O23.
𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐈𝐒 𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐀 𝐓𝐎𝐎𝐋
𝐓𝐎 𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃 𝐔𝐒
𝐖𝐇𝐎 𝐖𝐄 𝐀𝐑𝐄!
... 𝐀𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐀𝐓 𝐖𝐄 𝐀𝐑𝐄 𝐍𝐎𝐓
𝐀𝐋𝐎𝐍𝐄 𝐖𝐇𝐄𝐍 𝐖𝐀𝐋𝐊𝐈𝐍𝐆
𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐀𝐑𝐊
Se fue caminando sin darse cuenta que daba saltitos de tanto en tanto.
Llegó a su casa feliz, sus padres le preguntaron por que traía tan buenos ánimos, Ophelia solo respondió que la celebración del primer mes del voluntariado había estado muy bonita.
Almorzó con tranquilidad debido a que tenía tiempo para hacerlo con paciencia, el consultorio de su psicóloga no estaba tan lejos, podía llegar caminando en una media hora.
Además le gustaba el camino hacia el consultorio, habían flores, un parque y un perro muy cariñoso de una pequeña tienda de abarrotes cuya dueña le había puesto de nombre Jon Snow, ya que era un labrador blanco y grande.
[•••]
Se lavó los dientes antes de salir de nuevo de casa, llevó el dinero que le dio su padre para pagarle a la psicóloga en la mochila. Se despidió de su familia momentáneamente, diciendo que traería algo para la tarde.
—Ay hija, no gastes tus ahorros en cosas que no necesitamos. —Le decía la madre.
—Pero regresando de la psicóloga puedo traerles un postre. —Decía Ophelia desde la puerta entes de abrirla. —Hay una pastelería al lado de su consultorio, además ¿Quién no necesita un postrecito? ¿Verdad Pa? —Dijo contenta.
El hombre asintió de acuerdo con su hija. La madre miró negando divertidamente a su esposo.
Ophelia salió de casa, igual de abrigada que en la mañana, y empezó su camino al consultorio de la psicóloga.
[•••]
Se encontró con el perro de la tienda de abarrotes recostado en la puerta del local, y no podía pasar la oportunidad de hacerle cariños en la cabeza unos minutos. Para luego seguir su camino.
Se acordó de su propio perro, que murió el año pasado por lo viejo que estaba. Había vivido 15 años, y eso para las razas pequeñas como el suyo, era bastante.
Inevitablemente pensar en su perro le recordó a Thomas, porque los dos eran malgeniados. La comparación que hizo su mente, la hizo reírse sola un minuto.
Caminó varias cuadras con los audífonos puestos. Cruzó las pistas con cuidado y caminó por las calles de la linda ciudad donde había crecido.
Algo en lo que Thomas le había dicho en la mañana, en el contacto que habían mantenido o en el beso que le dio en la mejilla la traían de buen humor.
[•••]
Llegó al consultorio de la psicóloga unos minutos antes. Tocó el timbre, y la mujer le abrió. Se saludaron cordialmente, y la mujer invitó a la castaña a pasar.
Su psicóloga debía estar en la década de sus 40, era una mujer delgada de pelo negro y largo que siempre usaba coleta de caballo, vestía formal siempre, y era bastante estricta y directa con sus terapias.
Se sentaron en los sillones que tenía la mujer, Ophelia tomó el sillón más grande, mientras la psicóloga tomaba el que siempre elegía, la mujer tomó un portafolio de unos gabinetes pertenecientes a un mueble a su costado, buscó el nombre de Ophelia y sacó un archivo de ahí, hojeo las hojas del mismo hasta llegar a la última, donde se detuvo. Sacó un lapicero del gabinete superior al del que buscó antes, y se preparó para escuchar.
—Cuéntame Ophelia ¿Como te puedo ayudar hoy? —Preguntó.
Ophelia tomó aire mientras ordenaba las ideas en su cabeza.
[•••]
Le contó sobre el inicio del voluntariado y como le había tocado ir al Hospital de Cáncer de Londres junto a un grupo de compañeros por sorteo. Y como eso a un inicio la asustó un poco, por lo cercana que había sido con la enfermedad en algún momento.
Le contó sobre Thomas, sobre lo difícil que fue lidiar con el sobretodo la primera semana, de como empezaron a llevarse bien después de una conversación importante, y sobretodo la última conversación seria que habían tenido, sobre el transplante de médula. Le dijo que el voluntariado estaba despertando en ella emociones diferentes, que sentía que aún no sabía lidiar con el miedo que le tenía al cáncer, a la muerte de un ser querido. Su mente se negaba a ver a alguien morir de nuevo, y por eso quería hacer cualquier cosa para evitarlo.
