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2. ¿Mendoza o Montiel?

Jonathan

Pasados unos 10 minutos de viaje silencioso, mi curiosidad salió a flote.

— ¿Lograste escuchar algo de lo que pasó? —trate de que no se notara mucho mi desborde de curiosidad y preocupación.

—Calma, calma —trató de infundir en mí algo de tranquilidad, y tal vez funcionó. Me relajé un poco, o eso intenté— estuve todo el tiempo fuera de la casa, pero no me fue difícil escuchar.

Mientras contaba todo lo que había escuchado desde que mamá entro a la casa de los Mendoza hasta que salió, centre mi mirada en las calles que recorríamos sabiendo que estaría tratando de ver mi reacción a sus palabras. Y según lo que me relató, la chica estaba desesperada y su estado de ánimo tenía un fuerte impacto en mamá. Aunque aún no la conozcamos bien, al fin y al cabo, ella es y seguirá siendo su hija, y mi hermana.

—Ya me esperaba que no saliera muy bien, pero es peor de lo que pensé —dije soltando un suspiro algo tembloroso, me daba miedo por como reaccione mi mamá a toda esta situación.

Cuando me fije en las calles por la que transitábamos me di cuenta de que estábamos lejos de nuestra zona —sí, ya se, me la pase mirando por la ventana todo el viaje, pero no estaba prestando atención realmente—.

—Espera, ¿a dónde vamos? —pregunté confundido.

—A eso iba —Albert me miro momentáneamente, y pude ver un brillo en sus ojos, no me había equivocado, tenía una idea.

—Estaba pensando que quizá, de adolescente a otro adolescente —remarcó bastante esas palabras— puedas hablar con ella y quien sabe, aconsejarla tal vez. Que ella vea que la familia está interesada en conocerla, que no va a estar sola en esto y que tampoco pretenden que ella se aleje de los que conoció como sus padres. Ese, amigo mío, es el principal de los dolores de esa chica. Por esa razón me tome el trabajo de traerte hasta acá.

Nos detuvimos frente a una casa de un solo piso. Espero no sonar tan presumido o estirado, pero, hasta la casa de Albert se ve más lujosa, en serio. La casa es bastante normal, enrejada de color azul celeste, con dos ventanas una a cada lado de la puerta, decorada ya con luces navideñas. En realidad, casi toda la ciudad ya estaba decorada, y ya había empezado a oscurecer.

— ¿Estás seguro de esto? —Pregunté un tanto nervioso, de pronto por la espera de conocer a mi hermana, no sé— ¿y si malinterpreta mi visita?

—No lo sé, todo es relativo en la vida hijo, pero si sabes expresarte como es debido ella tal vez considere la propuesta.

En ese justo momento cuatro chicas salieron de la casa, estaban hablando animadas y despidiéndose de una de ellas. Me basto con solo verla una vez para saber que era ella, se veía más linda en persona. Y si, es bajita mucho más que mamá. Se notaba que había estado llorando, pero al parecer había contado con apoyo emocional porque se veía sonriendo y le brillaban los ojos de una manera que jamás había visto. No sé si era mi imaginación o qué, pero me gusto lo que vi.

"Cálmate hombre, estás viendo a tu hermana no a cualquier otra muchacha" Me di varias bofetadas mentales por el curso que estaban tomando mis pensamientos, lo atribuí a los nervios, pero decidí no volver a pensar en eso.

Salí inmediatamente del auto cuando vi que se acercaban a la salida, y notaban la presencia del auto. Las cuatro se quedaron mirándome atónitas, bastante sorprendidas por lo visto, pero al parecer la mirada de mi hermana tenía un matiz más de comprensión, ya sabía quién era y tal vez a que venía. Respire profundo para calmarme y hable.

—Buenas tardes señoritas, mi nombre es Jonathan Montiel, estoy buscando a Emily —les dedique la más encantadora de las sonrisas que podía ofrecerles.

Pero mi mirada estaba fija en ella, en Emily. Era una chica normal, muy linda pero normal, nada extravagante como las que estaba acostumbrado a ver, y mucho más natural sin tantos kilos de maquillaje encima.

—Buenas tardes caballero, mi nombre es Iris —hablo una de las chicas estrechando mi mano como saludo, al parecer era el club de las Hobbits porque todas son igual de bajitas— ella es Eliza —la chica en cuestión me tendió su mano igual que la primera— ella es Sara la mejor amiga de Emily.

Terminó señalando a Emily, y dedicando una sonrisa de oreja a oreja primero a ella luego a mí. Al parecer la reacción de Iris había sorprendido al resto del grupo, pero fue Sara la primera en salir de su asombro.

