Capítulo 9
Todavía recuerda cuando el quidditch tenía algo más de importancia para él en el colegio. Ganar a Gryffindor y reírse de Sirius porque habían vuelto a perder otro partido contra ellos, enfadarse cuando eran ellos los que perdían o que pasase como el año anterior, cuando Gryffindor acabó remontando la copa, después de una racha horrible en la que Regulus se estuvo riendo después de cada partido que hacían los leones por la forma tan espectacular que tenían de perder.
Ahora nada de eso tiene importancia mientras está en el vestuario, cambiándose para el último partido de la temporada.
La marca tenebrosa no deja de mirarle, como si tuviera vida propia y viera todo lo que Regulus se arrepiente. No está orgulloso de cómo la consiguió, ni siquiera quiere recordarlo, pero lo hace cada vez que ve a Delilah pasar por la sala común. A veces quiere disculparse, pero no lo hace, si no que mete el dedo en la herida y le pregunta por su madre. Regulus sabe que durante el próximo verano tendrá alguna misión, no es ninguna sorpresa, ni siquiera cuando Dolohov se lo dijo, diciendo que estaba orgulloso de él. Se hace una idea de cual puede ser su misión y no está dispuesto a cumplirla, no quiere hacerlo.
Se termina de poner la túnica cuando el resto de sus compañeros de equipo llegan y espera pacientemente a que el capitán de la charla. Sabe que él será el capitán el año que viene porque Yaxley se va de Hogwarts este año. Él también ha conseguido la marca durante las Navidades.
Ni siquiera presta atención al partido, sabe que tiene que buscar la snitch y eso hace, da vueltas por el campo intentando encontrarla y no puede creer la suerte que tiene cuando la ve. Está claro que debe de tener alguna maldición o algo por el estilo porque la snitch flota demasiado cerca de Delilah, que está en la parte final de las gradas, apartada de los Slytherin, pero sin atreverse a unirse al grupo de Hufflepuffs que tiene al lado y que gritan por su equipo.
Está claro que tiene que coger la snitch antes que el otro buscador, así que va a por ello. Lleva sin acercarse tanto a ella desde que Nicholas le partió la nariz hace ya más de un año, así que cuando tiene que frenar la escoba para no chocarse con las gradas le da sin querer en el brazo.
—Cuidado, mestiza, no quiero que me pegues nada.
Lo hace solo por oír su voz, una queja o algo. Necesita que le grite, que le diga que es gilipollas, que por qué ha hecho todo esto, pero Delilah le conoce y eso es algo que Regulus odia con todo su alma. La chica solo le ignora, ni siquiera le mira, sigue mirando al campo y entonces celebra un gol de Hufflepuff y uno de los chicos de al lado la coge de la mano y tira de ella para acercarla a todos sus compañeros.
—Estás mejor lejos de la basura —dice el Hufflepuff y Regulus está dispuesto a bajarse de la escoba para romperle la cara.
¿Quién se cree que es tratando a Delilah así, como si fuera solo un mueble que puede mover de cualquier forma? ¿Quién se cree que es, pasándole el brazo por encima de los hombros? Regulus se agarra a la escoba y está dispuesto a bajarse para darle con ella cuando ve la snitch volviendo a pasar por la cara del Hufflepuff.
Se queda bastante satisfecho cuando vuela hacia la snitch y esta sale volando hacia el cielo y él puede usar la cola de la escoba para golpear al Hufflepuff y tirarle de espaldas en la grada. Le hubiera gustado más tirarle de las gradas, pero no le ha dado con la fuerza suficiente, lo sabe porque el partido no se detiene y él solo tiene que acelerar un poco más para poder alargar el brazo y coger la snitch.
No ha mirado la puntuación y se da cuenta cuando ya tiene la snitch en la mano y el campo estalla en gritos. Tantos gritos no son por ellos, nunca lo son. Todo el colegio odia a las serpientes y solo gritan así cuando ellos pierden.
Y han perdido por diez puntos. Diez míseros puntos son los que les hacen perder la copa, que se la entregan al equipo de Hufflepuff en esos momentos. Y mientras él sigue en el cielo, con la snitch en la mano y mirando a las gradas. Mirándola a ella. Porque han perdido el partido por su culpa, porque le ha distraído y no ha mirado el marcador antes de coger la snitch. Estaba lo suficientemente alto como para haber podido atacar al buscador de Hufflepuff, pero no lo ha hecho. No lo ha hecho y han perdido.
