Capítulo 7: Un Mundo de Locos.
Un silencio enorme y terrorífico invade el lugar. ¿A esto hemos llegado? Tal parece. En un mundo en el que deberíamos ayudarnos todos con todos, algunos intentan saquear, y no dejan más opción que pelear entre nosotros mismos. Matarnos los unos con los otros en lugar de unir fuerzas.
Jamás pensé matar a nadie, pero ellos no nos dejaron más opciones.
-Buen trabajo, jefe- me dice Carlos, saliendo de debajo de la camioneta.
Yo asiento en señal de aceptación.
El otro chico se baja del carro, perplejo aún.
-Hola a todos- dice. -Yo soy Javier.
Yo nos presento a los chicos, la niña y a mí.
Carlos y Javier recogieron las pistolas de los hombres, tomaron 2 de ellas y me dieron las otras 3 a mí.
A unos 7 minutos de haber seguido nuestro camino, veo un gran arco encima de nosotros, y a nuestro lado, una especie de peaje.
-¡Bienvenidos a Colombia, parceros!- grita Carlos.
¡Colombia! ¿Tanto hemos avanzado?
-Nunca imaginé conocer Colombia, sin tener carnet fronterizo al menos- confieso.
-Bueno, digamos que es una ventaja del nuevo mundo- dice Johan.
-¡La puta madre!- grita Carlos y detiene el carro de manera repentina, otra vez.
Nos levantamos para observar.
Un par de guardias fronterizos nos detuvieron.
-¿De pana?- exclamo.
Uno de ellos se acerca a nosotros.
-¡Buenas tardes!- dice, todos respondemos. -¿A dónde se dirigen?
-Señor, el mundo se vino abajo- comienza a hablarle Carlos. -¡No tenemos rumbo alguno!
-Le voy a agradecer que no me hable en un mal tono- el guardia tenía acento Colombiano, en efecto. -Solo hago mi trabajo.
-¿Trabajo? ¿En serio? ¡Debería estar en un lugar donde esté protegido!- le digo.
-¿Me permite sus documentos?- dice, mirándome.
-¿Disculpe?
-Sus docu...
-¡Ahí vienen!- Oriana interrumpe al guardia con un gran grito. Todos volteamos a verla y seguimos la dirección que señala su dedo.
Una Onda de Esos viene justo detrás de nosotros.
-Los disparos- digo para mí, pensando un poco. -La bulla... ¡Sí, es verdad!- Oigo disparos muy cerca y veo a los guardias dispararles. -¡No!- les grito. -¡La bulla los atrae! Esos de seguro escucharon cuando les disparamos a aquellos tipos.
-¿¡Le dispararon a alguien!?- se alarma el otro guardia. Ambos siguen disparando y los Eso se siguen acercando.
-¡Que no disparen!- repite Miguel con un enorme grito, ellos hacen caso omiso.
-¡Carlos, arranca!- le grito, él lo hace.
Los policías nos gritan y empiezan a dispararnos, pero no nos dan.
A lo lejos, pudimos ver cómo la Onda acababa con ellos en solo segundos.
En lo personal, creo que son unos imbéciles por querer hacer cumplir la ley en esta situación, en lugar de refugiarse.
Luego de rodar durante un par de horas, finalmente nos detenemos en una enorme casa que resaltaba en todo el camino.
Por lógica, primero la revisamos.
Unos 5 Esos estaban adentro. Los matamos a todos, pero con cuchillos. Luego los sacamos de la casa y decidimos habitarla.
Agua. Energía eléctrica. Incluso comida había en la casa. Y todo estaba en perfecto estado.
El sitio contaba con 4 habitaciones solamente, por lo que Carlos dejó en mis manos el cómo nos íbamos a dividir.
-Oriana, ¿tienes problema en dormir sola?- le pregunto.
-No- responde ella. -Tenía un cuarto para mí solita. Me hace sentir más fuerte.
-Bueno, quiero un cuarto para ella sola- empiezo a ordenarnos. -Eso nos deja con tres, y somos seis. Dividámonos de dos en dos por habitación. Carlos y Javier en uno, Johan y Randy en otro, y Miguel y yo en el que sobra- miro la cara de Migue, que intenta no sonreír.
-Machos con machos- dice Javier, riendo.
-Pues toca, amigo. No hay una sola mujer en este grupo- le digo, burlándome.
-Bueno, sea como sea esta casota tiene un solo baño...- Johan intentó pedirlo, pero Randy se le adelantó.
-Y yo lo pido primero- dijo, rápidamente.
-¡No!
-Sí- Randy corrió hacia el cuarto a buscar un paño para ducharse. Johan corrió detrás de él.
Yo me echo a reír al verlos. Después de un día como este, es lo mejor que podía hacer.
Mientras ellos usaban el baño, los demás nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones para ver qué había en cada una de ellas, esperando encontrar ropa y productos personales.
La nuestra parecía pertenecer a la de un chico de nuestra edad, o bueno, eso dice Miguel.
Yo me siento en la cama, él revisa todo, contándome con entusiasmo cada cosa que iba consiguiendo.
De un momento a otro dejo de escucharlo y comienzo a recordar todas las pérdidas que he tenido. Desde mis suegros, mis padres y mi novia, e incluso el resto de mi familia que ni siquiera pensé en buscar.
Manuel, la gente que maté, los guardias que dejé morir...
Las personas a quienes pude ayudar y ni siquiera me detuve a hacerlo, los caminantes que atropellé...
¡Me está matando la culpa!
