Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝕴𝖓𝖙𝖗𝖔.

Pasado.

Las decisiones son, y siempre serán, una parte fundamental de la vida de las personas. Cada una de ellas, sin importar lo pequeña que sea, tiene repercusiones en la vida cotidiana de cada individuo. Por eso, siempre es importante ser cauteloso en el camino que se decide tomar.

En varias ocasiones, suele haber tiempo suficiente para analizar todas las opciones disponibles, así como las ventajas y desventajas de cada una, para tomar la mejor decisión. Sin embargo, también existen momentos en los que se presenta una oportunidad única que podría cambiar tu vida. Y, en esos casos, la decisión debe tomarse con rapidez. No hay tiempo para reflexionar sobre las consecuencias. A menudo, esto resulta ser el peor error de muchas personas, como ocurrió con William Turner.

Él había sufrido un gran cambio en su vida debido a una decisión tomada por otros, una decisión que se hizo sin consultar su opinión. Aunque aquel camino le había salvado la vida, William se sentía un hombre miserable, prisionero de su propio navío, todo por culpa de esa decisión tomada por sus seres queridos.

Con frecuencia, William deseaba que el tiempo pudiera retroceder, a aquellos días en los que solo era un pirata y un herrero, cuando en su tiempo libre pasaba momentos felices junto a su prometida. Pero eso ya no era posible. Además, tarde o temprano, la aparición de Jack Sparrow los traería en conflicto con Davy Jones, lo que inevitablemente resultaría en el terrible desenlace que William estaba viviendo en ese momento. Y así, todo volvería a ocurrir, en un ciclo interminable.

El hombre suspiró y trató de apartar esos pensamientos oscuros de su mente, intentando concentrarse en el presente. Ya no valía la pena centrarse en el suceso que cambió su vida, ocurrido hace apenas diez años. En realidad, ya no importaba tanto, ya que pronto todo se solucionaría.

—Capitán —llamó un marinero, interrumpiendo sus pensamientos.

William miró a su mano derecha, quien le recordaba mucho a su padre.

El pelinegro suspiró al recordar al hombre que lo había ayudado cuando fue por primera vez tripulante del Holandés Errante: su padre. Este había cruzado al más allá hacía cuatro años, por decisión propia.

Cuando Bootstrap Bill Turner le dijo que quería descansar en paz, después de haber disfrutado de esos seis años con él, el capitán del Holandés Errante sintió dolor, pero aceptó su petición y lo dejó ir con Calypso, agradecido por haber compartido con él una parte de su vida. Un gran padre y un gran pirata.

William suspiró, dejando esas memorias en paz, y observó a su compañero con atención, esperando que le trajera buenas noticias.

—Ya estamos por llegar a la isla donde se encuentra su esposa —confirmó el marinero con una sonrisa, lo que hizo que William saliera apresurado de su camarote, dirigiéndose a la proa del navío para asegurarse de que el marinero no mentía.

Efectivamente, la isla estaba cerca. El corazón de William comenzó a latir desbocadamente al ver cómo se acercaba, mientras ignoraba las miradas cansadas y molestas de su tripulación.

—Pronto estaré contigo, Elizabeth... —susurró el capitán, mirando al horizonte—. Te lo prometo, cariño. —terminó con una sonrisa, disfrutando de la brisa marina.

Últimamente, William había estado tan centrado en abandonar el puesto de capitán que se había recluido en su camarote durante días, dejando todo en manos de su mano derecha. Por ello, no reconocía a muchos de sus tripulantes; algunos eran agradables, otros no tanto, pero a él ya no le importaba.

Gracias a su compañero, no se había transformado en una criatura horrible, ya que seguían con las actividades necesarias a bordo.

William tenía algunas dudas sobre si estaba tomando el camino correcto, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Tenía un propósito, y aunque este no fuera fácil de cumplir, sabía cómo liberarse del cargo de capitán sin morir en el proceso, porque eso no era una opción. Él quería estar junto a su esposa.

Durante estos años, había encontrado la forma de lograrlo, y finalmente, tenía la clave. Solo necesitaba el tridente de Poseidón para liberarse, pues este rompía cualquier maldición en los mares. Solo debía esperar el momento en que pudiera tocar tierra para llevar a cabo su plan. Y ese momento estaba a punto de llegar.

El tiempo estaba en su contra, por lo que revisaba una y otra vez cada paso que debía seguir para asegurarse de no fallar. Solo tendría una oportunidad.

El diario de Galileo Galilei había sido su salvación. Tras muchas noches observando el cielo y descifrando las páginas, ya sabía que este día las estrellas lo guiarían. Después de repasar todo nuevamente, William logró relajarse un poco.

Era agotador repasar el plan una y otra vez, sin importar dónde estuviera o lo que hiciera. En esos momentos, mientras se encontraba en la proa, también le preocupaba no saber qué depararía el futuro, pero debía relajarse para no volverse loco.

Negó con la cabeza, pasando la mano por su rostro, hasta sentir la presencia de alguien detrás de él. Volvió la vista y vio a un nuevo marinero del barco, que le sonreía de forma burlona y cínica, lo que desconcertó al capitán.

Quizá William debería preocuparse por esas miradas, especialmente por la de ese hombre extraño, pero su mente estaba tan centrada en dejar de ser capitán que ignoró el hecho de que había personas crueles y despiadadas que solo querían apoderarse de todo.

—¿Qué quieres? —preguntó el capitán, tratando de calmar su mente.

El marinero sonrió de nuevo, inclinando la cabeza con burla.

—Tranquilo, señor, solo vengo a decirle que se acerca la hora —dijo Eric Beckett, un hombre conocido por muchos, pero recordado por pocos; el supuesto hermano de Cutler Beckett.

Eric apareció de repente, diciendo que era pariente de Cutler, aunque muchos sospechaban que era un vagabundo. Nadie sabía con certeza su origen, y eso era lo que más le gustaba a él. Disfrutaba de la incertidumbre que causaba en los demás.

William solo sonrió, se dirigió a su camarote y comenzó a recoger sus pertenencias. Eric lo observó divertido, guiñando un ojo a los piratas cercanos, quienes se rieron cómplices.

Las palabras de Eric tenían un doble sentido, crudo y cruel, pero formaban parte del motín que él mismo había orquestado.

Mientras tanto, William abrazaba a su mano derecha, sonriendo al pensar en lo mucho que lo extrañaría. Al separarse de él, agarró unos documentos y salió de su camarote, sin mirar atrás. Su compañero lo observó con tristeza, susurrando un "suerte".

William no lo escuchó. Estaba tan concentrado en el tiempo que le quedaba para llegar a tierra que no se detuvo a mirar atrás cuando subió a un bote y comenzó a remar con entusiasmo hacia la isla donde se encontraba su esposa. Eric Beckett se mofó, y con un silbido dio inicio a la masacre silenciosa contra los piratas leales a William, comenzando por su mano derecha.

Todo ocurrió rápidamente, en silencio, y para ellos era lo mejor. Dejarían que William ayudara a liberar al Holandés Errante, y luego serían dueños del mejor barco del océano.

Cuando William finalmente llegó a la isla y se encontró frente a frente con su amada, su corazón pareció detenerse al ver al pequeño infante que la acompañaba.

Corrió hacia él, abrazándolo con ternura, y luego abrazó a Elizabeth, disfrutando de su calidez. Le dio un beso en la frente al niño y otro en los labios de su esposa.

No podía esperar para convivir con ellos el resto de su vida.

Sin duda, tendría la vida perfecta cuando tuviera en sus manos el tridente de Poseidón.

Su plan era simple: romper la maldición del Holandés Errante para que nadie tuviera que transformarse en hombre-pez, para que no fuera necesario arrancar el corazón de su capitán, y para no tener que esperar diez años para tocar tierra. Todo mejoraría.

William miró a su familia con una sonrisa y los soltó para dirigirse a la cabaña donde vivían Elizabeth y Henry. Allí comenzaría a preparar el viaje hacia la tumba de Poseidón.