—Mucho gusto Jonathan, pero creo que nosotras debemos irnos ya, porque es tarde y estamos lejos de nuestras casas, ¿cierto?

—Si —respondieron al unísono las tres chicas, Emily seguía mirándome fijamente, como analizándome de pies a cabeza.

No es que molestara su mirada, todo lo contrario, me daba algo de ánimos a seguir con mi plan improvisado.

Terminaron de despedirse, se abrazaron y empezaron a marcharse, aunque me dio la impresión de que en medio del abrazo Sara le decía algo al oído a Emily, a lo que ella respondió solo con una sonrisa que no llego a reflejarse en sus ojos. Cuando nos quedamos solos, espero dos minutos enteros —sí, los conté— a que sus amigas salieran de su campo de visión. Cuando sucedió volvió a fijar sus ojos en mí, más claros que en la foto, y con un suspiro que no supe identificar me invito a entrar a su casa.

Sé que dije que por fuera se veía normal, pero por dentro era otra cosa. No quiero decir que sea lujosa, solo que tiene una calidez que jamás había sentido, es acogedora y está bien decorada, o hasta donde vi.

Al entrar se llega a lo que supongo es la sala más o menos espaciosa, mirando hacia la pared izquierda hay un sofá color beige de 4 puestos con varios cojines de estampado colorido. En frente hay un multimueble de esos en los que puedes colocar TV, equipo de sonido y algunas otras cosas según el gusto del dueño. En este caso tenían una TV como de 30", un DVD, algunos parlantes, algo que creo es una Xbox 360 y algunos libros en uno de los compartimientos del lado izquierdo. En la pared del lado derecho a la puerta de entrada había otra puerta abierta, al parecer un estudio: había una mesa en el centro de la habitación, a cada lado izquierdo y derecho había un sofá de dos puestos cada uno. Seguida a esta había otra habitación, y en frente de esta se encontraba la cocina, de ahí había un pasillo que continuaba supongo hasta llegar al patio trasero, pasando por el baño y otras dos habitaciones.

Tienen algunas fotos enmarcadas, pero solo me fije en una donde hay una niña de unos 5 años bastante tierna, con un vestido morado y coletas de colores sonriendo ampliamente a la cámara, como si le hubiesen mostrado algo muy gracioso para que riera.

—Espera aquí, ahora vuelvo —me saco de mi distracción y me indico que me sentara en el sofá.

La vi entrar al pasillo, pero no sé a dónde se dirigió exactamente, estaba parcialmente oscuro. Mientras esperaba, mentalmente repasaba lo que le iba a decir, pero me distraje viendo los títulos de los libros que había en el multimueble y me sorprendí: la saga completa de Cazadores de sombras de Casandra Clare, los tres tomos que hay —TMI, TID e incluso la última trilogía completa TDA— Tenía que aceptarlo, sea quien sea el dueño de estos libros tiene muy buen gusto.

Sin darme cuenta, estaba arrodillado frente a los libros a punto de sacar uno cuando una dulce voz me llamo desde atrás. Era ella, y al saber que lo era casi tiro el libro del salto que di de la sorpresa y del tono de su voz.

—Disculpa, ¿te asuste? —su tono era divertido, y se veía que trataba de ocultar una sonrisa, no tengo ningún problema en que se burle de mi reacción mientras me deje verla sonreír. Trate de disimular todo lo que puede.

—No, claro que no, descuida —yo, haciendo el ridículo y con cara de confiado, lo sé porque se echó a reír sin más. Podría acostumbrarme a ella.

—Lo siento, no acostumbro a reírme así de la gente sin conocerla —se disculpó mientras trataba seriamente dejar de reírse.

—No tengo problema con eso —me hizo pasar al estudio.

Ya dentro me indico que me sentara en el sofá del lado izquierdo, vi que en la pared detrás de ella había una pequeña estantería para libros de madera en color negro, a alguien debe gustarle mucho la lectura.

—Tienen buen gusto literario —dije en voz alta sin darme cuenta y sin dejar de mirar la estantería.

— ¿En serio? —Noté la sorpresa en su voz y volví a mirarla a los ojos— son míos, los de la sala y estos.

— ¡Genial! —Le sonreí y me vi complacido al ver que se ruborizaba un poco— también tengo los libros de Casandra Clare, incluyendo los de Magisterium.

Solo me miró fijamente como volviendo a evaluarme mientras asentía lentamente, pensando quizás. Esta chica me distrae mucho, me obligue a salir de esa distracción con 20 bofetadas mentales.

