O21.
𝐈𝐒 𝐈𝐓 𝐂𝐎𝐎𝐋 𝐓𝐇𝐀𝐓
𝐈 𝐒𝐀𝐈𝐃 𝐀𝐋𝐋 𝐓𝐇𝐀𝐓?
Ophelia mantuvo reposo los días lunes y martes, por lo que se ausentó a la universidad.
Pero aprovechó ese par de días para llamar a su psicóloga como había estado pensando. Comentarle la situación y si era posible agendar una sesión más pronta.
Amablemente la profesional estuvo de acuerdo, preguntando a la muchacha por sus horarios. La castaña dijo que estaba libre en las tardes después de clases, pero que esa semana se encontraría indispuesta por estar enferma.
Aun así la mujer preguntó por su disponibilidad el sábado, ya que para ese día estaría recuperada. Ophelia dijo que podía ir en la tarde, después del voluntariado. La psicóloga estuvo de acuerdo, agendando su cita para las tres de la tarde del sábado.
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Ya para el miércoles, se encontraba significantemente mejor, por lo que asistió a clases con normalidad. Felizmente no se había perdido de nada crucial. Además siguió las recomendaciones de Thomas con el analgésico, y funcionó. El dolor y malestar desapareció al instante y los medicamentos no perjudicaron su estómago.
El resto de la semana aseguró de ir abrigada y con bufanda, no quería arriesgarse a ninguna recaída o empeorar su condición.
Respecto a las flores, seguían siendo cuidadas en un florero. Y así como había dicho su madre, eran una de cada color. Roja, Rosa, Blanca, amarilla, naranja, púrpura y azul. Eran preciosas.
Ophelia se aseguró de volver a agradecer por las mismas, escribiendo le a Thomas para asegurarle que el color no importaba, le gustaban todas las rosas, y todas las flores en realidad. Su detalle había significado mucho.
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Fue el Viernes cuando por el grupo del voluntariado se anunció que se haría otro pequeño compartir para celebrar el primer mes del voluntariado. Sería igual que el de bienvenida, en el salón de terapia física, solo que empezaría a las 9:00 am. ya que las enfermeras tenían dinámicas y actividades planeadas.
Conociendo el genio de Thomas decidió escribirle otra vez, ahora para preguntarle si al día siguiente quería participar en el compartir, o si ella le traía un plato con lo que sirvieron como la última vez.
Thomas respondió, diciendo que si estaría presente, por obligación de su psicólogo con quien tuvo terapia el martes. Ophelia le dijo que no se arrepentiría, y que siga haciéndole caso al psicólogo, porque el hombre no se equivocaba.
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El sábado se levantó temprano, y quiso ponerse algo diferente. Ya que aunque parezca algo insignificante, para ella era una celebración significativa aquel primer mes del voluntariado (o en otras palabras, las primeras 4 semanas)
Por el frío y porque aún debía cuidarse a pesar de salir de la bronquitis no podía elegir un vestido de tela así simplemente, debía ponerse algo encima, algún suéter, calcetines calentadores o algo.
Armó su atuendo, tenía un lindo vestido amarillo corto, el cual era uno de sus colores favoritos. El mismo tenía volumen en la parte de abajo, completamentando su cuerpo. Se puso leggins negros de bajo para abrigar sus piernas. Usó botines negros con pasadores, y se animó por un cardigan negro más, ya que todo eso haría resaltar el color vibrante del vestido.
Como accesorios se colocó aretes colgantes de girasol. Y en adición a su maquillaje diario se colocó un poco de brillos en los párpados.
Salió de su habitación sintiéndose linda y muy feliz.
Aun así se colocó bufanda y chaqueta para el camino. Tenía que prevenir.
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—¿Siempre irás? —Preguntaba su madre preocupada mientras veía a su hija lista para salir.
—Sí ma, además hoy se celebra el primer mes. E iré a la psicóloga a las 3:00 pm, todo estará bien. —Decía la castaña poniéndose la mochila a la espalda, a pocos pasos de la puerta.
La madre suspiró. —Bueno. —Terminó aceptando, a pesar de que en su voz aún se escuchaba que no estaba de acuerdo.
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Ophelia llegó al hospital a tiempo, encontrándose con varios compañeros en la entrada. Muchos de ellos así como ella se habían arreglado de forma especial ese día.
La castaña recibió elogios por sus aretes que ante los ojos de muchos parecían muy tiernos. Algo que tenía sentido con ella.
Ophelia con su típica dulzura, agradecía los cumplidos y los daba de vuelta.
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Llegó a la puerta de la habitación de Thomas, y antes de entrar decidió quitarse la bufanda y la chaqueta, ya que quería sorprenderlo, y a demás al estar en los interiores, el frío no era tan intenso, y podía lucir el atuendo que había preparado ¿Qué opinaría Thomas?
