11 | el primer partido
XI. THE FIRST MATCH
—Los de Slytherin tienen mejores escobas que nosotros —comenzó Wood su discurso, antes del partido—, eso no se puede negar. Pero nosotros tenemos mejores jugadores sobre las escobas. Hemos entrenado más que ellos y hemos volado bajo todas las circunstancias climatológicas...
—¡Y tanto! —murmuró George—, no me he secado del todo desde agosto.
Allison rio por lo bajo.
—... y vamos a hacer que se arrepientan del día en que dejaron que ese pequeño canalla, Malfoy, les comprara un puesto en el equipo.
Con la respiración agitada por la emoción, Wood se volvió a Harry.
—Es misión tuya, Harry, demostrarles que un buscador tiene que tener algo más que un padre rico. Tienes que coger la snitch antes que Malfoy, o perecer en el intento, porque hoy tenemos que ganar.
—Así que no te sientas presionado, Harry —le dijo Fred, guiñándole un ojo.
Cuando salieron al campo, todas las casas —menos Slytherin, obviamente— lanzaba gritos de ánimo a Gryffindor.
La señora Hooch hizo que Flint y Wood se dieran la mano, quienes se miraron de forma desafiante.
—Si tuviera que darle la mano a Flint, me la cortaría —susurró Allison a George.
—Cuando toque el silbato: tres... dos... uno...
Los catorce jugadores se alzaron en el aire. Harry y Draco fueron los que más alto lo hicieron.
Allison estaba concentrada en la quaffle, haciendo pases con Angelina y Alicia. Pero las escobas de Slytherin eran tan rápidas que siempre les alcanzaban y les quitaban la pelota. Además de que nadie les bloqueaba una bludger, que los golpeadores de Slytherin no paraban de lanzarles.
Angelina estuvo a punto de marcar un tanto, pero la dichosa pelota la golpeó.
Había empezado a llover. Gryffindor todavía no había conseguido ningún gol, mientras que Slytherin llevaba ya seis.
Vio entonces que a su hermano parecía perseguirle una bludger, y los gemelos evitaban que le perforara la cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando?
—Alguien... está... manipulando... esta... bludger... —oyó gritar a Fred, golpeando la bludger con todas sus fuerzas para rechazar un nuevo ataque contra Harry.
George hizo señas a Wood para parar el partido, y este captó el mensaje. La señora Hooch hizo sonar el silbato y todos bajaron al césped.
—¿Qué ocurre? —preguntó Wood, cuando el equipo de Gryffindor se reunió, mientras los de Slytherin los abucheaban—. Nos están haciendo papilla. Fred, George, ¿dónde estabais cuando la bludger le impidió marcar a Angelina?
—Estábamos ocho metros por encima de ella, Oliver, para evitar que la otra bludger matara a Harry —dijo George enfadado—. Alguien la ha manipulado... no dejará en paz a Harry, no ha ido detrás de nadie más en todo el tiempo. Los de Slytherin deben de haberle hecho algo.
—Pero las bludgers han permanecido guardadas en el despacho de la señora Hooch desde nuestro último entrenamiento, y aquel día no les pasaba nada... —dijo Wood, perplejo.
La señora Hooch iba hacia ellos. Detrás de ella, el equipo de Slytherin se burlaba de Harry.
—Escuchad —les dijo Harry a los gemelos—, con vosotros dos volando todo el rato a mi lado, la única posibilidad que tengo de atrapar la snitch es que se me meta por la manga. Volved a proteger al resto del equipo y dejadme que me las arregle solo con esa bludger loca.
—No seas tonto —dijo Fred—, te partirá en dos.
Wood tan pronto miraba a Harry como a los Weasley.
—Esto es una locura —protestó Allison—. Esa bludger quiere matar a mi hermano, tenemos que averiguar por qué.
—¡Si paramos ahora, perderemos el partido! —argumentó Harry—. ¡Y no vamos a perder frente a Slytherin solo por una bludger loca! ¡Venga, Oliver, diles que dejen que me las apañe yo solo!
—Esto es culpa tuya —dijo George a Wood, enfadado—. «¡Atrapa la snitch o muere en el intento!» ¡Qué idiotez decir eso!
Llegó la señora Hooch.
—¿Listos para seguir? —preguntó a Wood.
Él contempló la expresión absolutamente segura del rostro de Harry—. Bien. Fred y George, ya lo habéis oído... dejad que se enfrente él solo a la bludger.
Allison se cruzó de brazos, enfadada.
Volvieron a subir al aire.
Sinceramente, de lo único que se acuerda Allison después de eso, es de ver a su hermano caerse de la escoba con la snitch en la mano.
—¡Harry! —gritó, bajando todo lo rápido que podía con su Cometa.
De fondo oía gente gritando, ya que habían ganado, pero Allison solo corría hacia Harry. Estaba tirado en el suelo, con los ojos cerrados.
—Harry —llamó, dándole un tortazo suave en la cara. El chico se había desmayado—. Harry, por los calzones de Merlín, despiértate.
El profesor Lockhart había llegado a su lado. Todo el equipo de Gryffindor estaba ahí detrás.
—Se ha desmayado —dijo Lockhart.
—Oh, gracias por el dato. Mire que no me había dado cuenta —contestó Allison de mala gana. Lockhart no le hizo caso.
—Apártese del señor Potter, por favor. Yo voy a ayudarle.
—¡Oh, no, usted no! —gimió Harry, que acababa de despertar.
—No sabe lo que dice —explicó Lockhart en voz alta—. Que nadie se preocupe: voy a inmovilizarle el brazo.
—¡No! —dijo Harry—, me gusta como está, gracias.
Harry intentó sentarse, pero al parecer estaba demasiado adolorido. Colin Creevey comenzó a hacer fotos con su cámara.
—No quiero que hagas fotos, Colin —dijo Harry alzando la voz.
—Vuelve a tenderte, Harry —dijo Lockhart, tranquilizador—. No es más que un sencillo hechizo que he empleado incontables veces.
—¿Por qué no me envían a la enfermería? —masculló Harry.
—Así debería hacerse, profesor —dijo Wood, lleno de barro y sin poder evitar sonreír aunque su buscador estuviera herido—. Fabulosa jugada, Harry, realmente espectacular, la mejor que hayas hecho nunca, yo diría.
—Pero casi lo mata —reprendió Allison. Wood se llevó una mano a la nuca.
Fred y George forcejeaban para meter la bludger loca en la caja.
—Apartaos —dijo Lockhart, arremangándose su túnica.
—No... ¡no! —protestó Harry débilmente, pero Lockhart estaba revoleando su varita, y un instante después la apuntó hacia el brazo de Harry.
—¡Por Godric! —chilló su hermana, viendo cómo había quedado su brazo. Era, literalmente, un brazo de goma. Todos a su alrededor gritaban.
—¡Ah! —dijo Lockhart—. Sí, bueno, algunas veces ocurre esto. Pero el caso es que los huesos ya no están rotos. Eso es lo que importa. Así que, Harry, ahora debes ir a la enfermería. Señorita Potter, no puede acompañarle, tiene que ir con el resto del equipo.
—¿Qué? ¡No! Quiero acompañarle. Es mi hermano.
—Ah, señor Weasley, señorita Granger,
¿pueden ir ustedes? —preguntó, haciendo caso omiso de las quejas de la pelirroja—. La señora Pomfrey podrá... esto... arreglarlo un poco.
—Idiota —susurró Allison.
Corrió a los vestuarios, y se metió en un cubículo a toda prisa para cambiarse y poder ir a ver a Harry. Cuando salió, se metió por detrás de las taquillas para no molestar a los chicos, que se estaban cambiando al otro lado como siempre hacían. Pero una voz la detuvo.
—Ally, espera, te acompaño a la enfermería.
George iba hacia ella, poniéndose la camiseta todavía.
—No hace falta, George... —Lo pensó durante un segundo—. Bueno, mejor sí. Gracias.
Salieron del vestuario rumbo a la enfermería, y George se percató de que Allison no tenía muy buena cara. Se veía pálida —o todo lo pálida que podía estar con su tono de piel, que era bastante moreno— y tenía la mirada perdida en algún punto al frente.
—¿Te encuentras bien? A parte de lo de Harry.
—Sí, claro. Estoy... solo estoy preocupada. Sé que madame Pomfrey puede hacerle crecer los huesos, Maddy me habló de una poción no muy agradable, pero... —Se mordió el labio con fuerza—. No puede pasarle nada malo, George. Es mi hermano mellizo.
