
13 | San Valentín
XIII. VALENTINE'S DAY
Hermione tuvo que pasar semanas en la enfermería, y a la vuelta de vacaciones todo el mundo pensaba que la habían atacado.
—Ahora eres popular, Herms —le aseguró Allison un día que fue a llevarle los apuntes de clase—. Todo el mundo está hablando de ti.
—Solo porque piensan que estoy petrificada. Ha venido gente a comprobarlo, pero Madame Pomfrey les echa siempre. ¡Sería horrible que me vieran así! —se lamentó ella, escribiendo sobre un pergamino. Allison bajó la vista al suyo, que tenía muchas menos líneas escritas que el de Hermione. Había decidido que haría los deberes con ella para acompañarla siempre que pudiera.
—Bueno, ya casi te ha desaparecido todo el pelo de la cara. Aunque tus ojos... siguen amarillos. Pero te quedan bien, te dan un toque salvaje —opinó Allison, asintiendo para darle énfasis.
—No seas tonta —protestó ella, aunque soltó una sonrisilla. Entonces pareció acordarse de algo, y su sonrisa se agrandó.
—¿Qué pasa?
Hermione metió la mano debajo de su almohada, pero antes de que Allison pudiera coger el trozo de pergamino que había sacado, Hermione lo apartó de su alcance.
—Prométeme que no te vas a reír de mí.
—No me he reído cuando tenías la cara llena de pelo negro, no me reiré por lo que haya escrito ahí —aseguró la pelirroja, arrebatándoselo.
A la señorita Granger deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja».
—Oh, Herms, qué colada estás por el profesor.
—Shh, baja la voz —rechistó Hermione.
—Sabes que es un fraude, ¿verdad? —cuestionó Allison, alzando las cejas—. Es guapo, sí. Mucho, diría yo. Tal vez demasiado. Pero me he desviado de lo importante. Es estúpido, y no te pega eso de enamorarte de un estúpido.
Hermione resopló.
—Por supuesto no estoy enamorada. Es muy mayor y es un profesor. Eso es muy poco ético. Y no es... no es un fraude —aseguró, volviendo a guardar el pergamino bajo la almohada—. Has leído sus libros, es muy valiente y muy...
—Hermoso —completó Allison por ella. Hermione iba a replicar, pero la pelirroja le detuvo—. No pasa nada porque digas que alguien es guapo. Lo importante es el interior y todo eso, pero las cosas como son.
Hermione soltó una risita y bajó su cabeza de nuevo a su ensayo, que estaba cerca de terminarlo mientras Allison todavía llevaba la mitad.
—¿Me dejas echarle un vistazo? Si me dejas no les diré a Harry y a Ron sobre la nota.
Hermione protestó un poco, alegando que debía hacer su propia tarea o no aprendería. Pero aun así, cuando la acabó dejó que la leyera sin copiarse.
Al cabo de unos días, cuando Harry, Ron y ella salían de visitar a Hermione, escucharon llantos que provenían del baño de Myrtle. Y Harry quería entrar a echar un vistazo.
—Llora por todo, Harry. Déjala, es lo que le gusta hacer —aseguró Allison, que no quería perder el tiempo hablando con la fantasma.
Pero su hermano no le hizo caso, y después de preguntarle unas cuantas veces, Myrtle dijo que alguien le había arrojado un cuaderno. Harry iba a cogerlo, pero Ron parecía asustado.
—¿Estás loco? Podría resultar peligroso.
—¿Peligroso? Venga, ¿cómo va a resultar peligroso?
—¿No te acuerdas de la historia que nos contó Maddy? —preguntó Allison—. Una vez, un niño robó uno de los libros de su madre, ¡y el libro se lo comió! Le salió una boca gigante y lo devoró, Harry.
—Esa historia es falsa —rio Harry—. Maddy no quería que cotillearas tanto en su habitación, y te la contó para que no lo hicieras más.
Allison abrió la boca, sorprendida por ello.
—He estado viviendo en una mentira.
—¡Aun así! —soltó Ron, que todavía se veía asustado—. Mi padre me ha contado que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos. Y no me digáis que no habéis oído hablar sobre Sonetos del hechicero.
—¡Esa historia también me la contó Remus! No podían dejar de hablar en cuartetos y tercetos, durante el resto de su vida.