—Pero no es por eso por lo que vine, claro —aclaré.

La sola intención de cambiar de tema la saco de su cavilar, y al saber a qué me refería se tensó, y sin darle la oportunidad de que hablara empecé yo.

—Debes saber que estoy aquí por voluntad propia, mamá no me mando ni nada por el estilo. Es solo que estoy preocupado por como llego a casa después de hablar contigo. Sé que debe ser demasiado sorpresivo toda esta noticia y debe dolerte claro, pero solo quiero pedirte que no tomes una decisión tan a la ligera, ¿sí? Aunque no lo creas a mamá le duele todo esto, perder a papá después a James, y para colmo enterarse que él no era su hijo. Ella solo quiere conocerte y darte nuevas oportunidades, no me mal interpretes no quiere comprar tu cariño con dinero ni nada, eso es algo que quiere ganarse a las buenas. Y tampoco quiere alejarte de tu familia, sabe perfectamente que eso es inimaginable —me detuve en seco, estaba hablando demasiado aprisa, casi que atropelladamente.

Creí que iba a replicar, discutir o a gritarme y echarme a patadas. Pero solo me sonrió, una sonrisa sincera y de aceptación, con lágrimas en los ojos. No pude más que sorprenderme y responderle con una sonrisa nerviosa.

En este momento, deseaba con todo mi corazón que aceptara vivir con nosotros, obviamente por mamá y su tranquilidad, pero también porque quería conocerla, quería verla todos los días, verla sonreír, compartir sus gustos por los libros, ver películas, jugar con ella y hasta estudiar, cosa que ya es rara en mí. Esta vez no fui capaz de contar el tiempo, sé que pasaron varios minutos mirándonos a los ojos, hasta que ella habló.

—Puedes estar tranquilo, no pretendo causar ningún daño emocional a tu... nuestra madre, solo quiero que me den dos días ¿sí? Para estar lista. No es algo que pueda hacer de un día para otro, así que por ahora solo te pido un favor, dile que me disculpe por mi reacción... —hizo una pausa y lo pensó mejor— o mejor no, yo misma me disculpo en persona, pero ¿si puedes decirle que espere dos días?, sino es mucha molestia claro.

Me quede mudo, sin palabras. No sé si entendí mal, pero quiere dos días. ¡Solo dos días! Pero no dijo para que y tampoco rechazo la oferta de mudanza. Espero no equivocarme, porque en mi pecho se encendió una llama pequeña, pero cálida, de esperanza que me hizo sonreír como un pendejo. Si, lo acepto, yo, Jonathan Montiel fui un pendejo. Asentí con la cabeza casi que frenéticamente.

—Claro, yo le doy el mensaje —me levante de mi asiento al ver que ella se levantaba.

—Perdona que no te ofreciera nada. ¿Quieres Agua, jugo, café... algo?

—No gracias —contesté con una amplia sonrisa medio pendeja— ya es tarde y tampoco quiero incomodar. Además, creo salí sin permiso, mamá debe estar buscándome.

Me acompaño hasta la salida, donde Albert me esperaba ansioso por escuchar los resultados de nuestra repentina visita. Le dejé mi tarjeta donde está mi número personal, nos despedimos, pero esta vez me atreví a tomar un poco más de confianza y le di un beso en la mejilla, ella respondió con una amplia sonrisa. Me encanta su sonrisa, lo acepto. Tiene el encanto de los Montiel, eso no se puede negar, de todas formas 20 bofetadas mentales más, solo por si las moscas.

Ya estando de camino a casa, le conté todo a Albert quien no hizo sino aumentar mis sospechas. A menos que los dos seamos igual de tontos, la intención de ella ya estaba clara. Al llegar a casa, Melanie nuestra ama de llaves y como mi segunda madre, me aviso que desde que llego mamá no había salido de su habitación, pero al parecer ya se había dormido mucho más tranquila a cómo llegó, era lo mejor para ella en esta situación.

Me dispuse a hacer lo mismo a pesar de ser temprano, solo eran las 7 de la noche. Así que mientras me entraba el sueño encendí la TV y busqué algo que ver en Netflix, me decidí por una película animada, El extraño mundo de Jack.

Hace mucho no la veo, y esta vez tampoco lo hice realmente. No preste ni cinco de atención, solo podía pensar en lo que me había dicho Emily. Era probable que aceptara venirse a vivir con nosotros, si es así mamá se alegraría de verdad, y tal vez por fin tome unas vacaciones que sé que necesita con urgencia. Pensé en llamar a Pipe mi mejor amigo, pero ya era muy tarde para que viniera a casa, tendrá que esperar hasta mañana.

