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24 | Navidad en casa

XXIV. CHRISTMAS AT HOME

Al día siguiente debían regresar a casa, y el viaje en tren fue bastante tenso para los cuatro amigos. Aunque Hermione y Ron habían tratado de entablar una conversación normal con los mellizos, ellos no se veían muy dispuestos. Al final, como siempre, Hermione y Ron acabaron por discutir.

Allison todavía tenía las palabras que había escuchado en Las Tres Escobas grabadas en el cerebro. No entendía por qué Maddy y Remus nunca les habían llegado a explicar cómo fue que Sirius Black les traicionó. Nunca se lo habían planteado del todo, y haberse enterado por terceros no les gustó a ninguno de los dos.

No estaban enfadados, pero sí resentidos. Allison comprendía que para Maddy y Remus era complicado hablar sobre aquello. Les habían dicho en múltiples ocasiones lo difíciles que fueron esos años para todos, llenos de acusaciones y disputas entre los amigos. Así que no querían meterse en temas delicados haciendo excesivas preguntas. Pero, después de todas las charlas que habían tenido, Allison pensaba que al menos podrían haberles explicado cómo les traicionó.

Así, al menos, no habrían tenido que enterarse de ello en un bar, escondidos debajo de una mesa, escuchando una conversación entre los profesores, la encargada del bar y el ministro de Magia. Definitivamente, había sido una forma de lo más extraña de recibir aquella información.

Y no podían echarles nada en cara a Maddy y Remus, porque entonces tendrían que contarles cómo se habían enterado. Y, para ello, deberían confesar que habían visitado Hogsmeade de forma clandestina. Tampoco podrían enseñarles el Mapa del Merodeador que habían recuperado. Sabían que no les dejarían quedárselo, al menos no aquel curso, con Sirius Black vagando suelto por ahí.

Por fin, el tren frenó al llegar a la estación, y Allison rápidamente cogió su baúl y la jaula de Hedwig, para salir cuanto antes del vagón. Quería llegar a casa, tumbarse en su cama y quedarse dormida.

* * *

—No lo entiendo.

Allison resopló y se llevó las manos a la cara. Estaba con Lizzy en el cuarto que compartían, la noche del 24 de diciembre, charlando de lo que había sucedido durante el curso. Ambas estaban tumbadas en la cama de Liz, y Allison había colocado su pies sobre la pared, por lo que su cabeza estaba al borde la cama. Lizzy tenía la cabeza apoyada en las manos y estaba tumbada sobre su estómago, mirando directamente a la pelirroja.

—¿Qué es lo que no entiendes?

—Si no sabías si te gustaba, ¿por qué le pediste que fuera tu novio?

A Allison le habría encantado tener una respuesta clara ante esa pregunta, pero por supuesto, no era así.

—No sé, me salió solo. Estábamos hablando de eso y mi boca simplemente actuó por sí misma sin preguntarle a mi cerebro.

—Eso no funciona así —contradijo Lizzy, mirando a Allison con el ceño fruncido. Allison alzó una mano para apartar su cara, que estaba muy cerca, y Lizzy se quejó.

—Ya sé que no funciona así, pero de verdad no sé qué pasó. Ni siquiera ahora sé qué es lo que pasó durante ese mes.

—Los mayores sois raros —declaró Eliza, al tiempo que asentía.

Allison levantó su cabeza, pues la sangre estaba empezando a concentrarse ahí y se mareaba, así que apoyó los codos en el colchón y movió sus piernas de la pared.

—Solo tengo dos años más que tú.

—Pero yo no saldría con alguien que no sé si me gustaba.

—Es complicado —murmuró Allison—. Es difícil saber si te gusta alguien. Ni siquiera ahora sé si me gusta alguien o no.

Lizzy se levantó de golpe, para volver a tumbarse, esta vez sobre la otra chica. Allison soltó un quejido y Liz se rio.

—Eso significa que hay alguien que puede que te guste.

Ella le miró con sorpresa, pues no se había dado cuenta de lo que había soltado antes. No por nada Eliza había clasificado en Ravenclaw, no se le escapaba una.

