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00 | prólogo

Darling, dearest, dead.

My love for you shall live forever.
You, however, did not.

—Lemony Snicket,
dedications to Beatrice

Vivir al mismo tiempo en el que está ocurriendo una Guerra Mágica no es fácil, eso es algo que todos los magos y brujas saben. No tener ni idea de si vas a seguir respirando el día de mañana no es una sensación que alguien te recomienda.

Las parejas se casaban jóvenes, no querían perder el tiempo. Se unían en matrimonio y tenían hijos, trayéndoles a un mundo que solo esperaban poder salvar a tiempo para ellos. Que su futuro no fuera igual que lo que estaban experimentando en ese entonces.

Lily y James Potter habían cumplido su parte. Ya llevaban un año casados cuando Lily dio a luz a sus dos hijos mellizos; Harry y Allison.

La pareja se vio obligada a esconderse —junto con sus dos queridos hijos— en su casa, en el Valle de Godric. Una semana antes de la tragedia, los Potter habían sido protegidos por el encantamiento Fidelio, debido a una profecía que amenazaba la vida de su hijo.

Por otro lado, Maddison Lupin y Sirius Black también habían contraído matrimonio, ambas parejas se casaron el mismo día en una celebración conjunta. La boda Potter y Black fue un acontecimiento tranquilo y feliz en medio de una trágica y terrorífica guerra.

Y ahí se encontraba Maddy, sola, en la cocina de su casa. Tenía un nudo en la garganta desde hacía horas, desde que Sirius había desaparecido del mapa. ¿Dónde se supone que estaba su marido? Ninguna idea de dónde podía encontrarse que se le pasaba por la cabeza era buena, desde luego. Estaba aterrada y no sabía por qué.

Supo que tenía razón con aquel odioso sentimiento de que algo no iba bien. Ese algo era la vida de sus mejores amigos. El 31 de octubre de 1981, lord Voldemort había arrebatado las vidas de James y Lily Potter. Los había asesinado. Cuando él trató de hacer lo mismo con Harry, la maldición asesina no funcionó como pensó. Esta rebotó, y lord Voldemort desapareció.

Nadie sabía si estaba muerto, si se había escondido o qué había ocurrido con el mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos. Lo único de lo que tenían certeza era de que Harry y Allison habían quedado huérfanos.

¿Qué iba a hacer Maddy sin todos los consejos que le daba Lily, quien había sido su mejor amiga desde los once años? Posiblemente no volvería a sonreír de la manera que lo hacía cuando escuchaba a la pelirroja sobre sus desvaríos, esas locuras que solo compartía con ella.

¿Qué le pasaría si no podía reírse de nuevo de las tontas ocurrencias de James? Maddison jura que no será capaz de recibir una broma con el mismo buen humor nunca más. No cuando la imagen de James saliendo de debajo de su capa de invisibilidad llegaba a su mente, sabiendo que cualquier cosa que él hubiera hecho sería mil veces más divertida que cualquier otra travesura.

¿Cómo vivirían los pobres huérfanos tras la dolorosa muerte de sus tan jóvenes padres? La vida era cruel y extremadamente injusta.

Por si fuera poco, su marido había sido acusado del asesinato de sus amigos. Sirius Black, guardián de la casa Potter, responsable de sus muertes, asesino de Peter Pettigrew. Y Maddison... ella estaba totalmente devastada.

Se encontraba desolada, llena de dolor y plagada de tristeza. Lloraba. Por su cara caían todas las lágrimas que tenía. Y cuando no le quedaban más que soltar, Maddy lloraba sin ellas. Pasó así horas, hipando, sollozando y dando desconsolados gritos desde el sofá. Su garganta se desgarraba cada vez que un chillido salía de lo más profundo de su ser.

Sentía que si se levantaba del mueble, caería. Tropezaría en un pozo del cual no lograría salir nunca.

También sabía que tenía que hacer algo. No podía quedarse ahí, lamentándose, cuando sus ahijados acababan de perder a sus padres. Aquellos niños de un año, siempre risueños y llenos de vida, que ahora habían perdido gran parte de ella.

Ella debía hacerse cargo de Harry y Allison a partir de ese momento. Intentó aferrarse a ello, porque de lo único que estaba segura, era de que protegería a los niños con su vida si hacía falta.

