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Capítulo 3: Nuevo Mundo, Viejo Mundo.

Perdí a mi padre. Perdí a mi madre. Perdí las ganas de seguir luchando…

           Me encuentro en el carro todavía, abrazando a mi mamá. Estoy completamente impávido. Siento los pasos de alguien, pero no me muevo.

-¿Estás bien?- era Miguel. No le respondo. Ni siquiera lo veo. -Lo siento mucho. ¿Necesitas algo?
Asiento.

-¿Podrías conseguirme una pala?- le digo, volteando a verlo finalmente.

-Voy a revisar el área de mantenimiento, ya vengo.

     Miguel se va, y yo continúo en el mismo sitio.
     Le pedí la pala para hacer sepultura de mi madre como es debido. Tal vez no lo hice con mi padre o con los padres de Stephanie, pero eran casos diferentes. Estábamos en apuros y… Ellos se habían transformado. Además, por andar corriendo y eso… ni siquiera lo pensamos. Aquí por lo menos tengo terreno para enterrarla. Es eso lo que quiero hacer.
     Al cabo de unos 20 minutos Miguel regresa con la pala.

-Tienen muchas cosas que nos pueden servir- dice. -Entre eso, palas.

-Te lo agradezco mucho- le digo y tomo la pala, saliendo del auto.

-¿Te ayudo en algo?

-No te preocupes, yo hago el resto- digo con una pequeña sonrisa. -¿Y Stephanie?

-Se quedó dormida, creí que con este día tan normal estaría muy agotada y lo mejor sería dejarla que descanse.

-Sí, no te imaginas por todo lo que ha pasado- de inmediato corrijo lo dicho. -Bueno, en realidad sí. Hoy los tres hemos tenido pérdidas y todo ha sido doloroso. ¡Gracias por ayudarnos!

-No, gracias a ti. Por haberte parado en la carretera y haberme traído contigo. De verdad, no se qué habría sido de mí.

-Supongo que estamos a mano.

-Claro que sí. Igual vamos a necesitarnos mutuamente, porque aún nos quedan cosas por hacer.

-Sí, tienes razón.

        Sí que la tiene.
        Todavía no he pensado en qué haremos al amanecer. En si nos quedaremos aquí o vamos a seguir rodando. Aunque fue eso lo que propuse en primera instancia, viajar y viajar sin quedarnos mucho tiempo en un mismo lugar.

-¿Quieres que por lo menos te cuide las espaldas mientras haces lo que tienes que hacer?- me ofrece Miguel. -Digo, sabes que esas cosas andan por ahí y pues… mejor prevenir que lamentar.

        Yo asiento.

-Está bien- le respondo.

        Miguel y yo nos vamos hacia la parte trasera del supermercado. Él me alumbra el camino y me vigila mientras yo abro el hueco en la tierra.
        Me costó un poco hacerlo profundo, pero con cada paleada que daba era una oportunidad para liberar el enojo. Hasta que finalmente lo logré, aunque terminé agotado.
        Miguel me da un poco de agua cuando llegamos nuevamente al auto. Yo le agradezco.

-Uf, sudé- digo en broma.

-Eso veo- me responde él.

-¿Quieres?- le pregunto, ofreciéndole agua.

-Sí, gracias- contesta y bebe.

-Sé que te he estado molestando mucho las últimas horas, y es un abuso debido a que apenas te acabo de conocer pero… ¿Me ayudas a cargarla hasta la tumba?

-Sí, por supuesto, no te preocupes- me responde Miguel muy amablemente. -No hay problema, lo que necesites.

        Luego de guardar el frasco con agua, Miguel y yo cargamos el cuerpo de mi mamá hasta el agujero que recién cavé.
        Suavemente, la dejamos ahí, la vimos unos minutos y procedí a cubrirla con tierra.
        Apenas llevaba la mitad del hueco sellado y me detuve de repente. Las fuerzas que hasta ahora traía las perdí en un solo segundo. Los ojos se me cubrieron de lágrimas y me solté a llorar. Realmente voy a extrañar a mis padres. Realmente me duele que su muerte haya sido así.
        Miguel se acerca a mí y me abraza a modo de consuelo.

-Si quieres yo termino- me dice.

