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OO9.

𝐆𝐈𝐕𝐄 𝐌𝐄 𝐘𝐎𝐔𝐑
𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 '𝐂𝐀𝐔𝐒𝐄 𝐈
𝐀𝐈𝐍'𝐓 𝐆𝐎𝐍𝐍𝐀 𝐁𝐑𝐄𝐀𝐊 𝐈𝐓  

               Al día siguiente, Ophelia despertó algo cansada, pero logró alistarse a tiempo y cumplir su rutina de las mañanas sabatinas.

            Mientras iba en el bus con sus inseparables audífonos, se preparó mentalmente para lidiar con Thomas. Al ser sábado, estaría sola con el. Y no sabía que le esperaba, podia ser otra puerta cerrada, una nueva ley del hielo o alguna palabra grosera.

            Al estar cerca de la ventana del bus, y cerca a su parada, vio una tienda de peluches, donde cuya vitrina mostraba un muy gracioso osito vestido de doctor.

           No dudó en pedirle al conductor que pare. El mismo lo hizo, Ophelia pagó y le agradeció por aquel favor mientras bajaba apurada. Con un simple "de nada" el bus partió de nuevo.

            Ophelia corrió a la tienda, se dio cuenta que el oso era más grande ahora que lo veía de cerca, pero también se dio cuenta, que habían varios iguales en diferentes tamaños.

            Le preguntó a la vendedora por los precios (para así ver cuál podía comprar según sus economías) la vendedora en un afán de vender más dijo que tenían ositos disfrazados de todas las profesiones. Ophelia se tentó a preguntar si tenían uno disfrazado de profesora, pero resistió, insistiendo  que esta vez solo estaba interesada en el que estaba disfrazado de doctor.

            Compro uno de los más pequeños (porque para ser sinceros, en verdad su precio estaba algo elevado) aún así se veía super tierno. Traía bata de doctor, un estetoscopio y algo parecido a una libreta pegado a lo que era su pata.

             Claramente aquel evento la retrasó y la dejó sin dinero para tomar otro bus que complete su camino al hospital. Por lo que tuvo que correr para intentar llegar a tiempo.

               Hizo lo que pudo, teniendo que tomar necesarios descansos de tanto en tanto.

  [•••]

            A pesar del esfuerzo llegó tarde, por al menos unos 15 a 20 minutos.

[•••]

            Saludó al profesor en los pasillos del primer piso, quien solamente la regañó a la distancia por llegar tarde. Ophelia se disculpó como pudo mientras corría hacia al ascensor.

           Para su buena suerte, este abrió rápido y se encontraba vacío, por lo que llegó al cuarto piso ahorrándose unos minutos.

           Se apresuró hacia la habitación de Thomas. Gracias a Dios estaba abierta esta vez.

           Asomó la cabeza primero, y ahí estaba sentado en su cama, pero apoyado en las almohadas que seguro las enfermeras apilaron en su espalda.

[•••]

            Thomas la vio y su expresión de disgusto llegó.

            Ophelia entró entonces, escondiendo el oso detrás de su espalda.

           La mueca de Thomas solo denotaba irritación. —Me ilusioné pensando que no llegarías. —Suspiró.

          —Pues dejaste la puerta abierta...—Dijo Ophelia con chiste. —Así que yo creo que en realidad me estabas esperando. —Rio, aún con las manos en la espalda. Antes que Thomas le responda algo, Ophelia decidió interrumpir—Mira, me retrasé por esto. —Sacó al peluche. —Es para ti. —se acercó hasta la cama, teniéndole el osito. —Es un osito doctor ¿No te parece lindo?

           Thomas aún no se dignó a recibir el regalo. —¿Mi madre te pidió que hagas esto? —Preguntó dudoso. 

         Ophelia se extrañó. —No, no lo hizo. Este lo compré yo, para ti..—Se lo siguió tendiendo. —Es decir, se me ocurrió espontáneamente... Pero ¿te imaginas que existiese un osito neurólogo? Aunque, puedes imaginar que este es un osito neurólogo.

          —¿Tienes la edad mental de tus alumnos o qué?—Le respondió groseramente. —No me gustan esas tonterías. —decía, refiriéndose al peluche. 