—Es posible...

—¡Estás roja! ¡Te gusta alguien! —chilló la pelinegra, emocionada y dando palmaditas—. Dime quién es, porfa porfa porfa...

—Me estás aplastando, quita —protestó Allison.

—Solo si me cuentas quién es.

Ella suspiró, pero aceptó y Liz rodó de encima suyo. Allison dudó unos segundos, pero pensó que no tenía nada que perder.

—George.

—¿Weasley?

Asintió, y Liz soltó otro chillido. Se levantó de la cama de un salto, y Allison apoyó su espalda en la pared.

—Eso es maravilloso.

—No es maravilloso —contradijo ella—. No sé qué me está pasando. Hace unos meses todo era distinto. No sé cuándo me he empezado a fijar en los chicos, y ahora parece que es en lo único que pienso. Es odioso, yo quiero paz en mi cabeza.

—Oh, vamos. No seas tonta. Es normal, tienes trece años. Además, si tú también le gustas, podríais salir juntos. Te pega mucho más que Ernie, eso seguro.

—¿Por qué de repente quieres saber tanto sobre mi vida amorosa, Lizzy? —le preguntó Allison.

—Para mantenerme informada cuando me guste alguien.

—Solo tienes once años.

—¡Antes has dicho «solo tengo dos años más que tú»! Si no eres mayor yo no soy pequeña. —Eliza se cruzó de brazos, enfurruñada de forma infantil.

—¿Acaso te gusta alguien?

—¡No!

Eliza se puso a la defensiva, colorándose un poco.

—No desvíes el tema, Ally. Estábamos hablando de George.

—Tú estabas hablando de George.

—Las dos hablábamos de George.

—Deja de decir su nombre, Harry nos va a oír.

La pelirroja le lanzó un cojín a Liz, que le dio en la tripa antes de poder atraparlo.

—¿A Harry le gusta alguien?

Allison se encogió de hombros.

—La única chica con la que habla es Hermione, pero no creo que le guste. Puede que sí le guste alguien del curso, son todas muy guapas. Como Parvati.

—¿Quién es Parvati?

—Mi compañera de cuarto.

—¿ La rubia o la morena?

—La morena.

—Ah, ya sé. —Hizo una pausa—. Tiene una gemela en mi casa.

—Sí, Padma Patil. Las dos son bonitas.

—¿También te gusta o qué? —se burló Liz.

Allison le tiró otro cojín.

—¡No te lo decía a malas! Si te gustaran las chicas me parecería estupendo —se defendió ella.

—¿Cómo voy a saber si me gustan las chicas si no sé ni si me gusta George? —reconoció Allison.

—Espera, ¿qué?

—Nada. Es tarde, mañana es Navidad. ¡A dormir!

¿Qué acababa de decir? ¿Le gustaban las chicas?

Genial, algo más con lo que comerse la cabeza.

* * *

Todos amanecieron felices y emocionados al día siguiente, pues era la mañana de Navidad. Los tres chicos cargaron sus regalos hasta abajo, para abrirlos todos en el salón. Maddy y Remus estaban en la cocina, preparando chocolate caliente, que dejaron sobre la mesa del salón mientras ellos abrían los regalos.

Allison se puso con emoción el jersey que le había regalado la señora Weasley, que era rojo y tenía un león en el centro, igual que el de Harry.

George y Fred le habían mandado unos caramelos escupe-fuego que habían comprado en Zonko. A ella no le había dado tiempo a visitar la tienda de bromas después de lo que ocurrió en Las Tres Escobas, así que agradeció el regalo. Hermione y Ron les mandaron dos tarros llenos de chucherías y dulces de Honeydukes.

El regalo que a Eliza le había hecho más ilusión fue, sin duda, el de Maddy. Su madre se había marchado un momento a su habitación, y al regresar traía con ella una criatura redonda, amarilla y peluda en las manos.

—¡Es un puffskein! ¡Es el mejor regalo de todos, mamá! ¡Gracias gracias gracias!

La chica abrazó a su madre llena de alegría. Cogió al puffskein con ambas manos y lo observó con una sonrisa radiante.

