O12.
𝐓𝐑𝐘𝐍𝐀 𝐅𝐈𝐍𝐃 𝐀
𝐖𝐀𝐘 𝐓𝐎 𝐌𝐀𝐊𝐄
𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐀𝐈𝐍 𝐒𝐓𝐎𝐏
Esperaron la media hora viendo televisión. Ophelia estaba al tanto del reloj y la hora, para poder ir a tiempo. No es que hubiera nada interesante en la pantalla, solo las noticias dominicales de la mañana.
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—Sabes, hasta el momento no he visitado el patio ¿Tú sí? —Dijo la castaña de repente.
Thomas asintió (Era muy posible que en su tiempo internado, las enfermeras o su madre ya lo hayan llevado a dar un paseo por ahí)
—Bueno, me guiarás entonces. —Rió la castaña.
—No es la gran cosa, no te emociones. —Suspiraba el muchacho aburrido. —Es casi puro cemento, solo que al aire libre. Tiene una redonda al centro con flores y una fuente, fuera de eso, no es interesante.
La castaña se encogió de hombros. —Pues no suena mal para mi. —Volvió a decir con ternura, mientras el tiempo seguía corriendo.
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Ophelia salió de la habitación en cierto momento para buscar a la enfermera en el cuarto piso, para poder conseguir la silla de ruedas. Encontró a la enfermera bastante rápido, y esta con gusto le entregó la silla.
Regresó a la habitación empujando la misma.
—Listo. —Decía ya dentro de la misma. Dirigiendo la silla al lado de la camilla de Thomas, para que se le haga más fácil poder levantarse y sentarse en la misma.
Thomas hizo el esfuerzo, saliendo de las sábanas de la camilla. Y poniéndose de pie. Ophelia lo ayudó a sentarse en la silla tomándolo del brazo para ser su soporte.
Sabía que no era que Thomas no pudiese caminar, porque de hecho había entrado haciéndolo junto a la enfermera. Sino que se trataba más de una precaución, el paseo en el patio podía ser largo, y Thomas podía debilitarse.
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—Ahora sí traeré una manta para tus rodillas, estaremos afuera y hará frío. —Declaró Ophelia. —¿Tienes alguna o prefieres que pregunte a las enfermeras?
—Hay un par en el armario. —Señaló con la cabeza.
Ophelia fue hasta el mismo, abriendo el mismo, donde a parte de pijamas y algo de ropa, pudo ver una manta de color azul. Sacándola con cuidado.
Se acercó a la silla, desenvolvió la manta, y tapó las rodillas de Thomas con la ayuda del mismo. Que seguía pareciendo aburrido.
Se puso detrás de él para empujar la silla, y con algo de impulso empezó el trayecto. Thomas puso ambas manos sobre su regazo, dejándolas descansar.
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Salieron de la habitación a un ritmo lento, con la muchacha dirigiéndolos a ambos hacia el ascensor.
Llegaron al mismo, estaba vacío, lo que permitió la silla entrar con comodidad y bastante espacio.
Ya en el primer piso, Thomas guió a la voluntaria hacia el patio. Ophelia recibió las indicaciones con gusto.
Cruzaron por la cafetería y un área que Ophelia no habia visto, pero por lo que deducía parecía algo de administración.
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Thomas parecía aburrido, pero no dijo nada. Posiblemente se estaba aguantando uno de sus comentarios. Pero al menos estaba colaborando.
Llegaron al patio justo cuando una de las enfermeras abría las puertas para volver a entrar al hospital. La dulce mujer les dejó la puerta abierta para que puedan pasar, Ophelia se lo agradeció, mientras la mujer amablemente continuaba sus labores después de haberles sostenido la puerta, que también ayudó a cerrar.
Thomas no se equivocaba con el aspecto del patio. Efectivamente no era la gran cosa. Y posiblemente el frío clima del país no ayudaba.
Pero tampoco estaba tan mal.
El frío repentino del exterior se sentía en el rostro. Pero no era nada a lo que los locales no estén acostumbrados.
Ophelia bajó la silla por la rampa, dispuesta a iniciar de una vez por todas aquel paseo. Empezando por los caminos de cemento, llegando a fijarse también que el lugar contaba con banquetas. Eso la animó, le daba un toque más amable a aquel lugar.
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Claramente el patio no estaba vacío, varios pacientes (de los que contaban con voluntarios y los que no) habían salido a tomar un poco de aire.
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—Cuéntame algo sobre tu carrera. —Ophelia dijo de repente mientras empujaba la silla por el lugar a un ritmo lento.
—¿Algo como qué? —Preguntó Thomas fastidiado.
—No lo sé, algún dato interesante que hayas aprendido, algo que tal vez creías era diferente hasta que empezaste a estudiar medicina. —sugirió. —Inspirate. —Bromeó.
—Pues, hay muchas cosas supongo...algo que se me hizo gracioso fue saber que una persona con gripe se vuelve socialmente más activa, es un comportamiento del virus para tratar de propagarse. —Contó.
