acostumbrándose a mi presencia y de alguna manera eso me inquietaba. No me acostumbraba a tener estas atenciones de personas millonarias.
Me detuve frente a Georgia.
—¿Necesita algo, señorita Madeleine?
Negué con una sonrisa.
—No, gracias. ¿El señor está en casa?
—No, me temo que llegará tarde.
Fruncí las cejas.
—¿Por qué? No me dijo nada —y no es como que me importara, sin embargo me consideraba una amante de la curiosidad y Gastón era un cofre lleno de secretos que me incitaba a rebuscar.
—Es jueves, los jueves... —apartó la mirada hacia el suelo y apretó el trapo oscuro en sus manos, se estaba deteniendo a decirme la verdad—. No estoy autorizada para decirle esas cosas, disculpe.
Si fuera un pez ya habría picado el anzuelo por la curiosidad que me causó el comentario a medias de la mujer frente a mí.
—Georgia, hablamos de mi prometido —la lengua me picaba por esa última palabra—, puedes decírmelo con total confianza.
Me sonrió nerviosa.
—Si el señor Le Revna no se ha tomado el tiempo de contárselo, no voy a adelantarme.
—Pero ¿Qué tiene de malo?
—Espere a que él se lo diga.
Me dio la espalda y me quedé ahí, con las dudas flotando.
Desbloqueando a los del clan Le Revna. Ya conocimos a Gastón💚 y ahora a Ledger💙 el vampiro de guerra.
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