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38: Acepta el polvo de estrellas

Llegamos a la puerta de la oficina de Madre, justo cuando estoy a punto de abrirla, Mirko me hace señas. Verdad ha seguido de largo.

«Si no están allí, ¿a dónde?»

Ella sigue, como si estuviera segura de lo que está haciendo. Se desliza por unas escaleras que yo no había visto antes él toma mi mano, asiente.

«¿Por qué está temblando?»

Miro su rostro, las lágrimas se secaron en sus mejillas y han dejado huella.

«Como Theo en su alma, como Mirella en la mía. Como nosotros, juntos, ahora.»

No está listo para enfrentarla, al menos no más que yo. Si era su trabajo protegerme, evitar la tormenta, Madre debe saber ya que ha fallado.

«¿Tendrá algún castigo?»

Mi corazón arde, sufre, pero no puedo permitir que le ocurra nada. Una parte de mí le cree y sabe que debe hacer sido difícil para él.

Mentirme, quemar los libros que tanto amaba, pretender ser alguien quien no era, esconderme mi origen, intentar alejarme de la persona que amaba, que sigo amando.

Suspiro, incluso ha tenido que meter en todo esto a quien él ama y casi desaparece

. Tiemblo, porque sé que es mi culpa.

«Aunque, ¿cómo podría haberlo adivinado?»

No puedo dejar de pensar en si los otros se habrán dado cuenta de mejor manera. Si su compañero les habrá dicho "oh, yo te creé, pero te estoy dejando en libertad" y cómo se lo habrán tomado.

Y ahora que sé lo que significa que Theo siga atado, quiero ayudarlo para que su experiencia sea mejor.

Llegamos a un ático y la puerta se abre, nos estaban esperando.

Verdad se cuela bajo la puerta y Mirko entra primero, ahoga un grito sofocado por la risilla de una rubia que esperé nunca volver a ver.

—Elara, Elara —canturrea Amapola, como si estuviera siseando. Se balancea con la mirada perdida, riendo entre dientes— ¿Seguro que querés pasar?

Mirko me mira, pálido, intentando alejarse todo lo que pueda de ella.

«¿Ya se conocen?»

Lo ha ignorado por completo, pero él no puede dejar de verla, como preparándose para huir por si en algún momento ella decide saltarle encima.

—¿Elara? —La voz de Madre se proyecta desde el fondo, callando todos los sonidos que pueden haber existido desde antes.

Amapola se hace a un lado para darme paso y entro sin pensarlo dos veces, aunque mi cerebro me ruegue lo contrario. Tengo frente a mí una sala enorme, con paredes y techo inexistentes.

En cambio, estoy rodeada por una cúpula con cielo negro y despejado y millones de estrellas y galaxias minúsculas que se pierden en la distancia. Veo a madre sentada de lado en un sofá, luce imponente aún sin zapatos y con las piernas cruzadas sobre el asiento. Se ve famélica, Mirko gimotea y corre hasta ella, pero alguien lo detiene.

Una mujer morena, con ojos rasgados y mandíbula puntiaguda le hace señas. Él la abraza y ella le devuelve el gesto, incómoda.

«Anastasia.»

Incluso ella está tensa, preocupada, sus labios desaparecen en una línea fina. Es ahora cuando noto que el temor de Mirko no ha hecho más que incrementarse, es aquí cuando entiendo que él no le estaba rindiendo cuentas a mi Madre, sino a la suya.

Veo a Verdad enroscada en el pecho de Madre y me acerco a ella, Kariye está a su lado, tomando su mano, con expresión preocupada.

Ambas me ven, pero no logro identificar lo que su mirada comunica.

¿Decepción? ¿Dolor? ¿Arrepentimiento?

—Has tenido una muestra de lo poderosas que son tus habilidades, Elara —Kariye es la primera en hablar, siento la respiración de Amapola en mi nuca, intento sacudírmela—. Espero que, a partir de ahora, trabajes en controlarlas.

—Todos me tratan como si la tormenta hubiera sido mi culpa. —Cada vez que recuerdo todo lo que ocurrió gracias a ella mi cabeza se vuelve ligera y siento que voy a caerme—. Pero, ¿cómo? Jamás había controlado más que las gotas a mi alrededor.

—Ocurrió lo que ansiabas tanto, gotita. Estás lista para saberlo —La voz de Madre es distinta, la siento en el ambiente, como si su garganta no tuviera las fuerzas necesarias y las estrellas estuvieran sirviendo para amplificarla.— El día en que Mirella te dio vida, Kariye tuvo una revelación. La profecía de que destruirías todo a tu paso nació junto a ti.

—Pero yo no... Yo no quería, no tenía idea. —No sé qué más decir, las lágrimas salen solas de mis ojos.

—Es culpa de esa niña, ella solo lleva destrucción a donde va. —Cada palabra que Amapola pronuncia se tuerce como las letras del libro de Kunchen, hasta llegar a mis oídos en un idioma que puedo comprender—. Cualquiera sabe que un alma tan negra y corroída jamás debería intentar crear uno de nosotros.

—Siéntate —ordena Madre, imponente incluso aunque su voz no pueda escaparse más allá de sus labios.

Mi cabeza me da vueltas mientras me pide perdón.

«Ella, ¡a mí!»

Perdón por ocultarme la verdad, por intentar protegerme en una burbuja, por poner a mi mejor amigo en mi contra.

Lloramos y Kariye se nos une, ambas tiemblan; hay algo que aún no me están diciendo.

Amapola tiembla, tose, y a la larga se aleja de nosotras. Sé que hay algo mal en su cabeza, y Madre lo nota.

Se me va el aliento cuando me explican que Amapola perdió la cordura, y que la comunidad avin de la que viene está contaminada.

—¿De qué?

—Nosotros somos lo que los niños necesitan. Sus madres, padres, amigos, hermanos. —Kariye me explica con la paciencia de una maestra, yo asiento, porque es algo que he tenido que asimilar en el último par de días— Crean lo que más necesitan.

—¿Y cómo se contamina algo tan bonito como eso? —pregunto, y siento que sueno estúpida.

—Los nenes no solo tienen pensamientos bonitos —susurra una voz a mis espaldas, Amapola se mece de un lugar a otro.

Veo a Anastasia acercarse con Mirko, ya han dejado de hablar y mi amigo de temblar. Sea lo que sea que la loca, se nota que es importante.

—Sienten miedo, crean monstruos —Tiene los ojos desorbitados, mira a las estrellas como si implorara clemencia, quizás lo hace—. Ellos se esconden en las sombras, hasta que alguien los llama. —Sesea, de nuevo. Cada vez que habla, siento que nos calla. El shhh de sus sílabas me eriza la piel—. Pero siempre hay un precio, por eso se llevaron a su madre.

Siento un latigazo cuando mi cabeza gira a verla, en shock. Amapola sigue meciéndose y susurrando, Anastasia se acerca a mí y coloca una mano en mi hombro, suspirando.

«¿Por qué nadie la contradice?»

Ella, su influencia, las sombras que trajo consigo fueron las que le dieron fuerzas a mi dolor para que la tormenta llegara.

Ahora no podemos hacer nada más que recoger los restos.

«Por suerte, no ha sido tan grave. Theo se recuperará, ninguno de nosotros ha sido herido de gravedad. Por suerte, estamos todos bien. Entonces, ¿por qué los nudillos de Kariye palidecen mientras besa la frente de Madre?»

Mirko gimotea otra vez y se esconde en el pecho de Anastasia, ella es la única de nosotros que luce aún fuerte, pero incluso su mirada está quebrada.

—Che —susurra Amapola, tan bajo que siento que solo yo puedo oírla—, primero fue su mamá, ahora es la tuya. —Señala a Madre con la boca, con forma de beso, y yo aclaro mi garganta.

«¡Ya basta! ¡¿Quién se cree que es?!»

Solo ha venido para acá a meternos miedo. No me importa lo que haya pasado en la isla de la que viene, no me importa lo que haya hecho Ella, está yendo demasiado lejos.

Es justo en este momento cuando recuerdo que Verdad ha estado posada en el pecho de Madre todo este tiempo, reluciendo.

Y mientras más reluce, más se resquebraja la piel de la avin a la que más he admirado en mi vida.

«No, no puede ser, no puede tener razón.»

No lo soporto más, me lanzo a ella y comienzo a llorar.

«¿Por qué? ¿Por qué tienen que quitármela a ella también?»

—Verdad, ¿qué ocurre? —le pregunto, escucho como Madre ríe.

—¿Ese es el nombre que le has puesto? —susurra y sonríe. No está molesta, como yo pensaba, sino resignada—. Creo que le sienta bien.

Verdad se arrastra hasta mí y me envuelve, siento una calidez familiar, un brillo que reconozco y he pasado por alto. Madre me puso a cargo de cuidarla por una razón, seguía aplazando el momento porque ya sabía lo que ocurriría.

«El desafío iba más allá de Mirella.»

Lloro, mientras me hablan, porque no quiero escuchar las palabras. El diluvio ha sido demasiado, la tormenta de sombras que nos ha rodeado a todos.

Kariye llora también, pero en el silencio de quien ya sabía desde antes lo que ocurriría. En la resignación de que el destino jamás se podrá cambiar.

Y, a pesar de todo, sé que la culpa no es de Mirella. Ella jamás habría deseado la muerte de su madre, y quizás no sabía lo que hacía cuando llamó a las sombras.

Estoy segura de que no tenía idea de que se le habían pegado como sanguijuelas, o que quizás lo sabía demasiado y por eso se lanzó del acantilado.

«Ella nunca me haría daño a propósito.»

Me trago las lágrimas mientras escucho sus palabras, mientras me explican que Verdad es la esencia de Madre, que se ha estado escapando poco a poco desde que las sombras han comenzado a salir a la luz, desde que Ella se las trajo pegadas en la espalda.

«Teníamos que guardarla lejos para que Madre no drenara tan rápido.»

Entonces lloro de nuevo, por ella, porque sé que alguna vez hubo un momento en que Amapola estuvo cuerda. Pero, sobre todo, lloro por las palabras que me dicen las estrellas.

Ha llegado el momento,

su ciclo ha terminado.

Cuando una cae, la otra nace.

Una nueva madre,

una nueva oportunidad.

Las estrellas dejaremos de ser consejeras,

las gotas tomarán nuestro lugar.

En el último suspiro, Verdad se pega a mi pecho. Que ya no duele, como al inicio, aunque siento que una parte de mí se ha muerto.

Otra parte nace, así que supongo que es cierto.

Madre sabía que una chiquilla con amor ciego por los humanos tendría que tomar su puesto.

Me pidió cuidar a Verdad, para que una parte de ella siempre estuviera conmigo.

Todos me miran, esperando una respuesta que no vale la pena.

Yo asiento, entre lágrimas. Aunque no esté lista.

Confío en que las gotas me ayudarán a tomar las decisiones correctas.

Es el ciclo de la vida.

Lamento decírtelo, pero esta nunca fue una historia de amor.

Fue una historia de descubrimiento, de superación, de dolor.

Mirella no sabía lo que estaba haciendo.

Elara no sabía el daño que le haría aferrarse a un recuerdo.

Muchos afectados no tuvieron la culpa, pero, así es la vida.

Siempre aprendemos algo nuevo, pero sobre todo, cuando suceden eventos terribles.

¿Qué aprendiste tú con esta historia?

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