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12. ¿Hará alguna diferencia?


Jonathan

Después de tantos inconvenientes, por fin acordamos la fecha de nuestro esperado viaje de vacaciones rumbo a la cabaña. Partimos el domingo —dos días después del "funeral" de gala— en la mañana. Nos apretujamos 13 personas en un van de 12 puestos, cualquier otra opción era demasiado grande.

Al llegar nos acomodamos como pudimos, gracias al cielo la cabaña está bien construida, las 5 habitaciones que disponían son bastante grandes así que nos acomodamos parcialmente bien.

— ¡Pido la habitación grande! —exigió Emily entrando a la recamara principal.

— ¿Disculpa? —reprochamos Pipe y yo al unísono.

—Disculpados, pero no lo vuelvan a hacer —contestó sarcásticamente.

— ¡Má! —reclamé su atención— ¿la vas a dejar?

—No seas egoísta —contestó mamá riendo— se caballero y cede la habitación a las chicas.

Y por su culpa nos apiñamos de la siguiente manera: Emily, Sara, Iris y Eliza como buenas amigas que son se adueñaron de la habitación principal por ser la más grande. Los señores Mendoza en la segunda habitación más grande, mamá se las cedió. Albert en la habitación más pequeña, el mismo la eligió. Mamá en una habitación en el centro de la casa, para estar pendiente de todo. Y nosotros, los desplazados por las mujeres, en una habitación no muy grande, nos acomodamos Pipe, Manuel, Andrés y yo. "Esto es guerra" pensé.

Después de media hora salimos a la playa ya listos para zambullirnos. Las chicas ya nos estaban esperando dentro del agua, por lo que decidimos tirarnos encima de ellas como inicio de nuestra venganza.

─ ¡Fuera abajo! ─grité lanzándome hacia Emily.

Y así empezó una batalla campal, llena de intentos de homicidio por ahogamiento salvaje, montadas a caballito forzoso y besos apasionados... Nah eso no, ojalá, pero en público no.

Las vacaciones iban de lujo, mejor de lo que esperaba, nos asoleamos un buen rato, almorzamos, charlábamos entre carcajadas, contamos chistes, hicimos bromas, bastante bullying, en fin, muy buen día. Pero llego la noche y todo fue para... No se si bien, o mal. Mi cabeza me dice que está mal, pero mi corazón me dice todo lo contrario.

Como es ya casi una tradición, cuando oscurece encendemos una hoguera y nos acomodamos alrededor de ella para calentarnos, contamos historias de terror y comemos malvaviscos.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Pipe esperanzado.

—No me digas que ya tienes miedito —dijo Sara con tono entre dulce y burlón— pobrecito el bebé.

—Señora cállese —contestó Pipe con fingida ofensa— tenía la maravillosa idea de ir a caminar bajo la hermosa y resplandeciente luz de la luna... —dijo en tono poético— al bosque... —concluyo con una mirada lúgubre y fantasmal.

—Sí, que gracioso —dije en tono sarcástico.

—Yo me apunto —contestó Emily animadamente.

A pesar que en un principio todos nos opusimos, incluyéndome, no me pude negar a la mirada suplicante de Emily. Accedí. "Sí, soy bien pendejo" pensé. Encontramos 4 linternas, pero somos 7, porque Andrés se reusó completamente a ir, así que toco de a dos.

—Yo voy con Jonathan —dijo Emily— para algo debe servir tener hermano mayor!

—No te vuelvo a complacer en nada —contesté pellizcándola.

—Voy con Sara —dijo Pipe.

— ¡Hágale papi! —contestó ella seductoramente.

—Yo voy con Iris —se apresuró a decir Eliza.

—Bueno ps, me toco for ever alone —dijo Manuel— no se preocupen si ya no sienten mis pisadas, un alíen habrá hecho bien su trabajo.

—Que alíen ni que nada —dije entre risas— más bien pie grande.

—Oh el simio gigante —dijo Emily a mi lado y desato una sonora carcajada grupal, porque ya todos estaban enterados de ese suceso.

Ya adentrados en el bosque, solo se escuchaban las cautelosas pisadas, el constantes y suave murmullo de la naturaleza. Emily y yo íbamos al final de la fila india que habíamos formado, en la cabeza iban Sara y Pipe agarrados de mano, detrás de ellos Manuel y después Iris y Eliza.

Sentí que de un momento a otro Emily empezaba a aminorar el paso, así que me di vuelta para ver qué pasaba, cuando siento que me abraza por la cintura se empina y me da un suave beso en los labios. Fue casi solo un roce, pero para mí fue como presionar un botón de encendido. Mi cuerpo empezaba a iluminarse como árbol de navidad por la emoción y la excitación del momento. Sé que debí pararlo, pero me fue imposible.

La atraje hacia mi abrazándola por su cintura, mientras ella me rodeaba el cuello con sus manos. Nuestros labios se unieron en una sinfonía de placer, sensualidad y deseo si fin, solo limitándonos el tener que separarnos para respirar.

