𝑀𝑜𝓂𝑒𝓃𝓉𝑜 𝒸𝓊𝒶𝓉𝓇𝑜
El curso no había empezado mal. Si entendías por no empezar mal estar ahogada en deberes, sufrir más de una broma por parte de Los Merodeadores —obviamente todas relacionadas con el hecho de que Potter era ahora Premio Anual— y no tener tiempo para estudiar. La vida social consistía en quedar con Dorcas, Marlene y Mary para estudiar o intentar ayudar a los alumnos de primero a no estar tan perdidos. También en guiar a los prefectos y, lamentablemente, tener que reunirse con Potter para organizar las guardias nocturnas del resto de prefectos y de ellos mismos.
Lily intentaba que Remus fuera quien la acompañara en las rondas, pero el estúpido de Potter siempre se pedía a su amigo y entonces a ella le tocaba ir con Fawley, un Ravenclaw que Lily no tenía muy claro como había llegado a esa casa. Su ingenio era inexistente, no tenía curiosidad por nada, su sabiduría era sobre no saber estar callado y sus ganas de aprender eran sobre cuantas veces podía conseguir que Myrtle se tirara por el retrete hasta el lago negro. Nadie quería ir con él, como era lógico, porque siempre llegaba tarde a las rondas y, cuando aparecía, se distraía con absolutamente todo. Así que Lily acababa haciendo la ronda sola, algo de lo que estaba completamente harta.
También estaba harta de Potter. Se suponía que se tenían que reunir una vez cada dos semanas para cambiar los horarios y a él nunca le venía bien la hora de las reuniones y ya había cambiado la de esa semana cinco veces. Todo por el quidditch. Lily entendía perfectamente lo importante que era ganar la copa de quidditch para tener más oportunidades de ganar la copa de las casas, pero no entendía la obsesión de Potter por ganar todos los partidos. Ya era la estrella del equipo y el capitán desde hacía dos años, ¿qué más quería? Porque la copa llevaban ganándola tres años seguidos.
—Como vuelvas a llegar tarde te juro por Dios que te vas a comer la escoba —le amenaza Lily cuando le ve llegar a la biblioteca.
Viene lleno de barro, con la escoba en una mano y en la otra lleva una botella llena de algo que deja en la mesa. Se nota que hace frío porque la capa de quidditch de Potter desprende frío y él tiene los labios un poco azules y parece que tiene espasmos por el frío.
—No esperaba tanto barro en el campo de quidditch, Evans, no hace falta que te pongas así —responde él, dejándose caer sobre la silla.
Pobre quien se vaya a sentar luego allí.
—Y, además, traigo bebida caliente, ¿piensas rechazar un chocolate caliente hecho por los elfos para entrar en calor? Llevas hasta la bufanda puesta y estamos en la biblioteca.
Lily no se había quitado la bufanda en ningún momento del día para ser sinceros. Estaban muy cercanos a noviembre, por lo que el tiempo había ido cambiando hasta ese día, en el que los alumnos de Hogwarts se levantaron con una gran tormenta en el exterior —¿cómo se había atrevido Potter a entrenar con el tiempo que hacía?— y una gran bajada de las temperaturas. Poco importaba que el castillo fuera mágico y las temperaturas se regulasen de forma automática, porque cuando tenías herbología a primera hora de la mañana y llovía tanto el paraguas no hacía mucho y, además, los invernaderos tenían su propio clima. Por eso Lily no se había quitado la bufanda, todavía tenía el frío en el cuerpo de la clase de herbología y eso que ya era casi la hora de cenar.
—Solo hay una botella, Potter, no pienso beber de la misma botella que tú.
—Venga, Evans, no seas escrupulosa, no te voy a pegar nada.
—Eso no lo sé, ¿quién sabe lo que le estás haciendo a las pobres chicas con las que sales?
Eso había sonado peor de lo que Lily quería. Demostraba un interés que ella no tenía en Potter —obviamente, ¿por qué le iba a interesar Potter?— y a él eso le hizo gracia. Conjuró dos tazas y entonces empezó a echar el chocolate en ellas.
—Era una broma, Evans, no iba a beber de la botella, ni que fuera un ciervo.
—Querrás decir cerdo.
—Eso tampoco lo soy.