Después de dos películas y media, a las cuales seguí sin prestar mucha atención, me fui quedando dormido poco a poco, y esa noche soñé con una chica de ojos cafés con una sonrisa tan hermosa como ella misma.

****

Emily

Después de despedirme de Jonathan, me quede como buena boba de pie mirando cómo se alejaba el carro calle arriba. Sinceramente ya no sé qué pensar, su modo de hablar, su expresión, su tono de voz solo me dieron a entender que decía la verdad, y en realidad estaba sorprendida. Demasiado para ser sincera. Hasta que finalmente me llamaron para que entrara, si es que no me iba a quedar a dormir en la terraza. —¿boba yo verdad? — cuando entre ya estaban todos conglomerados en el sofá esperándome, a pesar que estoy casi segura de que escucharon todo desde el cuarto de mis papás, supongo que querían escuchar mi versión de todas formas.

—Bastante guapo el chico —empezó mamá con sus comentarios fuera de lugar como siempre, ya estaba de mejor humor, en realidad ya estaba resignada a verme marchar— pero no se parecen en nada.

Tenía razón, no en lo guapo —bueno si en eso también, es bastante atractivo— sino en lo del parecido. Mientras yo soy trigueña él es blanco, pero no pálido claro, alto —yo chaparra ni Pitufina—, delgado con músculos moderados, cabello castaño, labios rosados y carnosos "señora cállese y controlé esos pensamientos, es mi hermano" me reñí mentalmente.

Si somos diferentes, pero si había algo similar: él tiene los ojos cafés más claros que los míos sí, pero son cafés, tal vez se parece más a su papá que a la mamá. Nuestra mamá, aún no me acostumbro, es muy pronto. Pero obviamente no dije eso en voz alta, solo me limite a decir:

—Sí bueno, creo que tenemos casi el mismo color de ojos, solo que los de él son más claros.

—Lo detallaste bien ¿eh? —Andrés y sus comentarios.

No hizo más que echarse a reír, pero esta vez fue papá el que tomó venganza por mí, le dio un librazo en el brazo a lo que Andrés reacciono quejándose como niña delicada, ni que doliera.

— ¿De qué hablaron? —pregunto papá, con un tono bastante serio hasta para él.

Ahí fue cuando les conté todo, desde que su llegada hasta que se fue, omitiendo algunos detalles como la forma de despedirse, esas cosas me las reservo para mi baúl de los recuerdos.

Después de una breve charla, decían que quizás era buena idea que todos conocieran en persona a la familia Montiel, solo para estar seguros de que estaré en buenas manos.

Si, papá y mamá son un poco desconfiados, porque obvio, son desconocidos hasta ahora. Solo que papá sintió un poco más de desconfianza hacia Jonathan, supongo que por el hecho de ser hombre y ser mayor que yo. En realidad, no quiero ni pensar que se estará imaginando ese señor y ni siquiera he puesto un pie en esa casa.

Cenamos tranquilamente algo ligero: sándwich y jugo de tomate de árbol. A pesar de todo lo que había pasado en este tomentoso día, el ambiente se sentía relajado igual que siempre, aunque en el fondo sabía que todos estábamos preocupados por lo que se venía.

A las 9 de la noche me dispuse a prepararme para dormir, pero recordé que las chicas estuvieron aquí consolándome y yo ni siquiera había llamado para ver si habían llegado enteras a sus casas —que mala amiga soy—. Así que active el Wifi de mi teléfono, y espere a que llegaran los mensajes mientras me cambiaba y cepillaba mis dientes.

Y como era de esperar, sobre todo de ver a mi "hermano mayor", el chat del grupo de nosotras "La mamertez al 100%" —lo sé, somos muy creativas para los nombres— estaba atestado de mensajes. No los leí todos, pero si alcancé a ver algunos que decían algo así:

(Iris) ¡Mi madre! Quiero una foto, en serio, ¿quién la busca?

(Sara) ¡Sucristo! La sorpresa del año. Está más que bueno, menos mal no es mi hermano XD

(Eliza) Que foto, consigan el número más bien, ¿será que Emily ya lo tendrá?

No pude más que reír a carcajadas. Como media hora, hasta que me dolieron los pulmones. Amo a estas desgraciadas y así les conteste.

(Yo) No pues gracias desgraciadas, corriendo les doy su número, y claro yo estoy muy bien no se preocupen .i.

