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10. Trapitos al sol


Jonathan

Por primera vez en varios días, había podido dormir la noche completa y sin interrupciones de ningún tipo. La compañía de Emily había ahuyentado todos mis temores y pesares nocturnos. Creí que al estar tan cerca de ella, estaría fuera de control, pero al parecer subestimé mi propia fuerza de voluntad. El sonar del teléfono en señal de una llamada entrante me despertó, Emily seguía dulcemente dormida sobre mi abrazo. Su rostro apacible me hacía sonreír, se veía realmente hermosa, pero el tono insistente de llamada me obligo a despertarla.

-Mmmm -me moví un poco para despertarla- teléfono.

-Contesta -susurró aún medio dormida.

-Es tu teléfono.

-Tú estás más cerca... -refunfuño acomodándose en mi pecho.

-Pero te llaman a ti -dije entre risas- párate floja...

-Tons quítate elefante... -dijo sin siquiera moverse.

-Oblígame... -contesté.

Alzo su rostro adormilado para mirarme fijamente a los ojos, me dedico una sonrisa pícara y se subió encima de mí sin quitarme la mirada de encima. Aguante la respiración, conteniendo mis impulsos.

-No puedo respirar -susurré sin aliento.

- ¿Me estás diciendo gorda? -dijo en tono burlón, sentándose a horcajadas

- ¿Yo? -Dije con indignación fingida- ¿cómo crees? ¡Jamás!

El teléfono volvió a sonar, desvió su mirada hacia la mesa de noche situada a mi lado. Alargó la mano para tomarlo, miro detenidamente la pantalla y se alarmó.

-Santa madre del aguacate -dijo con gran sorpresa- es tardísimo...

Se levantó de un salto aplastando mi abdomen, dio varias vueltas en el cuarto sin saber que buscar.

-Eso me dolió -dije sin aliento- ¿qué haces?

-Tengo que ir a la u y ya voy media hora tarde -se metió en su closet- ¡Van a matarme!

Me senté en la cama, estirando mis músculos como siempre hacia cuando dormía bien.

-Por cierto, ¿tu amigo si va a ayudarnos?

-Sí, él debe estar allá desde hace rato, hacer eso lleva su tiemm... -dije bostezando.

- ¿Qué esperas? -Dijo saliendo del closet- largo de aquí, voy a bañarme.

-El baño está ahí -dije en tono burlón señalando la puerta.

-Lárgate -me lanzo un zapato.

-Ya voy, que agresividad mujer -me levante y le saque la lengua.

- ¡Ay! ¡Qué ofendida me siento -dijo dramáticamente con la mano en su pecho- ya vete, chuchu!

Salí riendo a carcajadas de la habitación, fui a la mía para alistarme y acompañarla a la universidad. Presentía que esto iba a ponerse bueno. Le mandé un mensaje a Pipe, sabía que si no le decía iba a enojarse conmigo, es un chismoso de primera clase.

"Señor Finegan, se solicita su presencia dentro de media hora en las instalaciones de la universidad del atlántico, con el fin de presenciar una épica batalla protagonizada por nuestro querido grupo de Hobbits y el ogro amargado de Daniel, porque estoy seguro que él es el responsable de todo este lío. Lo esperamos."

"Já, con eso no se resistirá a ir" pensé. Me bañe rápidamente, pero lo hice bien, me vestí y baje al a la cocina a tomar café, ya me hacía falta.

Después de unos 40 minutos, 700.345 llamadas de Sara, y varias amenazas de muerte por llegar tarde, llegamos a la universidad. Los demás ya estaban esperando fuera de la oficina de la profesora.

- ¡Holis! -saludó Emily con su expresión inocente.

-Media hora tarde desgraciada -dijo Sara enojada- ¿que estabas haciendo?

-Lo siento -contestó haciendo un puchero- me quedé dormida.

-Hola primor -saludo galantemente el tarado de Pipe- te extrañé mucho.

- ¿En serio? -Contestó conmovida- ¿no me digas? ¿Qué quieres? ¡Yo no tengo plata!

-Qué mala eres -dijo entre risas.

- ¿No saben si un tipo medio nerd está dentro? -Pregunté, solo para verificar.

-Si -dijo Iris- llegó temprano, hablo con la profesora y entraron. Desde entonces estamos esperando.

