Día 1: Agarrados de las manos.
Lunes por la noche en las calles de París, nada mejor que ver el atardecer en la ciudad del amor a manera de relajación.
-Jamás me voy a cansar de verlo Tikki.-
La pequeña criatura asintió a la vez que se acurrucaba en la cabellera azabache de su portadora, no había nada mejor que ese pequeño momento de relajación entre las dos.
-Buenas tardes, princesa.-
La joven, sorprendida, se giró para ver al dueño de aquella voz.
-C-Chat.- nerviosa colocó una mano en su cabello, tratando así de ocultar a su kwami. -¿Q-Qué haces a-aquí?-
Él héroe sonrió para después sentarse en el barandal, quedando así a su altura.
-Me encontraba dando un recorrido por esta hermosa ciudad y bueno, ¿porqué no visitar a mi más grande fan?- le guiño el ojo.
Marinette inevitablemente rodo los ojos.
-Si, claro, tu más grande fan.- habló con cierto sarcasmo. -Ya dime, ¿qué te trae por aquí? Hace mucho no vienes a verme.-
Él héroe le dedicó una sonrisa triste.
-La verdad... No queria estar en mi casa... Hoy no.-
La joven preocupada se acercó a el para después recargarse en el barandal.
-¿Quieres hablar de eso?-
Un pequeño silencio se apoderó del lugar, hasta que él decidió por fin hablar.
-Mi madre... Un día como hoy se fue sin dejar rastro alguno, sinceramente no me hace mucho bien hablar de esto pero... Tenía la necesidad de contartelo.- sin darse cuenta comenzó a derramar una que otra lágrima. -Me hace mucha falta, ella era mi inspiración, la persona que me entendía a la perfección...- suspiró para después secarse las lágrimas que había derramado. -Perdona, no quería molestarte con mis cosas.-
La joven lo tomó de la mano para después sonreirle tiernamente.
-No me molesta, al contrario, agradezco que me tuvieras la confianza suficiente para contarme algo tan personal. -le acaricio la mejilla con su mano libre, limpiando a la vez ese ligero rastro que había dejado aquella agua salina. -Estoy segura que a tu madre no le hubiese gustado verte así... Sonríe, te vez mejor cuando estás alegre como siempre.-
Chat Noir correspondió aquel agarre, quedando así sus manos unidas.
-Gracias otra vez, Marinette... Por escucharme... Por estar siempre que te necesito.-
Una sonrisa por parte de ella fue lo único que obtuvo como contestación.
Sin duda ella era única, la mejor amiga que podria desear.
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