𝒯𝑒 𝓆𝓊𝒾𝑒𝓇𝑜
31 de octubre de 1981
James no sabe como demonios se pone un disfraz de calabaza. De verdad, ha mirado el dibujo ya cinco veces, ha mirado a su hija y sabe perfectamente que hay algo que no termina de encajar. Quizá porque el gorro se le mete hasta los ojos y la pobre no ve ni por donde anda o quizá son las medias negras que Sirius había comprado, que le estaban tan grandes que él también entraría ahí. Bueno, está exagerando con lo de las medias, solo entra Atria, pero es probable que le valgan durante un par de años.
No sabe qué es, pero Atria está horrible con ese disfraz que le ha comprado Peter, la verdad. No tiene ninguna forma de calabaza y Sirius está a punto de llegar para recogerla y la llevará con Remus a coger caramelos y...
—No parezco una cabalaza, papá —dice la niña, mirándose al espejo y James no puede evitar sonreír.
—Calabaza, Atria, y la verdad es que no, no lo pareces.
—Eso he dicho, cabalaza. ¿Por qué es tan feo?
—Pregunta al tío Peter de donde lo ha sacado, cariño, porque yo tampoco lo entiendo, ¿quieres que te lo arregle?
La niña asiente con energía, sabiendo que eso significa magia y James saca la varita para mejorar el disfraz. Un encantamiento por aquí, otro por allá, uno más aquí y... Atria está lista y chillando y salta contenta por su habitación porque, por fin, parece una calabaza.
—Me encantas cuando estás con los niños —Lily se asoma, con Harry en brazos que se quiere bajar y le tiene que poner en el suelo antes de que se lance directamente él y se abra la cabeza o algo peor.
James no puede evitar sonreír al ver a su esposa, que le sonríe desde el marco de la puerta. Su esposa, porque se han casado. Y tienen dos hijos. ¿Cómo ha podido tener tanta suerte? Así que deja la varita en la cama de Atria, se acerca a Lily y la levanta del suelo, a lo que Lily ríe. Tanto Harry como Atria aplauden desde el suelo de la habitación y Harry empieza a hablar en su idioma, así que los dos adultos ríen, abrazados, mientras que su hermana le contesta.
Esos son los momentos en los que James no echa de menos estar en el centro de la acción, pero cuando Sirius viene a buscar a Atria sí que lo echa de menos.
—¿Y por qué no viene Harry? —Atria vuelve a insistir y James se agacha para poder mirarla a los ojos.
Tiene que levantarle primero el gorro verde que serían las hojas de la calabaza porque, de nuevo, le tapan los ojos verdes.
—Harry es todavía pequeño, Atria, no aguantaría toda la noche andando.
—¡Pero tío Sirius le puede llevar en brazos! —se queja ella y entonces Lily es la que se agacha.
—Y si tío Sirius le lleva en brazos tendréis que volver antes —dice Lily y Atria se cruza de brazos.
—¡Yo quiero que Harry venga!
Y, para demostrarlo, va a por él. Harry la sigue, claro, de la mano y con pasos algo tambaleantes porque Atria va demasiado rápido para él, pero al pequeño niño no le importa, solo se ríe mientras andan y Sirius se ríe.
—Venga, nos lo podemos llevar también, tendréis una noche tranquila los dos solos —sugiere él, pero tanto Lily como James niegan.
Sirius sabe lo de la profecía, que puede ir sobre Harry. Sabe el peligro que corre si le sacan de la casa y no pueden dejarle, porque si Voldemort aparece poco va a importar quien esté con Harry, si le ha elegido a él todos los que estén cerca estarán muertos. Y James y Lily no van a permitir que sus amigos mueran por su hijo.
—¡Harry viene, Harry viene! —chilla Atria, que no se ha dado cuenta de como sus padres negaban y ahora salta con Harry.
—Atria, cariño —James es suave cuando la coge en brazos y ella se ríe.
—Hola papi —la niña sonríe y, de verdad, James está a punto de decir que Harry puede ir—. ¿Puede ir Harry de caramedio?
—Caramelo, Atria —le dice James y ve la oportunidad, tiene que decirle que no aunque le esté costando por cómo le miran esos ojos verdes y esa sonrisa que, definitivamente, es suya—. Harry no puede ir porque no tiene disfraz.
—¡Yo le dejo el mío!
