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1. Luna de girasoles

Johnny

            "Los recuerdos pueden destruir tanto nuestra piel, como el alma, las acciones cuáles les damos poder" 

                      
            Según mi celular, ya eran las tres de la tarde, alrededor. El arrullo de las cigarras ceñían un extraño tono de paz. Mi camisa moteada por el agua que derramaba aquellas tejas rojas, de las cuales me recordaban la frivolidad que había quedado al pasar la tormenta, de cómo el silencio carcomía de a poco mi pecho. Al fondo, la pradera comenzaba a dibujar en tonos amarillentos, casi anaranjados, el paisaje que restaba del atardecer


            Dando paso de la carretera agrietada, semihúmeda, a la senda del prado. Mis pantorrillas helaban en la medida que el pasto se tejía con mi piel, como si de hilos tiraran de mí para no caminar más, como si intentaran devolverme, de disculparme por algo que no tenía culpa, de lo que no debía sentirlo. A mi lado, el rocío de una flor jugaba con mi pierna, sonriéndole su olor, resquebrajaba la poca calma que traía


            —No puedo más...—, le dije mientras las lágrimas caían directo a sus pétalos, sentándome, comencé a acariciarla

            La helada marcaba el anochecer. Tiritando, el grisáceo casi púrpura en el que se pintaba el cielo, poco a poco me dejaban seducido, como si una fantasía descansaba mis intentos de querer partirme la cabeza con una piedra para tratar de entender qué sucedía con mi papá
            "¡Ya ni siquiera sirves para lavar los platos, tus notas son malas, no haces nada, qué egoísta te has convertido! ¿Acaso no te importa que ella muriera por tu culpa?", Se repetía sin cesar, tanto que aún veía su rostro imponente, contenido, como un león en jauría, como si de verdad tuviese la culpa


            —¿Acaso no le importo?—, dije tomando la piedra que estaba a mi lado, recordando las pastillas que traían en mi pantalón, comencé a buscarlas, las lágrimas no me permitían verlas bien
            No me sentía listo para morir en ese instante


            Consigo el suave perfume de la pradera me distraía un poco. Focos de luz esparcidos en el cielo aparecían mientras marcaba la siete treinta en mi reloj


            En el móvil varias notificaciones eliminaba de la barra, dejándolo, intenté tocar el cielo con mis manos, el big bang, la gran colisión y explosión de estrellas, veía. Cerrando mis ojos intenté percibirlo todo, con el suave tacto, el frío plástico que recubría el medicamento molestaba

            Al abrir lento, baje la mirada, arrancando del suelo un girasol azulado, guarde las pastillas para arrancar uno de sus pétalos. Al sentir su olor, mi nariz ardía, las sensaciones adormilaban mi cuerpo, tanto, qué rendido caí en el pasto. Cerrando los ojos, una ligera gota bajaba hasta los huesos de mi mandíbula


            "Qué asco puede ser, tener vida"


            —No da más asco como esas pastillas, aunque, quién sabe, ¿deberías tomarlas?—, Entono, preocupación en su voz


            El denso calor se expandió hasta mis brazos, quienes tocaban el suelo negro, pues no podía abrir mis ojos, mi corazón se aceleraba a punto de paro, consigo, alguien cerca tocaba mis hombros, intentando moverme, en especie de grilletes me lo impedían. Gritando por ayuda, solo pensaba en que ya me había tomado las pastillas, y este era mi sufrimiento


            —No estás muerto aún, así que observa al frente porque...—, haciendo una pausa dedos completamente helados elevaban mi rostro—, ¿Una luna azul?, ¿como esa de girasoles?


            Disparado me senté, la flor azul a mi lado, todo el pasto a mi alrededor, el sudor se congelaba de a poco con la fuerte ventisca, poco a poco mi cuerpo desaceleraba más, el sabor a sangre en mi boca me hacía toser y escupir de sobremanera

            Limpiándome el rostro, mire a la luna con miedo a que esa voz fuese real, tomando el girasol azul con todas mis fuerzas, lo lance, intentando pararme el color que ella emanaba, comenzaba a amostazarse, como si fuese inyectada por un rojo intenso, mis piernas intentaban huir de su luz, más mi cuerpo no reaccionaba de ninguna manera, permanencia de pie, apenas a unos cuantos centímetros de donde estaba

 
            El amargo sabor de la hiel, mezclarse con mi saliva, y la sangre que aún mantenía, me evocaban a la inconstante necesidad de arrancarme la piel, de romperme de alguna manera, a ver si podía siquiera reaccionar algún músculo. Intentando gritar todo el contenido en mi boca salía obstruyendo mi garganta


            Cerrando los ojos con fuerza, rogaba porque el dolor del entumecimiento cesará, la luz quemarme las retinas, la boca escupiendo poco a poco los trozos de mi corazón muerto por huir


            Lo único que pedí se hizo, pues el silencio y el negro eterno me engullo de tal manera, que al caer en el suelo, cierto tipo de líquido humedecía mi cuerpo en completa quietud, secándose de a poco, en especie de piedrecitas molestaban mis muslos, mis manos dolieron al mantenerme por mucho tiempo afincado

 
            Mirando hacia arriba, la luz de las estrellas iluminaba de a poco lo que parecía ser una caverna, o un cuarto lleno de tierra


            —¿Qué eliges? —, dijo el vacío. El brillo azulado del girasol a mi lado me levanto, tomándolo subí mi mano es busca de quien había dicho eso


            —¡¿Quién habla?! — Grite pegándome lo que parecía ser una helada pared, su tacto era casi aporcelanado


            —¿Seguro que no prefieres morir? —, dijo suave, tanto que sonó burlesco —. ¿De verdad quieres vivir esto?


            —¿Quién eres?—, pregunté tocando una piedra que subí de a poco para intentar llegar al fin de la pared, esta me dejo ver al menos unos centímetros de tocar el encabezamiento hacia lo que parecía ser las afueras de más vacío


            —Mi amo es el único que lo sabrá... Yo solo operó ante sus órdenes —, contestó la voz con un tono más grueso y duro —. ¿Dime quién eres tú?, ¿cómo osas usurpar el cuerpo de mi sir?


            —¿Qué demonios es un sir...? —, dije mirando al cielo


            La voz calló por completo, el calor subía por todo mi cuerpo, tragando seco intenté de nuevo


            —¿En dónde estamos? —, pregunte tratando de escalar, más la pared era tan lisa que apenas me podía mantener de pie, mirando al fondo del cuarto, el azul del girasol definía un poco lo que tenía—. Si no soy un sir... o como se diga que estás buscando, ¿puedo volver?


            —Nirvana decidirá por usted...—, declarando con firmeza hizo silencio, segundos después retomo lo que decía—¿Desea vivir a pesar de la gran responsabilidad que tendrá desde ahora?


            —¿De qué hablas?


            —Conteste. ¿Desea vivir a pesar de la gran responsabilidad que tendrá desde ahora?


            Las palabras intentaron salir, pero no sabía cómo formularlas, en mi pecho el dolor pulsátil explotaba mi cabeza en migraña, ¿qué se suponía que diría?, ¿Y si todo salía mal por elegir incorrectamente?


            —No hay mala decisión. Si dice que no, quedará en este pasaje y no volverá a la realidad. Si dice que sí, solo deberá aceptar una responsabilidad no mortal—, dijo la voz —. Puedo oír sus pensamientos, es su decisión lo que quiera hacer


            Mi mente se hizo un río, moviendo el brazo izquierdo, pude sentir como mis huesos se hacían panelas de hielo a punto de partirse, la cabeza parecía explotarme... No sabía que hacer, por una parte, podría acabar con todo esto y quedar aquí, en silencio eterno y eventualmente morir, aunque también podía aceptar. Y posible tener otra realidad, algo que si me diera una necesidad de vivir


           Además, Marcelo me odiaría si muriese en este momento, creo que no podría dejarlo así como así. Creo que es lo mejor


            —Acepto. Ahora devuélveme mi vida—, dije elevando el girasol con dificultad, este, comenzaba a brillar en total fulgor—. Devuélvemela por favor


            La voz no respondió, por un momento nada pasó, así que sentándome miré a la flor. Ésta poco a poco iluminó mi cuerpo, que, como arena, la punta de mi zapato se desintegraba

            Desvaneciendo lo que restaba de zapato, hasta llegar a mis tobillos, el frío junto a las lágrimas agujereaban la arena fina y brillosa que caía, mis huesos de a poco se sentían flojos, por lo que, recogiendo algo de lo que quedaba en el suelo con mis manos, mi rostro se calentaba, dentro de mi pecho una tercera mano intentaba escaparse, una que tal vez podía detener todo esto


            Pero ya había tomado esta decisión, por lo que me restaba llorar en silencio

 
            Cerrando los ojos por último momento, me entregué a la completa oscuridad.


            Cuando cayó el último pedazo de polvo en la bóveda, el pitido incómodo de un auto me hizo abrir los ojos. Notando mi habitación desde mi cama, mire a la ventana, el auto se había ido a toda velocidad, según su motor desvanecerse en silencio. Sentándome, miré mi alrededor: Todos los pósters de los 80, mis cuadernos apilados y el bolso tirado como había estado siempre me dejaron sin que decir


            Corriendo hacia la puerta note que era tarde, la una de la mañana decía mi teléfono. Cerré de nuevo mientras me dejaba caer hasta llegar al suelo, ya no había sensación de sudor recorriendo mi cuerpo, ni rastro de dolor en mis huesos


            Apagando la luz pude observar el cielo: La luna, el dulce olor del girasol, todo seguía en su lugar. Solo había sido un mal sueño


            Caminando de nuevo a mi cama, solté el girasol en la mesa para tirarme con una tonta sonrisa en mi rostro. Nada más importaba ahora, indiferente a la flor, nada más me interesaba en estos momentos

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