El chico asintió. Él lo comprendía a la perfección. Si algo malo le pasara a Fred, George se volvería completamente loco. O a cualquiera de sus hermanos, en realidad.
—La señora Pomfrey le curará, Ally —aseguró George, cuando subían las escaleras al primer piso, que habían tardado una eternidad en moverse y Allison literalmente había saltado sobre el vacío para llegar antes a ella.
—Bueno, hemos ganado, al menos —se consoló Allison—. Wood estaba radiante de alegría, a pesar de que mi hermano se hubiera roto todos los huesos del brazo y luego le hubieran desaparecido.
—Muy intenso para ser tu primer partido... —coincidió el chico.
Habían llegado a la enfermería. Allison agarró la manija, pero antes de entrar se giró hacia George.
—Gracias por acompañarme, Georgie —dijo la chica con una mueca que pretendía ser una sonrisa.
—Oh, esto no va a salirte gratis, pelirroja. Me debes un galeón —bromeó él, cruzándose de brazos.
Allison acercó su cara a la de George para depositar un beso en su mejilla izquierda.
—Eso es todo lo que vas a obtener de mí, pelirrojo —repitió el mote con el que le había llamado. A decir verdad, le había gustado que le llamara así, pues Allison prefería pensar que era pelirroja, a pesar de que algunas personas no lo creían así.
No es momento para pensar en tu pelo, Allison, se reprochó en su mente, Harry te necesita.
George le guiñó un ojo y Allison se metió en la enfermería.
—Señorita Potter, no puede est...
—¿Dónde está Harry? —preguntó ella, sin prestar atención a lo que la enfermera decía—. Oh, déjelo, ahí está Hermione. ¡Herms!
—¿Ally? ¿Eres tú? —preguntó Harry desde el otro lado de la cortina—. Ya podéis pasar.
Las dos chicas y la señora Pomfrey cruzaron la cortina. La enfermera llevaba una botella de poción Crecehuesos.
—Vas a pasar una mala noche —advirtió la señora Pomfrey, vertiendo el líquido humeante en un vaso y entregándoselo—. Hacer que los huesos vuelvan a crecer es bastante desagradable.
Cuando Harry puso cara de querer vomitar aquel brebaje, su hermana le pasó una botella de agua.
—¡Pero hemos ganado! —le dijo Ron, sonriendo tímidamente—. Todo gracias a tu jugada. ¡Y la cara que ha puesto Malfoy... Parecía que te quería matar!
—Me gustaría saber cómo trucó la bludger —pensó en voz alta Hermione, intrigada.
—Podemos añadir esta a la lista de preguntas que le haremos después de tomar la poción multijugos —señaló Harry, acomodándose en las almohadas—. Espero que sepa mejor que esta bazofia...
—Sabrá a Slytherin, así que lo dudo —comentó Allison, con cara de asco.
La puerta se abrió, y todo el equipo de quidditch irrumpió en la sala.
—Me los he encontrado por el camino y hemos decidido venir —explicó George—. Un vuelo increíble, Harry.
—Acabo de ver a Marcus Flint gritando a Malfoy algo parecido a que tenía la snitch encima de la cabeza y no se daba cuenta. Malfoy no parecía muy contento —contó Fred.
Habían llevado pasteles, dulces y botellas de zumo de calabaza. Antes de que pudieran empezar a comer, la señora Pomfrey les gritó:
—¡Este chico necesita descansar, tiene que recomponer treinta y tres huesos! ¡Fuera! ¡FUERA!
Y todos tuvieron que salir rápidamente de ahí. Se dirigieron a la sala común, con la mitad del festín, listos para al menos festejar ahí.
* * *
Allison protestó bastante cuando Hermione les dijo que se tenían que quedar durante las Navidades. Draco iba a permanecer en el castillo y le parecía sospechoso, pero Allison echaba muchísimo de menos a su familia.
Sin embargo, acabó por convencerla. Allison le escribió a su madrina.
Querida Mad:
Empezaré esta carta dándote mi sincera palabra de que te echo de menos a ti, a Remus, y a Lizzy. Y no estoy siendo sarcástica, así que no lo leas con ese tono, porque te enfadarás, y precisamente es lo contrario de lo que yo quiero.
