Día 30: Haciendo algo caliente.
Era martes por la noche y Adrien había llegado temprano a su hogar, su esposa aún se encontraba trabajando pues se acercaba un importante desfile y tenía que dejar todo listo, por lo que el rubio aprovecho y comenzó a hacer la cena para que así su mujer no tuviera más presión respecto a las tareas del hogar.
-Plagg ¿Podrías pasarme la sal?- pidió mientras cortaba vegetales.
-Niño... ¿Enserio no quieres que te de una porción de mi queso?- pregunto la criatura mientras iba pasando lo que su portador pedía.
-No, te lo agradezco amigo, pero ahora que estoy mejorando en esto de la cocina quiero aprovechar.- sonrió.
-Espero que a tu linda esposa no le duela el estómago de nuevo.- suspiró.
El de ojos verdes rodó los ojos para luego concentrarse en lo que estaba haciendo.
[...]
-¡Ya llegué!- suspiró cansada la azabache, quién nada más entrar a su hogar, se quitó las zapatillas que tenia puestas.
-¿Terminaste?- pregunto el joven mientras salía de la cocina.
-Si, ahora todo debe ser firmado por tu padre para que se pueda realizar lo planeado.- sonrió. -Oye... ¿Ese no es mi mandil?- alzó una ceja tratando de contener la risa.
-¿Puede ser?- sonrió.
-Adrien Agreste ¿qué estabas haciendo?-
El mencionado se acercó a su esposa para tomarla en brazos y llevarla a la cocina donde la dejó sobre el suelo nuevamente.
-Sabes que recién estoy aprendiendo a cocinar así que... Me disculpo de una vez por si algo salió mal.- sonrió apenado.
-Tu... ¿Hiciste la cena?- parpadeo.
-No quería dejarte con toda la carga así que... Por eso me regrese rápido, para que la cena estuviera cuando tu llegaras.-
La azabache sonrió agradecida para luego ponerse de puntitas y darle un beso en la mejila.
-Gracias, gatito.-
-No hay de que princesa.- le guiño el ojo para después sacar una cuchara y tomar un poco de la comida directo de la olla. -Ahora tendrás en privilegio no sólo de ser mi esposa, si no que también de provar algo hecho por mi.- sonrió ladinamente.
-A ver Señor Agreste, sorprendame.-
Adrien llevó aquella cucharada directo a la boca de su amada, quién rápidamente degusto lo preparado por su esposo.
-¿Y bien?- pregunto preocupado.
-Sólo diré que... ¡Cocinas estupendo!-
Aquella respuesta lo hizo suspirar aliviado.
-¿Enserio?-
Ella asintió mientras que lo abrazaba.
-Cenemos para irnos a dormir ¿si?-
Él al entender las palabras de su mujer, rápidamente sirvió dos platos de comida.
-Cenemos entonces.- le guiño un ojo.
Ella soltó una leve risa para después ir con él al comedor para cenar como lo que eran, un matrimonio feliz.
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