—Voy a llamarla Atenea.

—¿Cómo estás segura de que es una hembra? —inquirió Remus.

—No lo sé. ¿Lo es? —Maddy asintió—. Maravilloso.

Liz no se separó de su nueva mascota durante toda la mañana. Allison estuvo también jugando con el puffskein, tratando de ver qué comía. La respuesta fue que de todo, desde un trozo de meiga frita hasta una bola sospechosa que había en el suelo del salón. Allison prefiere desconocer lo que era eso.

A la hora de la comida, Lyall Lupin se presentó en la casa por la Red flu.

—¡Feliz Navidad, chicos!

El mago llevaba un sombrero rojo chillón que enseguida le puso a su nieta, quien rio y le enseñó emocionada el regalo que había recibido.

—Es un buen ejemplar —reconoció—. Mi especialidad son los no-seres, no las bestias, pero te puedo asegurar que este es muy bonito.

—Papá, llegas justo a tiempo para la comida —saludó Maddy, que había visto llegar a su padre desde la cocina y se había acercado a darle un beso en la mejilla.

Todos pasaron a la cocina, donde Remus servía el pavo y las patatas asadas en los platos.

Remus llegó a la mesa del comedor con una bandeja en las manos, en la que estaba el pavo y las patatas asadas.

—No he tenido tanta hambre en mi vida —dijo Allison, cuando el estómago le rugió—. Tiene una pinta estupenda.

—Beatrice dijo que llegaría a tiempo, no sé dónde...

Antes de que Maddy pudiera acabar la frase, un ruido en el salón y una tos indicaron que acababa de llegar. Salió de la chimenea, limpiándose los pantalones color beige, de la ceniza de la chimenea. Beatrice Kelly era una mujer alta, de tez oscura y con una esbelta figura. Había sido compañera de Maddy y Remus en el colegio.

—La Red flu es el peor medio de transporte, en serio. —Fue lo primero que dijo al salir de la chimenea.

—¡Tris! —chilló emocionada Allison, corriendo a abrazarla. Harry fue también, sonriendo enormemente, y seguido de Liz.

—¡Cómo habéis crecido los tres, Santa Morgana! Hacía casi tres años que no os veía a vosotros dos —dijo, señalando a los mellizos—. ¿Qué es eso de quedarse en el colegio por Navidad? ¡Sois peores que Maddison y Remus!

—Beatrice, siempre es genial escuchar tus cumplidos —intervino la mencionada, sonriendo a su amiga.

—Maddy, hoy estás preciosa. ¡Remus! Ese suéter te queda estupendamente, ¿sabías? —Remus se rio por lo bajo de la efusividad de la mujer—. Señor Lupin, está usted radiante, ¿son nuevas las gafas?

—Lo son, Beatrice. Y, por milésima vez, llámame Lyall. Me siento un anciano si no me tuteas.

—Un placer, Lyall.

La morena se sentó en la mesa, entre los sitios vacíos que ahora iban a ocupar Harry y Liz. Allison se sentó enfrente, al lado de Maddy. Remus y Lyall estaban cada uno en un extremo.

—¿Qué tal por Grecia, Beatrice? —preguntó Remus, sirviendo patatas en todos los platos.

—Espectacular, como todos los países de Europa que he visitado. Aunque estoy sintiendo una debilidad por Grecia, si he de ser sincera. Estudiar las quimeras y las mantícoras es muy emocionante, son unas criaturas asombrosas. Todavía no he conseguido ver una, pero tengo fe de que pronto será posible.

—Pero ¿no son extremadamente peligrosas? —preguntó Eliza—. Tienen la clasificación XXXXX en la lista del Ministerio de Magia.

—Sí, y son muy difíciles de encontrar. Pero algún día lo lograré.

—Ojalá nos enseñaran criaturas interesantes en Cuidado de las Criaturas Mágicas —suspiró Allison—. Me da pena Hagrid, pero los gusarajos son un aburrimiento. Si no fuera por el estúpido de Malfoy, daríamos cosas entretenidas.