Me he desviado del tema. El caso es que lo siento mucho mucho mucho, Maddy, pero Harry y yo debemos quedarnos en Hogwarts para Navidad. ¡Lo sé! Os prometimos que iríamos, pero tenemos algo de ultra importancia y mega confidencialidad que hacer en esas fechas...
Es una historia muy complicada, que no puedo explicar. ¡No te enfades! Te lo contaremos en Pascuas, iremos como el año pasado... No te lo prometo por si acaso, pero juro que lo intentaré.
No estéis tristes, sé que nuestra presencia es fundamental para vuestra felicidad, sobre todo la mía, porque soy el alma de la fiesta. Pero es de máxima prioridad que nos quedemos.
Espero haber elegido palabras profesionales, porque Hermione me dijo que así te enfadarías menos, aunque tal vez no debería haber escrito esto.
¡Os echo mucho de menos! (Harry también, pero mi letra es más bonita y por eso os escribo yo casi siempre). En el otro sobre hay unas fotos muy graciosas de Harry que ha sacado Colin Creevey, un Gryffindor de un curso menor que es presidente de su Club de Fans. Se las mando a Lizzy para que haga un collage, porque algunas son desternillantes y sé que se lo pasará bien. ¡Y dile a Remus que le quiero y que me mande chocolate!
Os quiero a los tres,
Allison
Sabía que la carta era larga y usaba palabras con las que no hablaba de normal, pero Hermione le había dicho que metiera otros temas en la carta para distraerle. No quería que Maddy se enfadara o se sintiera mal porque no fueran a pasar juntos las fiestas.
Envió a Hedwig con ambos sobres y salió con Harry de la lechucería.
—Al curso que viene no podemos faltar otra vez, Harry. Lizzy ya estará en Hogwarts y querrá ver a Mad y a Rem. Y yo también.
La misma semana que firmaron en la lista de los que se quedaban en el castillo, consiguieron los últimos ingredientes para la poción.
Ron y Harry montaron sutilmente una escena en clase de Pociones, sin que Snape supiera que fueron ellos quienes habían hecho explotar el caldero.
Allison y Hermione se habían encargado de robar el cuerno de bicornio y la piel de serpiente arbórea africana.
Estaría lista en dos semanas.
* * *
La semana siguiente, llegaron noticias de un club de duelo. Harry, Hermione, Ron y Allison no tardaron nada en apuntarse. La primera clase era esa misma noche, a las ocho en punto.
—Me pregunto quién nos enseñará —dijo Hermione, ya en el Gran Comedor, esperando a que el evento empezara—. Alguien me ha dicho que Flitwick fue campeón de duelo cuando era joven, quizá sea él.
—Con tal de que no sea... —Harry empezó una frase que terminó en un gemido.
Sí, Gilderoy Lockhart venía hacia ahí. Y, como si no pudiera ser peor, Snape venía con él.
—Tiene que ser una broma —susurró Ally, con los ojos muy abiertos.
Lockhart rogó silencio con un gesto del brazo.
—¡Venid aquí, acercaos! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me oís todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararos a todos vosotros por si algún día necesitáis defenderos tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones. Para más detalles, consultad mis obras.
»Permitidme que os presente a mi ayudante, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que os preocupéis los más jóvenes: no os quedaréis sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no temáis!
—¿No estaría bien que se mataran el uno al otro? —susurró Ron. Allison asintió, divertida.
Lockhart y Snape se encararon y se hicieron una reverencia. Bueno, Lockhart la hizo. Snape solo movió la cabeza de mal genio. Luego alzaron sus varitas.
—Como veis, sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar.
—Yo no estaría tan seguro —susurró Harry, viendo a Snape enseñar los dientes.
—Una... dos... y tres.
Ambos alzaron las varitas y las dirigieron a los hombros del contrincante. Snape gritó:
—¡Expelliarmus!
Con un destello de luz roja, Lockhart voló
hacia atrás, saliendo de la tarima, y pegó contra el muro, resbalando por él hasta quedar tendido en el suelo.
Malfoy y algunos otros de Slytherin vitorearon. Hermione se puso de puntillas.
—¿Creéis que estará bien? —chilló por entre los dedos con que se tapaba la cara.
—¿A quién le preocupa? —dijeron Harry y Ron al mismo tiempo.
Lockhart se puso de pie con esfuerzo.
