OO4.
𝐇𝐄𝐀𝐓𝐖𝐀𝐕𝐄𝐒
𝐁𝐄𝐄𝐍 𝐅𝐀𝐊𝐈𝐍' 𝐌𝐄 𝐎𝐔𝐓
𝐂𝐀𝐍'𝐓 𝐌𝐀𝐊𝐄 𝐘𝐎𝐔
𝐇𝐀𝐏𝐏𝐈𝐄𝐑 𝐍𝐎𝐖
El pequeño supo disculparse con su hermano, y el otro niño supo hacer lo mismo.
Su madre aún se estaba bañando, por lo que no estuvo presente en la pelea a pesar de que uno de los pequeños la estuvo buscando.
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Con todo resuelto, Ophelia pudo calentar la comida que le dejó su madre en el microondas, mientras aprovechaba aquellos minutos para contarle a su madre como le había ido.
La misma envuelta en su bata de baño, se preocupaba por la susceptibilidad de su hija. La escuchaba, claro que sí, pero algo en ella no quería que la vayan a herir.
—Bueno amor, tu ya estas joven. —Suspiró la señora cruzándose de brazos. —Pero en mi opinión. —Se tocó el pecho. —Ese muchacho no suena como alguien con quien sea agradable convivir... ni hablar. Aún así, es tu decisión quedarte, y la respeto.
Fue lo único que le dijo.
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Ophelia comió, lavó su plato, y regresó a su habitación a descansar. Escuchó música por un buen tiempo, mientras estaba acostada mirando el techo, y pensando si debía de llevar algo al día siguiente.
Hasta que recordó lo que iba a pensando en el bus. Se levantó de la cama y fue por su laptop, regreso a sentarse en la cama, abrió la máquina, la encendió. Y empezó a averiguar con profundidad a cerca del tipo de cáncer que tenía Thomas.
Sacó la ficha, para recordar el nombre y la volvió a leer.
Thomas Brodie-Sangster
Edad: 23
Diagnóstico: Leucemia
linfocítica aguda (ALL)
EN ESPERA DE
DONANTE DE
MÉDULA ÓSEA
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¿Qué es la leucemia linfocítica aguda?
𝙻𝚊 𝚕𝚎𝚞𝚌𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚕𝚒𝚗𝚏𝚘𝚌í𝚝𝚒𝚌𝚊 𝚊𝚐𝚞𝚍𝚊 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚝𝚒𝚙𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚎𝚞𝚌𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚊𝚐𝚞𝚍𝚊. 𝚃𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚜𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚘𝚌𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚘 𝚕𝚎𝚞𝚌𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚕𝚒𝚗𝚏𝚘𝚋𝚕á𝚜𝚝𝚒𝚌𝚊 𝚊𝚐𝚞𝚍𝚊. 𝙴𝚕 𝚝é𝚛𝚖𝚒𝚗𝚘 𝚊𝚐𝚞𝚍𝚊 𝚜𝚒𝚐𝚗𝚒𝚏𝚒𝚌𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚞𝚌𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚐𝚎𝚗𝚎𝚛𝚊𝚕𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚎𝚖𝚙𝚎𝚘𝚛𝚊 𝚛á𝚙𝚒𝚍𝚊𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚜𝚒 𝚗𝚘 𝚜𝚎 𝚝𝚛𝚊𝚝𝚊. 𝙴𝚜𝚝𝚎 𝚎𝚜 𝚎𝚕 𝚝𝚒𝚙𝚘 𝚍𝚎 𝚌á𝚗𝚌𝚎𝚛 𝚖á𝚜 𝚌𝚘𝚖ú𝚗 𝚎𝚗 𝚕𝚘𝚜 𝚗𝚒ñ𝚘𝚜. 𝚃𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎 𝚊𝚏𝚎𝚌𝚝𝚊𝚛 𝚊 𝚕𝚘𝚜 𝚊𝚍𝚞𝚕𝚝𝚘𝚜.