(Sara) No seas envidiosa, solo porque le dedicamos unos cuantos mensajes a tu delicioso hermanito... digo tu... ¡ya me entendieron!

(Yo) ¿Unos cuantos? Más de 200 mensajes no son unos cuantos. 258 para ser exactos. Además, quien sabe de qué babosada estuvieron hablando mientras iban juntas al salir de mi casa.

(Iris) esta celosa porque no es el centro de atención del chat, eso es.

(Eliza) Deja los celos, mañana te regalamos un biberón, pero primero cuenta lo que paso después que nos fuimos.

(Iris y Sara) siiiiii!

(Yo) está bien, pero cálmense, mandare una nota de voz, pero demorará un poco, ¿vale?

(Todas) vale.

Y así terminé contándoles a estas tres locas todo —cuatro si contamos a Manuel que también está en el grupo, pero casi no se reporta—, solo que en este caso no omití nada, quería la opinión de ellas para que me sacaran de mis cavilaciones raras de una buena vez por todas. Y no se hizo esperar las respuestas.

(Iris) ¡OMG!! :O <3 <3 <3

(Sara) ¡Jesús!! (°o°)

(Eliza) ¡Que lindoooo, me enamore! ¡Yo le creo! <3

(Yo) ¡Ombe sean serias! U_U

(Sara) ya, ya, cálmate... yo pienso que debe estar diciendo la verdad. En su situación no cualquiera toma esa iniciativa y menos se expresa de la manera que nos contaste. Se ve que quiere ayudar a su mamá y eso es algo de admirar, o para mí lo es.

(Iris) Totalmente de acuerdo, se ve que el chico quiere hacer todo lo posible por ver menos afectada a su mamá. Además, debe estar haciendo un enorme esfuerzo, recuerda que el perdió al que creía fue su hermano y a su papá en un corto tiempo. Debe dolerle y mucho.

(Eliza) cierto. Además, ya tomaste una decisión, recuérdalo, solo que es difícil y no debes hacerlo sola claro está. Tu familia tiene que apoyarte, y sé que lo hacen, nos quedó bastante claro esta tarde.

Todas tenían razón, especialmente Eliza. Ya la decisión estaba tomada, solo que no estaba preparada aún. Ella me hizo recordar esa conversación. Después de que Sara me dijera que esa era una decisión que debía tomar en familia, llegaron papá y Andrés, así que había llegado la hora de decirles la verdad. Las chicas se quedaron en mi habitación mientras mamá les contaba todo lo que paso, desde que llego hasta que se fue la señora Montiel. Y al parecer, después de que me fui a mi habitación mamá se disculpó por mí, de igual forma eso es algo que debo hacer en persona. Y como era de esperarse, las lágrimas volvieron. Tanto papá como Andrés me abrazaron, aún no podían creer que por mis venas corriera otro tipo de sangre, de otra familia. Cuando nos tranquilizamos, papá fue el que habló primero.

—Cariño, tu madre tiene razón, aunque nos duela debes ir con ella. Es una buena oportunidad para que vivas bien —estaba haciendo un gran esfuerzo por hacerse el fuerte, pero en sus ojos se reflejaba el dolor.

—Pero nos visitas oíste, sino te iré a buscar y te jalare los pies para que te caigas —la amenaza de Andrés me pareció de lo más dulce, y no dejaba de abrazarme mientras sollozaba.

Ya tenía 15 años, pero para mí aún era un niño, el que necesitaba a su hermana mayor, pero tenía que tomar una decisión.

—Claro que los visitaré, jamás dejare de venir, esta va a seguir siendo mi casa, ¿cierto ma?

—Por supuesto cariño, siempre serás bienvenida —me tomo de la mano y me miró fijamente a los ojos resignada y decidida— llámala y pídele un tiempo, dos días siquiera para que te prepares.

Y así fue como se tomó la decisión. Me iré el domingo a una nueva casa, una nueva familia, nuevas costumbres y todo eso me aterraba, solo había una cosa que me tranquilizaba: saber que él iba a estar ahí. Estando en mi cama a oscuras, me entro el sueño. Uno triste, donde se reflejaba la despedida más dolorosa de mi vida, pero era apaciguada por un beso. Uno en la mejilla a modo de despedida, o quizá de bienvenida. Y en el sueño sonreí.

****

Jonathan

Me despertó un olor a café. Delicioso café.

Cuando miré el reloj en la mesita de noche junto a mi cama me asusté, vi que eran las 9:00 am y entraba a clases a las 6 y media. Decir que iba tarde era poco. Me parecía raro que la alarma no sonara, hasta que recordé que era sábado y se me pasó. Amanecí un poco desubicado, de cosa no se me olvidó mi propio nombre ni donde vivo. Sería el colmo.

Antes de bajar a desayunar me di una ducha relajante, y recordé todo el trajín del día anterior. Aunque no todo fue malo y eso a su vez, me hizo recordar que tenía buenas noticias para mamá, si es que aún no se había ido a trabajar. De lunes a viernes se va a las 7 am, pero los sábados se va más tarde. Siempre es relativo, pero casi nunca se iba después de 9, espero este día sea uno de esos "casi nunca". Baje rápidamente las escaleras dejándome llevar directo al comedor guiado por el delicioso aroma del café, y algo más, ¿tostadas quizá?

¡Y bingo! Aún estaba desayunando vestida de forma casual. Bueno, esto si es raro. Fuera de lo normal. Por lo general siempre esta vestida de forma ejecutiva, lista en caso de que la llamen por alguna estupiemergencia —que siempre eran estupideces a mi parecer, por eso el apodo— de la oficina central de los restaurantes.

—Buenos días mamá, ¿cómo estás? —la saludé con un beso en la mejilla y me senté en el asiento justo en frente de ella, igual que siempre.

—Buenos días cariño —me dedico una sonrisa amplia, como hacia cuando estaba emocionada— estoy muy bien gracias por preguntar.

—Me alegro, en serio —y no pude contener mi curiosidad— ¿te vas a tomar el día libre? Solo por curiosidad.

—No —tomo un sorbo de café lentamente, manteniéndome a la expectativa, en serio le gusta hacer eso y es una buena señal, o eso esperaba— me tomare unas vacaciones.

— ¿En serio? —me levanté de un brinco de la emoción, y fui a abrazarla.

—Solo un mes, no te emociones —correspondió mi abrazo y me dio un beso en la frente.

— ¡Es genial! de verdad —esto era increíble, desde que papá murió esta tan enfrascada en el trabajo que solo la veo un día a la semana, e incluso ese día también trabajaba. Desde casa, pero lo hacía.

—Siéntese a desayunar, joven —ordenó Melanie.

Me separe de los brazos de mi madre porque un poder mayor me llamaba, mi desayuno. La señora Melanie, nuestra mucama desde que tengo memoria, es la encargada de los quehaceres de la casa —con algo de ayuda claro, tres chicas que no conozco, solo las he visto de pasada—, y para mi sospecha también se encargaba de vigilarme. Se ocupaba de que tomara las tres comidas al día, que no llegara tarde a casa cuando salía, que hiciera mis tareas. Algo me dice que mamá tiene una niñera infiltrada, aunque son solo sospechas que James y yo teníamos.

Aun así, siempre la quisimos como a una segunda madre porque cuando la nuestra no está la tenemos a ella. Y por lo tanto también nos regañaba, así que más vale que le haga caso. Me levanté y volví a mi asiento, mi desayuno era huevos con tocineta, tostadas con mantequilla de maní, algo de fruta picada —en este caso manzana— para equilibrar un poco la cosa y café con leche. Que delicia.

Terminamos el desayuno en silencio, hasta que recordé a lo que había bajado, no a desayunar principalmente, ¡claro que no! Sino a decirle a mamá lo ocurrido en mí visita furtiva ayer.

—Por cierto, te tengo una noticia —no trate de ocultar mi emoción— una buena por supuesto.

—Qué casualidad, estaba esperando a que desayunaras para darte una también, igual de buena.

—Genial, las damas primero.

—Tan caballeroso. Bueno, las cosas van a ser así: tomaré un mes de vacaciones, tratare seriamente en no contestar llamadas de la sede central, lo prometo. Pero esto lo hago, y no te pongas celoso, porque tu hermana me llamo hace una hora. Acepto mudarse acá y se viene mañana domingo, así que hoy me dedicaré a preparar todo para su estadía aquí, ¿Qué te parece?

—... —literalmente estaba así, sin palabras con los ojos abiertos y casi desorbitados.

Si ya se, de cierta forma lo sabía, pero no me esperaba que fuese tan pronto. Por un lado, estoy celoso, mamá va a tomar vacaciones por ella. Pero, por otro lado, estoy más que contento, conoceré a mi hermana, me refiero a personalmente

— ¿Es en serio? —pude preguntar por fin.

—Sí, totalmente serio y confirmado —se veía alegre, más de lo que la había visto este último año.

— ¡Waw! Es increíble, no pensé que fuese tan pronto. Y sí, estoy un poco celoso, pero descuida se me pasara. O eso espero.