Elizabeth observaba confundida mientras veía a su esposo alejarse. Con un suspiro, abrazó a su hijo, quien lucía triste, pues cuando imaginaba este reencuentro, lo hacía de manera romántica, mucho más cálida y diferente de lo que había recibido.

Elizabeth besó la mejilla de su hijo y lo dejó jugando en la orilla para ir tras su esposo. Corrió para alcanzarlo, pero cuando lo hizo, William ya estaba ocupado recogiendo suministros para irse.

—¡Turner! —gritó ella, llamando su atención.

William la miró, visiblemente nervioso.

—Más tarde volveré, Elizabeth. Te lo prometo —le dijo, empujando el bote al agua para irse.

Elizabeth detuvo el bote y lo miró con firmeza, causando que William suspirara, intentando mantener la calma.

—Necesito terminar esto hoy... solo... déjame ir —susurró, pero Elizabeth lo detuvo.

—¿De qué hablas, Will? Este es el único día que tienes para estar con tu hijo, ¿y quieres irte? —reprochó, casi a punto de llorar—. Henry ha esperado toda su vida por este momento, no lo arruines así —dijo, haciendo que William se sintiera culpable.

William suspiró, acercándose a su esposa y abrazándola con ternura.

—Necesito buscar algo... necesito hacerlo hoy para poder estar siempre a su lado —susurró, sosteniendo su rostro de una manera que logró calmarla.

Elizabeth lo miró a los ojos, comprendiendo finalmente sus palabras. Esa conexión única que tenían, su capacidad de entenderse con tan pocas palabras y gestos, era lo que los hacía tan especiales.

—¿Qué necesitas? —preguntó de inmediato, decidida a apoyarlo.

William dudó un momento, pues su plan era demasiado peligroso, pero sabía que ella era una pirata y podría enfrentarlo.

—Se necesita el tridente de Poseidón para romper la maldición del Holandés Errante —confesó, sonriendo y besándola rápidamente, antes de subirse al bote y comenzar su búsqueda.

Henry corrió hacia su madre con lágrimas en los ojos, pero cuando llegó junto a ella, su padre ya había partido de la isla.

•❐❐❐•❖•❏❏❏•

Tras un día lleno de agitación y aventura, la noche llegó, y con ella, la hora de la despedida. Pero eso no iba a suceder. Gracias al sacrificio de William al romper la maldición, finalmente pudo tocar tierra sin tener que esperar otros diez años. Ahora solo quedaba buscar un nuevo capitán para el Holandés Errante.

Había considerado poner a su mano derecha como capitán, pero no estaba seguro. Nunca había pensado en quién sería el sucesor, pues no lo consideraba prioritario. Tal vez podría quedarse con el barco, vivir en él con su familia, siendo piratas, pero eso sería arriesgado. La piratería tiene un fin, y quizá ya no era la mejor opción.

Podría vender el navío y construir un hogar, pero eso podría hacer que los antiguos tripulantes lo odiaran. Incluso Calypso podría hacerlo. Tal vez lo mejor era dejar el barco a su mano derecha y permitirle hacer lo que quisiera con él. Pero antes, podría buscar un lugar para vivir con su familia y dedicarse a lo que sabía hacer.

Era un buen plan de vida, y estaba dispuesto a dar lo mejor de sí para cumplirlo, pero la vida tenía algo completamente distinto planeado para él.

Así, cuando divisó su navío y comenzó a subir las escaleras para embarcarse, fue recibido con un trágico golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente en la cubierta.

El sacrificio de William había otorgado a los piratas dentro del Holandés Errante más libertad y poder que nunca. Finalmente, dejaron de sentirse prisioneros de Calypso.

Mientras tanto, los piratas tenían a William inconsciente y a su mano derecha muerto. Se dirigían con euforia hacia la isla de Elizabeth, donde terminarían su motín.

La idea de tener a la familia de William a bordo del barco resultaba absurda para muchos, pero para Eric Beckett era perfecta. Aunque él, como todos los demás, desconocía al hijo de su capitán, no veía al niño como un obstáculo para lo que estaba por venir.

Así que, mientras se dirigían a la isla, soltaron a William en una pequeña barca para que navegara solo en el mar.

En el horizonte, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro