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17 | dementores

XVII. DEMENTORS

La mañana siguiente, ya estaban todos en el andén listos para subir al tren. Allison buscaba a Maddy, y la encontró junto con Lizzy, poniéndole bien la chaqueta. Se acercó a ellas con su hermano.

—Allison, Harry —saludó Maddison, dándoles un abrazo a cada uno—. Molly me envió una carta con las noticias. ¿Recuerdas todo lo que te expliqué?

—Sí, claro —contestó la pelirroja.

Ambos se quedaron en silencio, observando a su madrina. Harry abrió la boca, pero tras vacilar unos segundos la cerró.

—¿Estáis bien? Os noto raros.

—Déjanos ir a Hogsmeade —pidió Harry, casi rogando.

—¿Otra vez con esas? Por favor, no me vengáis con enfados ahora, ya lo hemos hablado. Y es el primer curso de Liz.

Los dos gruñeron, pero dieron por zanjado el tema.

El tren iba a salir ya, así que los tres abrazaron a Maddy antes de entrar al Expreso de Hogwarts.

—Lizzy, ¿por qué no vas con Ginny? Allison y yo tenemos que hablar con Ron y Hermione.

Ginny le sonrió a la pequeña Lupin y la condujo hacia algún compartimento, mientras los otros cuatro buscaban uno libre para hablar con tranquilidad.

Cuando llegaron al último, ya sin esperanzas de encontrar uno vacío, vieron que Remus estaba ahí, dormido. Aquella mañana, cuando los chicos despertaron, Remus ya no se encontraba en casa. Supusieron que habría ido al colegio temprano por algún otro medio, pero al parecer iría con ellos en el tren.

—¿Nos explicáis ya qué ocurre? —inquirió Ron, con algo de exasperación.

Después de comprobar cien veces que Remus estaba dormido, Harry y Allison les contaron un poco por encima la situación.

Solo les explicaron la parte de Sirius siendo su padrino y que probablemente quería matarle, o al menos a Harry. No querían decirle que era el padre de Liz, no podían elegir a quién contarle eso. Aunque seguramente ya lo estarían sospechando.

—¿Sirius Black escapó para ir detrás de vosotros? ¡Ah, chicos, tendréis que tener muchísimo cuidado! No vayáis en busca de problemas...

—Yo no busco problemas -respondió Harry, molesto—. Los problemas normalmente me encuentran a mí.

—¡Qué tontos tendrían que ser Harry y Allison para ir detrás de un chalado que quiere matarlos! —exclamó Ron, temblando.

Ambos parecían aterrados por la noticia, pero al menos alguien comprendía que no iban a ir detrás de un asesino. Uno que les quería asesinar a ellos.

—Nadie sabe cómo se ha escapado de Azkaban —dijo Ron, incómodo—. Es el primero. Y estaba en régimen de alta seguridad.

—Pero lo atraparán, ¿a que sí? —dijo Hermione convencida—. Bueno, están buscándolo también todos los muggles...

—¿Qué es ese ruido? —preguntó de repente Allison, cortando lo que su amiga decía.

Era como una especie de silbido molesto que sonaba en algún punto del compartimento.

—Viene de tu baúl, Harry —indicó Ron, poniéndose en pie y alcanzando el portaequipajes.

Ron sacó el chivatoscopio que le había regalado a los mellizos. Daba vueltas muy deprisa sobre la palma de su mano, brillando de forma muy intensa.

—¿Eso es un chivatoscopio? —quiso saber Hermione, llena de interés, levantándose para verlo mejor.

—Sí... Pero claro, es de los más baratos —señaló Ron—. Se puso como loco cuando lo até a la pata de Errol para enviárselo a Harry y Ally.

—¿Y no puede apagarse? —preguntó Allison, tapándose los oídos—. Es muy molesto.

Volvieron a guardarlo para no despertar a Remus, y Ron y Hermione se pusieron a divagar sobre lo maravilloso que será ir a Hogsmeade aquel curso.

—¿No será estupendo salir del colegio para explorar Hogsmeade?