—¿Malfoy? —preguntó Beatrice—. ¿Vais al mismo curso que el hijo de Lucius Malfoy?

—Draco es todo un caso —señaló Remus, suspirando¯. Es un buen alumno, inteligente, pero muy revoltoso a su manera. Siempre se mete con los niños de primero, y con los que no son «sangre pura». —Hizo comillas con los dedos.

—Lucius era odioso, y eso que solo coincidimos los dos primeros años en Hogwarts con él. —Los tres niños prestaron mucha atención a lo que Beatrice decía, como siempre hacían cuando contaban anécdotas de sus tiempos es Hogwarts—. Se comprometió con Narcissa Black e iba pavoneándose como si fuera de la realeza.

—Odio que Draco sea familia mía —admitió Liz, con una mueca de asco en la cara.

—Primo segundo, tampoco es familia cercana. —Beatrice hizo un gesto de restar importancia—. Tus abuelos son primos segundos.

—¿Que mis abuelos qué?

—No me miréis así, no habla de Hope y de mí —aseguró con una risa Lyall, cuando los tres chicos se giraron hacia él—. Todas esas tonterías de la pureza de sangre —suspiró—. Hope era una muggle, y os puedo asegurar que era mil veces mejor que cualquiera de esos sinvergüenzas.

—Totalmente de acuerdo, Lyall. Mi padre era muggle y era una persona maravillosa.

—Hermione es hija de muggles y es la mejor bruja de nuestra edad —admitió Harry.

—Igual que mamá —añadió Allison—, ¡y fue prefecta y Premio Anual!

Siguieron charlando sobre el tema mientras comían, riendo de vez en cuando y manteniendo animada la conversación. Maddy y Remus se sentían mucho más relajados que en los últimos meses, que tan solo habían estado pensando en Sirius.

Ver de nuevo a su vieja amiga les animaba, ese era el efecto que Beatrice Kelly tenía en la gente. La mujer irradiaba felicidad, era inevitable.

—Bueno, pero no todos los magos de familias que creen en la supremacía son malvados —defendió Liz—. Quiero decir, mi mejor amigo es Cameron Nott, y él es una buena persona. Me está costando un poco quitarle del todo esas ideas tan absurdas, pero lo lograremos.

Todos le dieron la razón. Al fin y al cabo, cada persona era diferente sin importar su familia, ¿no?


La tarde de Navidad pintaba feliz. Con Beatrice en casa los tres chicos estaban encantados, escuchando sus historias de todos los viajes que había hecho.

En torno a las seis y media, una lechuza llegó a la ventana, dando picotazos al cristal. Maddy fue quien se levantó del sillón para dejar pasar al animal, que dejó una carta encima de la mesa y se quedó al lado, esperando. Maddy le dio algo de comida —siempre lo hacía cuando venían a traerles cartas, sentía un especial cariño por ellas— y la lechuza se fue, por lo que no esperarían respuesta.

Lyall la cogió y le entregó la carta a Harry.

—Pone para Allison y Harry Potter.

La pelirroja le arrebató la carta a su hermano y se fijó en quién la había mandado, que resultaba ser Hagrid.

Queridos Harry y Allison,

No tengo claro cuándo os llegará la carta, pero las noticias las recibí el día que os fuisteis y no pude comentaros nada.

El Consejo Escolar me envió una carta, y no me consideran responsable de lo que pasó con Buckbeak. Pero van a realizar una vista para él, el día veinte de abril. ¡Es horrible!

Voy a buscar información sobre casos similares, y ojalá encuentre algo. Espero no haberos fastidiado las fiestas, chicos. Dadles vosotros la noticia a Ron y Hermione, yo tengo que seguir preparando las clases e investigando para Buckbeak...

Con tristeza,

Rubeus Hagrid

—Oh, no puede ser. ¡Pobre Hagrid! —bramó Harry.

—¡Y pobre Buckbeak! Tenemos que ayudar a buscar información. En cuanto lleguemos a Hogwarts, iremos a la biblioteca. Seguro que Hermione conoce libros que nos ayuden.