Guardó la bufanda en su mochila, y la chaqueta la dejo en su brazo, ya que no cabía en la mochila.
Se acomodó el cardigan, y con un respiro empujó la puerta.
Thomas estaba sentado en la camilla, usando el gorro que le tejió Ophelia y leyendo un libro grueso que parecía ser de anatomía humana.
El joven levantó la mirada ante el sonido de la puerta abriéndose. Vio a Ophelia y se quedó callado.
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—¡Hola Thomas! —Decía feliz. —Ya estoy bien, pero me sigo cuidando. —Comentó. —Al final seguí tu consejo con el analgésico y me fue bien como te dije. —Rio. —No me podía perder el día de hoy y como me dijiste por mensaje que si participarías decidí ponerme bonita. —Giró sobre su eje, mostrando su atuendo con orgullo.
Thomas siguió en silencio. Lo vio poner en una mano en su pecho disimuladamente y aclarar su garganta.
—Bonito vestido. —Terminó diciendo, su voz salio algo ahogada.
—¡Gracias!. —Dijo feliz, pasando a dejar su mochila y chaqueta en el sillón, para luego acercarse a la camilla del joven. —Y mira mis aretes, son girasoles. —Dijo acercando una de sus orejas al rostro de Thomas. —También me puse brillos en los párpados. —Dijo, mirando de frente al muchacho y cerrando los ojos para que se pueda apreciar el detalle.
—No pongas tu rostro tan cerca del mío. —Dijo Thomas.
Fue cuando Ophelia se dio cuenta que sus narices estaban a menos de tres dedos de distancia. Por lo que inmediatamente retrocedió avergonzada.
—Lo siento. —Dijo rápidamente.
Thomas aclaró su garganta de nuevo. Fue cuando la castaña noto que tenía las mejillas rosadas, y porfin algo de color impregnaba su pálido rostro.
Decidió no comentar nada para no avergonzarlo.
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Llegadas las nueve, tenían que salir al compartir, Ophelia quiso buscar una silla de ruedas, pero Thomas aseguró que quería caminar, además habrían sillas al rededor del salón de terapia física por el compartir, ahí ya podía sentarse.
Ophelia asintió y ayudó al joven a salir de su camilla, nuevamente vio al joven de pie, entrelazó su brazo con el de él, brindándole soporte y comenzaron a caminar hacia el lugar del compartir a un ritmo bastante lento para no sobreexigir al muchacho.
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El salón de terapia física empezaba a llenarse, las sillas acomodadas en "U" adornaban el lugar, así como la gran mesa hasta adelante del ambiente llena de bocadillos saludables, tal como la primera vez.
Ophelia y Thomas encontraron dos asientos juntos, y pasaron a tomar asiento. La castaña le ofreció traerle algo de la mesa pero el joven se negó por el momento, ya que todavía no tenía hambre. Aún así le dijo que le avisaría si necesitaba o quería algo.
Había música ambientando el lugar, lo que le agrado mucho a la castaña, que de en tanto en tanto tarareaba cuando se sabía una canción o movía la cabeza al ritmo de la misma.
De repente, Dylan. A quien no veía hace un tiempo apareció delante de ella, llevando en la silla de ruedas al otro Dylan, el niño. Quien parecía muy recuperado de la amputación. Y tenía sentido, ya que por lo que contó el Dylan adulto, su recuperación demoraría algo de 4 semanas, y ya habían pasado.
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—¡Oh qué bonita! —Elogió Dylan adulto mientras se acercaba a la pareja de muchachos.
Ophelia se levantó de su asiento a saludarlo con un abrazo mientras le agradecía por el cumplido. Asimismo saludo al niño con el mismo cariño.
Pasó a presentar a su amigo Dylan a Thomas y viceversa.
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—Qué gusto mi hermano. —Saludaba Dylan extendiendo la mano calidamente, Ophelia por un segundo temió Thomas no responda al saludo. Pero Thomas le estrechó la mano a Dylan. —Ophelia me ha hablado de ti. —Decía. —Yo cuido a Dylan, mi tocayo. Ustedes se deben conocer, o haber visto al menos.
—No. —Respondieron los dos al mismo tiempo.
—Solo conozco a tu novia. —el niño procedió a confesarle al rubio, que rápidamente volvió a enrojecer.
—No es mi novia. —Se defendió de inmediato Thomas.
—¿Y por qué la mirabas así? —Le preguntó el niño inocentemente imitando exageradamente y comicamente una mirada enamorada.
El rubio se sintió avergonzado, pero no supo qué responder. Había quedado en blanco.
—Ah, Dylan, no lo molestes. —Decía el Dylan adulto. El niño rió. —¿Podemos sentarnos con ustedes? —Dijo desviando el tema inteligentemente. Evitando cualquier incomodidad.