—Supongo que sí —respondió Harry, viéndose triste—. Ya nos lo contaréis cuando lo hayáis descubierto.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ron—. Ally, tú misma dijiste que vuestra madrina os había firmado la autorización.

—Y lo ha hecho. Pero ha hablado con McGonagall y le ha dicho que hasta que no hayan capturado a Black no iremos. Pero no te preocupes, Harry, conseguiremos convencer a Rem.

—Podemos preguntar a Fred y a George. Ellos conocen todos los pasadizos secretos para salir del castillo...

—¡Ron! —le interrumpió Hermione—. Creo que no deberían andar saliendo del colegio a escondidas estando suelto Black...

—Ya, supongo que eso es lo que dirá McGonagall cuando le hablemos del permiso —suspiró Harry.

Qué pesimista, pensó su hermana.

—Pero si nosotros estamos con ellos... Black no se atreverá a...

—No digas tonterías, Ron —interrumpió Hermione—. Black ha matado a un montón de gente en mitad de una calle concurrida. ¿Crees realmente que va a dejar de atacar a Harry o a Allison porque estemos con ellos?

Hermione estaba desenredando la correa de Crookshanks, y Ron se dio cuenta demasiado tarde.

—¡No dejes suelta esa cosa! —exclamó.

El gato saltó con ligereza de la cesta,
se desperezó, bostezó y brincó encima de Ron.

—¡Apártate de aquí! —chilló, dándole un empujón.

—Eres un bruto —farfulló Allison.

—¡No, Ron! —exclamó Hermione con enfado.
Ron estaba a punto de responder cuando Remus se movió.

Falsa alarma, siguió durmiendo.

El trayecto pasó tranquilo hasta mitad de mañana, cuando pasó la señora del carrito. Allison y Harry no dejaron que despertaran a Remus, pues sabían lo mucho que necesitaba dormir. Le compraron algunos dulces, sobre todo chocolate, por si se despertaba y tenía hambre. Aunque no dudaban en que él llevara encima, como siempre hacía.

A media tarde, cuando estaba lloviendo, Draco Malfoy llegó pavoneándose, como cada año, reclamando la atención que tanto necesitaba.

—Bueno, mirad quiénes están ahí. El chalado y la rata.

Crabbe y Goyle se rieron como bobos.

—He oído que tu padre por fin ha tocado oro este verano —dijo Malfoy—. ¿No se habrá muerto tu madre del susto?

Ron se levantó tan aprisa que tiró al suelo el cesto de Crookshanks. Entonces Remus roncó y Malfoy reparó en su presencia.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó, dando un paso atrás. Sabía quién era Remus, pues se habían visto en alguna ocasión.

—Es el nuevo profesor —contestó Allison, sonriendo de forma socarrona.

Malfoy y sus gorilas se marcharon, pues no eran tan valientes con un profesor delante.

—No pienso aguantarle nada a Malfoy este curso —farfulló Ron, enfadado—. Lo digo en serio. Si hace otro comentario así sobre mi familia, le cogeré la cabeza y...

Ron hizo un gesto violento.

—Cuidado, Ron —susurró Hermione, señalando a Remus—. Cuidado...

—Seguro que a Rem le encantaría ver eso —se rio Allison, mirando al hombre.

A medida que avanzaban, el cielo se iba oscureciendo y la lluvia golpeaba con más fuerza.

—Debemos de estar llegando —dijo Ron, mirando por la ventanilla.

Justo entonces, el tren empezó a reducir la velocidad.

—Estupendo. Me muero de hambre. Tengo unas ganas de que empiece el banquete...

—¡Y la selección de Lizzy! —añadió Allison.

—No podemos haber llegado aún —repuso Hermione, mirando el reloj.

—Entonces, ¿por qué nos detenemos?

El tren iba cada vez más despacio. El viento y la lluvia sonaban con más fuerza contra los cristales.

Harry, el más próximo a la puerta, se asomó. Pero, sin previo aviso, todas las luces se apagaron y quedaron sumidos en la oscuridad total.