Ophelia rió. —¿En verdad? Jamás había escuchado eso. Pero si me pongo a pensarlo puede tener sentido. —Dijo. —¿Qué más? ¿Hay más datos interesantes?
Thomas parecía no saber que responder. —ah....Durante la gestación, el feto humano produce más de 250.000 neuronas por minuto.—Dijo, aunque su respuesta sonó más como una pregunta, debido a no saber que decir.
—Wow.—Dijo. —Oye, y hablando de neuronas...—Se puso a pensar. —Ya sé que me dijiste que estudias medicina por el dinero y eso. Pero dime, específicamente ¿Por qué Neurología? Digo, pudo ser otra especialidad, Cardiologia, Neumología, Traumatología, no se... hay tanto de eso. —Hizo una pausa. —Supongo que al menos ser neurólogo debió llamar tu atención en algo a parte del prestigio ¿O lo elegiste por sortear?
—¿Por qué te importa? Chismosa. —Dijo con un especial fastidio en la última palabra.
—Solo quiero saber. —Rio Ophelia.
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Hubo silencio un buen tiempo, mientras llevaba al muchacho a los alrededores de aquel patio.
Thomas pareció animarse a hablar. —Un neurólogo es el especialista que se ocupa de la prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de todas las enfermedades y trastornos que afectan al cerebro y al sistema nervioso, central, periférico y autónomo. Por ejemplo la migraña, las neuralgias, el ictus, la esclerosis múltiple, la epilepsia y todo tipo de demencias.—Hizo una pausa. —...Todo lo que tiene que ver con el cerebro es increíble. No lo sé...Hay cosas tan interesantes...tanto por estudiar, aprender e investigar.
Ophelia sonrió al escucharlo hablar de manera diferente sobre una de las cosas que hacía. Era la primera vez desde que salió el tema de los estudios que Thomas no parecía hablar de los mismos con ese mal sentimiento.
Eso le brindo una alegría a la chica que no entendía.
Porque, aunque Thomas no lo sienta de forma consciente, algo en él, en lo más profundo y hasta escondido. Aún tenía esperanza. Ophelia se iba a aferrar a ese pequeño hilo de la misma que escuchó en el muchacho, con la idea de en algún momento hacerle notar que al menos una pizca de su alma aún no se daba por vencida. Aunque él crea lo contrario.
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—Entonces, no es que hayas elegido tu carrera tanto por el dinero o prestigio...Te gusta un poco al menos. —afirmó Ophelia.
Thomas volvió a callarse. Incómodo por las palabras de Ophelia. Pero también de alguna forma, pensando en ellas.
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De repente, en una de las banquetas estaba sentada Maya Dauphine, la chica que tenía el cáncer al útero, Ophelia pudo reconocerla gracias a la descripción que dieron de ella el otro día en el ascensor, ya que en su regazo estaba un niño pequeño, y llevaba un pañolon en la cabeza cubriendo su total falta de cabello.
Estaba solo con su hijo, Ophelia no vio al voluntario que la acompañaba por ningún lado.
Iban a pasar por su lado, la joven madre no dudó en saludar.
—Pero mira quien viene...—Decía Maya a penas veía a Thomas. —Es un milagro verte salir. No te veo hace tiempo ¿Cómo estás?
—Vivo.—Respondió Thomas. Maya rió.
—Eso lo puedo ver. —Respondía. —¿Es ella tu voluntaria? —Preguntó disimuladamente. Thomas asintió. —¿Cómo te llamas? —Le preguntó a Ophelia.
—Ophelia.—Respondió la castaña muy amable.
—Que gusto. —Extendió su mano, Ophelia la estrechó con una sonrisa. —Yo soy Maya, y él es mi hijo, Harry. —Presentó al niño sentado en su regazo.
Ophelia saludó al niño agitando la mano. El niño, muy tímido se aferró a su madre avergonzado.
—Lo siento, no es muy sociable. —Se disculpaba Maya. —Estamos trabajando en eso.
—¿Y tu voluntario? —se animó a preguntar Thomas.
—Ha ido a traerme una silla de ruedas. A diferencia de ustedes yo vine caminando, creyendo que no me cansaría, incluso di unas vueltas por aquí así, pero lamentablemente me empecé a sentir débil, y necesito estar sentada.
Thomas asintió comprendiendo.
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De repente, un muchacho llegó corriendo hasta ellos. Ophelia lo reconoció como el compañero que acompañaba a Maya. Pero venía con las manos vacías, sin ninguna silla de ruedas.
Saludo a Thomas y a Ophelia. Que le respondieron el saludo. Y agitado por probablemente haber corrido empezó a hablar. —Maya, no he encontrado sillas. Al parecer todas están en uso para pacientes, la mayoría aquí en el patio, y bueno de las que si estaban disponibles están malogradas, les falta una rueda o algo... —Tomó aire. —Te juro que pregunté en todos los pisos, me dijeron lo mismo...¿Qué hacemos?
