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𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁: 𝕷𝖆 𝖉𝖊𝖘𝖈𝖊𝖓𝖉𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊.

"Up is down de Hans Zimmer"

—Evelyne, vuelve abajo inmediatamente —ordenó Cutler Beckett a su hija, provocando que la huida de la joven mujer fuera impedida.

Eso claramente fastidió a la mujer, pues su padre sabía que ella no amaba a Hawkins, que ella le tenía miedo y asco, y que él se había aprovechado unas cuantas veces de ella. Quizá ya no era digna de conocer a otro hombre y desposarse con él. Y aunque Cutler mostraba amor a su pequeña, su amor al poder era más enorme, que conforme Evelyne fue creciendo, el hombre la trató peor ante el rechazo que ella había tenido con todos los hombres que fue conociendo.

Así fue que, a medida que ella iba teniendo diferentes intereses amorosos, Sophie dejaba de ser su bebé, su ángel y la luz de su vida, para ser un simple objeto que lo ayudaría a que su nombre volviera a estar en alto.

Evelyne extrañaba mucho cuando era pequeña, pues a esa edad su padre solía contarle cuentos cada noche y le compraba diversos juguetes y vestuarios. La presumía ante sus pocas amistades, además de que le contaba historias increíbles sobre el mar y sus leyendas; también le hablaba de su madre y de lo mucho que Sophie se parecía a ella, por ello, ambos no tenían ningún parecido.

Estaba más que claro que él era un gran ejemplo de padre, pero, con los años, los cuentos, los regalos y todo aquello que solían rodear a Sophie, fueron desapareciendo. Después, cada regalo que aparecía era porque había un hombre nuevo dispuesto a pedir como esposa a su hija. Porque desde que Sophie tenía quince años fue conociendo a diversos hombres de muchos lugares, rangos y edades, hasta que, finalmente, Hawkins apareció en su vida, otorgando todos los puntos que su padre creía adecuados, y con ello, este comenzó a alejarse poco a poco de su hija, esperando que desapareciera de su cargo completamente.

Sophie no entendía qué había hecho mal, o qué había pasado con su padre para que este cambiara su actitud de forma repentina, pero ya no le importaba tanto como actuaba él ante ella. En su mente lo mejor era alejarse de todos y nunca volver.

Ese era su sueño, y a pesar de que tenía un fuerte apego a su padre por todo el amor que le dio de niña, en ocasiones, ese amor era solo un vago recuerdo que hacía que tomara un sentimiento malo de él. Aunque comúnmente trataba de mantener el respeto.

—¿A dónde ibas? —cuestionó tratando de ser amable al darse cuenta de que había una mucama cerca.

Cutler no era un completo estúpido, ya que sabía que no tenía que tocar a su hija si quería tener una relación buena con el Lord Hawkins. Y también sabía que las sirvientas de James eran "comunicativas", así que tenía que mantener una buena conducta en estos momentos. Por eso, Sophie se dignó a rodar los ojos frente a él, alterando a Beckett, pero él no pudo reclamar ante los ojos observantes.

—A mi habitación —contestó cortante la fémina y su padre la miró con reproche señalando a la mucama que estaba ahí. Tratando de que entendiera que las actitudes de su hija no eran las correctas y que estaban mirando, pero eso a Evelyne no le impidió darle un poco de lo que merecía el hombre—. Lo siento, Beckett, solamente que estoy demasiado cansada —susurró con una sonrisa burlona y él la miró amenazante.

Sophie estaba jugando muy sucio, sin embargo, eso no era culpa suya, ella al estar rodeada de gente como Cutler y James había aprendido suficiente de cómo molestar y hacer sentir miserable a los demás. Pero, al parecer, la mujer no cuidó bien sus palabras y no se imaginó lo que vendría, pues la reacción de Cutler fue aterradora y sin esperar un momento más, él ya estaba rodeándola contra la pared a su propia hija.