—Creo que Hermione tiene razón —apuntó Allison, recalcando lo obvio.

—¿Qué sucede? —preguntó la voz de Ron.

—¡Ay! —gritó Hermione—. ¡Me has pisado, Ron!

—¿Habremos tenido una avería?

—No sé...

Ron trataba de mirar por la ventana.

—Algo pasa ahí fuera. Creo que está subiendo gente...

La puerta del compartimento se abrió de repente y alguien cayó sobre las piernas de Allison.

—¡Perdona! ¿Tienes alguna idea de lo que pasa? ¡Ay! Lo siento...

—Hola, Neville —saludó la chica, ayudándole a levantarse.

—¿Ally?, ¿eres tú? ¿Qué sucede?

—Ni la menor idea. Tú siéntate, Nev.

Se oyó un bufido y un chillido de dolor. Neville se acababa de intentar sentar donde se encontraba Crookshanks.

—Voy a preguntarle al maquinista qué sucede.

Se oyó cómo se cerraba la puerta, un golpe y chillidos de dolor.

—¿Quién eres? —preguntó Neville.

—¿Quién eres?

—¿Ginny?

—¿Hermione? Estoy con Eliza.

—¿Qué hacéis?

—Os buscábamos... —intervino Liz.

—Entrad y sentaos...

—Aquí no —se apresuró a decir Harry—. ¡Estoy yo!

—¡Ay! —exclamó Neville.

—¡Silencio! —mandó de repente una voz ronca.

—¡Rem! Menos mal que despertaste.

Remus hizo que una luz iluminara el compartimento. Allison no pudo evitar preguntarse por qué había conjurado unas llamas en lugar de usar Lumos, pero no dijo nada.

—No os mováis.

La puerta se abrió lentamente antes de
que Remus pudiera alcanzarla. Había una figura iluminada en el umbral de la puerta. Tenía una capa y era tan alta que llegaba al techo. Una capucha le cubría el rostro, y sobresalía una escalofriante mano gris y viscosa de la capa.

Comenzó a aspirar y succionar el aire, y todo se quedó helado por un momento. Allison sentía cómo se le congelaba cada parte del cuerpo, incluso podría jurar que el frío llegó dentro de ella. Todo sentimiento feliz abandonó su cuerpo, y una tristeza inminente la inundó. Salió de su aturdimiento cuando vio a su hermano, tirado en el suelo y retorciéndose. Mientras se agachó para ver qué ocurría con él y comprobar su estado, Remus se adelantó y con voz firme dijo:

—Ninguno de nosotros esconde a Sirius Black debajo de su capa. Vete.

No le hizo caso. Remus murmuró un hechizo y salió una luz plateada de la punta de la varita, que espantó a la criatura y desapareció.

Como Allison no sabía que hacer con su hermano, que ahora se había quedado quieto pero con los ojos cerrados, se levantó para abrazar a Remus. Estaba asustada, no entendía nada de lo que acababa de pasar. Él le apretó en un abrazo por unos momentos, para que se tranquilizase. La luz volvió al compartimento, y Allison volvió a agacharse para que Harry despertase, dándole unas palmadas en la cara mientras le gritaba:

—¡Harry! ¡Harry! ¿Estás bien?

—¿Qué?

El Expreso de Hogwarts se estaba poniendo en marcha de nuevo, y Allison ayudó a su hermano a levantarse y sentarse en su asiento.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Ron, asustado.

—Sí —respondió Harry, mirando rápidamente hacia la puerta—. ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde está ese... ese ser? ¿Quién gritaba?

—No gritaba nadie —contestó Ron.

Todos se miraban, asustados. ¿Alguien había gritado? Puede que Allison lo hubiera hecho y no se acordase.

—Pero he oído gritos...

—¿Vuelves a escuchar voces? Decidme por favor que no hay también una serpiente entre los asientos —rogó Allison, levantándose y comenzando a mirar.

—No la hay —aseguró Remus, al tiempo que partía una tableta de chocolate—. Toma —le ofreció a Harry, entregándole un trozo especialmente grande—. Cómetelo. Te ayudará.

Harry cogió el chocolate y se lo comió sin dudarlo. Ally hizo lo mismo cuando le dio el suyo. Una sensación de calor le vino de inmediato, se sentía mucho mejor. El chocolate era algo mágico, eso estaba asegurado.

—¿Qué era ese ser?

—Un dementor —respondió Remus, repartiendo el chocolate entre los demás—. Era uno de los dementores de Azkaban.

Allison abrió mucho la boca, comprendiéndolo. Ya les habían hablado un poco por encima de esas criaturas, al explicarles sobre Azkaban. Y también les había hablado de ellas Lyall Lupin, cuando Allison no paraba de preguntarle sobre su trabajo con los no-seres.

Todos miraban con atención a Remus mientras se guardaba el envoltorio vacío de la tableta de chocolate en el bolsillo.

—Coméoslo. Os vendrá bien. Disculpadme, tengo que hablar con el maquinista...

Pasó por delante de Harry y desapareció por el pasillo.

—¿Seguro que estás bien, Harry? —preguntó Hermione con preocupación.

—No entiendo... ¿Qué ha sucedido? —preguntó Harry, secándose el sudor de la cara.

Los tres le contaron lo que había ocurrido con el dementor mientras él estaba desmayado.

—Ha sido horrible —dijo Neville, en voz más alta de lo normal—. ¿Notasteis el frío cuando entró?

—Yo tuve una sensación muy rara —reconoció Ron, moviendo los hombros con inquietud—, como si no pudiera ya volver a sentirme contento...

Ginny estaba sollozando y Hermione la consolaba, igual que Allison hacía con Liz.

—Pero ¿no os habéis caído del asiento? —preguntó Harry, extrañado.

—No —respondió Ron, volviendo a mirar a Harry con preocupación—. Allison estaba tiesa y parecía petrificada, pero no.

Remus regresó.

—Gracias por el chocolate, Rem, ha ayudado —agradeció Ally. Él le sonrió en respuesta.

—Llegaremos a Hogwarts en diez minutos —informó—. ¿Te encuentras bien, Harry?

—Sí.

Llegaron a la estación de Hogsmeade, y todo el silencio que se había impuesto durante el viaje se acabó con el barullo de la gente en los pasillos.

—¡Por aquí los de primer curso! —gritaba Hagrid.

—Vamos, Lizzy, ve con Hagrid —le indicó Harry. Ella asintió y siguió a pasos rápidos al hombre, juntándose con los de su curso.

Los carruajes les llevaron hasta el colegio. Al bajar, oyeron la odiosa voz de Malfoy.

—¿Te has desmayado, Potter? ¿Es verdad lo que dice Longbottom? ¿Realmente te desmayaste?

—¡Lárgate, Malfoy! —dijo Ron con las mandíbulas apretadas.

—¿Tú también te desmayaste, Weasley? —preguntó Malfoy, levantando la voz—. ¿También te asustó a ti el viejo dementor, Weasley?

—¿Hay algún problema? —preguntó una voz amable. Era Remus, que acababa de bajar de uno de los carruajes.

Malfoy miró a Remus de mala manera, y respondió con sarcasmo:

—Oh, no, eh... profesor...

Entonces dirigió a Crabbe y Goyle una sonrisita de superioridad, y subieron los tres hacia el castillo.

Entraron al colegio y se dirigieron a la puerta del Gran Comedor, siguiendo a la gente.

—¡Potter, Granger, quiero hablar con vosotros!

Era la profesora McGonagall, que se abría paso entre la multitud.

—Tú no, Allison, tu hermano. No tenéis que poner esa cara de asustados, solo quiero hablar con vosotros en mi despacho. Id con los demás —indicó a Ron y Allison.

Los dos se quedaron mirando cómo se marchaban, luego les preguntarían por qué se los había llevado la profesora McGonagall. Esperaba que llegaran a tiempo a la Ceremonia de Selección para ver a Liz.

La selección empezó, y fueron pasando de uno en uno los niños de primero.

—¡Lupin, Eliza! —llamó el profesor Flitwick, ya que McGonagall seguía con Harry y Hermione. Al leer el apellido, una notable mueca se dibujó en la cara de Snape, que no se molestó en disimular. Seguramente habría hecho lo mismo con los mellizos, pero ellos no se habían percatado.

La pelinegra fue con paso nervioso hasta el sombrero y el profesor se lo colocó en la cabeza. Mientras todos observaban expectantes, el sombrero se decidía en su mente, sin que nadie a parte de ella lo escuchara.

Vaya, ¿la hija de Sirius Black justo el año que escapa de Azkaban? —comenzó el sombrero, al tiempo que Liz apretaba con fuerza los ojos—. No te preocupes, no te preocupes. Mmm, veo valentía en ti, sí, como tus padres. Pero... no, no lo creo. Gryffindor no es para ti.

Eliza se estaba poniendo inquieta. El sombrero no pensaba que ella valiera para Gryffindor.

Que no seas Gryffindor no quiere decir que no seas valiente, Eliza. No, tú tienes otro tipo de carácter y de valentía. Veo creatividad, ganas de aprender... La casa idónea para ti no es otra que ¡RAVENCLAW!

Allison se quedó un poco descolocada, pero estaba feliz por ella. En el fondo ya sospechaba que Liz quedaría en Ravenclaw. Aplaudió y vitoreó a la chica, que se acercaba a la mesa de las águilas sonriendo.

Un poco más tarde, pasó un niño que se identificó como Cameron Nott. Allison recordó que había un chico de su curso, muy solitario, que también se apellidaba Nott: un Slytherin. El sombrero estuvo bastante tiempo debatiendo, pero acabar decidiéndose:

—¡RAVENCLAW!

Las águilas aplaudieron con ganas, pero en la mesa de Slytherin, el chico Nott parecía querer asesinarle ahí mismo. Cameron se dirigió a la mesa de su nueva casa, y muy nervioso tomó asiento al lado de Eliza.

El profesor Flitwick se llevó el taburete y el sombrero al final de la ceremonia, al tiempo que Hermione y Harry entraban al Gran Comedor. Harry miraba por toda la mesa, buscando a Eliza, hasta que preguntó:

—¿Y Liz?

Allison le dio una media sonrisa antes de señalar la mesa de Ravenclaw.

—Lizzy se veía algo confundida cuando el sombrero la mandó a Ravenclaw, así que no hagas que se sienta mal. Esa casa también está bien.

—Bueno, sí, pero ¿qué os ha dicho McGonagall? —preguntó Ron, que tenía mucha curiosidad.

Antes de que Harry pudiera explicarlo bien, Dumbledore empezó su discurso:

—¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que deciros a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete os deje aturdidos. —Dumbledore se aclaró la garganta y continuó—: Como todos sabéis después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia. —Se hizo una pausa—. Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio —continuó Dumbledore—, y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles —añadió como quien no quiere la cosa, y Harry, Allison y Ron se miraron—. No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, os advierto a todos y cada uno de vosotros que no debéis darles ningún motivo para que os hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.

Percy sacó pecho para que todos vieran su insignia de Premio Anual.

—Por hablar de algo más alegre —continuó Dumbledore—, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a dos nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.

Harry y Allison aplaudieron los que más a Remus, demostrándole que esperaban con ansias su primera clase. Snape no parecía tan contento, por el contrario.

—En cuanto al otro último nombramiento —prosiguió Dumbledore cuando se apagó el tibio aplauso para Remus-, siento deciros que el profesor Kettleburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.

Los cuatro amigos se miraron, atónitos, pero no tardaron en unirse al aplauso. Podía ser que las cosas no hubieran empezado muy bien, pero al menos los profesores para aquel año prometían.






buenooo resulta que Eliza es Ravenclaw :), es una bebé ah la quiero mucho

también han salido los dementores yyy Allison no ha escuchado a su madre gritando, vaya, qué cosas tan extrañas, por qué habrá sucedido...

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