No queda ni rastro del equipo de Slytherin en el campo y Regulus sabe por qué es. La bronca de Yaxley va a ser de las grandes, pero Regulus ya tiene preparada su defensa.
—¿Por qué cojones nos han marcado veinte tantos? —pregunta nada más entrar en el vestuario y los gritos de Yaxley paran de inmediato.
—¿Y tú por qué cojones has cogido la snitch?
—Nos estaban humillando, ¿recuerdas que tu trabajo es parar las quaffles?
Se espera el puñetazo, de hecho lo recibe con ganas. Es un buen gancho, la verdad, Yaxley ha aprendido a pegar después de un par de palizas recibidas por Avery. Siempre ha sido divertido ver como le dejaba en el suelo sin poder respirar, pero ahora Yaxley sabe lo que hace y el siguiente puñetazo llega en el estómago, mientras le sujeta por los hombros para que no pueda caerse al suelo.
—¿Tengo que avisar al Señor Tenebroso? —se lo susurra para que el resto de los inútiles que tienen por equipo no le oigan. Ellos no son tan fieles, o al menos no todavía. Lo serán en el futuro si es que quieren sobrevivir a lo que viene.
Regulus no puede responder, por mucho que lo intenta, porque cada vez que abre la boca Yaxley vuelve a pegarle un puñetazo en el estómago, así que decide dejar de intentarlo. Si tiene que recibir para luego darle su merecido es lo que hará, no le importa. Por eso espera.
Y cuando Yaxley se cansa, Regulus saca la varita de la túnica de quidditch, a pesar de que no se puedan llevar mientras juegan.
Gracias a la insistencia de Dolohov y Mulciber ha practicado las suficientes maldiciones como para que ahora le salgan incluso de forma no verbal. Y eso es lo que utiliza, porque no necesita que sus compañeros de equipo oigan la maldición imperdonable de su boca.
Yaxley grita como si tuviera cinco años y el dolor que siente no tiene nada que ver con lo que Regulus ha experimentado unos segundos atrás. Si Yaxley se pensaba que había ganado ahora iba a aprender que no se tenía que meter con un Black. Y lo iba a aprender por las malas.
—¿Quieres que informe al Señor Tenebroso, Yaxley? Seguro que le gusta saber cómo tratas a uno de sus más fieles seguidores.
Le agarra del pelo mientras que le ve retorcerse de dolor y tira con fuerza, con la suficiente como para obligarle a mirarle a los ojos. El terror que ve en ellos le hace parar la maldición. Pero finge. Finge que es como su prima Bellatrix y que disfruta con ello. Así que se gira para ver al resto del equipo, que les miran con miedo.
—¿Qué miráis?
Eso basta para que todos desaparezcan hacia las duchas. Regulus ni se molesta en quedarse ahí, no con lo que acaba de hacer, así que va directo hasta las mazmorras. Su habitación es un lugar mucho más seguro para que nadie vea cómo le tiemblan las manos. No puede permitirse eso, no cuando ya está dentro y ser débil puede matarle en cualquier momento. Así que esconde las manos dentro de la túnica y va directo hacia su habitación.
La cierra con un encantamiento y lanza la varita hacia la otra punta de la habitación, sin fijarse en donde cae porque es cuando se permite deslizarse por la puerta hasta acabar sentado en el suelo, con la espada apoyada en la puerta y las manos tapándole la cara.
No había utilizado la maldición cruciatus contra un ser humano, no todavía. Había probado en arañas porque Barty decía que con tantas patas iban a ver muy claro que la araña estaba afectada por la maldición. Ver el terror en los ojos de Yaxley le ha asustado demasiado y eso le enfada.
Grita y le da un golpe a la puerta antes de quitarse la túnica y lanzarla de malas maneras contra el suelo. No oye nada con sus latidos siendo tan fuertes, retumbando en sus oídos. La marca tenebrosa se ríe de él en el brazo izquierdo y Regulus se la quiere arrancar. Está dispuesto a todo y por eso se levanta con rapidez del suelo y va directo a su escritorio, donde hay un abridor de cartas bien afilado.
—¡Reg, no!