Yo asiento.
        Él me ayuda a sentarme a un lado y desde este punto lo puedo ver mientras termina de enterrar a mi madre.
        Yo aún sigo llorando, cada vez con más fuerza. Cada vez sintiendo cómo mi corazón se hace pequeño, el cómo me duele cual si alguien lo estuviera presionando con odio y fuerza…
        Pasado un rato, logro calmarme un poco.
        Miguel está terminando de cubrir el hoyo y yo sigo mirando sin hacer absolutamente nada.
        Cuando termina, deja la pala a un lado, ilumina todo el sendero y camina hasta sentarse a mi lado.

-Uf, sudé- dice, yo río.

-Te lo agradezco mucho- le digo.

-No te preocupes, al menos estamos seguros de que no estará viviendo esta locura, ahora ya descansa.

-Sí, tendré que aferrarme a esa idea…

        Un minuto de silencio.

-Revisaré el perímetro, ya regreso- dice Miguel y se va.

        El viento que sopla es refrescante. No sé qué hora sea, no se si eso importe ya, pero he de suponer que es de madrugada.

        Decido recostarme en la poca grama que hay en el sitio y me dedico a mirar al cielo.
       Miguel vuelve y se incorpora junto a mí.

-Nunca las había visto de esa manera- digo.

-¿Las estrellas?

-Sí, con el montón de luces en la ciudad nunca las veo. Bueno, ni de noche puedo salir tampoco. Podía… Tú entiendes.

-Sí, entiendo. Y es verdad, son muy bonitas. Lástima que no siempre las podamos apreciar de este modo.

-Ahora podremos, porque dudo que veamos electricidad en un buen tiempo.

-O si volvamos a verla…

        Giro la cabeza y veo a Miguel. Estamos realmente cerca, no lo había sentido. A esta distancia, puedo escuchar su respirar.

-¿Te digo algo? Tú y yo nos vamos a llevar muy bien- le digo con una sonrisa.

        Él me regresa el sonreír.

-¿Tú dices?- responde.

-Sí, yo digo. Calculo unas ocho horas desde que te conocí, diez como máximo, y ya siento que te tengo confianza.

-Bueno, podríamos decir que hemos estado uno junto al otro en los momentos más difíciles.

-En cierto modo…

        Otro espacio de silencio nos envuelve nuevamente.

-¿Crees que sea seguro dormir aquí afuera?- pregunto, rompiendo el silencio.

-Bueno, yo acabo de dar una vuelta completa y no vi nada ni a nadie- me contesta Miguel.

-Me voy a quedar aquí, se siente bien. Si quieres puedes ir adentro con Stepha, no te preocupes.

-No- me dice. -Me voy a quedar aquí contigo, digo, si no te importa.

-No. Está bien.

        Cierro los ojos, listo para dormir.

-¿Te molesta si te abrazo?- escucho a Miguel decir esto, lo que hace que abra los ojos nuevamente de golpe.

-¿Qué?

-¡Ay Dios! No… Yo no…- Miguel se trabó al intentar hablar.

-¿Eres gay?- le pregunto.

-Sí, soy gay pero… No quise…

-Hey- le interrumpo, sonriendo.

-Cálmate. No tengo ningún problema, nada más no te pases del abrazo.

-¿De verdad?- me pregunta, sorprendido ante mi calmada reacción.

-Sí, tranquilo. Mi mejor amigo en el Liceo era gay. Más de una vez me quedé a dormir en su casa…

        Miguel se calma y sonríe, luego me abraza.

-Que descanses- le digo y lo abrazo también con una mano.

        Cierro nuevamente los ojos y caigo dormido al poco tiempo. Dado al ajetreado día que he tenido hoy y al hueco que abrí, estaba tan cansado que no fue necesario ni siquiera contar ovejas o algo parecido.
        Crack.
        Escucho el sonido de una rama rompiéndose.
        Crack.
        Lo escucho otra vez.
        Crack. Crack.
        Ahora es más continuo.
        Crack.
        Cada vez se escucha más fuerte.
        Crack.
        Con este último, abro los ojos.
        Son uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. ¡Son seis de esas cosas!
        Me levanto de golpe y me echo a correr con gran velocidad.
        Corro y corro pero no los pierdo de vista.

        Choco con alguien de repente. Era Miguel.

-Estamos atrapados- me dice. -No hay por dónde salir.