— ¿y tú noticia? —en los ojos se le notaba el brillo de la expectativa, la curiosidad.

—Ah cierto, bueno ya no será tan sorpresiva la noticia –y le conté mi pequeña aventura.

La forma en que conocí a mi hermana, en que hablé con ella por primera vez. Pero me controlé, y oculté para mí ciertos detalles, como el beso. Aquel dulce beso. Recordarle me llenaba de anhelo sin saber porque, pero lo hacía. Cuando lo hice esperaba que me empujara o me abofeteara por mi atrevimiento, pero no fue así. Todo lo contrario, fui bien pagado con una de sus sonrisas que estaban empezando a encantarme —50 patadas mentales por eso, hay que ir aumentando el nivel de reprimendas, sino esto terminara mal, muy mal—.

Y con eso recordé llamar a Pipe, ya era hora de que se enterara de las buenas nuevas. Me despedí de mamá, le deseé algo de suerte y me fui a mi habitación.

— ¿señor cómo me le va? —para cualquiera el tono de voz de mi amigo era normal, pero yo que lo conozco desde los 4 años y sé que está preocupado por mí. No es presumir, pero por algo es mi mejor amigo.

—Ni te imaginas como —deje escapar intencionalmente algo de mi emoción en mi tono para tranquilizarlo — ¿quieres venir a jugar mientras te pongo al día?

—Dame 15 —y colgó.

"Este pendejo ni se despidió, lo acabaré en el baloncesto. Lo que hace el chisme" pensé con un suspiro.

****

Emily

Había hecho planes para salir con mis amigas, e incluso hasta el permiso lo tenía. Pero con el giro de los acontecimientos, decidí pasar este día completo con mi familia como si todo fuese normal, antes de tener que empacar todo e irme.

El pesado de Andrés me despertó a las 7 y media, dándole porrazos a la puerta de mi habitación como si de tumbarla se tratase, igual que siempre. Me fije en la tarjeta de la señora Montiel, y recordé que debía llamarla, así que busque mi teléfono y marque. No fue una gran conversación, solo le dije que había pensado mejor las cosas y que aceptaría mudarme, con la condición de poder venir a casa a pasar unos días de vez en cuando. Aceptó.

Me levante, aproveche que el baño estaba libre y me bañé. Al salir ya estaban todos reunidos en la mesa del comedor —que está en la cocina, por cierto— sirviendo el desayuno. El día de hoy era mi favorito: panqueques dulces con mantequilla, huevos revueltos y café de vainilla. Mi apetito despertó de inmediato. Desayunamos en silencio, al terminar me encargue de lavar la loza y dejar la cocina impecable además de lavar el baño, mientras mi mamá limpiaba la sala y el estudio, y papá y Andrés se encargaban de limpiar sus respectivas habitaciones. A eso de las 2 de la tarde, todos terminamos de hacer el aseo y moríamos de hambre, pero cocinar se tardaría un poco.

—Bueno —todos estábamos acomodándonos en el sofá de la sala cuando mamá salvaje aparece— ¿Quién se ofrece voluntario para cocinar? —pregunto mirándonos con una amplia sonrisa diabólica, es que decía "de esta no se salvan". Pero todos nos hicimos los pendejos.

— ¡Ay! Como me duelen las piernas —dije yo mientras me masajeaba los pies fingiendo dolor.

—Tengo como sueñito —dijo papá con un escandaloso bostezo para reafirmar su posición.

—Yo soy invisible —todos miramos a Andrés, creo que no se le ocurrió más nada que taparse la cara con un cojín.

—Partida de flojos —se quejó mamá agarrando dos cojines— ¿Quieren tragar —golpeo a papá— sin hacer— golpeo a Andrés —nada? —Este fue mi turno— y agradezcan que no les di un golpe por cada sílaba.

Nos echamos a reír todos. Iba a extrañar estos momentos. Las charlas con mamá. Las bromas de Andrés. Las payasadas de papá. Los regaños, las discusiones. Lo bueno y lo malo, porque sin importar los problemas somos una familia unida, y a pesar de que me marcharé pronto lo seguiremos siendo. Mamá se sentó a mi lado en el sofá y me abrazó.

— ¿Qué quieres comer cariño? —me hablo con su voz cariñosa —en vista de que todo estamos cansado por el aseo, y de que tenemos mucha hambre para esperar a que cocinen, ¿Qué tal si mejor pedimos comida a domicilio?

—Siiiiii! —respondimos todos al unísono muy animados.

