━━━━𝕮𝖆𝖕 𝟎𝟐
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𝟎𝟐━━━━she knows it
Una mueca de disgusto se formó en el rostro de Dione al escuchar la manera en la que sus "amigos" se quejaban del aumento de hijos de muggles en Hogwarts ese año.
Odiaba la manera en la que se referían a los alumnos que no pertenecían a una familia de magos. Ella jamás se había atrevido a usar el término más despectivo que se podía usar contra un hijo de muggles. Lo había oído decir a sus compañeros y ella no les había frenado a hacerlo. Quería pero no podía, al menos si quería que lo que llevaba planeando y ejecutando varios años diera sus frutos.
Dione pasó una página del libro que estaba leyendo tratando de ignorar el comentario de Rosier hacia su víctima de burlas de hoy, Remus Lupin.
—Oye Rosier, Remus es mestizo, no nacido de muggles. Si vas a usar ese insulto por lo menos úsalo bien. —se tomó la libertad de hacer ese comentario. Ninguno sospecharía el porqué lo decía, todos se pensaban que lo hacía solo para fastidiar al chico; su grupo sabía la mala relación que comparten ambos.
Para su desgracia el mencionado pasaba por su lado junto a sus cuatro mejores amigos que lograron oír el insulto hacia el licántropo. Dione entrecerró sus ojos y miró a Evan; sabía que lo había hecho con el fin de que el chico lo escuchara.
—Muy gracioso Rosier, ahora atrévete a decirlo a la cara. —dijo Sirius enfadado junto al resto de los Merodeadores causando que la atención de los slytherin se centrara en ellos.
—¡Oh! Será un placer decirle sangre sucia a ese imbécil de nuevo. —respondió Evan mientras se ponía en pie.
Sin darle tiempo a reaccionar, Sirius le proporcionó un puñetazo en la nariz desorientándolo por un momento. Rápidamente se incorporó, ya que había caído de espaldas sobre la hierba, y le devolvió el golpe pero esta vez en la mejilla izquierda. Lucius se levantó y fué a ayudar a su amigo, sin embargo fue interceptado por James, quien le pegó un puñetazo en la barbilla. Lo mismo sucedió con Severus, solo que este recibió una patada en sus partes por parte de Hydra al ver que este se disponía a pegar a Peter.
Eso sorprendió a Dione, ya que a pesar de saber el odio que Snape tenía hacia aquel grupo, él era una persona que no le gustaba la violencia. Por lo que dedujo que su disgusto hacia los Merodeadores era más grande que su posición por el pacifismo.
Peter le agradeció con la mirada a Hydra y le indicó que le ayudara a separar a Sirius y James de los Slytherin. Una vez que Remus, Peter y Hydra agarraron a sus dos amigos para evitar que se pegaran más con Malfoy y Evan, Dione se dirigió hacia Remus, quien sujetaba a James de los hombros para evitar que comenzara la pelea de nuevo.
—No os conviene meteros con nosotros.
—¿A no? ¿Y qué haréis vosotros? ¿Pegarnos? Pues para tu desgracia puedo hacer esto todo el día. —dijo James cruzándose de brazos y levantando una ceja.
—Eso no es necesario porque puedo hacer vuestra vida un infierno contando vuestros secretos. —respondió De Armas acercándose hacia el azabache con una sonrisa malvada.
—¿Qué secretos?
—¿No te lo han contado? —preguntó con falsa inocencia. Se acercó a la oreja de James para susurrarle algo que lo dejó completamente pálido— Solo te diré que sé que los sonidos que salen de la casa de los gritos cada més no son gritos normales.
Se separó para ver como él tenía la boca entreabierta por la sorpresa y los ojos prácticamente saliendo de sus órbitas. Cuándo James salió de su trance agarró a la rubia por el cuello de la camisa notoriamente enfadado y la estampó contra el árbol logrando que un quejido de dolor saliera de la ojiverde. Sus amigos intentaron acercarse, pero ella negó con la cabeza para evitarlo.
—¿Cómo sabes eso? —susurró con sus narices rozándose, cosa que molestó a Dione que intentó inútilmente zafarse de su agarre— No pienso repetir la pregunta ¡Responde! —James no era una persona agresiva. Sin embargo, ella había tocado un punto sensible en el chico y él no estaba dispuesto a dejar que la integridad de su amigo se viera afectada por una amenaza.