-Perfecto -dije- ya no debe tardar.

-Esperen -dijo Pipe alarmado- ¿y mi show? me prometieron uno.

A lo lejos, bajando las escaleras venía un grupo de 5 chicos, dos de ellos eran Daniel y Carlos, quienes al vernos hicieron un gesto de desagrado.

-Ahí, amigo mío -dijo entusiasmado- viene tu show.

-No entendí -dijo confundido.

- ¿Que hacen ellos aquí? -preguntó Emily.

-La profesora mandó un correo ayer por la tarde -informó Eliza- decía que quería reunirse con todos los de la clase a las 10 en punto, son las 9:50. Llegas medio a tiempo.

****

Emily

Yo creía con todo mi corazón en aquel dicho que decía que, si el día empezaba bien, terminaba bien. ¡Pero no! Empezó de maravilla, el mejor despertar que he tenido en la vida. En los brazos de Jonathan me sentía protegida, amada. Una sensación de calidez me llenaba el cuerpo, limpiando todas esas emociones de culpa y tristeza. Hasta que llegamos a la universidad y a lo lejos, visualizamos el rostro amargado y tosco de Daniel. "¿Qué demonios le sucede a ese hombre conmigo?" pensé irritada. Sí, es posible que este enojado por todo lo que le dije el viernes, pero eso fue recientemente, Su ira, su enfado, su lo-que-sea que tiene contra mí es desde primer o segundo semestre.

Esperábamos pacientemente que la profesora nos diera el veredicto de nuestra nota, y que además nos informara el motivo de su inesperada reunión, aunque nosotros ya sabíamos cuál era. Pasaron de unos 10 minutos, los cuales usamos para charlar de cosas sin importancia donde Pipe era el centro de atención, cosa que le encantó al señor presumido. En resumen, el lugar estaba lleno de habladurías, murmullos y risas. Cuando la profesora por fin salió de su oficina, el silencio cayó sobre todos como un manto de niebla espesa.

-Buenos días jóvenes -dijo con un tono irritado- ¿ya están todos aquí?

-sí... -respondimos todos al unísono.

-Bien -suspiró- el motivo de esta reunión es para informarles que a su compañera Emily Mendoza, aquí presente, le hackearon el correo institucional para cambiar el archivo del proyecto por dos ridículas imágenes.

Se escucharon murmullos y comentarios como: "¿Qué? ¿Quién haría eso?", "Cuanto odio", "Ohh, que vaina barra", todos espantados o sorprendidos por lo ocurrido.

-Por lo tanto, ella y todo su grupo había perdido la materia -continuó la maestra- esta mañana, un experto en informática rastreo el IP de la computadora desde la cual se realizó el cambio, y solo es cuestión de dos minutos para que salga y me diga el nombre del responsable. Así que, solo quiero darle la oportunidad de que se confiese, aquí delante de todos, y no habrá ninguna represalia contra él o ella. De lo contrario, me veré obligada a llevarlo directo a bienestar universitario, donde es posible que se vea expulsado de la universidad.

Un murmullo de alarma se propagó, todos se veían nerviosos y asustados. Una expulsión no era algo muy agradable. Tal vez en el colegio era solo tener que repetir ese año escolar, pero en la universidad era echar a la basura todo lo que llevabas en la carrera, además de no poder regresar a esa universidad en específico. Algo que, si me fije, fue la cara de terror puro en el rostro de Carlos, quien miraba insistentemente a Daniel, casi suplicante al borde de las lágrimas.

-Según mi reloj, solo faltan 30 segundos para que sepamos quienes el responsable -advirtió la profesora- ¿necesitan algún incentivo más para confesar?

Fue algo sorpresivo para todos, incluso para el mismo. Carlos alzo la mano, pidiendo la palabra.

-Profe, yo... -balbuceó.

-Carlos, ¿qué haces? -preguntó Daniel con sonrisa fingida, sus ojos reflejaban un pánico increíble.

-Estoy haciendo lo que sé que es correcto -dijo fijando una mirada asesina en su amigo- Siempre hago lo que dices, y ya me cansé de eso. Y no voy a arriesgar mi carrera por tu estúpido rencor sin sentido hacia Emily.

El silencio reinaba, todos estaban expectantes a lo que pasaría, Daniel estaba mudo, pero temblaba ligeramente.

-La semana pasada Daniel me pidió que llamara a mi primo, es ingeniero de sistemas -relató Carlos frenéticamente- lo hice, y le pagó para que cambiara el proyecto de ellos por otra cosa. Lo hicieron desde mi computador, pero se lo juro que no sabía que quería hacer eso hasta que le pagó. Me opuse, pero no me hizo caso.

Sus lágrimas caían sin cesar por sus mejillas, su arrepentimiento era natural, hacia creíble su inocencia, pero yo siempre tengo mis dudas respecto a esos dos, y más después de esto.

-De acuerdo -dijo la profesora- Daniel, ¿no tienes nada que decir?

-Carlos dice la verdad -dijo con la mirada baja- yo lo hice, él no tiene nada que ver, solo me paso el contacto.

-Me parece admirable que quieras evitar el castigo de tu amigo -contestó la maestra un poco sorprendida- pero el castigo será igual para los dos, los veré el próximo semestre.

- ¿Que? pero profe... -intervino Carlos.

-Agradezcan que no los llevo a bienestar, el castigo sería peor -interrumpió la profesora- además, es ilegal lo que hicieron.

-Pero... -se quejó Daniel.

- ¿Pero? -dijo Jonathan, acercándose lentamente a Daniel- tu menos que nadie debería quejarse. El castigo es demasiado suave para lo que hiciste, a menos que quieras tener uno que de verdad pese. ¿Quieres una sugerencia? Una reunión con mis abogados, porque puedo demandarte.

- ¿Quién rayos eres para amenazarme? -se defendió Daniel con ira renovada.

-Nadie importante -dijo Jonathan- solo alguien que defiende a sus amigos, y tú te metiste con 5 de ellos.

-No me digas, señor defensor de los pobres.

-Puede ser -Jonathan hizo un gesto indiferente, ya estaba justo en frente de Daniel- solo dime algo, ¿qué tienes en contra de Emily? ¿Porque tanto odio hacia ellos?

-A ti que te importa -titubeó.

-No me digas -Jonathan sonreía con sorpresa fingida- ¡ya se! ¿Estás tan enamorado de ella que te da rabia que te ignore desde primer semestre, por eso le haces la vida imposible, cierto?

Todos estaban sorprendidos por el giro inesperado que había tomado la reunión, hasta la profesora contenía la respiración de la impresión. Yo en lo personal, no podía decir ni media palabra, era absurdo que lo que decía Jonathan fuese verdad. Pero la forma en la que me miro Daniel, tan asustado y arrepentido, molesto y sorprendido, me lo confirmo. Salió corriendo sin mirar hacia atrás, dejando un grupo de entretenidos espectadores a mitad de la historia.

-Yo voy con el -anuncio Carlos y salió detrás de su amigo.

Nadie era capaz si quiera de parpadear para no romper el basto silencio que había caído con la huida de Daniel, todos miraban como se iba alejando por los pasillos hasta quedar fuera de vista, después se fijaron en mí. Más de 20 pares de ojos pendientes en mis movimientos, con una expresión pasmada de asombro y totalmente confundida.

-Bueno -Pipe rompió el silencio- eso fue entretenido.

Todos rompieron en risas.

-Eso es todo jóvenes, que tengan buenas vacaciones -se despidió la profesora.

Todos menos nosotros se iban marchando lentamente, conversando entre ellos y mirando fugazmente hacia mí, obviamente discutiendo las posibilidades de que lo que dijo Jonathan fuese cierto. Incluso, algunas de ellas miraban con admiración y algo más a mi hermano. Eso no me gustó.

-Profe disculpe -dijo Sara- ¿cómo queda nuestra nota ahora?

-Revisaré el proyecto y cambiaré la nota, no se preocupen -dijo con una sonrisa- se demorará un poco el cambio, pero se hará.

Agradecimos aliviados, nos dependimos y fuimos saliendo de la universidad en silencio. Estaba pensativa, no podía sacarme de la cabeza la discusión entre ellos dos. Seguía pareciéndome absurdo que algo así este pasando, él siempre me odio, no lo contrario. Me distraje por un momento, absorta en mis pensamientos, tanto así que no me di cuenta que habíamos salido del campus, y que Jonathan se había plantado frente a mí hasta que me choqué con él.

