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02. Corre o Muere

Lucas

—Chris, te dije que no quería venir a la fiesta de Becky.

—Creí que bromeabas —se excusó riéndose y yo me crucé de brazos.

Sabía que me traería aquí de todas formas. Me engañó diciendo que iríamos a algún bar a pasar un viernes en la noche normal, pero cuando giró en lado contrario a donde se suponía íbamos a ir me di cuenta de que me la estaba jugando.

—Relájate, amigo, media población universitaria está por toda la mansión de Becky, sé que pasarás inadvertido —Chris estacionó el auto y apagó el motor—. Hace rato no vamos a una fiesta de verdad.

—¿Qué no lo entiendes? Esa chica tiene un serio problema conmigo, no quiero sonar arrogante, pero sabes que es verdad. A veces siento oír un pitido en mi oreja, tal vez me puso un chip de rastreo.

—Que exagerado, ¡Venga, vamos, yo seré tu muralla! —abrió la puerta del auto y salió, yo suspiré resignado y salí dando un portazo de esos que le molestan tanto—. Hey, hey, hey. Cálmate que Anastasia no tiene la culpa —acarició la puerta del auto y yo rodé los ojos—. Tranquila, bebé, si el tío Lucas te vuelve a hacer algo así se irá caminando a su casa.

Anastasia fue el nombre que le puso a su auto, un pequeño Chevrolet Sonic rojo sacado en dos mil trece y que compró hace poco en una venta de autos usados, dice que fue amor a primera vista y que indudablemente se llamaría Anastasia. Atraigo a puro loco ya lo dije, pero a este si lo puedo conservar.

—Ya vamos antes de que me arrepienta y vuelva a casa a jugar en línea con los chicos —dije tomándolo del codo y arrastrándolo hasta la gran entrada de la casa de Becky.

Ella está en una clase social demasiado alta, aún no sé cómo es que está en una universidad pública cuando claramente podrían mandarla a estudiar al extranjero muy lejos de mí. Miré el reloj de mi mano marcando las nueve treinta de la noche y como lo dijo Chris, casi toda la universidad parece estar aquí o cómo nosotros está llegando.

Si algo le debo reconocer a Becky es de dar buenas fiestas, lástima que yo nunca las disfruto como se debe ya que siempre está encima mío.

Rápidamente al entrar a la casa la música es lo que se oye ahora con más intensidad, todos bailaban en medio de la gigantesca sala de estar de Becky a la cual se le fue retirada los muebles y quedó como una perfecta pista de baile, las luces fluorescentes le dan ese toque de discoteca y Chris y yo fuimos por unas cervezas a la barra.

Yo no soy mucho de bailar, yo prefiero beber un poco y charlar con mis amigos o en casos de suerte ligar con alguna chica, besarnos un poco y luego irme a casa escuchar los regaños de mi madre por llegar tarde, decirle que no volverá a pasar y dormir como un ángel.

Los chicos del equipo de béisbol del cual pertenezco estaban en la barra y comenzamos a charlar entre gritos, ya que la música dejaba oír poco, así que ahí es donde decido quedarme para no toparme con Becky mientras Chris se lanza veloz a la pista de baile con una chica morena que no tengo idea de quien sea.

—¿Ya viste quien está en la esquina del bar? No ha dejado de mirarte —Me gritó Leo, uno de mis amigos al oído, y yo me congelé de inmediato creyendo que podía ser la loca.

—¡¿También lo notaste?! —grita otro chico dándole la razón a Leo—. Pero esa no es una mirada de seducción que digamos.

Entonces la curiosidad pudo más que yo y me giré lentamente para ver como Wen Davis me miraba con atención. Había en su rostro ese usual odio y repulsión hacia los demás que siempre suele tener, por un momento me sentí culpable por lo que dije en clases cuando se suponía que Chris y yo estábamos solos ¿Y si se lo tomó personal? ¿Y si pensó que yo le estaba mandando una indirecta de que está loca? Me giré de nuevo a mis amigos y tomé de mi cerveza para pasar el extraño momento.

Traía audífonos, no es importante lo que llegue a pensar la rara del salón. Ella debe tener una idea de lo que la gente piensa cuando la ve.

Me giré disimuladamente otra vez hacia su dirección ya que sentía como si me estuvieran acechando, pero ya no estaba. Comencé a buscarla con la mirada entre medio de las personas, pero fue inútil, ya se había ido, suspiré y volví mi vista a la cerveza.

—¡Lucaaas! Mi amor, viniste, sabía que no me decepcionarías —Becky gritó en mi oído y se me guindó del cuello comenzando a darme besos desesperados por toda la cara, yo pasé la mano que tenía libre por su cintura para que no se cayera o me dejara caer a mí por la fuerte presión que hacía en su agarre.

❁❁❁

—Entonces, yo le dije: ese azul te queda fabuloso, pero el rosa te hace ver más esbelta y terminó comprando el blanco. ¿Puedes creerlo, bebé?

—No, no lo creo —dije entre dientes y tomé otro trago de mi cerveza, era la sexta que llevaba hasta ahora.

Becky soltó una sonora carcajada y comenzó a hablar otra vez, parecía una pulga encima mío. Desde que me vio en la barra no me había dejado en paz toda la fiesta hasta que finalmente accedí a venir con ella al patio trasero de la casa donde la música no es tan alta y al menos puedo escuchar mis propios pensamientos.

Me senté en una silla reclinable frente a la piscina y ella se sentó en mis piernas para hablar sin parar sobre cosas que ya no recuerdo.

Juro que en cuanto me libere de aquí mataré a Chris con mis propias manos, el muy hijo de su madre no había dado señales de vida desde que se fue bailar con la chica morena desde hace unas horas, ojalá que no se haya atrevido a dejarme aquí solo.

—Becky, necesito otra cerveza —hice un puchero y le entregué la botella vacía—. Por favor

—Ay, tontito, no deberías tomar tanto, pero está bien iré por más —Tomó la botella y se levantó para ir por otra a el pequeño bar del otro lado de la piscina, justo enfrente de donde estoy sentado

Ya me estaba acalambrando las piernas.

Miré mi reloj y noté que ya eran más de medianoche, mi mamá debe estar esperándome en la casa con un rollo de periódico listo para darme en la cabeza.

Miré hacia todos lados en busca de Chris, tal vez haya querido salir de la casa y tomar aire, pero no estaba por aquí. Mi vista llegó hasta Becky ordenando otra cerveza, suspiré mientras ella me miraba de vuelta y alzaba la mano en el aire saludándome, le devolví el gesto y se giró para tomar la cerveza y venir hasta mi otra vez.

¿Por qué soy tan bien educado?

Me temo que si no fuera así hace rato la hubiera tirado a la piscina y salido corriendo.

—Aquí tienes —me la entregó y se volvió a sentar en mis piernas—. ¿Qué estaba diciendo? Ah sí... Entonces Katy me dijo...

Dios mío. ¿Acaso no deja de hablar un segundo?

—Becky. ¿Podrías guardar silencio un par de segundos? Creo que las cervezas me están mareando —toqué mi cabeza fingiendo dolor y ella se puso de pie rápidamente

—Iré por el botiquín de primeros auxilios al baño, no te muevas de aquí, bebé, todo estará bien, traeré unas píldoras —dijo y se quitó los tacones rojos escarchados para comenzar a correr hasta la casa como Flash.

Di un largo trago de la cerveza y está quedó a la mitad, la dejé en el suelo y me puse de pie. Me iré a casa, no estoy para estar haciéndome él lindo con esta parlanchina.

Hace mucho que las cervezas dejaron de afectarme hasta que llego al trago número doce así que no estoy tan mal que digamos. Apresuré el paso para escabullirme por el jardín y llegar a la parte delantera de la casa.

Tomaría un bus, taxi o lo que sea, pero de que me voy, me voy.

Cuando cruce las rejas de la entrada respiré con más tranquilidad y caminé por la carretera vacía para irme a la parada de autobús que está más adelante, según recuerdo y la memoria no me falla.

El bullicio de la fiesta cada vez se escucha menos mientras me alejaba. Sonreí al ver la parada y apresuré el paso. Alguien más está sentado esperando el bus. Llegué y me senté en una esquina.

—¿Loca fiesta universitaria? —dijo el hombre mirándome con curiosidad, está vestido de negro y me causó muy mala espina.

—Sí, algo así, pero ya estoy cansado —respondí lo más tranquilo que pude.

—Yo solía ir a esas fiestas todo el tiempo, pero cuando uno crece las prioridades cambian.

—Ah... Mira tú —desvié la mirada para ver si venía algún bus.

Hablar con un extraño casi a las una de la mañana en una parada no es el mejor escenario de todos y más cuando el extraño da la impresión de querer matarme.

El tipo comenzó a reír bajito y yo arqueé una ceja

—Hermano, lamento esto, pero de algo debo vivir —dijo al ponerse de pie rápidamente a una velocidad inhumana, me tomó del cuello y me estrelló contra la pared de cristal de la parada.

Sus colmillos crecieron.

¿Qué demonios?

—¡Ah! ¿Qué diablos haces? —pregunté entrecortado e intenté zafarme y patalear.

—πόνος*... —dijo una voz femenina de la nada y el tipo me dejó caer mientras se retuerce de dolor en el suelo. Me toqué la garganta tratando de respirar normal nuevamente y vi como el hombre en el suelo daba gritos de agonía.

—Wen... —la llamé en un susurro.

—Lucas, corre o muere. —Ordenó seriamente.

Y es allí cuando me di cuenta de que Wen Davis es más de lo que yo creía o suponía conocer.

*Griego, significa: Dolor.

-Cute.

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