
━━━━𝕮𝖆𝖕 𝟎𝟓
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𝟎𝟓━━━━the 'this has never happened'
La Cabaña de las Luces.
Un lugar terrorífico para muchos, un sitio magnífico y de paz para cuatro chicas.
Un lugar en el que podían refugiarse de los males y calamidades con las que el mundo real las acechaba con la intención de hacer sus vidas un verdadero infierno. Les refugiaba del destino trágico que les esperaba y el que estaban dispuestas a cambiar a cualquier costo. Las protegía de todos los seres que las despreciaban por cualquier defecto o carencia, siendo este el único lugar posible al que en algún momento podrían llegar a llamar hogar.
A todas se les criticaba por algo. Todas sufrían en sus propias casas. Todas tenían demonios dentro. Todas tenían algún motivo por el que dejar de luchar.
Pero también todas tenían un motivo por el que seguir poniéndose en pie. Todas tenían alguien por quién pelear. Y todas tenían alguien que impidiera que se quitaran del medio.
Pero sobre todo se tenían las unas a las otras.
Ese era su auténtico hogar. Ellas eran el hogar.
Porque el hogar es el sitio en el que estás con las personas que más te importan en el mundo, por eso daba igual el lugar donde estuvieras siempre y cuando estuvieras con ellas. Y Hogwarts podía ser el techo en el que vivían la mayor parte del tiempo, pero sin duda la Cabaña de las Luces era su verdadero hogar, donde se sentían cómodas sin nadie a sus espaldas criticándolas todo el tiempo y pudiendo ser ellas mismas. Donde compartían momentos, recuerdos, risas y lágrimas; donde se confesaban sus más oscuros secretos, se prometían el amor y apoyo incondicional pasara lo que pasara y lo demostraban con gestos y palabras jurando que nunca se separarían, ni siquiera después de su último suspiro.
Para ellas, al igual que para muchos, cada día era una constante lucha que había que librar para seguir vivas, y para lograr que los suyos siguieran vivos. Una guerra se acercaba y todas sabían que su destino era luchar codo con codo para intentar ganarla y derrotar a todo mal que intentara acabar con lo que ellas más querían.
Todo iniciado por un hombre que solo quería poder. Todo por sus seguidores que pensaban igual que él y querían acabar con los que ellos consideraban que eran sus inferiores. Todo producto de un racismo radical que tenían hacia la gente que no era como ellos ni en sangre, ni en piel, ni orígenes.
En esa casa no pasaban muchos momentos malos y ese era uno de esos días en los que simplemente disfrutaban de charlas y burlas entre ellas evadiéndose del mundo exterior, y por unas pocas horas se reían y aprovechaban al máximo el tiempo juntas.
Dione lentamente metió su mano en el bolsillo de su uniforme que había dejado en una silla y lentamente, solo para crear expectación e impaciencia en sus amigas, comenzó a sacar el paquete de tabaco que les había prometido a sus amigas.
—Merlín, ¿quieres dejar de hacer el imbécil y sacar el maldito paquete ya? Llevo dos semanas sin probarlo por tu culpa y necesito sentir ese ardor bajando por mi garganta —se quejó Hydra pasando las manos por su cara con impaciencia logrando que todas rieran por su actitud—. No me hace ni puta gracia teniendo en cuenta que a Dione se le ocurrió la magnifica idea de provocar a James. ¿Enserio a quien se le ocurre provocar que le castiguen un viernes? Solo a la gran Dione De Armas. —fingiendo estar enfadada, Hydra le quitó el paquete de las manos a su mejor amiga, provocando que nuevamente sus amigas se rieran por su infantil comportamiento.
—Para empezar, si tanto te molesta cómprate tu propio tabaco —Hydra le sacó la lengua de forma infantil—. Y segundo, ya sé que fui idiota —hizo una pausa, y sin pensar mucho en sus palabras soltó lo primero que le pasó por la mente—. ¿Sabéis que James y yo casi nos besamos en el aula de castigo? —la información fue tan directa y la soltó tan de golpe que la sala se hundió en un profundo silencio que ni siquiera se escuchaban sus respiraciones.