Era algo obvio que Dione acabaría descubriendo el secreto de Remus, dado que ella convive con uno de su especie todas las vacaciones. Y la cicatriz que trazaba sobre su pómulo derecho era una prueba de ello. Ella nunca delataría a Remus, sin embargo necesitaba mantener las cosas en calma al menos dos meses más hasta su decimoctavo cumpleaños, que era cuando su plan daría fin, y para que eso fuera posible debía tener a los merodeadores lejos de su grupo. Por eso debía amenazarlos, para mantenerlos a raya.
No le dió tiempo a responder cuando la profesora McGonagall hizo acto de presencia al notar el bullicio formado en los jardines de Hogwarts— ¡Señor Potter, señorita De Armas! ¿Qué es todo este revuelo?
James se separó finalmente todavía con expresión seria— Ellos insultaron a Remus.
—¿Es eso cierto? —preguntó a Dione.
—Sí pero fueron ellos los que nos agredieron. —respondió cruzándose de brazos y resoplando.
—Y bien merecidamente. —susurró el azabache a lo que la rubia rodó los ojos.
Sabía que en eso tenía razón, sin embargo no lo admitiría jamás.
—Bien ustedes dos se vienen conmigo a mi despacho —los dos adolescentes chasquearon la lengua a la vez, y al darse cuenta se miraron y rodaron los ojos nuevamente al unismo—. Profesor Slughorn, acompañe a estos jóvenes hasta la biblioteca y agrúpelos por parejas y un trío para que recojan alguna habitación de Hogwarts sin magia el próximo fin de semana.
Vieron como los dos grupos se alejaban entre la multitud siguiendo al profesor de pociones. McGonagall giró su cuerpo en dirección contraria y James y Dione la siguieron bajo las miradas y murmullos de los estudiantes que los veían pasar. Dione ignoró a todo el mundo hasta que llegaron a su destino. Los tres se mantuvieron en silencio hasta que llegaron al despacho de la directora de la casa de los leones. Invitó a ambos a que se sentaran en las sillas que habían al otro lado del escritorio, ambos imitaron la acción de la profesora al sentarse en la silla, y ella los observó con una mirada severa. En ese momento supieron que una buena bronca se avecinaba.
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La tensión era tan notable en el ambiente que incluso Minerva se sentía mínimamente incómoda —sentimiento que claramente supo disimular—. Los tres caminaban por el pasillo en completo silencio, pero solo Dione y James se mataban con la mirada detrás de la profesora. Dione apartó la mirada harta de verle la cara, alzó el mentón y aceleró su paso para adelantar al chico.
A James no le cabía en la cabeza como alguien tan astuta, lista y bonita, —algo que no podía negar de ella—, usara su inteligencia para el mal cuando podía usarla para el bien común logrando grandes cosas. En cambio a Dione no le entraba en el cerebro como alguien tenía la capacidad de acumular tanta idiotez en su interior, y cómo siendo tan imbécil y vago podía caer bien a la gente.
Ayer McGonagall los agrupó en parejas y tríos para el castigo que les tenía asignado a ambos grupos. Después de que James y Dione dieran una detallada explicación de lo que sucedió hizo jurar a la chica que no diría absolutamente nada acerca de la licantropía de Remus. Obviamente a James y Dione les tocó ir juntos porque son los que fueron encontrados en plena pelea y a cada pareja o trío le tocó limpiar alguna parte del castillo durante todo el fin de semana.
A Remus y a Lucius les tocó recoger todos los libros de la biblioteca que habían sido usados durante la semana ━que no eran pocos━. A Sirius y Narcissa en cambio, les fue asignada la tarea de limpiar la lechucería que estaba evidentemente repleta de excrementos de las decenas de aves que habitaban allí durante varias semanas. A Hydra, Evan y Regulus se les ordenó limpiar el almacén donde Filch guardaba sus utensilios de limpieza, algo irónico ya que él debía encargarse de limpiar eso. Peter y Severus a los que les tocó ordenar alfabéticamente todos los productos del almacén de defensa contra las artes oscuras, y por último a James y Dione se les asignó limpiar todos los calderos de la aula de pociones y ordenar también alfabéticamente todos los productos que se encontraban en la clase.