-Lo siento, no te vi -dije sobando mi frente.

-Lo sé -dijo riéndose- ¿en qué piensas?

-Pues -suspiré- que no me esperaba algo así. ¿De verdad lo crees?

-De verdad si -dijo con gesto irritado- se le nota.

Sonreí ante su gesto, se veía adorable, ¿Estaba celoso?

- ¿Celoso hermanito? -contuve una risotada.

-Claro que si -me miró fijamente- nadie se puede enamorar de mi hermana sin mi permiso.

- ¡Ay! tan lindo -dije con fingida conmoción- hasta pareces psicópata.

- ¿A sí? ya veremos quién es el psicópata cuando lleguemos a la casa -se fue alejando poco a poco hacia los demás.

-Uy que miedo -contesté siguiendo sus pasos.

Aprovechamos que ninguno había desayunado, para salir a comer. Charlamos dejando a un lado todo lo acontecido, pero celebramos que el problema había sido resuelto y todas nuestras materias serian aprobadas, porque teníamos mucha fe en nuestro trabajo.

****

Jonathan

Llegamos a casa a medio día, le contamos a mamá todo lo sucedido, incluso la posibilidad de que el idiota este enamorado de verdad de Emily. Solo pensarlo me hacía hervir de ira, por haber escogido a Emily y por tratarla de la manera en la que siempre lo ha hecho. Los hombres que tal y como él hace, fastidian a las chicas que les gustan solo por atraer su atención son basura, siempre lo he pensado. No tiene ninguna lógica, ningún sentido.

- ¿Están seguros que solo eso será suficiente? -pregunto mamá preocupada.

-Sí creo -contestó Emily confiada- no se atreverá a meterse conmigo de nuevo.

-Genial -dijo mama sonriendo- les informo que, el viernes hay un evento social donde daremos la noticia de tu llegada, así que tendremos que aplazar un par de días el viaje.

-No hay problema -dije.

Vagamos el resto del día: vimos un poco te TV, almorzamos, jugamos Uno por dos horas y cuando ya hubo bajado el sol salimos a nadar. Podía hacerlo, si ya dormí con ella y no pasó nada, ¿por qué debería pasar algo por verla en vestido de baño? ¿Cierto? Además, ya lo había hecho una vez, aunque casi me sangra la nariz.

Pues, hable muy pronto. Usaba el mismo vestido de baño que esa vez, pero yo la veía diferente, ya no lo hacía con los ojos sino con el corazón. Se veía hermosa, dulce y tranquila, una diosa encarnada, la perfección en persona. Oculte mi reacción lanzándome de clavado en la piscina, no quería que se diera cuenta del efecto que causaba en mí.

Nadamos hasta que nuestra piel se arrugo, bromeábamos con ello diciendo que éramos unos viejitos de 80 años, caminando encorvados, lentos y fingiendo tener bastones. Nos cambiamos y encontramos nuevamente en la cocina, le dimos la noche libre a Melanie porque queríamos aventurarnos en el arte de cocinar. Oh bueno, quería yo intentar cocinar, ella ya sabía, y se burlaría de mi al verme meter la pata una y otra vez, Y no me molestaba saber eso, todo lo contrario, me encantaba hacerla reír a carcajadas, su risa era música para mis oídos.

-Bueno, haremos lo más fácil que se me puede ocurrir hacer -dijo Emily con una amplia sonrisa- sándwich.

- ¡Waw! que difícil suena -dije con fingida sorpresa- me enseñaras como colocar mortadela encima de dos rebanadas de pan, suena muy complicado.

-Ya veremos si seguirás diciendo lo mismo.

Imite todos sus movimientos, incluso en los que movía el trasero para ver como lo hacía yo. Estaba tratando de contenerme todo lo que podía, concentrándome en su risa y el hacer el bendito sándwich. Ella tenía razón, es más difícil de lo que creí. Mientras el de ella tenía lechuga, tomate, poca cebolla, mortadela, queso, mantequilla y salsa tártara bien acomodado entre dos rebanadas de pan almohadilla, el mío se veía como la torre de Pisa: inestable e inclinada. Lo peor de todo era que teníamos las mismas proporciones, pero la presentación era imposiblemente diferente. Me sentí un poco frustrado por no poder hacer siquiera un simple sándwich, pero esa sensación se esfumó al verla reír a carcajadas. Se reía tanto que se apretaba el estómago con una mano y tapaba la boca con la otra. Estaba roja de la risa, literalmente.