—¡Aléjate! —gritó la pelirroja asustada y la mucama salió corriendo de inmediato.

Beckett, sin resistir ni un momento más, le dio una bofetada en la mejilla a su pequeña y esta cerró los ojos tratando de tranquilizarse e ignorar el dolor que comenzaba a aparecer en esa área. En un acto de reflejo, Evelyne logró cubrir su mejilla herida con la palma de su mano tratando de calmar el ardor que había en esta.

—Me vas a tratar con respeto siempre, Evelyne —susurró Beckett con rabia y por instinto Sophie asintió manteniendo la mirada en el suelo, esperando a qué este la dejara en paz.

Sophie odiaba este perfil de su padre y realmente extrañaba cuando él la llevaba al puerto a caminar y le hablaba cuando él navegaba en barcos y cómo se divertía con su hermano jugando en la arena y el mar. Todo aquello parecía un recuerdo borroso y cruel que la hacía sentir la persona más desafortunada del mundo, por eso, cuando se escucharon un par de pisadas de una persona acercándose en el lugar, la pelirroja decidió hacerse la fuerte y dejar de cubrir su mejilla para alzar la vista, encontrándose con su prometido y a la mucama que anteriormente había huido.

Por otro lado, Cutler solo se dignó a maldecir entre dientes y contemplar a Hawkins tratando de actuar natural ante la situación.

—Se siente un poco cansada, por ello íbamos a su habitación —explicó Beckett, pero la mirada de la sirvienta provocó que la desconfianza de Hawkins aumentara.

—Te acompaño. —se ofreció el Lord con una sonrisa, dándole la mano a Sophie.

Y aunque de cierta forma, ante las caricias y las miradas del Lord, básicamente Sophie ya era de su propiedad. Aun así, la mujer buscó la mirada aprobatoria de su padre para ir a sus aposentos con su prometido, para que mínimamente la sirvienta piense que ella era aún pura.

Cutler aceptó y Sophie comenzó a caminar con Hawkins, adentrándose a los diversos pasillos que se encontraban en su hogar.

El hogar del Lord era una casa muy bonita y elegante, era pulcramente blanca con ciertos detalles dorados en los ventanales y los muebles que la hacían relucir lujosa. Y aunque a Sophie no le gustara tanto, ese sería su hogar en tan solo unos días y el hombre que sostenía su mano sería su esposo, y ante eso ella decidió contemplarlo un poco sin disimular aquello.

James era un hombre apuesto, a pesar de su edad se miraba bien conservado. La peluca blanca que adornaba su cabeza le hacía imposible conocer el color de su cabello, pero suponía que era negro.

El hombre era una persona elegante, vestía a la moda y utilizaba cientos de fragancias masculinas que hacía que la peste de estos años no se notase en él. Su rostro estaba levemente maquillado, ocultando un poco las arrugas que adornaban su piel. Y, aunque era duro decirlo, Sophie debía admitir que su futuro esposo físicamente no era tan desagradable como otros hombres que la habían cortejado con anterioridad.

—¿Te gusta la vista? —preguntó burlón James, asustando a la dama, que, de inmediato, dejó de verlo.

—Un poco —susurró—. Será un buen lugar para vivir —mintió con descaro mirando los cuadros que decoraban las paredes que eran de paisajes bellísimos. Al menos, el hombre sabía de arte.

—¿Ah sí? —preguntó sorprendido el Lord, levantando una ceja—. Pensé que todavía te rehusabas a vivir aquí. ¿Qué pasó para que cambiaras de opinión?

Sophie lo conocía bien, sabía que con sus comentarios extraños estaba buscando aprovecharse un poco más de ella, sin embargo, algo que agradecía mucho de su padre era que le compraba vestidos con tantas telas y muy pesadas que hacía que para James fuera difícil tocarla, así que ese era un consuelo.