Ophelia asintió.
Los dos Dylan decidieron sentarse cerca a Ophelia. Posiblemente porque Thomas parecía más intimidante. Quedando en el orden siguiente de izquierda a derecha: Thomas, Ophelia, Dylan niño y Dylan adulto.
Tuvieron que mover una silla para hacerle espacio a la silla de ruedas del niño, ya que debido a su condición seria difícil cambiarlo de silla a silla. Además sería un desperdicio, cuando alguien más podía usar la silla que no estaban ocupando.
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—¿Cómo te sientes después de tu operación? —Le preguntó Ophelia al niño, cuando el mismo ya estaba comodamente a su lado, y mientras el Dylan adulto se fue a buscar los bocadillos a la mesa.
—Pues es raro no tener una pierna. —Decía. —Pero al menos ya no duele tanto.
La declaración le llegó al corazón. Definitivamente debía tratarse de un niño muy fuerte, para afrontar la enfermedad con buen humor
"Al menos ya no duele tanto" era un mensaje muy amargo. Era extraño, porque era bueno y triste al mismo tiempo.
—¿Tus padres vendrán al compartir? —Ophelia siguió la conversación.
—Hoy no podrán, los dos están trabajando toda la mañana. Pero vendrán en la tarde. —Decía tranquilo. —Pero ahora estoy con Dylan, y él es mi mejor amigo... —Decía muy feliz.
Ophelia sonrió conmovida.
—¿Te puedo decir algo? —El niño siguió, esta vez en un susurro. La castaña asintió. El niño hizo un gesto para que se acerque. Ophelia acercó su oído. —Le gustas al rubio. —Susurró aún más bajo como si fuera el mayor secreto de su vida.
Ophelia rió internamente por la declaración del niño. —¿Por qué lo crees? —Susurró de vuelta siguiéndole el juego.
—Te mira con ojos brillantes cuando no te das cuenta. —Le confesó susurrando aún.
—¿En serio? —Preguntó Ophelia incrédula.
El niño asintió totalmente seguro de sí mismo. —Pon tu mano disimuladamente en el posabrazos de mi silla. —Susurró un plan con cautela. —Cuando te mire con ojitos de amor de pellizcaré la mano y volteas. —Le indico con seriedad.
Ophelia asintió haciendo lo que decía el niño, para seguirle el juego (aunque honestamente también sentía curiosidad)
Pronto regresó Dylan, con cuatro platos llenos de bocaditos, había tenido la consideración de traer algo para todos.
Los repartió y Ophelia le agradeció por el detalle, Thomas agradeció igualmente, aunque el tuviese planeado ir después o no ir talvez, debido a su falta de apetito. Pero no podía ser descortés con el muchacho, por lo que simplemente agradeció y probó algo de yogurt para disimular.
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Ophelia disfrutaba una de las fresas de las brochetas de frutas, hasta que sintió un pellizcon en el dorso de la mano.
Rápidamente giró la cabeza hacia Thomas, y sí, sí lo atrapó mirándola. Pero el rubio desvió la mirada lo mas rápido que pudo hacia la dirección contraria, disimulando que se acomodaba el gorro.
Le causó gracia y ternura. Pero no estaba segura de que sean ojos brillantes o de amor como decía el niño.
Antes de que diga cualquier cosa, una enfermera algo mayor tomó la palabra de repente, llamando la atención de todos.
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—¡Queridos pacientes y voluntarios y familia, siendo las 9:20 am, vamos a empezar con nuestra primera dinámica! —Dijo en voz alta. El salón empezó a quedar en silencio. Todos prestaron atención. —Vamos a necesitar que tanto paciente como voluntario en este caso se pongan de frente, puede ser de pie, ahí sentados... como deseen. —Explicaba en el mismo volumen de voz. —La idea es que queden bien al frente del otro, que puedan mirarse a los ojos. —Dijo. —¡Adelante!
Todos empezaron a obedecer.
—¿Nos paramos? —Preguntó Ophelia al rubio. Que asintió.
La pareja se puso de pie, Ophelia ayudó a Thomas a hacerlo, poco después ya quedaban frente a frente de manera correcta.
Esperaron a que más tenía que decir la enfermera.
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La profesional hablo cuando vio que todos habían cumplido la indicación.
—Ahora, necesito para esta dinámica, que se digan, qué es lo que más admiran del otro. —Indicó. —También pueden añadir lo que más les agrada del otro, la idea es aportar a nuestra autoestima, validarnos el uno al otro y reconocer nuestras virtudes. Que son cosas que aveces uno no se da cuenta hasta que otro se lo dice. —Hablaba con cariño. —Sé que en este mes al menos algo deben conocerse, vamos...¡Empiecen, Empiecen! —Alentó.
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