Esta pausa fue interrumpida por el sonido del zippo que Dione estaba usando para prender su cigarro.
—¿¡Espera, qué!? ¿Me estás diciendo que casi besas a James Potter, el mayor imbécil de Hogwarts? —Dione asintió ante las palabras de Estela mientras expulsaba el humo— Sin ofender. —Hydra movió su mano libre restándole importancia, sabía perfectamente que tan idiota podía llegar a ser su amigo.
—¿Cómo narices llegaste a acortar la distancia con él hasta el punto de casi besarle? —preguntó Crystal cogiendo un cigarro del paquete y pasándoselo a Estela.
Dione se encogió de hombros— Me aburría así que saqué un paquete de cigarros y le tendí uno a él...
—Y le propusiste jugar al juego de pasar el humo con la boca ¿Me equivoco? —la rubia asintió en su dirección con sorpresa. Todavía no se acostumbraba a la increíble inteligencia y la capacidad que tenía Estela para predecir movimientos y acciones de los que la rodeaban.
—Exacto. Cuando fue mi turno de absorber el humo y expulsarlo nos quedamos mirando a los ojos y después a los labios, pero me aparté de inmediato. Puede que sea sexi y tenga unos labios que dan ganas de besar, pero no pensaba hacer algo de lo que luego me arrepentiría por un calentón de un momento. Además quedamos en que lo que pasaba allí se quedaba allí. Así que esto nunca ha pasado ¿Entendido?
—Tu poco tacto me sigue sorprendiendo. —le dijo Crystal encendiendo su cigarro y dándole una cada
Las demás tardaron en reaccionar, pero en cuanto lo hicieron, solo causó que Dione se arrepintiera de habérselo contado. Hydra comenzó a hablar y a hacer preguntas con mucha emoción, y por eso ella se tapó los oídos y bufó rodando los ojos. Odiaba cuando su mejor amiga lo dramatizaba todo, aunque ella hiciera lo mismo con ellas algunas veces, lo hacía por molestar y se estaba dando cuenta que le estaban pagando con la misma moneda.
Eso sí, lo que jamás lo admitiría, porque era algo contradictorio de su parte, que al igual que le irritaba que hicieran de algo muy pequeño una gran bola, le encantaba a partes iguales. Porque era divertido ver sus exageradas reacciones y la rapidez con la que montaban historias que jamás pasarían. Como si fuera un cuento que a pesar que son de ensueño jamás pasarán. Una cruda realidad en toda regla.
La realidad es que a pesar de que todos deseamos una vida perfecta y de ensueño, es algo imposible de lograr; sobre todo en la vida de estas cuatro chicas que estaban lejos de tener un cuento de hadas y estaban más cerca, casi rozando, de tener una completa historia de terror. Una historia que sin duda estaban dispuestas a cambiar.
• . ·• 🐍 • . ·•
Dione estaba nerviosa, como nunca antes en su vida. Hoy era el último día antes de su decimoctavo cumpleaños. Mañana sería un día decisivo; todo tenía que salir a la perfección si quería, al fin, romper las cadenas que la ataban a su familia. Corrió en dirección a la torre de Astronomía. Al llegar miró el reloj que colgaba de su muñeca. Las doce menos cuarto. Quedaban quince minutos para media noche y media hora para las doce y cuarto. Treinta minutos para que fuera el momento exacto en el que ella había nacido hace dieciocho años. Sacó el paquete de tabaco de su bolsillo y encendió un cigarro, lo necesitaba urgentemente para calmarse.
Dio la primera calada y cerró los ojos al sentir el humo bajar por su garganta. Se sentó en una columna y apoyó la cabeza en ella. Del mismo bolsillo sacó un cenicero de plástico rojo y con forma de cono con una tapa sobre esta, que usan los muggles cuando van a la playa. Le encantaba la paz que le transmitía la zona más alta de Hogwarts. El silencio era perfecto, ni siquiera se escuchaban los sonidos que emanan del Bosque Prohibido, solo se escuchaba su respiración, y no sabía si aquello era bueno. Por lo que trató de respirar en silencio para no interrumpir la mudez que la envolvía.