Así que cuando James se detuvo y jalo del brazo de Sophie para pegarla hacía él y tenerla frente a frente con él, Evelyne no hizo nada más que intentar empujarlo mientras James sonreía y comenzaba a acercarse poco a poco a ella para darle unos cuantos besos en el cuello, pero la mujer intentaba con todas sus fuerzas apartarse de Hawkins, hasta que la pelirroja chocó con una pequeña mesa que se encontraba en el pasillo, tirando las fotos y el florero que se encontraban allí, estando sin salida.

—Entonces —susurró mordiendo un poco del cuello de la mujer—, creo que de una vez hay que dormir juntos. Después de todo, vamos a vivir muy felices en este hogar —susurró de forma coqueta sujetando con fuerza de la cintura de su prometida, mientras ella seguía peleando contra él.

Sophie sabía que en esta ocasión James quería más de lo que había tomado de ella y no había nadie que podía ayudarla, solo su padre, pero Cutler sabía lo que pasaría esa noche y no le importaba. La mano de su hija ya estaba tomada y no había vuelta atrás, además, en cinco días más pasaría este evento y la virginidad de su hija se extinguiría.

—Déjame —susurró la mujer no queriendo este momento, pero James estaba ansioso.

—La señorita pidió que la soltara —mencionó un hombre saliendo de las sombras atrayendo la atención de la pareja por la forma sorpresiva en que había aparecido el hombre.

Y como era de esperarse, tanto James y Evelyne lo reconocían, pues aquel hombre era un pirata que habían visto en el océano aquel día.

La pareja estaba asombrada, pero por fortuna de Hawkins, él siempre venía armado y sin dudar, sacó su espada colocándose en frente de Sophie para proteger a su amada mientras ella rápidamente se acomodaba las telas de su vestido para que el pirata no mirara más de lo debido.

—Es mejor que se aleje de la señorita y guarde esa arma —dijo el pelinegro acercándose a Hawkins.

Y cuando Sophie terminó de acomodarse todo, un hombre apareció detrás de ella. La mujer no se había dado cuenta de su presencia, hasta que él habló:

—Es mejor que me acompañe.

Jack Sparrow se encontraba detrás de la mujer y Sophie, al verlo, quedó paralizada al no comprender cómo el hombre de sus sueños, el hombre que perdonó la vida de su padre, ahora estaba pidiéndole que lo acompañara.

Para Hawkins eso no pasó desapercibido y colocó su espalda a la pared sin saber a qué pirata atacar, pero, si atacaba al capitán, podría herir a Evelyne, además, la mujer se había mostrado muy fuerte cuando estaba con él, por ende, para James se le hizo más fácil atacar de manera sorpresiva a William Turner, pero él era muy diestro con la espada que reaccionó a tiempo para responder sus ataques.

Jack no desaprovechó el momento y agarró del brazo de Sophie y empezó a arrastrarla por los pasillos.

La mujer mostró resistencia y su prometido quiso ir a salvarla, sin embargo, estaba tan ocupado con Will que perdió de vista a su prometida.

Por desgracia, nadie iría a ayudarlos, ya que James horas antes había pedido privacidad con su amada por esa noche especial, así que las personas que se encontraban en el hogar ignorarían los gritos y golpes creyendo que eran de la pareja.

La mujer seguía a Jack con dudas, siendo aún arrastrada por él en la mansión y cuando la pelirroja entendió que el hombre estaba perdido, decidió hablar.

—¿A dónde vamos? La salida está por el otro lado.

—En donde sea hay salidas —contestó empujando a Sophie a una habitación y cerrando la puerta después de ella, dejándolo a él del otro lado.

Sophie intentó abrir la puerta, pero no podía, pues Jack la había dejado encerrada en el lugar con Ragetti y Pintel, los cuales se encargarían de la siguiente parte del secuestro. Aquel par apareció detrás de la fémina y la tomaron por detrás, provocando un grito desgarrador de la mujer que tontamente Pintel quiso calmar.

—Hola, primor.