—¡Bueno, ya lo habéis visto! —dijo, tambaleándose al volver a la tarima—. Eso ha sido un encantamiento de desarme; como podéis ver, he perdido la varita... ¡Ah, gracias, señorita Brown! Sí, profesor Snape, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejarles que vieran...
La cara de Snape hizo pensar a Allison que asesinaría a Lockhart ahí mismo, sin importar todos los testigos.
—¡Basta de demostración! Vamos a colocaros por parejas. Profesor Snape, si es tan amable de ayudarme...
Allison se juntó a Hermione, y Harry y Ron también hicieron lo mismo entre ellos. Sin embargo, tuvo que llegar Snape a fastidiarles, como siempre.
—Ya es hora de separar a este equipo ideal, creo. Weasley, puedes emparejarte con Finnigan. Potter...
Harry se acercó automáticamente a Hermione y Allison.
—Me parece que no —dijo Snape, sonriendo con frialdad—. Señor Malfoy, aquí. Veamos qué puedes hacer con el famoso Potter. La señorita Granger que se ponga con Bulstrode. Y la otra Potter con Parkinson.
Allison murmuró algo sobre «la otra Potter» mientras Pansy Parkinson se acercaba.
—¡Poneos frente a vuestros contrincantes —dijo Lockhart, de nuevo sobre la tarima— y haced una inclinación!
Allison apenas agachó la cabeza, al igual que Pansy.
—¡Varitas listas! —gritó Lockhart—. Cuando cuente hasta tres, ejecutad vuestros hechizos para desarmar al oponente. Solo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente. Una, dos y... tres.
Allison había conseguido desarmar a Pansy, y le sonreía con autosuficiencia. Antes de que le diera tiempo a pensar en algo más, oyó a su hermano conjurar otro hechizo.
—¡Rictusempra!
Un chorro de luz plateada alcanzó a Malfoy en el estómago, y el chico se retorció, respirando con dificultad.
—¡He dicho solo desarmarse! —gritó Lockhart. Harry lo había atacado con un encantamiento de cosquillas, y apenas se podía mover de la risa.
—¡Tarantallegra! —pudo articular Malfoy, todavía en el suelo.
Harry empezó a hacer algo parecido a un baile a gran velocidad.
—¡Alto!, ¡alto! —gritó Lockhart, pero Snape se hizo cargo de la situación.
—¡Finite incantatem! —gritó. Los pies de Harry dejaron de bailar, Malfoy dejó de reír y ambos pudieron levantar la vista.
Parkinson había aprovechado que Allison estaba despistada, y había ido hasta donde su varita había volado. Apuntó con ella a la pelirroja.
—¡Locomotor mortis!
Las piernas de Allison quedaron pegadas, y casi cayó de bruces en el suelo. La varita se había separado de ella, pero consiguió agarrarla y apuntar a Pansy.
—¡Petrificus totals! —chilló, y Parkinson cayó al suelo. Sonrió, y sintió que las piernas se le despegaban. Había sido Snape, quien también le levantaba el embrujo a Pansy.
Las demás parejas no iban mucho mejor. Neville y Justin estaban en el suelo, jadeando. Ron sostenía y pedía disculpas a un pálido Seamus, que había sido víctima de los efectos de su varita rota. Harry había separado a Millicent Bulstrode de Hermione, con dificultad.
—Muchachos, muchachos... —decía Lockhart, pasando por entre los estudiantes, examinando las consecuencias de los duelos—. Levántate, Macmillan... con cuidado, señorita Fawcett... pellízcalo con fuerza, Boot, y dejará de sangrar enseguida...
»Creo que será mejor que os enseñe a interceptar los hechizos indeseados —llegó a la conclusión Lockhart—. Necesito un par de voluntarios... Longbottom y Finch-Fletchley, ¿qué tal vosotros?
—Mala idea, profesor Lockhart —opinó Snape—. Longbottom provoca catástrofes con los hechizos más simples, tendríamos que enviar a Finch-Fletchley a la enfermería en una caja de cerillas. —La cara sonrosada de Neville se puso de un rosa aún más intenso—. ¿Qué tal Malfoy y Potter? —ofreció Snape con una sonrisa malvada.
—¡Excelente idea! —dijo Lockhart. Ambos subieron—. Veamos, Harry, cuando Draco te apunte con la varita, tienes que hacer esto.