—No debemos —balbuceó Emily en mi boca— hacer esto.

—Tu empezaste —contesté entre jadeos.

—No sigas la corriente —exhaló.

—No puedo evitarlo... —dije y profundicé el beso, apoyándonos en un árbol y pegando aún más nuestros cuerpos.

Sentimos unas pisadas acercándose, por lo que tuvimos que separarnos a regañadientes.

—Johnny —gritaba Pipe iluminando a todas direcciones con su linterna— Em... ¿Dónde se metieron pendejos?

—Acá estamos —grité en respuesta— mi linterna se apagó de un momento a otro —mentí.

Regresamos a la cabaña riéndonos de las ocurrencias de Manuel, ensayando los chistes para hacerle bullying a Andres por miedoso, pero mi mente estaba en otro lugar, en el paraíso. Tenía que decírselo oficialmente, aunque ya lo sepa. Pero no aquí, esperare a llegar a casa. "Aún faltan 3 días más, esto va pa largo."

Emily

Llevábamos ya dos 3 días disfrutando de los hermosos paisajes de esta playa, nuestras aventuras en el bosque y las infinitas ocurrencias de mis amigos. Lastimosamente no todo dura para siempre, ya mañana en la tarde partiríamos de regreso a casa. Con solo ver a mis amigas, ese hecho me parecía genial, aún teníamos vacaciones por delante y sé que seguiremos en nuestras andanzas. Recordé mi conversación de disculpa por ignorarlas durante mi lapso de exclusión social después de haber discutido con Jonathan. Ese recuerdo aún me dolía, pero esa conversación en específico me daba ánimos, me demostraba que había conocido a las mejores amigas del mundo.

(Yo) Hola chicas y Manuel! Siento no haberles contestado antes, ni sus mensajes ni llamadas. Estaba demasiado aturdida y dolida para pensar. Lo siento, y entiendo que estén molestos conmigo.

(S) @Emily No te preocupes por eso, entendemos la situación. Lo siento mucho cariño, ¿necesitas que vallamos a tu casa?

(I) Podemos ir si quieres, yo puedo ir...

(E) yo también...

(M) estoy haciendo una diligencia, pero puedo coger de aquí para allá, no hay problema.

(Yo) son los mejores amigos que puedo tener en la vida, gracias.

(S) Estaremos para ti en las buenas y malas, porque sabemos que tu harías lo mismo por nosotras.

(Yo) Una y mil veces...

Durante esa última noche en la cabaña, no podía dormir por lo que decidí salir a la orilla de la playa a relajarme. Me encanta el paisaje nocturno, la luz de la luna reflejándose en el cuerpo de agua cristalina como un espejo, el vaivén de las olas, el sonido del viento. De cierto modo lo extrañaría, estar lejos del bullicio de la ciudad. Estaba sentada con las rodillas arriba, abrazándolas para protegerme un poco del delicioso frio.

—¿Por qué no estas durmiendo? —preguntó en tono suave y melodioso una voz masculina muy familiar detrás de mí.

—Lo mismo digo, Jonathan —contesté.

—Insomnio —dijo mientras se sentaba a mi lado en la arena— suele pasarme ¿y tú?

—Exactamente igual, aunque también me gusta ver la playa de noche.

Jonathan se levantó de su puesto sin decir nada, pero no gire a mirar por vergüenza, aún recordaba mi desliz de antes de ayer en el bosque. De un momento a otro siento unas fuertes piernas que me rodean, y un par de brazos que me abrazan desde la espalda. Jonathan se había sentado justo detrás de mí, jalando mi cuerpo hacia el de él para quedar semiacostada sobre su pecho. Su rostro estaba en el espacio que hay entre mi cuello y hombro, y me daba pequeños besos que me hacían cosquilla y mandaban una corriente eléctrica por el resto de mi ser.

—¿Qué haces? —dije entrecortadamente.

—Nada —contestó medio ahogado por mi cuello.

—Pueden vernos —dije soltando un pequeño y repentino gemido causado por sus besos y pequeños mordiscos.

Me removí posicionándome a medio lado, mirándolo fijamente a los ojos. No sé qué me impulso a hacerlo, pero eso lo motivo a besarme aún con más pasión contenida en el juego previo en mi cuello.

****

Jonathan

Para conmemorar el ultimo día en la playa, hicimos una especie de fiesta. Hubo algo de trago que trajeron de "contrabando" entre Albert y Pipe, nada fuerte por supuesto, solo cerveza. Colocamos música a todo volumen, bailamos como locos en la playa, jugamos voleibol, y nadamos por última vez.