—Seguro que también es falsa, a Remus tampoco le gustaba que cotillearas en su cuarto.
—Sí que es cierta —aseguró Ron—. Porque si se la hubiera inventado, yo no la conocería. —Allison asintió, concordando con él—. Pero eso no es todo. ¡Una bruja vieja de Bath tenía un libro que no se podía parar nunca de leer! Uno tenía que andar por todas partes con el libro delante, intentando hacer las cosas con una sola mano. Oh, y...
—Vale, ya lo he entendido —interrumpió Harry. El librito seguía en el suelo, empapado y misterioso—. Bueno, pero si no le echamos un vistazo, no lo averiguaremos.
Esquivó a los dos chicos y recogió el libro del suelo. Allison se tapó los ojos, y preguntó:
—¿Se lo ha comido? Harriet, ¿te ha comido el libro?
Ninguno le contestó, pero había dejado de sentir la presencia de Ron a su lado, así que se destapó los ojos. Ambos observaban la primera página, y Allison se acercó para leerlo también. Si no les había pasado nada, a ella tampoco. Había algo escrito: T.M. Ryddle.
—Esperad —dijo Ron—, ese nombre me suena... T.M. Ryddle ganó un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio.
—¿Y cómo sabes eso? —preguntó Harry, sorprendido.
—Lo sé porque Filch me hizo limpiar su placa unas cincuenta veces cuando nos castigaron. Precisamente fue encima de esta placa donde vomité una babosa. Si te hubieras pasado una hora limpiando un nombre, tú también te acordarías de él.
—No llegó a escribir nada —dijo Harry, decepcionado, después de revisar las páginas en blanco.
—Me pregunto por qué querría alguien tirarlo al retrete —dijo Ron con curiosidad.
—Debió de ser de familia muggle —especuló Harry—. Lo compró en una calle del Londres muggle, creo, porque no me suena.
—Bueno, eso da igual —intervino Ron. Luego añadió en voz muy baja—. Cincuenta puntos si lo pasas por la nariz de Myrtle.
Allison iba a arrebatárselo para anotar esos puntos, pero Harry se lo guardó.
—Aburrido. ¿Qué vas a hacer con él? ¿Escribir tu propio diario secreto?
* * *
Hermione salió de la enfermería a comienzos de febrero, y le contaron lo del diario.
—¡Aaah, podría tener poderes ocultos! —soltó con entusiasmo Hermione, cogiendo el diario y mirándolo de cerca.
—Si los tiene, los oculta muy bien —repuso Ron—. A lo mejor es tímido. No sé por qué lo guardas, Harry.
—Escribe lo mucho que le gusta Myrtle la llorona en él —se burló su hermana—. Oh, Myrtle, ayer tus llantos se escuchaban de manera angelical...
—¡Cállate! —imploró Harry, con cara de desagrado—. ¡Estás muy equivocada! Solo me gustaría saber por qué alguien intentó tirarlo. Y también me gustaría saber cómo consiguió Ryddle el Premio por Servicios Especiales.
—Por cualquier cosa —dijo Ron—. A lo mejor acumuló treinta matrículas de honor en Brujería o salvó a un profesor de los tentáculos de un calamar gigante. Quizás asesinó a Myrtle, y todo el mundo lo consideró un gran servicio...
Harry y Hermione se dedicaron una mirada en la que parecía que sabían lo que estaba pensando el otro.
—¿Qué pasa? —preguntó Allison.
—Bueno, la Cámara de los Secretos se abrió hace cincuenta años, ¿no? —explicó Harry—. Al menos, eso nos dijo Malfoy.
—Sí... —admitió Ron.
—Y este diario tiene cincuenta años —añadió Hermione, golpeándolo, emocionada, con el dedo.
—¿Y? —preguntó Ron, al tiempo que Allison abría la boca, comprendiéndolo.
—Venga, Ron, despierta ya —dijo Hermione bruscamente—. Sabemos que la persona que abrió la cámara la última vez fue expulsada hace cincuenta años. Sabemos que a T.M. Ryddle le dieron un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio. Bueno, ¿y si a Ryddle le dieron el premio por atrapar al heredero de Slytherin? En su diario seguramente estará todo explicado: dónde está la cámara, cómo se abre y qué clase de criatura vive en ella. La persona que haya cometido las agresiones en esta ocasión no querría que el diario anduviera por ahí, ¿no?