Potter coge entonces el trozo de pergamino de Lily, donde ella ha ido apuntando un posible horario de guardias y va haciendo comentarios. Tienen también un trozo de pergamino donde han ido apuntando los prefectos de los distintos cursos y casas los horarios que mejor les vienen y, obviamente, es imposible que todos estén contentos con ellos, pero se las apañan bastante bien para lo que podría llegar a ser.
Al menos hasta que Madame Prince les echa ese día de la biblioteca porque:
1. Están hablando y no se callan y, por lo visto, alguien se ha quejado. Lily ha visto a Snape, está convencida de que ha sido él y por eso, cuando va con Potter ha la salida, se muestra realmente amigable con él, solo porque sabe que al mortifago le jode.
2. Han llevado bebidas a la biblioteca y allí no se puede comer ni beber.
3. Potter está lleno de barro.
—Vamos, Evans, hay una clase vacía aquí al lado, podemos terminar de hacer allí los horarios.
—Vete a quitar todo ese barro de encima antes de la cena, Potter, y luego terminamos de organizar esto —le contesta Lily y parece que a Potter le agrada la idea, porque sonríe.
—Podemos terminarlo en el baño de prefectos.
Es un guarro. Definitivamente es un cerdo, sí. Lily le saca el dedo corazón y Potter se ríe a carcajadas —Madame Prince vuelve a salir para llamarles la atención, porque siguen haciendo mucho ruido— y Lily decide que ya ha tenido bastante Potter por un rato.
—En la sala común, después de cenar. No te intentes escapar con Black o pasaré tus deberes de premio anual a Remus.
—¿Cuándo planeas llamarme James, Evans? Porque a Remus sí que le llamas por su nombre.
—Cuando crezcas, Potter.
Él se vuelve a reír, se pasa la mano por el pelo —se lo llena de barro, la verdad, Lily espera que utilice acondicionador o mascarilla— y, finalmente, se va. Aunque primero le guiña un ojo. Menudo idiota. Pero le ha dejado la botella con el chocolate caliente. Quizá no es tan idiota. Y, si Lily se ha fijado en algo, es que Potter ya no tiembla. De hecho dejó de hacerlo en cuanto empezó a hablar con ella.
Por la noche, Potter cumple con sus deberes de Premio Anual y se sienta junto a Lily en una de las mesas de la sala común. Muchos de los alumnos esperan una pelea y dejan de hacer todo lo que están haciendo solo para mirar a la pareja. Lily carraspea, porque no les van a dar ningún show, pero nadie parece estar convencido y siguen mirando. Vale que lo que han hecho todos estos años es discutir a gritos hasta el punto de que la sala común quedaba inutilizable, pero han madurado. Bueno, más o menos, porque Potter ahora mismo está usando uno de sus bolígrafos como bigote.
—Madura, Potter, vamos a otro lado.
Ese es el error de Lily porque Black se pone a silbar y hacer ruido así que Lily levanta la varita y le hechiza sin más. A Black no le gusta que le deshagan su perfecto moño hecho con la varita así que Lily se lo quita y él grita. Lily está convencida de que usa la varita para sujetar el pelo por el efecto que tiene cuando se la quita porque tiene que lanzar algún hechizo. La verdad es que queda impresionante y Lily se siente tentada de probarlo alguna vez porque seguro que es divertido ver la cara de Potter. Si ya se queda embobado mirándola de vez en cuando —no es tan sutil como se piensa que es, sobre todo en las reuniones que tienen como Premio Anuales— no quiere imaginar cómo se quedará si copia a Black.
Aunque la que se queda con cara de tonta es ella cuando llegan a la clase abandonada y Potter saca de su mochila otra botella con chocolate caliente y dos vasos.
—¿Qué? Sigo teniendo frío.
Pero Lily duda que lo tenga porque, en esos momentos, va en manga corta.
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Sinceramente llega un momento que no sé muy bien qué comentar más que os paséis a leer a Ivy y poco más, prometo que lo interesante llega pronto jejejeje
Mil gracias por leer, comentar y votar, ¿sabíais que cada voto evita que el sol crezca hasta el punto de engullir la Tierra? Vale, no es real, pero votad, no vaya a ser que sí que lo sea, quiero seguir subiendo historias y no morir por eso.
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