Pero entonces se le ocurrió algo mejor.

—¡Tris! ¡Ella trabaja con todo tipo de bestias!

—Pero ¿dónde está? —preguntó Harry.

—Puede que con el tío Remus, porque él tampoco está en el salón —dijo Eliza, que seguía sin separarse de su mascota.

* * *

—¿Sabes? Creo que Klaus va a dejarme pronto, ya casi no nos vemos desde que me mudé a Grecia. O puede que rompa yo con él —dijo Beatrice.

Remus había subido un momento a su habitación, con la intención de regresar un libro a la estantería y bajar de nuevo. Pero en cuanto se dio la vuelta, vio a Beatrice parada en el marco de la puerta.

En menos de dos segundos, la mujer ya se había sentado en una silla, entablando conversación con él mientras fingía buscar algo en su armario.

—Bueno, nunca me cayó bien —murmuró Remus, con la cabeza escondida detrás de la puerta del armario.

Se negaba a mirar a los oscuros ojos marrones de Beatrice, porque cada vez que eso ocurría, acababan en las mismas. Llevaban años en aquel círculo vicioso, y por mucho que intentaba salir, le era imposible.

—No le conoces, Remusín.

El hombre no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar cómo le había llamado.

—Hacía años que no usabas ese ridículo apodo, Trizzy.

—Lo mismo digo.

Remus se sorprendió de oír aquellas palabras tan cerca de él, y al sacar la cabeza del armario, se encontró a Beatrice a tan solo unos centímetros de distancia. Entonces supo que aunque había tratado de eludirlo, ocurriría. Siempre ocurría.

—Sigues teniendo novio, aunque vayas a romper con él —le recordó Remus, viendo cómo la mirada de la mujer no se iba de sus labios.

Ella solo sonrió y se mordió el labio inferior.

—Que yo recuerde eso nunca te ha importado —dijo ella, con un tono de voz bajo y suave—. Además, él es un cabrón -añadió, pasando sus brazos alrededor del cuello de Remus.

Él tragó saliva, nervioso por la cercanía entre ambos.

—Eres tú la que le pone los cuernos.

Quería besarle, todo en su interior le gritaba que lo hiciera, echaba de menos hacerlo. Odiaba que siempre se encontraran en la misma situación. A Beatrice no le gustaba el compromiso, y no era la primera vez que le ponía los cuernos a su novio.

—Y tú el que me ayuda a ponerlos.

Posó su mano izquierda sobre su mejilla, y Remus la sintió helada por unos momentos. La tenía tan cerca, que para él era imposible no oler el perfume de romero que llevaba. No se había dado cuenta de que él también miraba sus labios, y menos le dio tiempo a pensar de forma coherente antes de inclinar la cabeza para poder juntar sus bocas.

Hacía ya unos cuantos años que no se encontraban en esa situación, pero cada vez se sentía como la primera. Remus dejó de tener remordimientos para centrarse en aquel beso, dándose cuenta de lo necesitaba desde hacía tiempo.

Era tal y como él lo recordaba; besarle se sentía como regresar a Hogwarts, cuando eran estudiantes y el caos completo no había inundado todavía sus vidas. Cuando todos eran amigos y pasaban tiempo juntos, riendo y haciendo locuras.

Para Beatrice, besar a Remus era una vía de escape de su ajetreada rutina. Amaba viajar y estudiar criaturas peligrosas más que nada, pero a veces se saturaba de tantas emociones. Era algo apasionante recorrer los rincones de Europa, pero de vez en cuando agradecía sentirse en paz, y necesitaba esa tranquilidad de su pasado. No se consideraba una mala persona. Era cierto que había engañado a sus parejas, pero estaba segura que ella no era la única que lo hacía, y por eso buscaba a los chicos que buscaba para salir con ellos. Remus era diferente, besarle a él siempre se sentía tan bien.

Ella le empujó un poco hasta dar con la cama, y él se sentó sobre el colchón. Beatrice se colocó sobre sus piernas, agarrándole del cuello de la camisa para volver a besarle con más intensidad.