No sabe de dónde ha salido Delilah, pero sí que su mano se pone sobre su brazo izquierdo y, en lugar de cortarse él, corta la de ella. La palma de la mano de Delilah empieza a sangrar y Regulus deja caer el abrecartas para tapar la herida.
Es su culpa, es su culpa, es su estúpida culpa. La puerta está cerrada con un encantamiento que solo él puede deshacer y la varita la ha lanzado después de cerrar. No tiene tiempo de ponerse a buscar la varita cuando Delilah no deja de sangrar.
—Joder, joder, joder, ¿por qué has hecho eso? ¿Por qué has tenido que poner la mano?
La sangre empieza a escaparse de la mano de Regulus y él tira de Delilah para que vayan al baño. Tiene que limpiar toda esa sangre y vendarla para luego llevarla con la enfermera. Se le ocurrirá algo, podrá pensar en algo y no pasará nada.
—Papel, necesito papel. Y vendas, tengo que tener vendas y...
Está entrando en pánico, lo sabe porque le importa. Le importa demasiado lo que le ha hecho y no puede pensar. Abre el grifo y no le suelta la mano porque sabe que le va a escocer cuando el agua le de y prefiera que sea poco a poco. Ella todavía no ha dicho nada y eso le preocupa.
—Del, háblame, por favor, ¿te duele? Dime algo.
Sabe que suena desesperado, pero le da igual. Le da exactamente igual porque ha vuelto a hacerle daño, está viendo las consecuencias y no puede aguantarlas. No puede volver a hacerle daño, no otra vez, no quiere seguir haciéndole daño.
—¿Del? Por favor, Del, di algo, lo que sea.
No sabe por qué no habla, ¿quizá por que le duele mucho el corte? Regulus vuelve a mirar la mano de la chica y entonces se ve el brazo. Ella no lo sabe, no sabe lo de la marca. Y cuando la mira ya sabe por qué no está hablando, le mira la marca tenebrosa.
—Del, yo... puedo explicarlo.
—¿Puedes explicarlo? ¿De verdad puedes explicarlo?
No la había visto enfadada, no desde que discutieron, claro, y eso que se lo hubiera merecido más de una vez. Delilah saca la mano de la suya y el corte vuelve a sangrar al no estar bajo el agua, pero parece que a ella le da igual.
—¡Te has unido a ellos, Regulus, te has unido a ellos a pesar de que sabes que puede pasarme a mi! ¡Eres exactamente igual que todos ellos!
—No, yo no... no soy como ellos —sabe que es mentira, lo sabe perfectamente porque es igual que todos ellos.
—¡Llevas meses aterrorizando a los nacidos de muggle, a los mestizos orgullosos de serlo! —Delilah grita y Regulus solo quiere que baje la voz porque pueden oírles—. ¡Mataste a mi lechuza, Regulus!
—¡Tenía que hacerlo!
—¡No tenías que hacerlo!
—¡Era eso o lo que quisieran hacerte Mulciber y Dolohov! —se lo grita de vuelta porque parece que no lo entiende. Que pensara que ha perdido a la lechuza era lo mejor que podía pasarle—. No tienes ni idea de lo que pasa por sus cabezas.
—Pues ilumíname porque no entiendo cómo matar a mi lechuza y amenazar con matar a mi madre es mejor que lo que pudieran hacerme.
Regulus lo piensa. Sabe que el daño que le ha causado por mandarle esa lechuza de la escuela muerta es irreparable, lo sabe y es perfectamente consciente de ello, sabe que aunque le enseñe que su lechuza vive en su armario y está sana y salva no va a poder hacer lo suficiente como para arreglarlo, pero la opción que tenían preparada Mulciber y Dolohov era peor, mucho peor. Cuando piensa en ello quiere vomitar.
—¿Sabes qué es lo que les pasa a algunas chicas? —se lo ha pedido, ella es quien ha pedido saberlo, solo está haciendo caso. Sabe que se equivoca, lo tiene claro cuando Delilah retrocede—. Entiendo que lo has oído, la humillación a las que las someten cuando las llevan a esas clases abandonadas, como vuelven a la sala común con la ropa interior de esas chicas como trofeo.
Delilah vuelve a retroceder y baja la mano, haciendo que la sangre caiga al suelo. Regulus avanza para intentar cogerle la mano y meterla bajo el grifo y luego vendarla, pero Delilah vuelve a retroceder, esta vez hasta la puerta de la habitación.