𝙴𝚗 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚞𝚌𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚕𝚒𝚗𝚏𝚘𝚌í𝚝𝚒𝚌𝚊 𝚊𝚐𝚞𝚍𝚊, 𝚕𝚊 𝚖é𝚍𝚞𝚕𝚊 ó𝚜𝚎𝚊 𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚎 𝚍𝚎𝚖𝚊𝚜𝚒𝚊𝚍𝚘𝚜 𝚕𝚒𝚗𝚏𝚘𝚌𝚒𝚝𝚘𝚜, 𝚞𝚗 𝚝𝚒𝚙𝚘 𝚍𝚎 𝚐𝚕ó𝚋𝚞𝚕𝚘 𝚋𝚕𝚊𝚗𝚌𝚘. 𝙽𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎, 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚜 𝚌é𝚕𝚞𝚕𝚊𝚜 𝚊𝚢𝚞𝚍𝚊𝚗 𝚊𝚕 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚙𝚘 𝚊 𝚌𝚘𝚖𝚋𝚊𝚝𝚒𝚛 𝚕𝚊𝚜 𝚒𝚗𝚏𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜. 𝙿𝚎𝚛𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚞𝚌𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚕𝚒𝚗𝚏𝚘𝚌í𝚝𝚒𝚌𝚊 𝚊𝚐𝚞𝚍𝚊, 𝚜𝚘𝚗 𝚊𝚗𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕𝚎𝚜 𝚢 𝚗𝚘 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎𝚗 𝚌𝚘𝚖𝚋𝚊𝚝𝚒𝚛 𝚋𝚒𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝚒𝚗𝚏𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜. 𝚃𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚕𝚊𝚣𝚊𝚗 𝚊 𝚕𝚊𝚜 𝚌é𝚕𝚞𝚕𝚊𝚜 𝚜𝚊𝚗𝚊𝚜, 𝚕𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎 𝚙𝚛𝚘𝚟𝚘𝚌𝚊𝚛 𝚒𝚗𝚏𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜, 𝚊𝚗𝚎𝚖𝚒𝚊 𝚢 𝚜𝚊𝚗𝚐𝚛𝚊𝚍𝚘 𝚏á𝚌𝚒𝚕. 𝙴𝚜𝚝𝚊𝚜 𝚌é𝚕𝚞𝚕𝚊𝚜 𝚊𝚗𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕𝚎𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎𝚗 𝚙𝚛𝚘𝚙𝚊𝚐𝚊𝚛𝚜𝚎 𝚊 𝚘𝚝𝚛𝚊𝚜 𝚙𝚊𝚛𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚙𝚘, 𝚒𝚗𝚌𝚕𝚞𝚢𝚎𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚕 𝚌𝚎𝚛𝚎𝚋𝚛𝚘 𝚢 𝚕𝚊 𝚖é𝚍𝚞𝚕𝚊 𝚎𝚜𝚙𝚒𝚗𝚊𝚕.
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Leyó incluso más al respecto, como los síntomas, siendo parte de estos, el agrandamiento de los nódulos linfáticos, moretones, fiebre, dolor en los huesos, infecciones frecuentes, sangrado de las encías y falta de apetito.
Los protocolos de quimioterapia adoptados por grupos cooperativos internacionales tienen cuatro objetivos principales: inducción de la remisión completa, terapia preventiva para evitar la afectación del sistema nervioso central, consolidación/re-inducción y terapia de mantenimiento. Aunque el manejo de las recaídas sigue siendo en gran medida controvertido, los ciclos de quimioterapia con dosis altas y el trasplante de células madre son enfoques cada vez más adoptados en la mayoría de los casos.
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El cáncer que padecía Thomas era mucho más común en niños, aún así podía darle a adultos, como él.
Había información que Ophelia necesitaba que le faltaba para poder inundarse de más información, sobretodo la más específica.
¿Cuánto tiempo llevaba enfermo? ¿Estaba a caso en una recaída?
Esperaba poder sacar esas dudas al día siguiente, con la madre del muchacho. Claro, siempre y cuando ella también se lo quiera contar.
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Al día siguiente, quiso llegar algo más temprano. Pero su madre le quito algo de tiempo en la mañana. Ya que, justo después de desayunar, se paro para hablar con ella unos minutos.
Le dijo, que había buscado entre sus cosas, y que había terminado encontrando un rosario, de ella cuando era joven y asistía a un colegio católico, donde le obligaban a usarlo.
Su madre y familia, no eran precisamente extremos religiosos. Pero sí creían en Dios, y la religión católica (en la que la gran mayoría de Ingleses creía)
La madre le puso el rosario a su hija a forma de collar, y la hizo esconderlo dentro de su camisa, para que no vaya a engancharse en nada. Le hizo una señal de la cruz en la frente, dándole una bendición. Y la despidió, deseándole suerte, y un día mejor que el anterior.
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Algo en ese par de gestos conmovió a Ophelia. A pesar de que así era su madre, y así siempre había sido. El gesto no era una sorpresa, y aún así tocó su corazón.