Ya entrada la tarde partimos de regreso a casa, dejando a cada quien en la suya. Por lo que terminamos llegando casi a las 10 de la noche a la nuestra, último destino. Cansado por el largo viaje y la diversión, fuimos directo a nuestras habitaciones a prepararnos para dormir. Cuando estuve listo, me escabullí en la habitación de Emily, tenía de que decírselo, y aprovecharía ahora para no arrepentirme después. Ya estaba acostada, arropada hasta la altura del pecho, mirando fijamente un punto en el espacio. Estaba pensativa.

Me metí en su cama muy despacio para sorprenderla, pero no funciono. A lo que estuve acomodado se giró a medio lado y me abrazó, posicionando su cabeza en mi axila y su brazo por encima de mi pecho.

—Qué mala costumbre la de usted señor —dijo a modo de regaño— ¿no te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar?

—Si lo hicieron, pero no es necesario —dije en tono burlón— yo vivo aquí.

—¿Y a mí qué? —dijo levantando su mirada hacia mí— es mi habitación, no la tuya, atrevido.

— ¡Pregúntame si me importa! —dije entre risas.

—Oblígame.

Sus palabras y su mirada, me impulsaron a cometer una estupidez. Besarla. Nos devoramos mutuamente hasta quedarnos sin respiración, el deseo y la pasión del beso me motivaron más a confesar.

—Em —dije en voz ahogada— ¡te amo!

Su mirada se clavó en mis ojos, buscando alguna explicación a lo que acababa de decir, pero solo vio sinceridad y mis verdaderos sentimientos de culpa. Estaba estupefacta, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Tienes que irte —se levantó de un salto de la cama y fue directo a la puerta.

La seguí desconcertado, y algo dolido. No quería irme, quería enfrentarla, me quede de pie enfrente de ella, pero no se atrevía a mirarme, mantenía la vista baja.

—Solo dime algo ¿sí? —suplique— lo que sea.

—Solo vete —soltó un sollozo.

Levante impulsivamente su rostro, estaba surcado de lágrimas silenciosas.

—No lo hagas más difícil por favor —dijo en voz baja.

—Solo quiero saberlo, ¿que sientes por mí? —pregunté temeroso de saber la respuesta, pero ya era tarde, ya lo dije.

—Eres mi hermano, nada de lo que diga o sienta importa —contestó con un poco de amargura en su voz.

—Para mí sí importa, solo dímelo —mi voz se quebró.

Lo dudo por un rato, y por fin habló.

—¿Y qué quieres que te diga? ¿qué también te amo? —lloraba desconsoladamente— ps si eso te hace sentir mejor, si lo hago, también te amo. No como debería querer a un hermano, y eso me está matando. Ahora si ya estas feliz, lárgate.

Sus palabras me llenaron de frustración, rabia y depresión. Creí que al saber la verdad sería diferente, y lo es, pero no de la forma que esperaba. La abrace para consolarla, pero termine llorando con ella. Y sentí como dos corazones se hacían polvo por perder toda esperanza de poder estar juntos.

Después de esa noche, me evitaba constantemente. Se sumía en sus lecturas encerrándose en su habitación o en el estudio. Cuando no era así, usaba de excusa una salida con las chicas o una visita a su anterior casa. Pero hacia cualquier cosa por evitarme. Mi desesperación me llevo a llamar por segunda vez a Jessy, concordamos una cita y salimos a pasear a un centro comercial.

— ¿Qué quieres hacer? —pregunté un poco desanimado.

— ¿Te sientes bien? —preguntó con un poco de preocupación en su voz— te veo deprimido.

—Estoy bien, no te preocupes —le di una sonrisa fingida.

Charlamos un buen rato, comimos pizza, vimos una película y jugamos un poco en los carros chocones. Nos sentamos un rato a descansar, en silencio, hasta que su curiosidad ganó.

— ¿Que tienes? —preguntó aún preocupada, mirándome fijamente— sé que estas triste, puedes contarme, confiar en mí.

Su gesto me hizo sentir aun peor, culpable, sentía que la estaba usando para quitarme a Emily de la cabeza. Desvié mis ojos, empezaban a llenarse de lágrimas. La tome de la mano, y la lleve a la azotea, el cielo empezaba tornarse naranja, el atardecer daba paso a la fría noche. Estábamos de pie, uno frente al otro, respiré profundo y hablé.

—Yo... Lo siento mucho —dije tratando de ocultar el nudo que sentía en la garganta— pero no puedo seguir así. No quiero que pienses que te estoy usando o algo por el estilo. Eres una gran chica, en serio, eres hermosa e inteligente. Pero uno nunca decide de quien enamorarse, me hubiese encantado que mi corazón se fijara en ti, pero no lo hizo. Se fijó en otra persona, en quien menos debía hacerlo.

—Te entiendo —contestó afligida— y agradezco tu sinceridad.

Su compresión alivio mi corazón, y libero un poco la tensión contenida en él. Mis lagrima empezaron a correr por mis mejillas, al darse cuenta de eso me abrazó, motivándome a llorar como un bebé. "Qué vergüenza" pensé.

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