           Ophelia calló de repente, y tomó  aire. —No. —Respondió. —Estoy siendo amable. —Le dijo. Poniéndose a pensar en las palabras de Claudia.—Mira, si tan tonto te parece el regalo, tómalo por educación y ya cuando yo me vaya lo tiras a la basura. Así al menos tienes la decencia de saber recibir un regalo aunque no te guste.—Se lo tendió una última vez. —Los síntomas del cáncer no son ser un malcriado...

          Thomas pareció sorprendido por la respuesta de Ophelia. La miró unos segundos que se hicieron incómodos. Y tomó el peluche con aburrimiento.

          Ophelia se sintió orgullosa de sí misma. Había aplicado dos cosas, su asertividad, y un límite.

           Aun así tenia el presentimiento de que Thomas le iba a responder algo.

           El chico miró el peluche, miró a Ophelia, volvió a mirar al peluche, y solo lo dejó a su costado.

           Hubo silencio.

[•••]

            —Y bueno...¿Desayunaste? —Preguntó Ophelia de repente, mientras dejaba su mochila en el sillón y también se sentaba en el mismo.

             —Sí. —Contestó Thomas, bastante seco.

             —¡Genial!—Dijo animada. —En casa mi papá preparó huevos revueltos con tomate. ¿Tu qué comiste?

            Vio el ojo de Thomas temblar, tal vez porque estaba irritado. Aún así  le respondió. —Avena sin azúcar con manzana.

           Ophelia sonrió —¿Ves que podemos tener una conversación civilizada sin que seas grosero? —Le decía.

            Hubo un buen silencio entre ambos.

[•••]

             Ophelia entonces vio una oportunidad para decir algo. Asi que decidió tomar la palabra nuevamente, rompiendo el eterno silencio. —Mira Thomas, estuve pensando....

             —Que milagro—Lo escucho susurrar bajito de repente.

              Ophelia decidió ignorar el comentario. —Y he cambiado de opinión en algunos aspectos. Más con tu amable recibiemiento de hoy. —dijo irónicamente. —Y como te dije, yo no me ofendo fácilmente. Pero eso no significa que no lo haga. —Dijo. —Y el hecho de que no me vaya a ir del voluntariado ni aunque me arrastren, no te da la libertad de ser grosero conmigo sabiendo que "de todas formas tendré que aguantarlo" —Respiró. —Yo tengo límites lejanos, y estoy trabajando en ello también. Pero aqui te pondré uno—Le decía. —Que sea tolerante contigo y que muchos de tus comentarios groseros me resbalen como mantequilla, no significa que todo el tiempo los puedas hacer. Yo me quedo en el voluntariado si o si, pero te empiezas a comportar como un ser decente, o no nos vamos a entender.

            —¿Qué?—Thomas de repente reaccionó, mas aturdido aún.

           —Que te empiezas a portar como alguien decente, o no nos entenderemos. —Repitió. —Tú eliges, no hay problema en mi por eso, porque me consta que estoy haciendo lo mejor que puedo para interactuar contigo de manera amable. Si nos empezamos a entender pues bien por nosotros, y si no, ni modo, te aguantas mi presencia los fines de semana. —Dijo. —¿Se entendió o te explico como a uno de los niños de kinder?

              El muchacho la miró casi con odio por unos segundos. Hizo una mueca de fastidio y luego de otros buenos segundos, suspiró llevándose las manos al rostro.

               Después levantó la cabeza quitando las manos del rostro, y con un esfuerzo que para el parecía descomunal, respondió en voz baja. —Está bien.

[•••]

              Ophelia sonrió alegre. —Bueno, me alegra que sea así ¿Quieres  ver televisión?

                —No. —Thomas contestó con sequedad.

                —¿Quieres jugar ajedrez?—Preguntó amable.

               —No. —Volvió a responder el muchacho.

               —¿Quieres dormir? —Volvía a preguntar Ophelia.

                Thomas pareció irritado, al mismo tiempo que parecía esconder los labios para evitar decir algo hiriente. —No. —Volvió a responder.

                Ophelia estaba a punto de preguntar algo nuevo, cuando el teléfono de Thomas sonó de repente. Lo estaban llamando.

                 Thomas vio el número, y silencio el teléfono. Ignorando la llamada como el anterior fin de semana.

                 La castaña sintió curiosidad.

                  —¿Era un número desconocido otra vez? —Preguntó.

                  Thomas asintió sin mirarla.

                  Ophelia volvió a hablar. —Tal vez sea algún número de tu universidad. Deberías contestar... solo para descartar que sea algo importante.

                  —No lo es. —Le respondía el joven bastante serio.

                  —Sí tu lo dices. —Ophelia se encogió de hombros.

                   —Sea lo que sea...no es de tu incumbencia. —Le respondió.

                   Ophelia suspiró. —Bueno, cambiando de tema. Nunca me dijiste en que universidad estudias...

                    —Oxford.

                    —¿Qué? —Ophelia se sorprendió hablando mas alto de lo normal sin querer. —Me estas bromeando.—Dijo incrédula.

                    —¿Tengo cara de que ser un bromista?—Le dijo irritado.

                    Ophelia se llevó las manos al rostro de la sorpresa y emoción. Oxford ra de las mejores universidades del mundo, aceptaba solo a alumnos brillantes.  En los últimos tres años, solo se ha aceptado a un 18% de los estudiantes que solicitaron el ingreso. Los últimos datos que se tienen son de 2015, año en el que hubo como 20 000 postulantes y solo aceptaron a 3 000.

                    La gente de Oxford era así. Exigente, inteligente y brillante. Sus profesores y rectores sobretodo. Eso era conocido. Estar en Oxford es un verdadero orgullo.

                     Era normal que Ophelia esté gratamente sorprendida.

[•••]

                     —¿Y lo dices así tan tranquilo? —Ophelia reaccionó para hablar después de unos segundos. —Eres una caja de sorpresas Thomas. —Confesó. —Serás neurólogo de Oxford, juegas ajedrez...¿Qué más tienes escondido? ¿Eres secretamente un agente del gobierno? —Preguntó lo último con comicidad.

                  —No empieces ¿Quieres? —Pedía Thomas enojado. Aunque a diferencia de otras veces, al menos parecía que está vez trataba de controlarlo.

                 —Pues, qué te digo...Eso es increíble. No te puedo negar que ahora me siento tonta a tu lado.—Decía Ophelia con sinceridad. —Wow...—Suspiraba, aún atrapada en la sorpresa.

                 —Es una universidad. Al final cualquier profesional puede ser bueno o malo sin importar donde estudie.

                —Tú lo dices así porque estudias en Oxford...—Respondía con comicidad. —Nosotros los pobres mortales sabemos que salir de Oxford es todo un privilegio. —Rio. Y hubo una pausa —Eres admirable Thomas. —Confesó con dulzura y sinceridad.

               Thomas pareció incómodo de repente.  Y volvió a estar presente un largo silencio.

[•••]

               —¿Por qué eres tan amable conmigo? —Preguntó de repente, con una mueca extraña, una que Ophelia aún no había visto en el. Parecía molesto, pero al mismo tiempo avergonzado.

                —Bueno, has accedido a que nos llevemos decentemente...—Empezó pero se vio interrumpida.

                —No me refiero a hoy día. —Interrumpió Thomas. —Soy consciente que es recién una semana, pero has sido amable desde que me has conocido, has sido amable incluso regañándome ¿Por qué? ¿Te doy pena? —Decía la última pregunta fastidiado.

             —No Thomas, no es eso—Respondió Ophelia.

               —¿Entonces? ¿Por qué? —Volviendo a interrumpir. —Algo tendrá que ver tu personalidad, tu carrera...pero no te entiendo.

              Ophelia tomó aire profundamente. —Bueno, te seré sincera...—Decidió decir Ophelia. —No planeaba decirte ni a ti ni a tu familia, porque mis razones no son lo más importante aquí, y además pueden sonar imprudentes, y ya fui imprudente contigo, creo yo.

              Thomas levantó las cejas, esperando que Ophelia siga hablando, exigiendo una respuesta. No estaba conforme con lo anterior.

             Ophelia dudó un poco, pero decidió hablar. —Mi abuela no murió por causas naturales, mi abuela padeció y sufrió de cáncer —Confesó. —Tenía cancer al pancreas, como el señor Norris, pero mi abuela murió. —Dijo. —Yo tenía unos casi 18 años, recién había terminado la escuela, mis hermanos ya tenían como 2 años. Vi a mi abuela sufrir, a pesar de todos sus esfuerzos por demostrarme que estaba bien, que no le dolía, que se sentía mejor. —Le contó. —Para mi el tema de mi abuela es algo duro, delicado, sensible e importante. El cáncer ha estado en mi familia, lo he visto antes. Y ha estado en una de las personas que más amaba, y que más amo. —Respiró al sentirse sensible. —Por eso este voluntariado es especial para mí, porque cuando estas enfermo a veces no quieres nada más que alguien te escuche o te acompañe. Por eso te dije lo que dije, y soné imprudente sin querer. —Volvió a hacer una pausa. —Entiendo que tú eres diferente, que no soportas compañía y que siempre estás de mal humor, pero al menos yo lo estoy intentando. Porque me importa...

               —¿Por qué te parecía imprudente contar tus razones para estar en esta basura? —Preguntó Thomas de repente.

                —¿No te parece que decir que mi abuela murió luchando contra el cáncer, a una familia y a una madre que tiene la esperanza de que su hijo viva es imprudente?

                Thomas pareció pensar y encontrar la lógica. —Bueno...Podría sonar mal.

                 —¿Lo ves? —Recalcó Ophelia haciendo una pausa. —Bueno ahora ya tienes la respuesta que buscabas ¿Ya me entiendes?

                 Thomas quedo callado, mirando a otro lado.

                 Ophelia volvió a suspirar y sacudió la cabeza, hablar de su abuela siempre era algo sensible.

                  Se levantó del sillón por el control del televisor y lo prendió. Thomas estaba en completo silencio, y ante la incomodidad que eso podía generar Ophelia decidió sintonizar algo.

                Bajo el volumen un poco, para luego buscar entre los canales al menos algo decente. No encontraba algo que le gustase.

[•••]

               De repente la voz de Thomas la sorprendió.

                —Lo siento.—Lo escuchó decir. La castaña dudó de su propio cerebro. Giro la cabeza para mirarlo, y el joven volvió a hablar.—He sido muy insolente contigo.

                  Esta vez Ophelia se quedó sin habla ¿Thomas estaba disculpándose? Tal vez ese día Ophelia había despertado en un universo paralelo.          

              —Thomas.—Dijo Ophelia mientras pensaba que responder. —Cada quien tiene sus asuntos, cada quien carga su propia cruz, como también decía mi abuela. —Rio. —Y a veces lo que nos pasa a nosotros nos ciega de lo que les pasa a los demás. Es normal.—Se encogió de hombros. —Así que no te preocupes. Es un gran paso que hayamos hablado así. Tal vez era hasta necesario, y aquí estaba yo manteniendo mis razones al margen. Tal vez necesitabas escucharme, y yo necesitaba conocerte. No te preocupes, yo te entiendo. Todo está bien.

              —Yo, yo no estoy... —Se trababa el chico trastabillando en sus palabras. —Desde que me enfermé...no sé...yo...Es que —No había palabras, se lo notaba aturdido y fastidiado.

            —Tranquilo, ya hablaras más a su tiempo o me contarás, no te apresures. —Ophelia Interrumpió para calmar al muchacho. Poco después se le ocurrió algo—¿Qué te parece esto? Qué él día de hoy quede como recuerdo. Pero que desde mañana, las cosas sean diferentes entre nosotros, hay que tratarnos bien, conversar bien...y al menos intenta soportarme los fines de semana. —Rio.

            —Lo haré. —Respondió Thomas en un suspiro.

           Ophelia sonrió muy feliz. —Gracias. —Dijo dulcemente. —Y recuerda. Hoy cuando el día cambie. Cuando las manecillas de los segundos y minutos estén en el mismo lugar, a las doce en punto, todo será diferente. Te lo prometo.

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