Cuanto amaba a su familia.
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Salió hacia la parada de autobús con algo de prisa, con la mochila en la espalda y el dinero en la mano.
El bus estaba lleno, por lo que estuvo parada en el viaje. Eso no le impidió ponerse sus audífonos, y escuchar la música que le gustaba en el camino.
Sus audífonos, eran de los que rodeaban la cabeza y traían almohadillas para las orejas. Se los compró la anterior navidad con lo que había ahorrado de las prácticas pagadas que tuvo en la universidad.
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Llegó a su parada, pagó y bajó aún con la música en los audífonos.
Y como por el momento la calle estaba vacía, aprovecho para caminar con ritmo, aprovechando que no había nadie que la fuera a ver.
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Entró exactamente a las ocho al hospital. Aunque como ya se sabe, quiso llegar más temprano. Se encontró con sus compañeros en la sala principal, igual que al profesor. Que los iba contando mientras llegaban.
Saludó a todos, apagando sus audífonos ya para ese momento. Vio a una de sus compañeras con café, le preguntó si lo consiguió en la cafetería y la chica amable asintió.
Ophelia tuvo una idea, iría a la cafetería por unos cafés, para la madre de Thomas. Tal vez podría encontrar alguna galleta o pastelillo, también intentaría llevar eso.
Ya cuando los trece llegaron, se dispersaron a las habitaciones donde les tocaba, Ophelia aprovechó para correr a la cafetería.
Llegó empujando la puerta con cuidado, estaba algo vacía. Eso era relativamente bueno.
Fue por el café, habían ciertas opciones. Americano, Capuchino, Latte, Mocha, etc.
Decidió ir por lo más común, que era un americano. Compró dos, uno para ella, y otro para la mujer.
No habían pastelillos aún, el muchacho que atendía dijo que esos salían recién a mediodía, para la hora del té.
Ophelia le agradeció, diciendo que ya volvería a las doce para probar algo. Se llevó los dos cafés, le agradeció al muchacho una vez más, y salió de la cafetería.
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Caminó con cuidado al ascensor y fue directo al cuarto piso. Una vez allí, se apresuró a llegar a la 405. Una vez más.
Respiró profundamente en la puerta.
Estaba lista.
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La puerta estaba entrecerrada, con a penas un pequeño espacio abierto.
Iba a tocar, y si Thomas estaba solo, entraría solamente.
Esta vez, alquien si respondió a su llamado. Una voz femenina, y muy joven. Diciéndole que pase.
Ophelia entró, dudosa y algo nerviosa.
Y vio a una rubia, jovencita, delgadita, y parecidisima a Thomas. Que estaba precisamente sentada en el sillón al lado de la camilla del mismo.
—¡Hola! Buenos días. —Ophelia saludó alegremente a la muchacha. —Hola Thomas ¿Cómo estás? —Saludó al muchacho en su camilla, que una vez más no hacía nada más que mirarla mal y no dignarse a responder.
La rubia miró mal a Thomas, se levantó del sillón y fue a saludar a Ophelia.
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—Yo soy Ava, soy su hermana. —Dijo acercándose amable y extendiendo una mano.
Ophelia no supo como corresponderle ya que tenía ambas manos llenas, con los dos cafés. Aún así se las arregló poniendo uno encima de otro, pudiendo estrechar la mano de la dulce muchacha.
—Yo soy Ophelia, del voluntariado. —Le dijo con una sonrisa.
—Lo puedo notar. —Rio la joven, ahí Ophelia pudo notar sus frenos. Tenía una linda sonrisa. —Las enfermeras nos contaron de ti, y que acompañarías a mi hermano. Te lo agradezco.
Ophelia iba a responder, pero se vio interrumpida por una nueva persona entrando a la habitación.
La madre de Thomas, una mujer que tan solo parecía una versión mayor de Ava.
—Perdónenme, tuve que ir a hablar con el doctor. —Dijo, entrecerrando nuevamente la puerta detrás de ella. Vio a Ophelia, y con algo de sorpresa por no haberla notado se acercó a saludarla rápidamente. —Corazón, estaba tan distraída que no te vi, yo soy la mamá de Thomas. —Extendió la mano, y Ophelia la estrechó amablemente. —Me llamo Tasha, tu eres Ophelia ¿verdad?
—Sí señora, soy yo. Es un gusto conocerla. —Dijo Ophelia respetuosamente.
La mujer halagada quito importancia con un gesto. —El gusto es nuestro, te agradezco que estés aquí. —Dijo dulcemente. —No pudimos venir ayer, cuanto nos hubiera gustado. Se nos comentó que hubo un compartir y todo, pero yo tenía mucho trabajo, y Ava asiste a una academia en las mañanas. Ahora tenemos oportunidad de conocerte, y bueno, de hablar todos juntos.
—Claro que sí, no se preocupe. Entiendo el tema de su trabajo, ayer las enfermeras me dijeron que usted vendría hoy, así que no hay ningún problema. —Dijo Ophelia. —Vine pensando en traer algo, y fui a la cafetería por unos cafés. —Dijo, desapilando el par de cafés. —Espero no haberme equivocado, ya que si usted toma otro tipo, o toma té, puedo ir a cambiarlo. Son un par de americanos. —Dijo.
La expresión de la señora enterneció. —Ah linda, muchísimas gracias. Sí, sí tomo café americano. Te lo agradezco mucho. —Dijo. Ophelia le extendió uno, permanecía caliente debido al envase. Tasha lo recibió con una mano. Y bebió un sorbo. —Ava ¿tú tomas café? —Ophelia le preguntó a la rubia. La misma asintió.
—¿Pero, ese otro no es para ti?—Preguntó la rubia. —Digo porque como ayer las enfermeras te avisaron de mi mamá pero no de mi. —rio—Yo vine de sorpresa.
—Sí, pero tranquila, más tarde bajo por otro, tú toma este. Anda. —Dijo extendiendo la bebida caliente. Ava la tomó agradeciéndole.
Thomas permaneció callado en toda la interacción. Rodando los ojos.
Su madre lo notó e intentó reprenderlo con la mirada. Para luego mirar a Ophelia de vuelta.
—Dime, Ophelia ¿Por qué no nos sentamos y nos cuentas sobre ti?
Ophelia asintió feliz.
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Como para cualquier padre, sea el paciente de cualquier edad, era importante saber quien acompañaba a su hijo.
Ophelia habló sobre ella sin problema, del colegio que había salido, de qué estaba estudiando. De su familia, sus hermanos, de lo que le gustaba hacer y más.
La madre y hermana de Thomas hicieron lo mismo. Su madre era profesora de ballet, ya que fue bailarina desde muy joven. Ophelia se sorprendió, le parecía fantástico, y de hecho jamás había conocido a una bailarina. Ava, tenía 17 años, ya estaba terminando la escuela, y la academia a la que iba los sábados la preparaba para ingresar a la universidad, para estudiar arquitectura.
La madre había llegado a bailar en teatros y obras importantes en su juventud. Apareció en pósters y protagonizó el cascanueces a los 20 años. Persiguió su sueño y ahora vivía de él. Algo que no mucha gente podía hacer.
Ava estaba en una escuela de puras mujeres, era la primera de su salón. Y no porque nadie la obligue, sino porque le gustaba estudiar. Lo de la arquitectura fue algo que fue pensando desde los 15, y estaba segura. Su escuela organizo un campeonato de matemáticas, y su equipo ganó.
Nada se mencionó del padre, y Ophelia tampoco preguntó. Ya que eso sería imprudente de su parte.
Aun así lo que si se animó a preguntar. Fue sobre Thomas ¿El estudiaba algo?
La madre miró a su hijo en la camilla. Mismo que permanecía reacio en no responder nada. La mujer respiró profundamente.
—Thomas estuvo...está...—Se corrigió. —Estudiando medicina. —Confesó. Y Ophelia pudo notar una gran incomodidad en el muchacho, ya que a pesar de no interactuar con nadie, claro que estaba escuchando la conversación—Es una carrera larguísima, los años de medicina general, los años de especialización, la residencia ...Esas cosas. —Dijo. —Con su última hospitalizacion tuvo que tomar el semestre en línea.
Aquello debía ser la máxima expresión de la ironía. Estudiar medicina, y estar enfermo.
Pero qué admirable. Ophelia ya entendía que es lo que podía estar haciendo Thomas tan concentrado en su laptop el día anterior.
Thomas era admirable, por seguir luchando. Por seguir estudiando. Su madre era admirable, por seguir su sueño, su hermana era admirable por su disciplina (estudiar no es cualquier cosa). El joven tenía una bonita familia.
Agradecía poder conocerlas. Y haber conocido a Thomas. Tal vez, todo pasaba por algo. Y ella también tenía mucho por aprender, incluso del tan amargado muchacho que no le quería ni hablar.
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