Tomé decisiones que ahora me están afectando. Ahora me duelen. Ahora pienso en si fueron buenas o malas y el por qué las hice de ese modo.
Rompo en llanto finalmente.
Miguel se sienta a mi lado cuando se da cuenta, y me abraza.
-Escúchame- me dice. -Yo sé que es difícil, todo esto, pero tienes que ser fuerte, así como lo has venido siendo desde que te conozco...
-Incluso los más fuertes tienen un punto débil- le digo.
-¡Pero se levantan rápido cuando caen, en menos de un segundo!- resalta él. -Un segundo es muy corto, no dura nada. Luego de eso vuelven a ser fuertes.
Le regreso el abrazo a Miguel, con mucha fuerza aplicada.
-¡Gracias!- le susurro.
-Gracias a ti.- me dice él. -Me salvaste en la carretera. Me trajiste contigo. ¡Estoy aquí por ti! Te debo la vida, y no sé cómo pagarte.
-No te alejes de mí- le digo, y ahora lo miro a los ojos. -Ese es el precio: no se te vaya a ocurrir dejarme solo.
-Yo no te dejo si tú no me dejas- me contesta. Yo asiento.
Le doy un largo y cálido beso y luego dejo que siga buscando ropa, lo cual fue buena idea porque me encontró unos monos muy cómodos y un suéter suave y a la moda. Sin contar el gorro montañero que me obsequió.
Todos encontraron ropa en buen estado para ellos, todos a excepción de Javier y Oriana. Javier tuvo que ponerse ropa apretada y Oriana ropa grande, debido a que no habían encontrado de su talla.
Para cuando la noche había caído, comimos unos enlatados que habían en los gabinetes de la cocina y nos sentamos en la mesa del comedor.
-¿Qué vamos a hacer mañana?- pregunto entonces.
-Aquí el jefe eres tú- responde Carlos.
-Yo no conozco la zona, ni el país, no sé a dónde ir ni qué cosas hay por aquí cerca- informo. -Aunque sinceramente preferiría tener un día de descanso al menos. Revisé bien la cocina y la nevera y creo que con lo que hay podemos aguantar un día o dos...
-¡Perfecto!- dice Johan. -Este jefe sí que me agrada.
-Ya somos dos- dice Javier.
-¡Tres!- dice Oriana, levantando la mano.
-Cuatro- habla ahora Miguel.
-Que sean cinco- dice Randy.
-Conmigo dan seis- dice Carlos, sonriendo.
En mi vida solo había llegado a ser jefe de grupo en las exposiciones del liceo y uno que otro trabajo de la Universidad. Jamás imaginé esto.
Luego de bromear por un rato más, nos fuimos a dormir.
Al día siguiente no hicimos nada, tal como lo había propuesto. Nos dedicamos a pasarla jugando a juegos de mesa, como una familia normal.
El día siguiente a ese, cerca del mediodía, yo me encontraba leyendo un libro que había encontrado en el cuarto. Los demás se encontraban en la cocina, a excepción de Randy, Miguel y Javier que habían salido al frente a tomar aire fresco. Por supuesto, machetes y cuchillos por delante.
Estaba llegando al clímax de la historia en la que me había sumergido, cuando tocaron la puerta de una suave manera.
Lógicamente me sobresalté con el ruido, llegados a este punto, ¿quién toca la puerta?
De seguro eran los muchachos para hacer una broma o algo parecido.
Pude imaginarlos de pie en la puerta, justo cuando la abra, diciendo algo como: ¿Pidió usted la pizza? Ó: Vinimos a reparar su cableado. Algo se iban a inventar, por lo que me reí en lo que me levantaba a abrirles.
La sonrisa se borró de mi rostro cuando vi a Javier y a Miguel siendo apuntados a la cabeza por unos hombres. Sin contar a los otros 3 que estaban detrás de ellos.
-¿Quiénes son ustedes?- pregunto e intento sacar mi pistola, pero recuerdo que la dejé en el cuarto.
-¿Fueron ustedes quienes mataron a mis hombres?- pregunta uno de ellos, el que tiene a Javier.
-¿Que quiénes son ustedes?- vuelvo a preguntar.
-¿Vas a evadir mi pregunta?
Cuento bien y me doy cuenta de una cosa...
-¿Dónde está Randy?- pregunto, poniéndome nervioso.
-¡Escucha! Estoy arto de ustedes. Maté a tu amiguito por querer hacerse el chistoso, por intentar hacerme creer que no fueron ustedes quienes mataron a mis amigos y luego salieron corriendo como si nada. Pero ¿sabes qué? ¡Ojo por ojo!
Un disparo detona enfrente de mí y unas gotas de sangre caen en mi cara. Javier pasa de estar en las manos de ese hombre a estar tirado en el suelo. Pasa de ser un rehén a ser un cuerpo sin vida.
Reacciono dándole un golpe a ese hombre y empujándolo. Miguel le da un manotazo en los testículos al tipo que lo tiene agarrado, logra soltarse y corre adentro. Yo cierro la puerta en cuanto entra.
-¡Carlos!- grito con todas mis fuerzas. -¡Johan!
Ellos salen, y Miguel los pone al tanto en pocos segundos, mientras yo corría a buscar las pistolas.
Me llevo a Oriana al cuarto y la meto en el closet.
-Pase lo que pase, no salgas de aquí- le ordeno, ella asiente.
-Por favor, no me dejes sola otra vez- me dice.
-Te juro que no va a pasar- le contesto y la abrazo. -Volveré por ti.
Acabo de hacerle un juramento a la niña, pero la verdad es que no sé si pueda cumplirlo.
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