Cuando por fin pudo respirar, arreglo mi remedo de sándwich y nos acomodamos en el sofá de la sala a ver películas de acción hasta entrada la noche. Nos fuimos esta vez para mi habitación, nos acostamos en la cama uno al lado del otro mirando el techo.

- ¿Puedo preguntarte algo un tanto personal? -preguntó un poco nerviosa.

-Sí, claro -conteste con suma curiosidad.

-Esa chica, Jessy, ¿es tu novia?

De reojo vi que permanecía con los ojos cerrados apretados, mordiéndose el labio inferior, esperando una respuesta.

-Pues que te digo -dije manteniendo el suspenso- ella se me declaro y todo, pero... No, no somos novios.

- ¿Pero sientes algo por ella? -dejo escapar un deje de emoción contenida.

-En realidad no -la vi sonreír y suspirar de alivio.

Me acomode sobre mi costado quedando frente a ella, y ella imitó mis movimientos. Nos miramos fijamente por un rato, en silencio. Me gustan sus ojos, sus pómulos finos, sus mejillas sonrosadas y sus labios. Carraspee para aclarar mi mente.

- ¿Porque tanto interés? -dije con la voz un poco ronca.

-Solo curiosidad -dijo encogiéndose los hombros.

-De acuerdo -dije sonriendo- entonces es mi turno, ¿te gusta alguien?

Mi pregunta la sorprendió un poco, se quedó pensativa.

-Pues de gustarme alguien... no -sentí un alivio correr mi cuerpo- mamá una vez me enseño que, gustar es muy diferente a amar -su aclaración produjo un escalofrío terrible.

- ¿Eso significa que...? -dije ardiendo de curiosidad y celos.

-Eso significa que, tal vez, solo y remotamente tal vez, esté enamorada de alguien -sonrió.

Había sentido celos carcomiendo mis entrañas, pero había algo en su mirada, en el brillo de sus ojos, en su sonrisa reluciente que me impedía sentirme así. En cambio, había una sensación recorriendo mi espina dorsal, una corriente de calor que incendiaba todo mi cuerpo a su paso. Mi autocontrol fue asesinado a sangre fría, reemplazado por una desesperación que me asfixiaba. Mis manos acariciaban sus mejillas suavemente, recorriendo cada centímetro de su rostro con mis dedos, la tomé por la cintura y atraje pegándola a mi cuerpo. Dio un respingo de sorpresa sin impedir lo que hacía, me miraba expectante, con los labios entreabiertos y respirando con dificultad. Sin poder evitarlo, acerqué mi rostro al suyo lentamente, respirando su olor, sintiendo el calor que emana de su cuerpo.

Solo bastó un pequeño roce con sus labios, para que la poca voluntad que me quedaba se desvaneciera. La besé, un profundo pero suave beso. Todo mi estrés, mis ganas contenidas, mi desesperación comprimida fueron liberadas como una bomba. Sus labios se sentían más suaves de lo que fantaseé, su sabor dulce como la miel. Correspondió totalmente a mi beso, intensificándose cada vez más. Nuestras lenguas se encontraban en una melodiosa danza de amor y pasión desenfrenada. Mis manos viajaron de su rostro a su espalda, acariciando cada detalle de su ser, primero por encima de su blusa y luego por debajo de ella.

En nuestro beso descontrolado nos removimos placenteramente en la cama, subiéndola a mi cuerpo, abrazando mis caderas con sus esbeltas piernas y acunando mi rostro con sus manos. Las mías seguían recorriendo su espalda, sin atreverme a más. Me giré sobre ella, soltó un gemido de sorpresa y placer. Me besaba apasionadamente, sonriendo sobre mi boca. Recorrí su cuello con besos y pequeños mordiscos hasta su clavícula, sabiendo que si bajaba un poco más no habría marcha atrás. Regresé a su boca, comiéndonos el uno al otro como si no hubiese un mañana. "Sus labios son mi condena, su lengua mi castigo y su sabor mi perdición." pensé.