Poco a poco ambos piratas llevaron a rastras a la mujer y aunque ella gritaba y pedía auxilio ante el miedo de no saber qué harían con ella, no fue escuchada por nadie. Y cuando los hombres la colocaron frente al ventanal, su corazón se detuvo sospechando lo que venía.

—¡Están dementes! —exclamó la mujer mirando la distancia de la ventana al suelo.

Los dos empezaron a reírse y trataron de empujar a Sophie, pero ella se resistía. Y ante tanto empuje, Sophie terminó cayendo del segundo piso de la mansión y antes de ser recibida por el duro suelo, un hombre que se balanceaba en los aires, la atrapó.

Ese hombre era ni más ni menos que William Turner.

Y eso no detuvo a que Sophie siguiera gritando y pateando todo lo que podía para no terminar siendo secuestrada, y toda esa lucha comenzó a agotar al pirata.

—Señorita, deje de patear —balbuceó el pirata antes de dejar caer a la mujer, logrando que siguiera gritando hasta que finalmente cayó en los brazos de Gibbs.

La mujer lo miró incrédula sin creer que una vez más había caído en brazos de un pirata.

—Descendiente, soy el maestre Gibbs, mis respetos —dijo el pirata mirando hacia los ojos de la mujer, dejándola confundida por su expresión y antes de que ella indagara, Gibbs decidió ayudarla a pararse en el suelo para dejarla de cargar.

El hombre que se columpiaba en los cielos finalmente aterrizó en la tierra, contemplando su entorno y dándole una tímida sonrisa a la pelirroja, pero ella solo soltó un suspiro abrazándose a sí misma sin saber por qué aún no habían ido a rescatarla.

—¿Dónde se encuentran los caballos? —preguntó Will de repente, notándose tranquilo.

—Vienen en camino —contestó Gibbs mirando a la distancia.

Al instante, tanto Jack, Ragetti y Pintel aparecieron cabalgando cada uno un caballo mientras se acercaba a Gibbs, Will y Sophie. Para la mujer esto ya era muy inusual, era como un sueño, y cuando no creía que se pondría peor, los gritos de su padre y los de Hawkins se hicieron presentes, ordenando el rescate de la prometida del Lord.

De inmediato, todos los trabajadores y guardias de James venían detrás de los piratas y por ese momento Evelyne se sintió entre la espalda contra la pared. Temía de sus decisiones, y quizá su secuestro era lo que ella tanto había aclamado como salida de su cruel mundo, y aferrándose a esa idea, la mujer se subió al caballo que manejaba Jack cuando este se posó frente a ella.

Todos se sorprendieron ante su acción, pero siguieron enfocados en su huida y cuando cada caballo tenía a dos personas sobre este, se empezaron a alejar juntos de la enorme casa.

Cuando llegaron al puerto, el enorme Perla estaba a punto de irse, solo estaba esperando que los piratas se subieran, por eso, todos se bajaron rápidamente del caballo y corrieron hacia el barco para irse. Solo Sophie fue llevada a rastras por el capitán, y cuando finalmente estaban listos, Jack se acercó al timón y comenzó a dirigirlo para alejarse del puerto.

El barco se alejó de Francia y cuando ya solo se encontraban rodeados de océano y estrellas, una persona se colocó al lado de Sophie, invadiendo su espacio personal —cosa que nadie había hecho por miedo— y comenzó a observar el rostro de la fémina atentamente.

El hombre curioso era Jack Sparrow que aún no creía como la gente podía creer que una mujer tan perfecta era hija de un ser tan horrendo.

La mujer dirigió la mirada al hombre con una mirada neutra, temiendo lo peor de su estadía en el lugar, pero Jack era de pocas palabras.

—Bienvenida al Perla Negra, descendiente.

Sophie lo miró extrañada, ya que era la segunda vez que la llamaban así, pero antes de poder hablar, alguien la agarró del brazo y la estiró hasta llevarla a las prisiones del Perla. Y aquella persona solo la encerró ahí, y se fue con una sonrisa escalofriante.

En el horizonte, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

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