—Es una teoría brillante, Hermione —dijo Ron—, pero tiene un pequeño defecto: que no hay nada escrito en el diario.
Hermione sacó su varita mágica de la bolsa.
—¡Podría ser tinta invisible! —susurró.
Y dio tres golpecitos al cuaderno, diciendo:
—¡Aparecium!
Pero no ocurrió nada. Hermione sacó lo que parecía una goma de borrar roja.
—Es un revelador, lo compré en el Callejón Diagon.
Frotó con fuerza donde ponía «1 de enero». Siguió sin pasar nada.
—Ya te lo decía yo; no hay nada que encontrar aquí —repitió Ron—. Simplemente, a Ryddle le regalaron un diario por Navidad, pero no se molestó en rellenarlo.
—Podríamos usarlo para anotar nombres de pareja para Harry y Myrtle —propuso Allison.
—Myrry suena bien —apoyó Ron, sonriendo con burla.
-¡Me encanta!
—Os odio —gruñó Harry, subiendo con el diario a su habitación.
Ron y Allison rieron, y Hermione rodó los ojos.
* * *
El 14 de febrero, Lockhart montó una fiesta de San Valentín. Allison estaba sentada en la mesa a la hora del desayuno, con la cabeza apoyaba en una mano y los ojos cerrados. La noche anterior habían tenido entrenamiento de quidditch, y estaba muy cansada.
Del techo caía confeti, y era bastante molesto porque se metía en la comida. Allison debió tragarse un par de ellos.
—¿Qué ocurre? —les preguntó Harry cuando llegó, quitándose de encima el confeti.
Ron señaló a la mesa de profesores.
—¡Feliz día de San Valentín! —gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa!
Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos a los que les había puesto alas doradas, y que además llevaban arpas.
—¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —rio Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso? ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!
El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape probablemente mataría a cualquiera que se atreviese a preguntarle por un filtro amoroso.
—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis —le pidió Ron, cuando abandonaban el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió. Claramente había sido una de ellas.
Las clases ese día fueron constantemente interrumpidas por los enanos que entregaban las tarjetas. Pero la mejor de todas, sin dudas, fue en clase de Pociones.
A Allison le había parecido una grandiosa idea mandarle a uno de los enanos que le recitara un poema a Snape.
Fue una escena digna de ser recordada, cuando el enano entró a la clase de Pociones, y por mucho que Snape tratara de que se marchara, él lo leyó:
Snape, Snape, Severus Snape,
te escapaste de la mazmorra.
Snape, Snape, Severus Snape,
igual que un troll con su porra.
Snape, Snape, Severus Snape,
deberías lavar ya tu pelo.
Snape, Snape, Severus Snape,
antes de que el edor llegue al cielo.
Allison no podía parar de reír, y Snape le quitó veinte puntos a Gryffindor, a pesar de que no podía saber que ella era la causante.
Mereció totalmente la pena.
En Historia de la Magia, uno de los enanos le entregó una tarjeta a Allison. Lavender echó a Ron de su lado y se sentó ella. El profesor Binns estaba tan metido en no-sé-qué revolución que ni se dio cuenta.
—¿De quién es? —le preguntó emocionada, enroscándose un mechón de pelo rubio en el dedo.
Allison abrió la carta. Apenas tenía unas palabras escritas, pero sonrió divertida al leerlas.
Esto de los enanos es una estupidez, pero he pensado que te gustaría que interrumpiera la clase. He oído lo del poema de Snape, y admito que estoy orgulloso.
De tu admirador secreto.
(Soy George, pero quería darle dramatismo, ignora esta parte).
—Es bonita —murmuró Lavender, pasando sus ojos por ella—. No es precisamente una carta de amor pero... se han acordado de ti. ¡Mira, yo también tengo una!
Lavender sonreía con emoción, dejando a la vista dos hoyuelos que le hacían ver bastante bonita bajo los ojos de Allison. Sacó una carta del bolsillo de su túnica y se la mostró. Ally la leyó, en ella había unas cuantas frases demasiado cursis para su gusto. Pero Lavender parecía encantada con ello. Al final de la carta, había escrita una letra «S».
—¿De quién será? —inquirió la pelirroja, con verdadera curiosidad. Lavender se sonrojó un poco mientras giraba la cabeza hacia atrás, fijando su vista en alguien.
—Tengo un presentimiento...
Allison se dio la vuelta muy poco disimuladamente y, al hacerlo, Seamus Finnigan se quedó algo cohibido por el hecho de que las dos se le hubieran quedado mirando. Lavender soltó una risita algo aguda, y volvió rápidamente la cabeza, a pesar de que hubiera sido pillada por el chico.
—Así que el irlandés, ¿eh? —susurró Allison, dándole un codazo suave.
—Bueno... Es guapo. Y su nombre empieza con una «S», ¿no?
—Oh, yo podría hablar con él —se ofreció Allison, a lo que Lavender negó muy rápido con la cabeza.
—Creo que voy a escribirle una carta yo.
Así que se pasaron el resto de la clase redactando la carta de Lavender, y dirigiendo furtivas miradas a Seamus. El chico fingía que no se daba cuenta, pero sus mejillas se habían vuelto rosadas.
Más tarde ese día, iban hacia el aula de Encantamientos cuando un enano empezó a perseguir a Harry.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona —dijo, empezando a tocar el arpa.
—¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.
—¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la bolsa para detenerlo.
—¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte.
Al tirar ambos de la bolsa, esta se rompió y todo salió despedido.
—¿Qué pasa ahí? —se escuchó la voz de Draco.
—¿Por qué toda esta conmoción? —quiso saber Percy Weasley acercándose.
El enano derribó a Harry cuando intentó escapar.
—Bien. —Se sentó sobre sus tobillos—, esta es tu canción de San Valentín:
Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.
Allison intentó no reírse, pero no le salió bien. Sus carcajadas pudieron oírse hasta en la Sala Común de Slytherin.
—¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía Percy, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.
Draco había cogido el diario de Ryddle del suelo, y tras burlas hacia Harry, el azabache consiguió arrebatárselo con un Expelillarmus.
—¡Harry! —bramó Percy—. No se puede hacer magia en los pasillos. ¡Tendré que informar de esto!
—¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín! —gritó Malfoy a Ginny.
Oh, pobre Ginny, qué vergüenza. Allison se sintió muy mal por ella en ese momento, y deseó no haberse reído.
* * *
Allison estaba sentada en uno de los sofás de su Sala Común. Era ya después de cenar, y la sala estaba medio vacía. Tenía un libro abierto encima de las piernas, pero dentro estaba la tarjeta que George le había mandado, junto a otras dos totalmente anónimas. Decían cosas bonitas, sin llegar a ser cursis, y a Allison le hizo mucha ilusión recibirlas.
Había estado intentando hablar con Ginny, porque parecía muy desanimada, pero ella le evitó diciendo que todo estaba bien y solo necesitaba dormir.
Alguien se sentó a su lado, y la chica cerró rápidamente el libro. Se sonrojó al ver que era él.
—Me decepciona que no respondieras la tarjeta —dijo George, negando con a cabeza.
—Lo siento, Georgie —respondió con una sonrisa—. Pero gracias a tu carta me quedé despierta en Historia de la Magia.
—¿Y te ha ido bien San Valentín? ¿Has roto más corazones aparte del mío? —preguntó George, con la mano sobre el pecho.
Allison rio y bajó la vista a la cubierta del libro.
—Ha ido bien, salvo por el hecho de ver a Lockhart por todos lados. ¿Te han dado muchas tarjetas?
—Un par —contestó, haciendo ademán de restarle importancia con un gesto de la mano—. Pero estaba esperando la tuya. Empiezo a pensar que no ves futuro en nuestra relación —se lamentó, en tono de broma, pero mirando seriamente a la chica.
Allison soltó una risa corta y le dio un golpe suave con el libro. Lamentablemente, las tres tarjetas se cayeron de él, y George las recogió.
—Veo que no he sido el único, Potter. —Allison alzó los brazos, intentando quitársela, pero George no le dejó—. Qué palabras tan bonitas —se burló—, ¿no sabes quién te ha escrito estos preciosos poemas?
—No son poemas —respondió, quitándole al fin las tarjetas—. Si lo fueran, rimarían, como el que le he enviado a Snape. Y no sé quién ha sido. ¿Celoso, Weasley?
—Me pillaste —contestó en el mismo tono, levantándose para ir hacia su dormitorio.