        Era cierto.
        Una enorme pared trancaba nuestro camino. Los Zombies venían acercándose cada vez más. Y cuando estaban a unos pocos metros de distancia, pude reconocerlos a todos.
        Eran mis suegros. Mamá y papá. Manuel. Y Stephanie.
        Stephanie.

-La mordieron hace unos minutos- me informa Miguel, como leyendo mi mente.

        El estómago se me revuelve. Siento náuseas y ganas de llorar. Ya nada tiene sentido…
        Cierro los ojos con fuerza y me preparo para lo peor.
        Escucho el gruñido de los zombies acercarse más y más.
        Cuando siento que están encima de mí, abro los ojos y vuelvo a la realidad.
        ¡Todo fue un mal sueño!
        Respiro agitado e intento calmarme.
        Todavía no sale el sol, todo sigue oscuro.
        Veo a Miguel, que sigue dormido en mi pecho. Se ve más joven mientras duerme.
        Logro calmar mi respiración y, como puedo, acomodo a Miguel y lo acuesto a un lado mientras me levanto.
        Camino unos cuantos pasos alejado de él para poder orinar. Y lo hago con calma. Tenía bastante ganas debido a la fresca brisa que hace. Ahora ya descargué y me siento mejor.
        Veo un Zombie venir a lo lejos.
        Salgo corriendo a buscar la pala y luego corro hacia él.
        Está vestido con una camisa verde manzana, por lo que concluyo era un uniforme, y trabajaba en, quizás, el supermercado del establecimiento.

        Cuando me mira me muestra los dientes y corre hacia mí también, con ganas de morderme y destrozarme en pedazos.
        Le doy con todas mis fuerzas en la cabeza, tirándolo al suelo. Por supuesto que eso no fue suficiente.
        Acomodo la pala y se la clavo con fuerza en la cabeza. Y luego otra vez. Y otra vez. Y una vez más.
        Ahora sí está muerto. En definitiva.

-¿Estás bien?- escucho y veo a Miguel acercarse a mí.

-Sí, todo bien- le contesto. -¿Te desperté?

-No. Bueno, sí. En parte. Dejé de sentir tu calor y…

        Suelto una sonrisa.

-Perdón- digo. -Tuve una pesadilla y luego me dieron ganas del uno. Y después vi a eso que está ahí- señalo el cuerpo con la cabeza destrozada.

-Tranquilo, de todas maneras pude dormir bien lo poco que estuve con los ojos cerrados. A tu lado me sentí protegido…

        Vuelvo a sonreír.
        Quise responder algo pero un grito me interrumpió, borrando la sonrisa de mi rostro también.

-¡Gustavo!- era Stephanie, repitiendo mi nombre una y otra vez.
        Sus gritos se escuchaban alejados, pero desesperados.
        Salí corriendo a toda prisa, con la pala en la mano. Miguel corrió detrás de mí.
        Di la vuelta al local a toda velocidad, bajé al estacionamiento y subí las escaleras corriendo.
        Un muerto estaba molestándola.
        Stephanie se encontraba corriendo alrededor del supermercado, y el… Eso, la perseguía a donde quiera que ella corriera.

-¡Epa, feo!- le grité al muerto.

        Logré llamar su atención y atraerlo hacia mí.
        Cuando lo tuve cerca, repetí la acción que realicé con el de afuera: golpe en la cabeza, y luego aplastar y aplastar hasta que ya no se mueve.
        Solté la pala y corrí a abrazar a Stephanie.

-¿Estás bien?- le pregunto.

-Sí, gracias- me responde, abrazándome con fuerza. -¿Cómo estás tú?

-Bien…- respondo en un suspiro.

        Lo que quedó de horas para amanecer no dormimos. Los 3 nos quedamos sentados simplemente mirando a todas partes. Stephanie abrazada a mí y Miguel frente a nosotros. Estuvimos así hasta que el sol salió finalmente.
        En cuanto vimos que la luz del sol invadió el lugar, di la orden para agarrar de todo lo que había y era necesario y meterlo en el carro, para luego irnos.
        No quiero pasar otro segundo en este lugar. Me siento incómodo aquí, aunque el resto del mundo es ahora un peligro, de todas maneras.
        Cuando estuvimos listos, arranqué el auto hacia donde el destino nos lleve.

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