Comenzó a pensar en el mañana. Sonrió. Pero la sonrisa se le borró al pensar en todo lo que podía salir mal. ¿Y si no lo lograba? Si estuviera ella sola lo podría soportar, pero su hermana también estaría en la casa, y a diferencia de ella, no podía aparecerse. Sus pensamientos se esfumaron cuando comenzó a escuchar voces cada vez más cerca.
Se giró y no vio a nadie. Las voces callaron de golpe. Un recuerdo le vino a la mente: ella viendo como unos pies sobresalían de debajo de una capa de invisibilidad. Rodó los ojos al darse cuenta de lo que estaba sucediendo.
—Potter, sabes que sé que estáis ahí así que dejad de hacer el imbécil y marchaos de aquí. —les ordenó para después darle una calada al cigarro y echar las cenizas que sobresalen en el cenicero.
—Vete tú, no te jode. —rebatió Hydra saliendo de la capa y dejando a la vista al resto de los Merodeadores.
Dione resopló rodando de nuevo los ojos; sabía que no se irían y que no la dejarían en paz. Decidió ignorarlos a pesar de ser consciente de que eso no funcionaría en un principio, aún así rezó para que hoy, en su ya cumpleaños, las cosas le fueran mejor que de costumbre, pero Hydra se sentó a su lado y le tendió la mano y movió los dedos indicando que le diera lo que pedía.
—¿Cómo se pide? —le preguntó Dione.
—Dame uno o los convenceré de que te gasten bromas durante un mes. —le amenazó.
—No lo harás —Hydra la miró de manera inquisitiva dándole a entender que quería una explicación más concreta—. Todavía estoy planeando mi venganza por haberme cortado el pelo tan corto como el de Peter.
—¡Venga ya! Si Poppy hizo que tu pelo volviera a su estado normal enseguida.
—No me importa. Soy rencorosa y lo sabes. Además no te pensaba dar, por chivata. —señaló a Sirius con la cabeza.
—¡El otro día me diste! —protestó.
—Estaba de buen humor; hoy no, así que cómprate tu tabaco. —sentenció guardando su paquete en el bolsillo.
—Accio paquete de tabaco. —conjuró el hechizo, pero nada sucedió.
—Sabes que es muggle, ¿no? —le preguntó refiriéndose al paquete de cigarros.
Hydra asintió y le pidió que esperara, y al cabo de varios segundos lo que había conjurado apareció en sus manos. Dione le preguntó de quién era y su mejor amiga se limitó a encoger sus hombros.
Sirius las miraba con completa confusión al igual que Peter. En cambio James y Remus trataban de encontrarle una respuesta lógica a lo que estaban presenciando, pero no podían. Siempre se miraban con repulsión, se insultaban y si no se pegaban era porque ninguna había cruzado ese límite. Pero ahora parecía que todo ese rencor que se "guardaban" había desaparecido, como si Hydra no hubiera llorado nunca por los comentarios de Dione. Sin embargo, lo que no sabían era que su amiga no lloraba por lo que ella pudiera decirle. Lloraba de rabia. Sentía rabia por no poder estar bien junto a su mejor amiga delante de los demás, por saber todo lo que le había pasado y por todo lo que le pasaba a ella misma.
¿Por qué no podía ser todo más sencillo? ¡Maldita sea! ¡Eran adolescentes! No deberían estar viviendo esta mierda. Su única preocupación debería ser no quedarse embarazada o el castigo que sus padres o profesores les impusieran por haber gastado una broma a un alumno o por haber suspendido alguna asignatura.
Pero sus familias no les dejaban. Pero sobre todo, Lord Voldemort no dejaba tener una infancia y una adolescencia normal, porque tanto ellas, como los que no provenían de una familia de magos, debían estar constantemente preocupados por si les sucedía algo a ellos mismo o a sus seres queridos.
Eso no era justo.
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