Intenta quitarse el gorro, pero Lily es rápida y se lo sujeta en el sitio, a lo que la pequeña da un grito por el susto de sentir una mano en la cabeza.
—Si tú no tienes disfraz no puedes ir, Atria —le dice Lily y entonces es cuando ella se lanza a los brazos de su madre, con lágrimas de cocodrilo.
Porque las lágrimas siempre funcionan y eso lo sabe ella y también lo sabe Harry, al que todos entienden perfectamente cuando dice que quiere ir con Atria. Sirius no puede evitar reírse entre dientes porque la situación es de lo más divertida y entonces coge en brazo a su ahijado para sacarle del salón y distraerle para que se le olvide un poco que quiere ir con Atria.
Mientras tanto, en el salón, Atria no deja de llorar a moco tendido, en los brazos de su madre, que intenta estar seria, pero no puede evitar reírse. Lily acaba sentándose en el suelo, con las piernas cruzadas y sienta a Atria en ellas. James se pone al lado y la pasa un brazo a Lily por los hombros mientras que le da la mano a Atria. Lily le limpia las lágrimas a la niña mientras que James habla, con voz suave.
—Harry es todavía muy pequeño, Atria, hay que cuidarle mucho y sabes que todavía no aguanta mucho despierto por la noche —le explica James, con cariño y la niña asiente.
—Es pequeñito —dice ella y, ruidosamente, intenta quitarse los mocos—. Pero yo soy mayor y puedo cuidarle.
—¿Y si vamos todos el año que viene? —sugiere Lily y los ojos de Atria brillan, al igual que su cara porque decide que es buena idea limpiarse restregándose la mano por la cara, a lo que James es lo suficientemente rápido como para sacar un pañuelo del bolsillo y limpiarla rápidamente.
—¿De verdad? —pregunta cuando su padre termina de limpiarla y cuando ambos asienten la pequeña chilla—. ¡Caramedios para todos!
—Caramelos, Atria —repite Lily, riendo y ella asiente.
—Eso he dicho, caramedios.
Lo dice muy segura de sí misma y Lily no puede evitar soltar una carcajada para luego abrazarla fuertemente y la niña ríe cuando su madre le hace cosquillas. La cogen en brazos y suben las escaleras para ver como Sirius no deja de jugar con el pequeño Harry, que ríe a carcajadas cuando Sirius le empieza a hacer cosquillas en el estómago. Atria protesta y Lily la deja en el suelo para que vaya a jugar con Harry y Sirius ve el momento perfecto para salir de allí.
Y aprovecha también para coger a Lily del brazo y bajan hasta el salón.
—No voy a dejar que la pase nada, pelirroja —le dice y ella asiente, pero se la ve preocupada aun así—. Y a Harry tampoco dejaría que le pasara nada.
—Solo tened cuidado, ¿sí? Remus y tú, no os alejéis de ella y...
—Venga, pelirroja, entiendo que no confíes en mi, ¿pero Remus? Sabes que se desvive por ella.
—No es porque no vayáis a cuidarla, Sirius, ¿qué pasa si van a por vosotros?
Sirius solo puede abrazar a Lily, porque entiende la preocupación. Él la tiene, lleva sin ver a Peter unos días y, la última vez, le notó algo más nervioso de lo normal. Pero es algo que no se lo va a contar a Lily porque sabe que no lo necesita. Se encargará él mismo de ir a buscarle al día siguiente, seguro que solo sigue nervioso por la muerte de Marlene.
—Si vienen a por nosotros Remus coge a Atria y yo me encargo de ellos, no le va a pasar nada, te lo prometo, Lily —y ella sabe que es serio, que lo dice completamente en serio y le abraza.
—Pasadlo bien —le dice ella— y no dejes que se coma muchos caramelos, las plumas de azúcar la vuelven locas.
—Eso te pasa por comer tantas en el embarazo —se ríe Sirius y ella solo le da un golpe suave en el brazo, pero también ríe—. Pienso celebrar mi cumpleaños, que os quede claro que vamos a estar todos aquí y que nos quedamos a dormir.
—Ya contábamos con ello, Sirius —James baja con Harry en brazos y dándole la mano a Atria, que la salva de caerse de boca en las escaleras.
—¡Tenemos un regalo! —chilla la niña y James la chista rápidamente.
—¡No se lo cuentes, es sorpresa!
Atria se ríe y sale corriendo hacia Sirius, que la coge en brazos y le pregunta por el regalo, pero la niña niega.
—Si te lo digo tengo que comer los arbolitos y no me gustan —dice ella y Sirius no puede evitar reírse.
—Está bien, te salvaré de los arbolitos, ¿nos vamos? Remus debe de llevar esperando demasiado tiempo.
Todos van a la puerta y Harry llega a llorar un poco porque Atria se va y él se queda, pero finalmente Lily consigue distraerle lo suficiente con la escoba mientras que James va preparando la cena. Es un milagro que Harry cene tan rápido, pero parece que la promesa de seguir volando por el salón le gusta demasiado al pequeño como para desaprovecharlo. Sobre todo cuando puede perseguir a un gato por el camino.
—Es agotador tener dos niños tan pequeños —se queja James cuando, por fin, consiguen acostar a Harry después de leerle dos cuentos y prometerle que le despertarán cuando llegue Atria.
Obviamente no van a hacerlo y seguro que al niño se le olvida al día siguiente. O, al menos, lo esperan, que los caramelos de Atria le distraigan tanto al día siguiente que se olvide por completo que quería que le despertasen.
—Es culpa nuestra por haberlos tenido tan juntos —le responde Lily, tumbándose en el sofá, encima de James.
Le gusta demasiado tumbarse encima de su marido. ¿Cómo han llegado a eso? ¿Cómo pudo salir todo tan bien? Lily no lo sabe, pero no sabe lo que se alegra de haberse dejado llevar. Y lo mucho que le gustaría dejarse llevar aún más.
—El cumpleaños de Sirius es el tres, pero el cuatro van a estar aquí —dice Lily, acariciando suavemente el brazo de James.
Eso solo consigue mandarle escalofríos, y Lily lo sabe, así que sigue con ello.
—Creo que sé lo que estás sugiriendo y por mi es un sí, ya lo sabes.
—Quizá podemos ir a Wetvalley, es lo suficientemente seguro y ya sabes que Daphne se muere de ganas de que vayamos.
—Si hay algún sitio donde podamos pasar la noche estaré encantado de ir, aunque tengamos que conocer a dos enanos —dice James y aprovecha que Lily levanta la cabeza para besarla.
No se va a cansar nunca de hacerlo. Le encanta sentir los labios de la pelirroja, le encanta como ella siempre busca acercarse un poco más para besarle y como siempre acaba poniendo la mano detrás de su cuello. También le encanta cuando la besa y ella está encima, porque joder, le encanta cuando es ella la que manda en los besos, como en esos momentos.
—¿Quieres un tercero o qué? —le pregunta Lily, riendo, cuando las manos de James acaban en su culo.
—Un tercero y los que quieras si es contigo.
—Entonces mejor esperamos a la semana que viene, es cuando más posibilidades tenemos —le dice para luego besarle.
Y dejarle con ganas de más, mucho más.
Tampoco tiene mucho problema en aguantar hasta que se vayan a la cama, es mucho mejor que el sofá.
—¿Cuánto tiempo hace que no estábamos tan tranquilos? —Lily tiene los ojos cerrados mientras está apoyada en el pecho de James. Le gusta cuando le acaricia la espalda y a ella le encanta subir la mano hasta la cabellera del chico.
—Creo que desde que Atria empezó a hablar —dice James, suspirando y Lily se ríe—. O desde las escobas, estuvo muy callada cuando nació Harry.
—Sí, fueron unos meses bastante tranquilos hasta que empezó a andar.
—Quizá sí que deberíamos haber mandado a Harry con Sirius y Remus, le podríamos haber disfrazado de fantasma y Daphne les podría haber dejado entrar en Wetvalley.
—Tendríamos que habernos mudado allí.
Los dos se quedan callados, abrazados en el sofá. Están demasiado tranquilos, algo que es tan raro que empiezan a quedarse dormidos.
Es el segundo error que cometen, dejarse llevar por la tranquilidad, pensar que no pasa nada y que están seguros allí.
James es el primero que oye los pasos. Son sigilosos, pero quien sea que ha entrado pisa una rama y James se levanta rápidamente y casi tira a una adormilada Lily del sofá.
—¿Qué pasa?
Pero James no responde, se levanta del todo del sofá y va hacia la ventana. Primero la del jardín, por si se ha colado algún animal salvaje y está en problemas, pero no tiene pinta. El jardín está sigiloso, quizá demasiado así que sale corriendo hacia la puerta principal.
—¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Id a buscar a Atria! —grita, cuando ve la capa oscura acercándose a la casa—. ¡Es él, Lily, corre!
Pero ella no reacciona en esos momentos. No puede hacerlo, no puede ser real, no los ha podido encontrar.
—¡Lily!
James se ha arrodillado delante de ella, con pánico. Y entonces reacciona. Tienen que salir corriendo de allí, no es tarde, pueden hacerlo, saldrán corriendo escaleras arriba, cogerán a Harry y saldrán de allí.
—Coge a Harry, le voy a entretener.
—¡No!
—¡No seas tonta!
—¡No pienso dejarte solo!
—¡Lily, la puerta no va a aguantar para siempre!
Gritan, cada vez más. Más y más alto y la puerta empieza a temblar con los hechizos. Los ha puesto Dumbledore, así que debería aguantar lo suficiente.
—Coge a Harry, por favor, y vete a buscar a Atria, salid por la ventana o lo que sea, debajo está el arbusto, podéis salir del hechizo y...
—¿Y tú qué? —le interrumpe
—Yo os seguiré después, en cuanto le desarme.
Lily está insegura, pero acaba levantándose y va corriendo hacia las escaleras.
Y luego vuelve y abraza a James con todas sus fuerzas.
—Te quiero, James, te quiero muchísimo.
A él no le da tiempo a responder porque la pelirroja sale corriendo escaleras arriba y la puerta justo explota en esos momentos y él cae al suelo.
Se levanta rápidamente y busca la varita, pero no la lleva encima. No, claro que no la lleva encima porque está en su casa y no debería necesitar la varita para defenderse en casa, así que se ha quedado sobre la cama de Atria, lleva allí toda la tarde.
James no sabe cuánto tiempo tiene de pensar, pero piensa de todo. Gracias Peter por convencer a Atria de ir a por caramelos. Como te atreves Peter a traicionarnos. Perdona Remus por haber dudado de ti. Joder, Sirius, por qué te hicimos caso y no te nombramos guardián a ti. Gracias por haberte llevado a Atria y haberla salvado.
Lo siento Lily porque no te voy a poder seguir.
James mira a Voldemort, quiere hablar, quiere distraerle, pero no le da tiempo a decir nada.
Ve la luz.
La luz verde.
Y luego no ve nada.
Pero Lily si lo ve, desde la parte de arriba de las escaleras. Ve el destello verde, que ilumina las escaleras. Se gira y ojalá no lo hubiera hecho porque ve perfectamente como el cuerpo de James pierde la vida, como cae al suelo sin más y ella grita. Grita de una forma que Harry llora con toda la fuerza de sus pulmones y entonces Voldemort los mira a ambos.
Va a por ellos.
Así que Lily sale corriendo de nuevo, con Harry en brazos y cierra la puerta del pequeño de un portazo. Tiene que aguantar, por mucho que quiera llorar, tiene que aguantar por su hijo, que lo tiene en brazos y tiene que salir de allí porque tiene que encontrar a su hija.
Abre la ventana, pero no es lo suficientemente rápida en saltar por ella porque, no va a engañarse, le da miedo.
Y duda lo suficiente como para que eso sirva para que Voldemort entre en la habitación.
Ella sigue teniendo a Harry en brazos y no duda cuando le protege con todo su cuerpo.
—¡A Harry no! —le chilla, como si eso fuera a servir de algo.
No tiene su varita, se ha quedado en la cocina, cuando habían recogido la cena. ¿Por qué ha dejado la varita? ¿Por qué no ha dejado que Harry se fuera con Atria? Estaría a salvo, sus niños estarían a salvo.
Lily está acojonada. Ya lo sabe, sabe lo que va a pasar con ella y con Harry ahora mismo. No quiere que pase, no puede pasar eso, no pueden morir. Su hijo no puede morir, a ella que le pase lo que sea, pero a su hijo no, y suplica, suplica como nunca.
Pero Voldemort sigue queriendo al niño y de poco importa que Lily le diga que le da su vida y que perdone a Harry.
Hay una segunda luz verde en la casa de los Potter esa noche y Lily ni siquiera grita cuando ve la luz.
Solo puede pensar en Atria, en como va a crecer sin ellos y sin Harry. En como han sido tan gilipollas de confiar en Peter. Quiere maldecirlo, quiere matarlo antes de que Voldemort la mate, pero lo único que puede hacer es girarse para proteger aún más a Harry.
El cuerpo de Lily afloja el agarre en el pequeño cuando la maldición la alcanza. Cae de espaldas y el pequeño Harry grita. La llama, pero Lily ya no responde y él niño solo llora, así que Voldemort no tarda en lanzar la maldición.
Es la tercera luz verde esa noche y es la que, por fin, acaba con él, pero también con parte de la casa.
Es una explosión, una que deja al pequeño Harry inconsciente, junto al cuerpo de su madre y al de su asesino.
Sirius cree que va a perder la cabeza cuando ve la casa. Le grita a Remus que coja a Atria y que se vaya de allí con ella y, por suerte, le hace caso. Entonces Sirius entra en la casa y al primero que ve es a James, en el suelo, con las gafas torcidas y Sirius grita con todas sus fuerzas.
Pero no hay tiempo de llorar por James porque tiene que encontrar a Lily y a Harry, así que se agacha, solo un segundo, y abraza a su hermano. Es su culpa, es todo su culpa por no haberle hecho caso, James tenía razón y él tenía que haber sido el guardián de los secretos.
James está muerto por su culpa.
Se levanta del suelo, temblando, y sube las escaleras. La habitación de Harry está en mal estado y el corazón de Sirius se para cuando se da cuenta de ello. Y sale corriendo, porque quizá no es demasiado tarde, a pesar del silencio que hay en la casa quizá no es demasiado tarde y Lily ha conseguido librarse de Voldemort.
Es lo primero que piensa cuando ve el cuerpo en la habitación y grita. Está muerto o lo que sea y no puede evitar gritar de satisfacción.
Luego gira la cabeza y ve la cabellera pelirroja en el suelo, con el pequeño encima.
Ella no respira. No sabe si el niño lo hace, así que se acerca hasta él y lo coge en brazos, con los ojos llenos de lágrimas.
Entonces Harry abre los ojos y llora con todas sus fuerzas y Sirius respira tranquilo porque, al menos, Harry está vivo.
Cuando sale de la habitación, con el pequeño en brazos todavía llorando, no duda en pisarle la cara a Voldemort. Una y otra vez, hasta que ve la sangre en el suelo y la ve en sus zapatillas.
Intenta calmar a Harry después de eso, mientras que baja las escaleras. Le envuelve en la manta del salón, para protegerle del frío de octubre que entra en la casa y que hay fuera y parece que Harry se tranquiliza un poco.
—Ya está Harry, ahora vamos con Atria, ¿vale? Vais a dormir los dos juntitos, ahora te llevo con Remus y todo va a estar bien, de verdad —le susurra al niño mientras que le mece.
Harry se queda dormido cuando Hagrid aparece, con las instrucciones. Instrucciones claras, que Harry tiene que ir con sus tíos muggles y Sirius discute con Hagrid.
—Tienes que darme al niño, Sirius, estará bien, sus tíos le van a cuidar.
—Pienso ir a buscarle, Hagrid —le advierte y Hagrid no sabe qué decir—. Remus y yo vamos a cuidar a ese niño y a Atria.
—Las órdenes de Dumbledore solo hablan de Harry, nada de Atria, así que no creo que haya problemas con ella —dice Hagrid y Sirius gruñe.
—Ya hablaré con Dumbledore, llévate mi moto.
Le lanza las llaves primero y luego le señala dónde está. Le deja acomodarse mientras que se despide de Harry. No, no se despide, solo le está diciendo que lo llevan a un lugar seguro por unas horas y que luego va a ir a buscarle.
—Te prometo, Harry, que Peter va a pagar por lo que ha hecho —le susurra al niño.
Le da un suave beso en la cabeza y luego se lo pasa a Hagrid un segundo. Se quita el abrigo y lo acomoda un segundo en la cesta que tiene la moto para volver a coger a Harry y le envuelve bien con el abrigo.
—Cuídale con tu vida, Hagrid. Y dile a Petunia que pienso ir a por él.
Sirius no espera la respuesta de Hagrid, solo se desaparece con un objetivo, ir a por Peter.
Porque acaba de perder a parte de su familia, tan solo en unas horas ha perdido casi todo.
Y no sabe que va a perder aún más cuando se lanza a buscar a Peter.
El 31 de octubre de 1981 se convierte en un día de luto para Remus Lupin cuando, de repente, se encuentra con tres de sus amigos muertos por culpa del cuarto.
Por culpa de su novio.
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