—Muy bien, estaréis encerrados por seis horas hoy y mañana para ordenar toda la clase, y por mucho que terminéis antes de tiempo seguiréis aquí hasta que el tiempo acordado se dé por finalizado —explicó la subdirectora al entrar al aula junto al par de adolescentes—. Tenéis comida y agua en esa mesa y se os entregaran más suministros cada dos horas. Está prohibido el uso de cualquier tipo de magia por lo que me temo que tendré que confiscar sus varitas. Señor Potter, señorita De Armas. —sentenció extendiendo sus manos para que ambos les entregaran las varitas, algo que hicieron a regañadientes.
—¿¡Doce horas encerrada en cuatro míseras paredes con él!? —exclamó Dione molesta.
—Así aprenderán a convivir con el otro en paz, porque no toleraré ninguna otra pelea entre ustedes o entre sus amigos. Por esa razón os hemos emparejado con las personas con las que más roces tenéis, para que sepáis aprender a convivir entre vosotros sin tener la necesidad de pelear. Porque no los quiero ver involucrados en otra discusión ¿Queda claro?
La firmeza en su voz y postura aterraba e imponía tanto, que ninguno se atrevió a negarle nada a la profesora. Minerva se retiró y cerró la puerta tras de sí conjurando un hechizo para evitar que salieran sin que ella deshiciera el conjuro. El silencio inundó la habitación, abriendo paso a la incomodidad en el ambiente. Pero el mutismo fue interrumpido por los pasos de Dione que se dirigió hacia la gran mesa repleta de calderos y utensilios para realizar pociones, todos notoriamente sucios. James la siguió y ambos suspiraron con pesadez al encontrarse de frente con la imponente cantidad de instrumentos que necesitaban una limpieza urgente.
Ambos cogieron algunos utensilios y se dirigieron hacia el lavaplatos doble que solo se usaba para los castigos en los que se prohibía el uso de magia. Pasaron algunos minutos en completo silencio en los que solo se escuchaba el sonido del chorro del agua y la fricción del estropajo contra los instrumentos que estaban limpiando, cada uno metido en sus propios pensamientos. Pero como a James el silencio era algo que sólo experimentaba durante la hora de dormir, no pudo evitar hablar.
—¿Puedo saber porque eres así? —Dione paró por un instante de fregar el caldero para mirar a James.
El chico tenía la mirada fija en sus propias acciones, las cuales consistían en enjabonar una espátula que posteriormente enjuagó. Él sintió la mirada de la rubia pero no se dignó a devolvérsela. Dione redirigió su vista al fregadero y siguió con su tarea. Esta vez fue James quien miró a la chica que solo se encogió de hombros sin querer darle una respuesta contundente al pelinegro.
»En realidad no me importa como seas solo quiero que dejes de insultar a mis amigos es lo único que te pido a ti y a tu grupito.
—Vosotros también lo hacéis. —contraatacó Dione.
—Porque vosotros empezasteis...
—No —ella le interrumpió—, vosotros también tenéis prejuicios sobre nosotros, y aunque te los hayamos confirmado estos años, ya los teníais antes de siquiera entablar una conversación. Y me insultaste por solo juntarme con ellos sin ni siquiera haberte dirigido la palabra. —sentenció, recordando el momento en el que empezó a insultar también a James.
James no pudo objetar nada ante eso pero aquello no significaba que pararía de preguntar en ese instante.
—¿Cómo te enteraste del problema de Remus? —ella volvió a encogerse de hombros.
—No fue difícil teniendo en cuenta que no sois los únicos despiertos a esas horas de la madrugada —respondió. Claramente no le iba a contar que acompañaba a Crystal y su hermana a la cabaña que había al lado de la casa de los gritos junto a Estela y Hydra, eso era algo que no podía salir de aquel grupo—. Una noche vi unos zapatos sobresalir de la nada debajo de lo que supuse que era una capa de invisibilidad, pensé que fueron imaginaciones mías, pero luego a través de una ventana os vi salir de la capa y entrar a casa de los gritos y cuando escuché los aullidos y a los días vi a Remus con cicatrices, supe lo que era.
James la miraba perplejo ante su confesión, no estaba sorprendido porque lo hubiera averiguado ya que su inteligencia saltaba a la vista. Lo que sí le sorprendió fue que en ningún momento los insultó y no le gritó durante todo el relato. Comenzaba a pensar que Sirius no estaba equivocado al decir que Dione no era una mala persona, sin embargo no sacaría conclusiones tempranas, todavía le quedaban once horas y media para averiguar más cosas sobre esta chica que sin duda le causaba tanta curiosidad.
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