—Déjame salir —se nota el intento de amenaza en su voz, pero también como le tiembla—. Déjame salir o empiezo a gritar.
—Por favor, vuelve al baño y mete la mano debajo del grifo, Del, estás sangrando muchísimo —vuelve a intentar acercarse a ella y, de nuevo, la chica retrocede.
—¡Abre la puerta, Regulus! —sabe que Delilah está a punto de echarse a llorar, lo sabe y no quiere que llore, no sabe por qué se ha metido en este lio, no entiende por qué no puede ser como Sirius, como Andrómeda. Todo sería más fácil si hubiera sido como ellos, una oveja negra, una que se hubiera ido con Sirius y no estaría atrapado ahora con ellos.
—¡No puedo sin la varita!
Empieza a buscarla por la habitación, pero no parece estar por ningún lado. No tenía que haberla lanzado, lo sabe, pero no ha podido evitarlo. Mira sobre el dosel de la cama, mira detrás de la mesilla y bajo el escritorio, pero no está en ningún lado.
—Por favor, Del, déjame vendarte la mano y luego busco la varita.
Se lo suplica y no sabe si es por toda la sangre que ha perdido ya o quizá porque se ha rendido, pero asiente. A Regulus le falta tiempo para ir corriendo hasta su lado y vuelve a llevarla al baño. No tiene vendas, pero sí que tiene todavía el pañuelo de la chica, aquel que dejó en su habitación el año anterior.
—Lo has guardado —murmura y Regulus decide que no va a contestar. Es lo mejor que puede hacer, no puede darle una respuesta de por qué ha guardado el pañuelo.
Echa más agua, intentando que la herida quede lo más limpia posible y le anuda el pañuelo, rozándole la mano. Quizá tarda más de lo que debe cuando hace el nudo, quizá se asegura demasiado de que está bien apretado y que no está sangrando excesivamente. Quizá le roza los dedos, de forma innecesaria, queriendo coger la mano de Delilah, aunque no se lo merezca. Porque no se lo merece.
Vuelve a la habitación y sigue buscando la varita. Revuelve las túnicas que están colgadas en el perchero, las sábanas y debajo de la cama, pero no aparece por ningún lado. No está entre los libros de las estanterías y cuando mira al armario piensa que no es posible que haya tenido la mala suerte de que la varita haya caído detrás del armario.
Coge una de la velas para iluminarse y ahí la ve, en el suelo, muy cerca, pero no lo suficiente como para que pueda cogerla con los dedos. Por mucho que intenta mover el armario no tiene fuerza porque dentro guarda demasiadas cosas. Así que lo abre sin preocuparse de nada.
Primero deja la jaula de la lechuza de Delilah sobre el escritorio, con cuidado. Le da una de sus chuches para que no se altere y la lechuza se comporta, no como cuando la secuestró. Fue la peor noche de su vida, y no solo por tener que haber asesinado a una lechuza inocente.
Lo siguiente que saca es el baúl del colegio y lo deja caer sin cuidado ninguno en el suelo, junto a la ropa que empieza a lanzarle encima. Saca los libros de los cursos anteriores, todos los apuntes y el suelo de la habitación de Regulus desaparece entre tantas cosas como saca de un armario tan pequeño, pero por fin puede moverlo y, con ello, coger su varita.
Cuando se gira Delilah ha salido del baño y está en la puerta del mismo, mirando al escritorio. La lechuza empieza a ulular a su dueña y Regulus coge aire.
—¿Owlbert? ¿Eres tú? —Regulus no sabe si reír o llorar ante el nombre de la lechuza, y mucho menos cuando el animal le responde—. ¿Qué es esto?
—Tu lechuza —no tiene sentido que intente ocultarlo más, le ha pillado.
—Pero... tú... la lechuza que llegó...
—Era del colegio, se parecía lo suficiente a... Owlbert —intenta no reírse del nombre— como para que no notaras la diferencia, y mucho menos con la nota.
—No... no lo entiendo, Reg, ¿por qué no me lo dijiste? —ahora es ella quien se acerca a él y él no se aleja—. ¿Por qué has hecho todo esto?