Allison volvió a meter las tarjetas dentro del libro, y subió también a su cuarto.
* * *
Cuando las Pascuas llegaron, Harry les trajo a sus amigos una noticia nada agradable: Hagrid había sido quien abrió la Cámara de los Secretos la primera vez. Allison se negó a creerlo, pero Harry lo había visto de primera mano gracias al diario de Tom Ryddle.
Mientras, en vacaciones, los mellizos tuvieron que quedarse en el castillo. Debían elegir las optativas para el curso que venía, algo que a Allison no le llevó mucho tiempo. Estaba claro que escogería Cuidado de Criaturas Mágicas, llevaba queriendo dar esa asignatura desde que se enteró de su existencia. La segunda fue más difícil de elegir, pero acabó por coger Adivinación, ya que le pareció lo más cómodo. No quería dar Estudios Muggles —si tenía alguna duda sobre eso, podía preguntarle a Hermione, o incluso a Maddy y Remus, cuya madre había sido una muggle—, y tampoco Runas Antiguas o Aritmancia.
Cuando el tercer trimestre llegó, solo trajo problemas con él.
Iba a llevarse a cabo el partido de Gryffindor contra Hufflepuff, y Allison estaba emocionada con ello. Pero, como prácticamente todo en el colegio, las cosas buenas no duraban mucho. A veces, no llegaban a empezar, como fue el caso del partido. Habían aparecido dos nuevas víctimas petrificadas, lo que significaba que el Heredero seguía empeñado en realizar nuevos ataques.
Pero, esta vez, había afectado a Allison de forma directa, porque una de las dos chicas petrificadas había sido Hermione. Casi no escuchó nada de lo que McGonagall les dijo en la Sala Común a todos, porque no dejaba de pensar en la pobre Hermione, petrificada en una cama de la enfermería.
Así que, aquella noche, Ron, Harry y ella decidieron ir a ver a Hagrid. Necesitaban que les explicara si había sido él.
Surgieron varios imprevistos, como la llegada de Dumbledore y Fudge, y más tarde la del señor Malfoy. Allison, Harry y Ron estaban bajo la capa de invisibilidad, apretados contra una pared de la cabaña, escuchando una mala noticia tras otra.
Hagrid tenía que ir a Azkaban. Allison no podía creérselo, sabía lo horrible que era aquella prisión, y no quería imaginarse siquiera a Hagrid ahí.
Aunque el guardabosques no fue el único que tuvo que marcharse del castillo. Dumbledore, por petición del Consejo Escolar, debía abandonar el castillo. Eso era lo que Lucius Malfoy había venido a contar, y parecía muy contento por ello.
Antes de que todos salieran de la cabaña, Hagrid dijo unas palabras dirigidas a los tres:
—Si alguien quisiera desentrañar este embrollo, lo único que tendría que hacer es seguir a las arañas. Ellas lo conducirían. Eso es todo lo que tengo que decir.
Era casi verano cuando al fin encontraron el rastro de arañas al que Hagrid se refería. Allison, Harry y Ron vivieron una terrorífica aventura en el Bosque Prohibido. Resultó que en el bosque vivía una hondada de acromántulas lideradas por Aragog, a quien Hagrid había estado cuidando en un armario cuando iba al colegio. Por eso pensaron que él era quien abrió la Cámara, y que Aragog era la bestia, pero resultó que no fue así cómo sucedió. Pero se negó a decirles el nombre del verdadero monstruo.
Los tres tuvieron que huir del lugar para no ser devorados por las arañas, y lo consiguieron gracias al coche del padre de Ron, que se había quedado en el bosque y parecía como si hubiera cobrado vida. Su aventura terminó con Allison vomitando después de ver a Ron haciéndolo, y con los tres chicos extremadamente cansados volviendo a sus habitaciones.
maratón 4/4
vale pues tengo que decir que el siguiente capítulo es el último del segundo curso JAJAJA se me ha pasado volando. es que el primer y segundo curso son mucho más cortos que los demás, con 6 y 8 capítulos respectivamente. así que el miércoles tendréis el último capítulo de segundo, por lo que el sábado ya subiré el tercer acto y el capítulo 15
dicho todo esto, espero que os haya gustado el capítulo, Deamus es real (puede que venga a cuento o no pero es cierto) y gracias como siempre por leer <3
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