Le contó sobre la opinion de su madre, y como hasta cierto punto la comprendía, pero no quería irse del voluntariado. Solo quería lidiar con sus miedos de otra forma, quería quedarse con Thomas.
Quería ver esperanza, ver un resultado diferente. Sentir que sí se le puede ganar al cáncer.
Necesitaba que la profesional le de su opinión. Por eso había recurrido a ella.
[•••]
—Tenemos que trabajar contigo la aceptación radical Ophelia. —Dijo la psicóloga después de haber escuchado la historia. —Estos nuevos eventos en tu vida te han abierto a nuevas emociones y han afectado a tu entorno también. —Suspiró. —La aceptación radical es una estrategia de regulación emocional, significa aceptar algo tal cual como es y sin juzgarlo así como las emociones que lo acompañan. —Le recomendó. —Por ejemplo, no te digo que aceptes que este chico morirá y ya, ahí estarías cayendo en resignación, ni que aceptes que sanará, porque eso es negación...Sino que aceptes que es una situación dependiente de muchos factores, es decir, que puede que sane, o puede que no. Porque esa es la realidad del cáncer, hay gente que se salva, y gente que no. Y eso no depende de ti ¿Me entiendes? —Preguntó.
Ophelia asintió.
—Es tu decisión quedarte o no en el voluntariado. Así como registrarte entre los donantes de médula osea. Nadie te lo puede prohibir o negar. Lo importante es aceptar la realidad como es, es decir, sin negarla y sin ignorar o tratar de ignorar lo que sucede. —Le explicó. —No ignores ni sientas vergüenza del miedo que sientes. Porque es real, lo estás sintiendo. —Seguía explicando. —No es algo que yo te tenga a ayudar a desaparecer. Porque el humano siempre sentirá miedo... A lo que te tengo que ayudar yo es a afrontarlo y aceptarlo. La aceptación radical a menudo se aplica a situaciones en las que no puedes cambiar el resultado de las cosas, por mucho que lo desees, especialmente situaciones que te parecen injustas y fuera de tu control.
Ophelia suspiró botando bastante aire, como si todo el peso y revoltijo que traía en mente al respecto se estuviese disipando. Limpió el sudor de sus manos en sus muslos, mientras sentía su cuerpo más relajado.
Aquella mujer siempre sabía que decir, y le habia dado justo al clavo una vez más. Ojalá algún día pueda demostrarle cuanto le agradecía.
—Te daré unos consejos para que pongas en práctica el concepto que te estoy diciendo. Porque decirlo suena lindo, pero no es algo muy fácil de hacer para nadie. —Anunció de nuevo. — Primero, tienes que dejar que el mundo y las emociones propias «sean como son». Y segundo, intentar experimentar la emoción como una ola que viene y que va. Puede ser muy útil concentrarse sólo en la parte física de la emoción o sólo en la cualidad de la experiencia. —Hizo una pausa. — Intentar no bloquear o suprimir la emoción. Abrirse al fluir de la emoción. No intentar zafarse de la emoción. No apartarla. No juzgarla ni rechazarla. Pero tampoco bajo ninguna importancia intentar mantener la emoción colgarse de ella o amplificarla.
—Solo aceptarla... —Ophelia asentía ante las indicaciones.
—Exacto. —Dijo la mujer orgullosa por el razonamiento de Ophelia. —Si deseas hablar con el muchacho algo que te puede servir mucho es recordar siempre que tenemos que aceptar que la vida vale la pena vivirse aún cuando tenga dolor. Y en ese sentido, encontrar una forma de construir una vida valiosa. —Aconsejó. Lo que dijo la mujer, a Ophelia le pareció muy bonito. —Respecto a este muchacho, te puedo decir algo claro. Aferrarte a la idea de salvarlo te traerá sufrimiento, acepta al mundo como es. —Dijo totalmente sincera. —Y toma una decisión para afrontarlo...Puedes visitarlo más seguido, hablar con el, salir a pasear...Hazlo sentir verdaderamente vivo. Eso te traerá vida a ti también.
[•••]
La sesión terminó con Ophelia sintiéndose mil veces mejor. Ese tema de la aceptación radical no lo había escuchado antes, pero fue preciso para su situación. Definitivamente su psicóloga era excepcional.
La mujer reprogramó su cita para semana y media, para seguir ahondando y trabajando en el tema y nuevo concepto que Ophelia pondría en práctica.
Ophelia le pagó por la sesión, la psicóloga se lo agradeció y la acompañó a la puerta para despedirse.
Ambas de despidieron con cordialidad y un apretón de manos. La castaña salió del lugar con un nuevo ánimo.