****

Emily

Mi mente aún se esforzaba por asimilar lo que había ocurrido. Mi corazón latía a mil por segundo rebosante de felicidad, sabiendo que mis sentimientos si eran correspondidos. Nuestros besos duraron lo que me pareció una dulce eternidad, separándonos entre veces para tomar aire. Nuestros labios levemente hinchados y rojos por la pasión desbocada dolían solo un poco, un dolor que me recordaba el placer jamás sentido. La prueba de que en mi pecho se concentra un sentimiento tan grande, que nunca creí sentirlo por nadie, y en poco tiempo menos.

Me desperté temprano, algo inusual en mí, sobre todo habiendo dormido tan poco. Salí de la cama sin despertarlo, y fui a mi habitación. Me duché y quité los restos de la somnolencia que cubría mis parpados.

Baje lentamente las escaleras dirigiéndome a la cocina, para ir en busca de mi primera taza de café del día. Al estar cerca del comedor sentí voces, una la identifiqué inmediatamente, era mi madre. La otra me era desconocida, una gruesa y potente voz masculina, un tanto añejada por la edad. Iba a devolverme, no quería interrumpir una conversación importante por error, pero escuche algo que llamo mi atención.

-... No fue un accidente -decía el hombre con firmeza y convicción.

- ¿Está totalmente seguro? -decía madre intranquila.

-Totalmente -aseguró- su esposo pagó a aquella enfermera para que se hiciera el cambio.

Aquellas palabras retumbaron en mis tímpanos, como un zumbido ensordecedor. Instintivamente salí corriendo directo a mi habitación, llegué sin aliento, sentía que me asfixiaba. Agarré mi bolso de mano y guardé mi celular, cargador, audífonos y mi cartera. Quería salir de allí, hablar con alguien, con mi mamá. Necesitaba su consuelo, sus palabras, la necesitaba a ella. Como ya era costumbre, Jonathan entro en mi habitación y al verme en ese estado su semblante sonriente, se llenó de preocupación. Se acercó a zancadas a mí y trató de abrazarme, pero le rehuí.

- ¿Que tienes? -Preguntó dolido- ¿qué pasó, porque estas así?

-Nada -contesté conteniendo el llanto.

-No te creo -dijo interponiéndose entre la puerta y yo- estas pálida e irritada.

-Eso no te importa -dije un poco molesta- permiso, voy a salir.

-Claro que me importa, tú me importas.

-Oh no, claro que no -dije soltando lagrimas a raudales- aquí a nadie le importo.

Lo hice a un lado saliendo de la habitación, el seguía mis pasos rápidamente. Me alcanzo en la sala.

-Espera, ¿porque estas así? ¿Cómo que aquí a nadie le importas? ¿De dónde sacas eso?

Al escuchar nuestra discusión, tanto mi madre como aquel hombre salieron a ver que sucedía.

-Pregúntale a ellos, te dirán todo -los señale, sorprendiendo a Jonathan que no había notado la presencia del desconocido.

- ¿De qué hablas? -Preguntó molesto- Obviamente mi madre se preocupa por ti, por algo te trajo.

- ¿Disculpa? -Dije con calma asesina- ¿por algo me trajo aquí? Claro, ya entiendo, ¿ese algo es solo para dar noticia en la farándula, que los focos de los periodistas se centren en ustedes cierto? La gran familia Montiel, con un nuevo integrante. ¿Saben qué? No me voy a prestar para ser su payaso de circo.

Salí de la casa dando un portazo, dejando atrás a un muy sorprendido, herido y arrepentido Jonathan. Sin mencionar la expresión de profundo dolor en el rostro de mi madre, quien se dio cuenta que yo había escuchado su conversación y sabía la verdad. Aún no está segura si ella ya lo sabía o apenas se enteraba, pero al escuchar eso no pude evitar sentirme despreciada, rechazada por mi propia familia. Me enojé tanto que no controle mis acciones. Tal vez me pasé un poco, pero no compensa el dolor que me hacían sentir.

****

Daniel

Cuando me gradúe del bachillerato con mención de honor y medallas a la excelencia académica, estaba entusiasmado con ingresar a la universidad. Sería un nuevo comienzo, donde tenía nuevas oportunidades. Podía conseguir amigos, podría tener novia quizá, podría hacer lo que no logre hacer en la escuela por estar concentrado en superar las expectativas de papá. Muchos creen que ser hijo de profesores es genial, aprendes mejor, tienen preferencias contigo, no te rajan en las pruebas, pero no saben que todo es mentira. Mi padre es biólogo egresado de la universidad del Atlántico, y da clases allá. Siempre he sido su sombra, todos esperan que sea igual de inteligente, igual de galán, igual de profesional. Pero yo solo quiero vivir mi vida, y aun así ingrese a estudiar en la misma institución y a la misma carrera que el ejerce.