—Ah, no te preocupes John. —Respondió Maya llamando al joven por su nombre. —Esperaremos. Ya habrá una silla disponible cuando alguien termine su paseo. —Decía con dulzura.
—No, toma la mía. —Decía Thomas en respuesta. Mientras hacía el esfuerzo de ponerse de pie. —Está haciendo frío, y no estás abrigada al rededor de las piernas, puede ser peligroso, ya tienes una histerectomía. Te presto mi manta también, ya me la devuelves después.
Ophelia se aturdio un poco, pero eso no le impidió ayudar al muchacho pararse y retirar la manta de su regazo.
Maya parecía avergonzada. —No Thomas, no es necesario. Tu conseguiste una silla primero. Además, no quiero ser culpable de que te debilites.
—Caminar de vuelta a la habitación no va a matarme tristemente. —Decía el joven con su típica ironía. —Anda siéntate...
Maya terminó por aceptar. Ophelia ayudó a la muchacha con su niño, haciéndolo bajar del regazo de su madre para que la misma pueda levantarse hacia la silla. John, el voluntario de Maya acercó la silla a la misma y la ayudó a sentarse ahí.
John también recibió la manta de las manos de Thomas, y cubrió el regazo de la joven madre. Ophelia volvió a ayudar al pequeño a sentarse en el regazo de su mamá. El niño, se aferró a su madre acomodándose como un bebé. Su madre lo abrazo hacia su pecho.
Algo en ese pequeño acto provocó un sentimiento especial en Ophelia. No creía que fuese pena, sino algo de sensibilidad. El amor de un hijo por su madre y de una madre por su hijo podía traspasar las barreras de cualquier situación.
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Ophelia regresó al lado de Thomas a penas reaccionó. Entrelazando su brazo con el de él para brindarle apoyo y soporte.
No le extrañaba que entre pacientes se conozcan, llevaban en el hospital juntos un buen tiempo. Era obvio que al menos sabían, quien era quien, y que pasaba con cada quien.
—Gracias Doctor.—Dijo Maya dirigiéndose a Thomas con ternura. Mientras John se ponía detrás ella para poder empujar la silla.
Ophelia notó a Thomas tensarse sobretodo con la última palabra de la joven. Maya sabía sobre los estudios de Thomas, quiso dar tiernas palabras de motivación al muchacho de manera indirecta. Aquello le pareció muy lindo a Ophelia. Maya parecía una persona maravillosa.
John también se los agradeció, estrechando la mano de Thomas con algo de efusividad.
Poco después, con una corta despedida. John se fue empujando la silla, nuevamente ingresando a los interiores del hospital.
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Ophelia le preguntó a Thomas si quería dar una vuelta más, sentarse en las banquetas o también volver de una vez a la habitación.
Thomas eligió sentarse en las banquetas. La castaña obedeció, sentándose ambos en la más cercana despues de avanzar unos pasos.
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Nuevamente quedaron hombro con hombro por segunda vez en el día.
Ver lo que sucedió con Maya había llenado el corazón de Ophelia. Thomas, también era tierno.
Agradecía estar conociendo otros lados de el que no sean su mal humor (del cual, una vez más, no lo culpaba del todo)
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—¿Qué? —Le dijo Thomas de repente. Ophelia pudo darse cuenta entonces, que se habían quedado mirándose el rostro al otro.
—¿Qué de qué? —Preguntó Ophelia de vuelta, no recordaba haber dicho o pensado en voz alta desde que se sentaron.
—¿Tengo otra pestaña en el rostro? —Preguntó.
—Ah, no. Perdón —Ophelia rió avergonzada mientras giraba el rostro para mirar hacia adelante. —Solo me quedé mirándote. Fue lindo lo que hiciste por Maya.
—No fue nada. —Respondió Thomas con un tono de obviedad.
—Igual es lindo. —Contestó la chica.
Thomas pareció avergonzado, aclarando su garganta y mirando hacia otro lado.
—¿Hace cuanto la conoces? —Ophelia se animó a preguntar para no dejar al silencio ganar.
—Entró pocos meses después de que me internaron por primera vez ya hace tiempo. —Thomas respondió. —Su cáncer estaba más grave, la operaron de emergencia poco después, se suponía que después de eso entró en remisión, pero ha vuelto, el cáncer parece haberse extendido.
Ophelia bajó la cabeza.
Thomas siguió hablando—Es una buena persona. Sus padres la ayudan con su hijo. Está separada del padre del niño, pero se llevan bien. Eso es bueno supongo. —Se encogió de hombros.
—Se nota que es buena contigo. Al igual que las enfermeras, y los demás...
—Es educación, y en caso de las enfermeras es su trabajo. Tienen que ser amables y buenas con los pacientes, es parte de la política profesional. —La interrumpió sin querer.
—Eso lo sé, pero no puede ser solo y estrictamente por eso. —Respondió obvia la castaña. — Te debes hacer querer de una forma u otra ¿No te parece? —Le dijo tiernamente.
Thomas solo bufó en una especie de suspiró. —No lo sé. —Declaró al final.
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