— ¡Yo quiero pizza! —dijo Andrés.

—Yo quiero arroz chino —dijo papá.

—Nada de "yo quiero", Emily va a elegir.

—Mmh yo quiero... —pensé en algo que les gustara a todos— pollo al estilo KFC.

—Menos mal porque ya lo pedí. Ya viene en camino.

—Siiiiii! —se escuchó una lluvia de aplausos en señal de aprobación.

Mientras llegaba el pedido, veíamos una película en Netflix que elegimos entre todos, tenía que ser comedia porque: a mamá no le gustan las de terror, ni sangrientas ni violentas. A papá no le gustan las de suspenso ni misterio. Y Andrés no le gustan las románticas, así que por descarte quedo esa categoría. Y el resultado fue: Un policía y medio. Tiene algo de acción, pero fue una pequeña excepción.

Pasados 10 minutos llego nuestro pedido, mamá y yo nos encargamos de hacer la repartición de alimentos de la forma más equitativa posible —imposible, ni ella ni yo podemos con las cantidades que tragan esos dos—. Mamá encargo para mi especialmente un combo de alitas picantes, mis favoritas, aunque se pasaron un poco, estaba que botaba humo e hicieron falta sobres de miel.

Terminado nuestro almuerzo, eran las 4 de la tarde. Decidimos que para el resto del día jugaríamos, algo que no hacíamos hace mucho. Escogimos un juego de mesa: Monopolio. Me encanta ese juego, aunque preferiría jugar Uno, el predilecto para nuestras horas de vagancia en la Universidad.

Ya a eso de las 8 de la noche había terminado el juego con mamá en bancarrota, papá en la cárcel, Andrés dueño de algunos bienes y yo multimillonaria dueña de varios hoteles y casas en diferentes zonas. Como dice el comercial televisivo del juego, "El mundo es mío". Nah mentiras, pero si nos habíamos divertido mucho, con las ocurrencias de mamá, los malos chistes de papá, la expresión en el rostro de Andrés cada vez que le tocaba pagar arriendo por caer en mis propiedades.

Tomamos una pequeña merienda, chocolate caliente y galletas de vainilla. Lave la loza que se había ensuciado y termine de organizar la cocina, y al terminar nos volvimos acomodar en el sofá, a ver el capítulo nuevo de una serie que nos estábamos viendo —era ya el fin de la segunda temporada— hasta las 9 de la noche.

Ya a esa hora mamá mando a todo el mundo a dormir. Me di una ducha, aprovechando que nadie se había adueñado del baño aún, cuando salí ya estaba la familia haciendo fila por su turno: me seguía Andrés, después mamá y por último papá.

Me coloqué mi pijama de estrellas moradas, mi color favorito y me senté en la cama, miré detenidamente mi habitación para no olvidar cada detalle: paredes pintadas de morado claro, con algunos portarretratos colgados con fotos de mi familia, mis amigas, de algunas salidas de campo, de fiestas de cumpleaños, de salidas a playa, algunos posters pegados en la pared de doramas o grupos Kpop.

Mi mesita de noche junto a mi cama, desde donde me miraba una joven Martha de 23 años con una beba recién nacida en sus brazos, mamá y yo. Mientras más veía, más añoranza sentía, más triste e indecisa estaba. Sentía ganas de llamar y retractarme en mi decisión, pero sabía que era tarde. No podía hacerle algo así a la señora Montiel, además, mamá estaba de acuerdo.

—Ya es hora de dormir —mamá me sacó de mis cavilaciones dramáticas, estaba asomada en la puerta.

Al ver mi expresión entro y se sentó a mi lado tomando en sus manos las mías y frotándolas para darme ánimos, para no caer ante esta situación.

—No te preocupes por nosotros cariño —hablo con dulzura adivinando mis pensamientos— estaremos bien. Además, siempre puedes venir a quedarte unos días, esta seguirá siendo tu casa y siempre te vamos a querer como nuestra hija, aunque la genética que tanto te gusta no diga lo mismo.

Me reí mientras varias lágrimas caían por mis mejillas.

—Lo se ma, solo que los voy a extrañar mucho.

—Y nosotros a ti corazón —me dio un beso en la frente y limpio mis lágrimas— ya descansa, mañana hay cosas que hacer, hasta mañana, mi amor —se levantó y salió de la habitación.

—Hasta mañana mamá —apagué las luces y me acosté.

Y no las detuve, las lágrimas empezaron a salir sin control, los sollozos empezaron a atorarse en mi garganta.

Lloré hasta quedarme dormida.

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