Antes de que la cosa fuera a más, escucharon a alguien soltando un gritito, y ambos se giraron hacia la puerta con la respiración agitada.

—¡No quiero que hagáis primos mientras estoy en casa! —chilló Allison, frotándose los ojos. Harry estaba a su lado, completamente rojo por la vergüenza.

—Chicos...

—No me malinterpretes, haced lo que queráis, pero, por Godric, cuando no haya nadie más en la casa.

Harry cogió la mano de su hermana y la arrastró hasta el piso de abajo, antes de que siguiera hablando y la fastidiaran todavía más.

—Deberíamos bajar.

—Maddison va a matarme —suspiró Beatrice.

—Tampoco creo que...

—¡Beatrice Shellstrop Kelly y Remus John Lupin! —chilló Maddy desde las escaleras, subiendo con fuertes pisadas.

—Lo hará. A los dos —confirmó él.

—¡Con tres niños en casa! —gritó entrando por la puerta.

—Nosotros no...

—¿¡Vosotros no qué!? ¡Ibais a acostaros!

—¡No! Solo nos besábamos, Maddy.

—Allison me ha dicho que tratábais de darme un sobrino, así que por mí podríais estar haciendo lo que fuera, porque ellos se han pensado otra cosa.

—Lo lamento, Mad.

—Bajad abajo mismo y disculparos. Ahora.

—Oye, que han sido ellos los que han entrado sin llamar.

—¡No es cierto! ¡Hemos llamado como cinco veces! —se escuchó una voz al otro lado de la puerta, seguida de un quejido y unos susurros. Maddy abrió la puerta, y los mellizos volvían a estar ahí.

—Dejad de comportaros como si tuvierais todos cinco años. Allison y Harry, disculpaos por interrumpir sin permiso.

—Lo sentimos —dijeron a coro, mirando al suelo.

—Y vosotros pedid perdón por no saber esperar a que no haya niños en la casa.

—Perdón —mustió Remus.

—Sí, lo siento, lo siento —añadió Beatrice, cuando Maddy la miró con los ojos entrecerrados, esperando su respuesta—. ¿Por qué no nos olvidamos de esto? Ni que no hubierais besado a alguien nunca.

—Harry no —se rio su hermana.

—¡Oye, eso no viene a cuento! —se quejó él.

—Sí que viene.

—No.

—Que sí.

—Te digo que no.

—Abajo todo el mundo. Ya.

Maddy empezó a echar a todos de la habitación, pero antes de que Beatrice se marchara, la sujetó del brazo.

—Beatrice, te quiero, y lo sabes. Pero, por el amor de Merlín, deja de hacerle esto a Remus. Sabes cómo es y que le acabarás haciendo mucho daño.

—No es mi intención... —dijo con sinceridad. No quería causarle daño ni herir sus sentimientos.

Pero ellos siempre habían funcionado así.

—Ya sé que no lo es. Pero deberías pensar en él, porque por este camino no vais a llegar a nada bueno. Y te aseguro que mi reacción no te gustará.

Beatrice suspiró.

—Lo sé. Te prometo que no volverá a pasar.






vaya pues os presento a Beatrice, mi linda bebé que no es tan bebé pero sí lo es porque la amo. no sé si lo recordaréis, pero Allison la mencionó en primero cuando estaban cuidando de Norberto :)

bueno tengo dos cosas que contaros jeje. primera, como dije en el tablero voy a subir un meet my oc's, mañana!! iré subiendo oc's cuando me apetezca, si os lo agregáis a la biblioteca os notificará wattpad (si quiere, ya todos sabemos cómo es)

y la segunda os va a gustar :)
como ya dije, tengo historias del universo de Aquila planeadas yyy bueno, que voy a empezar a subir una la semana que viene! ya os diré qué día, pero la semana que viene subiré la intro y la playlist, y a la siguiente el prólogo (solo la publicaré una vez a la semana, y cambiaré las actualizaciones de Allison para que cuadren)

ya os comentaré fechas cuando me aclare, hasta entonces nos vemos el lunes con Allison y, si os pasáis, mañana con el meet my oc's <3

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