6: Cielo de colores
Quiero, por primera vez en la semana, sentarme a ver el sol ponerse; con tranquilidad, en paz.
Mi segundo momento favorito del día es, precisamente, el atardecer. La luz se escapa y por un instante todo queda en penumbra, hasta que la luna hace su aparición. Es una transición mágica, que desearía poder detener por horas y así disfrutarla del todo.
Estamos en el techo de un edificio pequeño apartado del centro de Aldoba, ya quedan pocos en la calle. Las luces de los faroles comienzan a encenderse aunque todavía haya algo de luz en el cielo, los veo mirar sus relojes con preocupación, como si la noche se los fuera a tragar si no se resguardan primero bajo techo.
Desde que me ayudó a salir de la tienda de Theo, noto a Mirko nervioso. Me siento culpable al verlo en ese estado, aún más sabiendo que casi no existe nada que lo pueda afectar de esta manera. Mi recado con Kariye fue la única excusa para apartarme de él por un rato, y aún así esa experiencia resultó nefasta.
Quiere hablar, pero cierra sus labios cada vez que los abre, y yo hago lo mismo.
Siento la cabeza ligera y los ojos pesados. Es imposible que mis pensamientos se aquieten, y rebotan de un lado a otro dentro de mi cerebro, saltando desde Kariye hasta Madre, luego Mirko, el teléfono y las pesadillas que no recuerdo. Llevo una mano a mi pecho, ya no me duele, pero me he acostumbrado a tenerla allí.
Él me mira, quizás buscando reconfortarme, sin saber cómo.
Está bien, de todos modos no espero que lo haga. Es suficiente con estar aquí, conmigo. Callados y disfrutando juntos este momento.
Pero me cuesta verlo sufrir y fingir que nada ocurre, casi tanto como pretender que todo está bien. Puede que este sea mi turno de dar el brazo a torcer.
Decido abandonar mi caparazón para, al menos cambiar el tema por otro que quizás nos pueda mantener distraídos.
–Hablé con Kariye. –Mi amigo tarda unos segundos en reaccionar, voltea a mirarme confundido– Hoy, cuando fui a verla.
–¿Cómo? ¿Para qué? –Sus ojos titilan y sacude la cabeza– Pensé que te daba miedo.
–Y hablé con Madre –Agrego, él se ahoga.
–Elara, ¿qué está ocurriendo y por qué no me lo has contado antes? –Entrecierra los ojos y frunce los labios, yo me encojo de hombros.
–Entré en la oficina de Madre e intenté confrontarla y decirle que estaba lista. –Su carcajada retumba dentro de mis oídos, yo también río un poco y desvío la mirada.
Sí, sabía que no me iba a creer.
«Parece que va a comenzar a llover.»
–Estás... ¿hablando en serio? –dice y su sonrisa desaparece, la preocupación aumenta. Cuando asiento, él niega con la cabeza– ¿Cuántas veces todos van a tener que decirte que debes esperar?
–¡Falta poco! –Quizás elevé la voz más de lo necesario a juzgar por el susto que ha pegado Mirko– Eso es lo que me dijo Kariye, que me falta poco para que ocurra.
–No, estás demente –dice, y ríe. Por supuesto, no iba a creerme, yo misma tampoco lo haría–. Ya, ya. Ahora dime en realidad qué te dijo.
–No, no entiendes. Entré en la oficina de Madre sin su permiso y comencé a quejarme del ritual... –Me muerdo la lengua porque sé que suena incluso más estúpido cuando lo digo en voz alta.
–¡Y seguro llamó a la adivina y le dijo que te dijera que te faltaba poco para que dejaras la obsesión! –Su risa es estruendosa y tengo que hacerle señas para que no se caiga al vacío.
–¡Estoy hablando en serio! –Le doy un golpe en el hombro con mi puño y él se detiene, dándome una segunda oportunidad de explicarme–. Estos días han sido muy extraños...
–Sabes que no tiene nada de malo que hayas esperado tanto tiempo–Suspira, como si fuera un adulto intentando explicarle algo a un bebé–. ¿Sabías que Theo tampoco ha tenido su ritual?
Volteo a mirarlo con la mandíbula colgándome de la impresión, ¿qué nos puede diferenciar a nosotros de los demás?
«Pero él es nuevo en el pueblo, así que no cuenta»
—Mira, sé que suena estúpido pero algo dentro de mí tiene días diciéndome que los dolores son parte de la transición. —Intento que mis palabras tengan sentido, y fallo—. Y le dije que me daba miedo convertirme en algo terrible y perder mi don.
–¡Ay, Ellie! Estás sacando todo fuera de contexto.
–¡Escúchame! –Me agarro la cabeza, comenzando a desesperarme. Él no deja de sonreír, pero sus ojos se han oscurecido y vuelvo a notar preocupación en su rostro.
–Ajá, sigue. –Su sonrisa de medio lado tiembla ligeramente.
–Entonces le dije lo de las llamadas y que además de dolores he tenido pesadillas... –respondo, luego inhalo y cierro los ojos porque odio admitirlo–... entonces comenzó a dolerme el pecho y su actitud cambió. Empezó a preocuparse, casi me echó de la oficina.
Es extraño como ha comenzado a lloviznar, cuando el cielo estaba tan despejado.
La sonrisa de Mirko desaparece por completo, se acerca a mí y toma mi rostro. Me mira como si fuera Kariye, intentando analizarme. ¿Pensará que estoy mintiendo?
—A ver, solo los humanos pueden tener pesadillas —explica con voz temblorosa— Si le dijiste eso, claro que se preocupó.
—Y Kariye... —Lo interrumpo— Casi le da algo cuando le pregunté si podía darme un remedio para mi pecho, y se puso nerviosa y me dijo que no sé de lo que estoy hablando.
—¿Por qué no me habías contado nada de esto? ¿Desde hace cuánto te duele? –susurra apretando los labios– Todo este tiempo pensé que era solo el estrés lo que te tenía así.
Niego con la cabeza, él se aparta y se sienta en el suelo, abrazando sus rodillas. Está tan preocupado como las otras dos, pareciera entender a la perfección algo que yo no tengo claro.
«Todos parecen saber más sobre mí que yo misma.»
–Lo siento Elara –susurra, casi tan bajo que estoy segura que no era para mí.
–¿Qué? ¿Por qué? –pregunto confundida. Él sacude la cabeza y vuelve en sí.
–Porque quiero ayudarte, pero no puedo, ¡si no me dices! –Está visiblemente dolido, su piel ha comenzado a adoptar su brillo característico.
–No pensé que fuera importante hasta que vi que Kariye también se preocupó... —No sé si son gotas de lluvia o lágrimas lo que está corriendo por mis mejillas.
Me siento en el suelo y él se acerca a mí y me rodea con un brazo, haciendo que apoye mi cabeza sobre su hombro.
–Niña tonta, se preocupan porque te quieren. –Mirko acaricia mi cabello, no recuerdo cuando fue la última vez que hizo eso–. Y yo también, por supuesto.
Sonrío sin decir nada, y ahora sí comienzo a llorar.
Tengo miedo porque siento que estoy rota, y no entiendo cuándo pasó. Trato de darle sentido a las cosas extrañas que están ocurriendo en mi vida en este momento.
–Puede ser ansiedad, estrés, o quizás un resfriado –dice, intentando darle sentido a lo que ocurre.
Y podría ser, tiene lógica. Nosotros somos mucho más sensibles a los estímulos externos, esa es una de las razones por las que no solemos llevarnos bien con los humanos.
Sonrío al recordar al niño en la tienda de Theo, porque siempre hay excepciones. Puede que sea cierto y esté armando un drama, pero no saber la verdadera razón me hierve la sangre. Y a pesar de ello, no puedo evitar seguir llorando.
Lloro un poco, luego más, y más. Quizás llegue a secarme, quizás sean lágrimas acumuladas que tengo atoradas en el pecho y al sacarlas me dejará de doler. Una parte de mí repite una y otra vez que nada de esto estuviera ocurriendo si yo fuera una avin normal, menos parecida a los humanos.
Cierro mi puño con fuerza y lo abro de inmediato cuando siento mis uñas clavándose en mi piel. Entonces agarro el ruedo de mi vestido, estoy confundida e irritada. Es tan injusto que me ocurra todo esto, cuando siempre trato de ser buena, le hablo a los humanos, ayudo con las tareas de la comunidad.
–Ellie, ¡Ellie! –eleva la voz, sus ojos se han vuelto negros y su piel brilla como si tuviera luz propia, resalta en la tenue oscuridad–. Basta, mañana te voy a acompañar a ver a Cutler y listo, ¿si?
Yo asiento, intentando dejar de llorar. Ambos estamos empapados por la lluvia, miro abajo y noto que ya no hay humanos afuera. Hago que las gotas se separen de nosotros y caigan al suelo, para secarnos.
–Bueno... –Lo miro aún con los labios temblorosos.
«Tengo que soltarme al menos con él, no puedo seguir guardándome todo adentro.»
Ya está dejando de llover.
–Hey, ven. Vamos a beber algo.
Me toma de la muñeca y me besa en la frente. Sí, quizás es mejor que los problemas queden para mañana. Nos ponemos de pie y Mirko me abraza con tanta fuerza que puede que los pedazos que se están resquebrajando en mi interior se vuelvan a unir.
Una de las ventajas de tener un amigo con complejo de héroe.
Pobrecita Elara, ¿qué harías tú en su situación?
¿Con qué personaje te identificas más hasta ahora?
¿Te parece que es mejor desahogarte o guardarte las cosas para no afectar a los demás?
¿Cuál es tu primer momento favorito del día? ¿Y el segundo?
¿Te gustaría brillar en la oscuridad como Mirko?
Dime la verdad, ¿escuchar las canciones que pongo en cada capítulo?
La ilustración de este capítulo es también el encabezado de la historia en Tapas, aquí se los dejo porque ¡adoro como quedó!
Dato curioso: también es el fondo de pantalla de mi computadora del trabajo.
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