Le levanta el brazo izquierdo y Regulus intenta bajarlo, pero ella no le deja y lo pone de forma en que la marca tenebrosa se ve perfectamente. La odia, pero la necesita, la necesita si quiere sobrevivir en la noble y ancestral casa de los Black.
—Dime, ¿preferías lo que hice yo o lo que querían hacerte ellos?
Si le hubiera dicho que su lechuza estaba viva seguro que prefería lo que le había hecho él, pero le había dejado creer que estaba muerta. Regulus nunca pensaba que fuera a arrepentirse de algo, pero sí que lo hace, se arrepiente de todo lo que ha hecho cuando Delilah estaba involucrada. No es capaz de pensar a su alrededor, no entiende que le pasa.
—Preferiría que no hubieras fingido matar a mi lechuza.
El pañuelo está atado en la mano del corte y esta está sobre su brazo izquierdo. Ahora Regulus tiene la varita en la mano y puede hacer algo con ello. Ve como la sangre ya ha manchado por completo el pañuelo y se lo quita. Menos mal que sigue recordando el hechizo que hizo Snape para arreglarle la cara.
Regulus coge la mano de Delilah con suavidad y mueve la varita lentamente sobre el corte, murmurando el hechizo, teniendo cuidado para no rozar la herida en ningún momento. Los dos ven como, poco a poco, se cierra, y ninguno se mueve. Tienen las manos llenas de sangre, también hay en el suelo y en la puerta donde se ha apoyado antes Delilah, pero Regulus conoce hechizos de todas las veces que Walburga los ha usado en casa para quitar la sangre de Sirius de las paredes, algo que los elfos solo pueden hacer con tiempo y es imposible de lograr cuando tienes invitados en cuestión de minutos.
No le suelta la mano, no quiere hacerlo. No ahora que ve que la chica está calmada y no le está gritando.
—Puedo arreglar todo esto —dice y Delilah le mira—. Lo tuyo.
—¿Lo mío? —Regulus asiente y ella sigue sin entenderlo—. ¿Qué mío, Reg?
—Lo de tu familia.
Sabe que la ha vuelto a cagar porque Delilah sí que baja la mano. Vuelve el enfado a sus ojos, a su postura y no termina de entender por qué la ha cagado.
—¿Lo de mi familia? ¿Crees que puedes arreglarlo?
—Escúchame —se lo pide, pero sabe que ya ha perdido todo,
—¡No hay nada que arreglar, Regulus, nada!
—Puedo mentir por ti. ¡Puedo ayudarte a falsificar el árbol genealógico de tu madre, Del! —sabe que puede hacerlo, lo sabe y levanta el brazo porque es lo que le da el poder—. ¡La marca puede hacerlo! Te dejarán en paz, te dejarán tranquila, a ti y a tu familia.
—¿Y qué tengo que hacer para eso? ¿Mentir? ¿Traicionar lo que creo? Soy mestiza, Black, puedo haber mentido con ello para querer sobrevivir, pero ya me habéis dejado claro lo que soy y ahora estoy muy orgullosa de ello.
Delilah pasa por su lado, hacia la jaula de su lechuza y la coge para ir luego hacia la puerta. Intenta abrirla, pero sigue cerrada y le mira.
—Del, van a ir a por ti, no creo que tarden mucho y...
—¡Abre la maldita puerta, Black!
No vuelve a hablar. Agita la varita para deshacer el hechizo y Delilah sale de allí, dando un portazo que tira al suelo la montaña de libros que había sobre el baúl de Regulus.
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Llamar a la lechuza de Delilah Owlbert es que me pareció peak comedy y no podía no hacerlo, por todo lo que pasa en este capítulo y algunas cosas de más adelante es por lo que no pude matarla en el capítulo anterior.
También me gusta como Regulus consigue la marca tenebrosa y como empieza a dudar un poquito, solo un poquito, de que eso sea buena idea. Y que quiera ayudar (a su modo, claro) a Delilah I'm................................. de verdad es que nada de esto estaba planeado, este chico no iba a ser nada más que un desastre andante que ya no sabía como salir del lío en el que se había convertido y ahora es... esto.
Por cierto, me parece muy fuerte que queden seis capítulos?????? En plan no tiene ningún sentido porque cuando ha pasado tanto tiempo????? En fin muy fuerte todo la verdad, menos mal que tengo más cosas por ahí listas!!!!!!!
Nos vemos la semana que viene <3
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