Al principio pensé que era el peor error de mi vida, que sería un desperdicio, que esto no me gustará. Hasta que la vi el primer día de las inducciones. Había una linda chica trigueña de ojos cafés, alejada del resto y solitaria. Su expresión distante y su mirada melancólica me hicieron creer que era como yo, sin amigos en busca de una nueva oportunidad. Decidí acercarme a ella, y dar el primer paso.

-Hola, disculpa -saludé nervioso- ¿eres nueva?

-Sí, soy nueva y voy a estudiar Biología -dijo sonriente.

Esa fue una señal, su sonrisa dulce, su rostro cálido me inspiraban sensaciones que no había sentido. Además, estudiara lo mismo que yo. "El destino quiere vernos juntos" había pensado. Hablamos un rato, caminábamos por los pasillos recorriendo la universidad conociéndola más a fondo. Esa noche no pude dejar de pensar en ella, en la chica que en una sola tarde había robado mi corazón y me había infundido nuevas ganas de ser el mejor, de estudiar esta carrera. Esa noche soñé con Emily.

Toda la semana de inducción, 4 días en realidad de lunes a jueves, estuvimos juntos caminado, conociendo, averiguando cosas de la universidad y sus instalaciones. Y cada vez me daba cuenta que, era la chica que buscaba. Jamás pensé enamorarme tan rápido, pero ella logro eso y mucho más. La espera de la semana de inicio oficial de clases se me hacía muy larga, había esperado 4 días enteros para poder verla, desde el mismo jueves que nos separamos hasta el martes por la mañana que entrabamos a clases después de un puente festivo.

Esperaba con tantas ansias el saludarla, que al verla me acerque rápidamente.

-Hola Emily ¿cómo estás? -estaba rebosante de emoción.

-Hola -dijo, con total calma- ella es Sara. Sara él es... un amigo que conocí en la inducción.

"Un amigo que conocí en inducción" esas palabras rompieron algo más que mi corazón. 4 días hablando, 4 días conociendo la universidad juntos, 4 días compartiendo nuestra soledad, 4 días en los que no fue capaz de aprenderse mi nombre. Sin decir más nada, me fui del lugar, me encerré en el baño y jamás pensaba salir. Me dolía el pecho, mis ojos quemaban y sentía una ira fluyendo desde lo más profundo de mí ser. Ella pagará por esto.

Salí del cubículo en el que estaba y choqué con un chico, más o menos de mi estura, de tez blanca y cabello negro.

-Disculpa no te vi -dijo apresuradamente- ¿eres nuevo?

-Sí, soy nuevo -dije indiferente, acercándome al lavamanos.

-Que bien, yo también lo soy -dijo emocionado.

-Hasta luego -dije y empecé a salir del baño.

El chico seguía mis pasos, ya me estaba poniendo nervioso. Me giré sobre mis talones y lo encaré, no estaba de humor para intensos como él.

- ¿Puedo ayudarte? -dije irritado.

-Sí, algo así -dijo nervioso- lo que pasa es que no pude venir a la semana de inducción, así que no conozco la universidad. Mucho gusto, mi nombre es Carlos -estrecho mi mano- estudiaré Biología.

- ¿En serio? -Dije con sorpresa- yo también.

-Genial -dijo sonriendo- podrías enseñarme la u, mi papa había quedado en hacerlo, pero tuvo que ir a una reunión de profesores hace un rato.

- ¿Tu papá es profesor? -ahora si estaba sorprendido- ¿aquí?

-Sí, ¿por qué?

-Porque mi papá también lo es.

Desde ese día encontré a un amigo, uno que comparte ciertos pesares, sobre todo el vivir bajo la sombra de alguien más. Con el tiempo aprendió a odiar tanto como yo a una linda chica trigueña de ojos cafés, a quien nunca perdonaré su indiferencia, y a la que no he podido olvidar por más que lo deseara e intentara.

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