Por eso fue a hablar con Dumbledore. Él era quien le había avisado, vía patronus, y quien le había asegurado que Hagrid tenía a sus dos ahijados.

Maddison se sentó en la silla del despacho de Dumbledore, dispuesta a debatir el destino de sus ahijados, cuando Hagrid irrumpió en la sala. El hombre sostenía en sus enormes brazos dos bultos cubiertos por mantas. Maddy se llevó las manos a la cara y se levantó, apesadumbrada y con lágrimas en los ojos, para ver a Harry y a Allison.

—Están bien —susurró, con la voz rota—. Están bien...

Se giró hacia el director, todavía de pie junto a Hagrid y los mellizos.

—¿Cómo es posible que hayan sobrevivido?

—Eso es algo que tal vez nunca sepamos, Maddison. Hagrid, por favor, deja a Harry y a Allison en la cuna. —Dumbledore hizo un movimiento de varita, y una cuna se materializó en la estancia. Él le obedeció, dejándoles con cuidado sobre ella.

—Gracias por traerlos al despacho, Hagrid.

—¿Puedo... puedo despedirme de ellos?

Maddy no pudo aguantar el impulso de abrazarle. Él siempre había sido un gran apoyo para ella y sus amigos —sobre todo para Remus—, y se notaba lo mucho que sufría por los mellizos Potter.

—Hagrid, vas a poder venir a visitarlos siempre que quieras —le prometió Maddy.

Después de marcharse Hagrid, entre sollozos; la mujer se acercó a la cuna para observar a sus ahijados. Harry tenía el pelo tan negro y alborotado como James, y bajo su flequillo se veía una cicatriz con forma de rayo. Allison, por otra parte, tenía el cabello rojo de Lily, y unas pocas pecas salpicándole la nariz, apenas perceptibles. Ambos se veían tranquilos, durmiendo pegados el uno al otro.

—Maddison —le llamó Dumbledore—, ¿te importaría tomar asiento?

Ella asintió y se sentó de nuevo sobre la silla, lista para hablar con el director.

—Eres la madrina de los mellizos, por lo tanto estás en completo derecho de su custodia.

—Es lo que Lily y James hubieran querido —aseguró ella, limpiándose una lágrima de la mejilla con la manga de su jersey.

Había muchas otras cosas que Lily y James hubieran querido, como que Sirius Black no les hubiese traicionado y vendido, y ahora se encontrara en Azkaban. Ni que Peter Pettigrew hubiera sido asesinado por Sirius. Tampoco morir ellos mismos y dejar huérfanos a sus hijos.

Pero aquello ya no importaba, porque Lily y James ya no estaban. Los últimos meses, los últimos años, habían sido difíciles para todos, y en esos momentos nada parecía ni remotamente más fácil.

—Sin embargo, tienes que saber que hay una razón por la que se encontrarían mucho más seguros viviendo con la hermana de Lily.

—¿Se... se refiere a Petunia? Ellos no pueden vivir con ella, ni con su marido. No son buenas personas, Dumbledore. Ni siquiera se dignaron a venir a la boda, y tampoco han querido conocer a los niños...

—Estoy al corriente de la situación, Maddison. Debes entender, que a pesar de ello, que los dos vivieran en aquella casa sería lo más sensato. ¿Alguna vez has oído hablar del hechizo del Vínculo de Sangre?

Tras aquellas palabras, Dumbledore procedió a explicarle por qué pensaba que era lo más correcto. Y, honestamente, Maddison no iba a dejar que se llevara a sus ahijados aun con todo lo que le contó.

—Vol... —se le hizo un nudo en la garganta y, como si regresara al pasado de antes de entrar a la Orden, se sintió incapaz de pronunciar su nombre—. Quien Usted Sabe ha caído, y aunque siguiera con vida, ellos no estarían mejor con esos muggles que conmigo.

—Estarían protegidos.

—Debe haber algo que podamos hacer —insistió Maddy—. Porque puedo asegurarle, profesor Dumbledore, que mis ahijados van a quedarse en mi casa. Estoy en mi derecho, y si es necesario presentaré el caso en el Wizengamot. Ahora, debe haber algo para que Harry y Allison estén más seguros en mi casa.

Dumbledore observó a la castaña a través de sus gafas de media luna, analizando la situación. Él ya se esperaba esa reacción.

—Es posible que haya algo.

—Dígalo ya, por Merlín.

—Hay una variante del hechizo que podría ser utilizada. Cabe la posibilidad de que no sea exactamente igual de funcional que el original, pero sí que serviría para tenerlos protegidos.

—¿Cómo funciona? —quiso saber ella, ansiosa por conocer cómo podía ayudar.

—Lily Potter dio su vida por sus hijos, y ambos llevan esa protección en su sangre, sangre que comparten, la de Lily. Es por ello, que el hechizo podría funcionar de otra forma. El original dice que deben vivir en la casa de un pariente sanguíneo, pero debido a las circunstancias... Es posible que no sea necesario que esa persona sea un familiar.

—¿Está diciendo que el hechizo funcionaría igual si se quedan en mi casa? —preguntó, algo confundida.

—Lo que trato de explicar, es que no estoy seguro de su nivel de funcionalidad, pero es viable. Mientras ellos puedan considerarlo su hogar, a ti parte de su familia, y a ellos hermanos. Es muy importante que los vínculos que tenéis no se rompan, porque si eso sucediera, el hechizo lo haría con ellos.

Maddy tragó saliva, dispuesta a hablar y soltar lo que pensaba.

—Si todo esto es posible, ¿por qué quiere dejarles con sus tíos de todas formas?

—Sería lo más correcto —repitió él.

Pero ella sabía que había algo más. Dumbledore era un buen hombre, era sabio y poderoso, pero siempre tenía intenciones ocultas. Después de todo lo que le había explicado, no podía seguir creyendo que mandarle con aquella familia sería lo más apropiado. Desde luego, Dumbledore guardaba razones que poco tenían que ver con el hechizo de protección.

—Con todo el respeto, director Dumbledore, sé que no es lo único que pretende. Sé que tiene grandes planes, y que sus intenciones son buenas, pero no voy a permitir que use a mis ahijados como piezas de su juego. No sé qué intenta con querer llevarles ahí, porque sé que teniendo en cuenta lo que me ha explicado, no es por el hechizo. Le agradezco que vaya a protegerles, pero ellos se quedarán conmigo.

Dumbledore tan solo asintió.

—Está bien, Maddison. Tú eres su madrina.

Ese le dolió como el infierno. Se suponía que debía ser un vosotros, un Sirius y tú, sus dos padrinos. Pero Sirius... él resultó ser el traidor.

Maddy, a sus veintiún años, nunca se hubiera imaginado que Sirius Black fuera capaz de traicionar a James. Pero él era el Guardián del Secreto, él había matado a Peter... Él estaba en Azkaban. En sus tiempos en Hogwarts, habría asegurado que él era inocente, habría confiado ciegamente. Pero el colegio había acabado hace años, y la incansable lucha en la que habían estado metidos solo había causado sospechas y recelo entre todos.

Después de la tormenta, la gente suele decir que viene la calma. No siempre es así, porque la calma es algo subjetivo. Puede que El Que No Debe Ser Nombrado no estuviera ya, pero sus pensamientos no dejaban la cabeza de Maddy tranquila.

Porque acababa de enterarse de algo que, semanas atrás, habría sido sin dudas la mejor de las noticias. Y ahora... Ahora ella simplemente estaba embarazada de su marido el asesino loco.

Mientras el mundo mágico celebraba la caída del Señor Tenebroso y el fin de la guerra, otra batalla se disputaba dentro de la castaña. ¿Podría con todo lo que se le venía encima?

Desde luego, iba a necesitar mucha ayuda cuando todo se estaba desmoronando. Remus volvió con ella de su misión para la Orden todo lo rápido que pudo, y estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su mano para salvar a su hermana de ella misma.

Maddy siempre había estado ahí para Remus, y era su turno para devolverle el favor.








como habéis visto, esto está narrado desde el pov de Maddy Lupin, la hermana melliza de Remus. en esta historia, ni Harry ni Allison vivirán con los Dursley yuju

todos los capítulos estarán narrados desde el pov de Allison a partir de aquí, con excepción de algunos trozos que será desde el de Maddy (or maybe otros, who knows)

muchas gracias por leer, espero que os guste!!

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