Levantó la varita, intentó un complicado movimiento, y se le cayó al suelo.
—Vaya, yo también sé hacer eso —se burló Allison en voz baja, alisándose la túnica.
Snape sonrió, y Lockhart se apresuró a recogerla, diciendo:
—¡Vaya, mi varita está un poco nerviosa!
—Profesor, ¿me podría explicar de nuevo cómo se hace eso de interceptar? —preguntó Harry.
—¡Simplemente, hazlo como yo, Harry!
—¿El qué, dejar caer la varita?
Lockhart no le escuchó, o fingió no hacerlo.
—Tres, dos, uno, ¡ya! —gritó.
—¡Serpensortia! -bramó Malfoy.
Hubo un estallido en el extremo de su varita. De ella salía una serpiente negra, caía al suelo lista para atacar. Todos se echaron atrás gritando, y despejaron el lugar en un segundo.
—No te muevas, Potter —ordenó Snape, sin hacer nada, parecía que disfrutaba. Allison estaba segura de que lo hacía—. Me encargaré de ella...
—¡Permitidme! —gritó Lockhart.
Al lanzarle un hechizo, la serpiente se elevó en el aire unos tres metros y volvió a caer al suelo. Furiosa, silbando, se deslizó derecha hacia Justin Finch-Fletchley, y se irguió de nuevo, enseñando los colmillos venenosos.
Justin estaba petrificado del miedo, y todos escucharon a Harry hablar algo que nadie en la sala entendió.
Oh, no, había vuelto a ocurrir.
La serpiente bajó al suelo, inofensiva, y volvió los ojos a Harry.
—¿A qué crees que jugamos? —gritó Justin, y antes de que Harry pudiera contestar, se había dado la vuelta y abandonaba el salón.
Snape se acercó, blandió la varita y la serpiente desapareció en una pequeña nube de humo negro. También Snape miraba a Harry de una manera rara.
Allison sacó a Harry de ahí.
—Vamos. Vamos...
Ron y Hermione fueron con ellos. Los estudiantes se apartaban con miedo. Pronto llegaron a la sala común de Gryffindor.
—Harry, Mad ya te dijo que no hicieras eso. ¿Por qué lo has hecho? —le reprendió su hermana.
—Hablas pársel. ¿Por qué no nos lo habíais dicho? —preguntó Ron, flipando en colores.
—Se supone que no puedo ir gritándolo por ahí —se excusó Harry.
—¡Aun así mira que has hablado con la serpiente! Snape podría haberla hecho desaparecer sin que le dijeras nada.
—¡Pársel! —exclamó Ron, todavía asombrado—. ¡Puedes hablar con las serpientes!
—Lo sabemos, Ronald. Lizzy le tiene miedo a las serpientes gracias a Harry.
El chico les explicó brevemente la historia detrás de aquel miedo de la pequeña. Ocurrió cuando Harry tenía siete años, y jugaba con una Lizzy de cinco en el jardín de su casa. Allison estaba cerca de ellos cuando vio una serpiente, y se lo hizo saber a los otros dos. Harry empezó a hablar en un idioma que ni Ally ni Liz entendieron, pero la pelinegra se llevó un gran trauma con eso. La serpiente estaba a tan solo unos centímetros de ella, y como no comprendía lo que Harry le decía, se asustó y se puso a llorar porque pensó que le atacaría.
Fue entonces cuando Maddy y Remus les explicaron qué era el lenguaje pársel y por qué no era bueno que nadie supiera que Harry era capaz de hablarlo.
—Pero Harry, ahora todos van a pensar que tú... —empezó a hablar Hermione—. Es decir, ya lo pensaban. Pero con lo que acaba de pasar.
Allison dejó de mirar a Harry con recelo.
—Lo siento —se lamentó—. No quería enfadarme, pero es que ya sabes que Mad te lo había dicho mil veces antes de venir aquí.
—Lo sé, lo sé. No debería haberlo hecho —suspiró Harry, rendido.
Ron todavía estaba flipando, y seguía exclamando «¡Pársel!» cada varios segundos.
maratón 2/4
ES MI CUMPLE :D
muchísimas gracias a todas las que estéis leyendo, no os olvidéis de dejar vuestro voto <3
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