[•••]
Fue a la pastelería de al lado aún con las palabras de la psicóloga en la cabeza. 《Aceptar que la vida vale la pena vivirse aún cuando tenga dolor》
Que bonito había sonado. Y que importante había sido para ella escucharlo. Tenía que ponerlo en práctica, y sobretodo seguir cada recomendación de la mujer, así como no faltar por nada del mundo a su siguiente cita.
[•••]
Vio los diferentes postres en la vitrina del lugar, decidiendose por cuál podía llevar para su familia.
Habían profiteroles, tartaletas, pie de limón y de manzana, pastel de zanahoria, cupcakes, muffins y demás.
Reviso su dinero, ya que el que le dio su padre lo gasto en la consulta a la psicóloga (porque para eso era)
Le alcanzaba para comprarle postres a todos menos a ella misma. Pero no importaba, ella podía volver otro día, además, el detalle era para su familia.
[•••]
Terminó comprando una porción de pie de manzana para su papá, una tartaleta de frambuesa para su mamá, y dos cupcakes de chocolate adornados como el monstruo come galletas para sus hermanos.
Regresó a casa contenta.
[•••]
Llegó justo antes de que empezara a llover.
—¿Cómo te fue? —Su madre técnicamente ya la esperaba en la puerta ansiosa y preocupada.
—Todo bien mami, tranquila. —Le dijo a su madre. —Volveré en semana y media. Los consejos que me dio tienen mucha verdad, y debo ponerlos en práctica. —Le contó. —Me hablo sobre un concepto interesante, que se llama aceptación radical. significa verte a ti mismo y lo que vives a cada momento tal como son las cosas, sin desear que sea distinto, sin involucrar emociones innecesarias y sin juzgar la situación actual...—Le explicó. —Muy interesante. ¿No crees? Además aceptar de forma radical algo no significa que tengamos que rendirnos o aprender a que nos guste un evento desagradable, sino a tener bondad con nosotros mismos y entender que es lo que ocurre y ya...—Su madre parecía entender. —Es mucho más difícil de practicar que decir. Así que espero poder hacerlo.
La madre suspiró. —Sobre el voluntariado... ¿Seguirás yendo? —Preguntó aún con esperanza de que su hija diga que no.
—Sí... Ya te lo dije en la mañana. —Le respondió segura.
La madre después de unos segundos con esa expresion angustiada, asintió. Aceptando la situación de su hija.
—Ahora vamos a comer, que traje postres...—Ophelia sonrió alegre cambiando el tema y llevando las bolsas hacia la mesa del comedor donde su padre y hermanos estaban sentados jugando UNO. Su madre ya con una sonrisa tranquila al fin, iba detrás de ella.
[•••]
El rostro de los niños se iluminó al ver las bolsas en la mesa. Dejando el juego olvidado. Ophelia sacó las cajas ecoamigables en las que venían y repartió los postres. Cada quien estaba encantado con el suyo, y como no, eran su familia y la castaña conocía que les gustaba.
[•••]
—¿Y para ti? —Preguntó su hermano Jacob al darse cuenta que le faltaba postre a su hermana.
—No tenía hambre. —Mintió. —Además, quería traerles algo a ustedes.
Su padre iba a decir algo, pero se vio interrumpido en el momento en el que los dos gemelos partieron a la mitad sus respectivos Cupcakes, dándole una mitad cada uno a su hermana mayor.
—No niños, no se preocupen, de verdad. Es todo para ustedes. Lo compre por eso...—Les dijo.
—Pero si tu no tienes me voy a sentir mal comiendo. —Dijo Jacob.
—Yo también. —Dijo Andrew.
Ophelia suspiró. Y recibió lo que sus hermanos le compartieron. —Está bien... Muchas gracias.
Los niños estuvieron mucho más felices. Proponiendo una especie de brindis con sus pedazos de cupcakes, al que Ophelia se unió. Eran sus hermanitos pequeños después de todo, los amaba con todo su corazón. Su familia la hacía sentir viva y eso los hacía sentir vivos a ellos también.
[•••]
Recordó nuevamente las palabras de la psicóloga.
Hacer a Thomas sentirse verdaderamente vivo, también le traería vida a ella.
Se esmeraría aun más en hacerlo, Thomas ya había mencionado que Ophelia podía ir más seguido o quedarse más tiempo si quería, así que lo haría.
Trabajaría junto a la psicóloga en aceptar y afrontar la situación que estaba viendo. Y se aseguraría de que a pesar de que sea cual sea el resultado al que se tuviese que enfrentar en un futuro respecto a la enfermedad de Thomas, haría que fuese felíz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro