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Capítulo 9: El Final de la Aventura.

Johan ha abierto la puerta.
          Todo ha transcurrido en cámara lenta, o eso me parece a mí.
          El infierno se ha encendido.
          Comienzo a disparar a la deriva. No sé a quién. Ni a dónde. Simplemente disparo y ya.
          Y caen.
          Y mueren.
          Y veo a cada fallecido frente a mis ojos. Veo fantasmas junto a mí.
          Y luego Johan muere, por un disparo en la cabeza.
          Y luego me dan a mí en una pierna, y caigo.
          Y luego Miguel cae a mi lado, con un disparo en un brazo, uno en el hombro, y uno en el corazón.
          Mi estómago se revuelve.
          Siento rabia e impotencia, a la vez miedo. Nostalgia. Odio. Tristeza.
          La sangre del cráneo de Carlos me salpica, y él cae a mi lado, no sin antes matar al penúltimo de ellos.
          Y veo al último en pie.
          Y le disparo.
          Y lo mato.
          Y termino con esta pesadilla.
          Dejo caer mi pistola y miro a mi alrededor.
          Hay sangre por todas partes. Y cuerpos por doquier.
          Observo a Miguel y giro la vista para no sentirme peor de lo que ya me siento.
          Me levanto como puedo, sin dejar de ver la sangre salir de mi pierna. Pero me vuelvo a caer cuando él me agarra el pie y me muerde fuertemente.
          En algunos la transformación tarda más, en otros es más rápida. He de suponer que cuando ya estás muerto es cuando te conviertes más rápido.
          Los vivos tardan más, lo que quiere decir que todavía tengo tiempo para cumplir al menos una promesa.
          Ya comienzo a sentir dolor.
          Le disparo a Miguel en la cabeza. Lo hago rápido para no verlo transformado en esa cosa durante mucho tiempo.
          ¡Me mordió!
          ¿Es esa su última muestra de amor hacia mí o sólo es un simple impulso de un animal depredador? No tengo la más mínima idea. Lo cierto es que arde muchísimo.
          Me levanto y cojeo hasta estar con Oriana.
          Abro el closet y la veo ahí, asustada, como cuando la busqué en el cuarto de su casa y ella estaba junto a la cama.
          Cuando me ve salta hacia mí y me abraza.

-Te prometí que volvería por ti- le digo. -Pero no puedo cumplir la promesa de no dejarte sola.

-¿Qué pasó?- me pregunta ella, con una voz temblorosa.

-¡Perdí la batalla!- dejo escapar el llanto.

          Me siento impotente, estúpido y débil.

-¿Y los demás?

          Me separo un poco de ella y le respondo con sinceridad.

-Todos… Nadie sobrevivió- cuando baja la mirada, noto que ha observado mi pierna. -¡Me mordieron!- le informo, ella retrocede.

-¡No!- dice, tapándose la boca con sus manos y rompiendo en llanto. -¡No me dejes, Gustavo!

-No sé cuánto tiempo me queda, pero tienes que prometerme que vas a salir adelante, pase lo que pase.

          Siento malestar en el cuerpo, una terrible fiebre.
          Tengo frío.
          Mi cuerpo está temblando por sí solo, y me siento débil y mareado.
          Oriana aumenta su llanto.

-¡Prométemelo!- le repito.

-Lo prometo- dice ella finalmente.

          En una rápida lección, le enseño cómo usar la pistola. Le explico un poco cómo matar Esos con precisión y le dejo las armas a ella. Le entrego todas las pistolas en un morral, menos una que me quedo yo.
          Espero mis explicaciones hayan Sido claras para ella.

-Quiero irme a otro lugar- me dice. -No quiero ver ese montón de muertos y sangre de allá abajo…

-Es tu decisión, ten mucho cuidado- le digo, ella me abraza.

-Te agradezco por haberme sacado de esa casa infestada.

-Te pido perdón por no estar contigo durante más tiempo- le digo en el abrazo.

-Esta no es una despedida, sino un hasta pronto- me susurra, me suelta y se da la vuelta para irse. -¡Nos vemos!- dice finalmente.

          Y se va…
          Me quedé solo.
          Tengo alucinaciones.
          Todo me da vueltas.
          Estoy sudando como loco.
          He vomitado hasta lo que no sabía que estaba dentro de mí.
          Estoy sobre una piscina de sangre. Sangre que sale de mi pierna y sangre que he vomitado de a montones.
          Es irónico que en un mundo invadido por muertos, tenga que morir por culpa de unos vivos.
          Esta locura apenas ha comenzado, el mundo no termina de acabarse y llegar a su final en definitiva.
          Pero yo llegué hasta aquí, no puedo seguir más. Sin embargo, no me daré el gusto de experimentar lo que es el convertirse en un Eso.
          Por eso yo, Gustavo López, he decidido acabar con esto antes de que sea demasiado tarde.
          Le deseo la mejor de las suertes a esa pequeña llamada Oriana, y a todos los que siguen de momento con vida.
          Así que, con las pocas fuerzas que me quedan, agarro mi pistola y me la coloco en la sien derecha.
          Cierro los ojos y presiono los dientes.
          Y aprieto el gatillo.

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