3: Constelaciones de luz
Quizás temor no sea la palabra correcta, pero es la única que se me ocurre en este momento. Temor a punto de convertirse en pánico.
Recorro el cuaderno con la punta de mis dedos, siguiendo el camino que marcan las constelaciones. Brillan sobre el papel azul marino, desearía ser como ella y poder hacer que flotaran. Escucho un ruido afuera y me precipito a darle la vuelta de nuevo al escritorio, golpeándome en la rodilla en el proceso.
«Por supuesto, tenía que ser un gato.»
Suspiro y recorro el estudio, ha pasado un rato largo desde que la observé salir con el teléfono en la oreja y por unos segundos pienso en marcharme, pero me costó demasiado colarme en su oficina como para dejar pasar la oportunidad e irme con los brazos cruzados.
«De todos modos, ¿qué hago aquí?»
Sé que Madre tiene paciencia, pero también estoy al tanto de que he estado a punto de agotarla más de una vez.
«¿Qué voy a decirle? ¿Lo mismo que hago cada vez que la veo?»
–-¿Necesitas algo? –Si las voces tuvieran colores, la de ella sería plateada.
Me doy la vuelta y no sé qué cara poner, ni siquiera puedo controlar la expresión que tengo en ese momento. Ella solo sonríe. Ahora que lo pienso, todos a mi alrededor se la pasan sonriendo, ¿será que mi confusión los divierte?
Espero que no esté enfadada por encontrarme allí, quiero jurar que tengo una buena excusa, solo por si acaso, pero no creo que eso sea cierto.
—Necesito hablar contigo... —Intento que mi voz aparente todo lo contrario a lo que siento, y fallo con creces.
—Oh, ¿hablar? —Su tono sarcástico hace que quiera desaparecer, pero su sonrisa se suaviza casi al instante—¿Es sobre algo distinto a lo que siempre me dices?
—Lo lamento, es que...
—Es que, ¿qué?
—Es que creo que sí... esta vez sí... —Me siento en uno de los sillones de burbuja e imagino que puedo desaparecer en él.
—¿Te ocurre algo, gotita? Porque te he notado extraña desde hace un par de semanas.
—Estoy bien, nada de qué preocuparse. –Miento. De pronto esta idea se siente ridícula, y solo quiero marcharme.
—¿Está bien tu pecho? ¿Has ido a ver a Cutler? —Su voz se tiñe con preocupación, yo intento que mi tono suene decidido.
—Sí, eso es justamente lo que quiero decirte—Y antes de que pueda responder, añado-– Tiene que ser eso, el desafío. ¡Seguro son los dolores en el pecho!
—Gotita, sabes que yo te diré cuando estés lista. —Lleva una mano a su frente, como si pidiera paciencia.— Por más terribles que sean, los dolores en el pecho no son una experiencia que amerite comenzar el rito.
—Pero si no, ¿qué lo es? —Cierro los ojos, ni siquiera me detengo a ver su reacción. Escucho como se mueve y se sienta frente a mí.— Nunca me ocurre nada emocionante. Ya sé que se supone que el destino tiene que enviarme un desafío por el que pasar y todo eso. Pero, ¿tienes idea de lo aburrida que es mi vida?
—Si deseas tanto conocer tu futuro, puedo programar una sesión con Kariye —dice calmada, siento como un escalofrío me recorre.
—¡No! Es solo que me han estado ocurriendo cosas extrañas —Abro los ojos y noto como ella palidece y, por primera vez, me deja continuar.— No es nada grave, son solo los dolores, alguien ha estado llamando a mi teléfono varias noches, y despierto agitada, como si tuviera pesadillas.
—¿Por qué no me habías contado esto antes?
—No pensé que fuera grave, pero luego comenzó a tener sentido —Muerdo mi labio inferior y miro a mis pies, moviéndolos para distraerme.— ¿Y si todo esto me está ocurriendo por no haber pasado por el rito? He escuchado que los avins que no llegan a la adultez pierden sus dones y se convierten en...
—Nadie se va a convertir en nada, ni perder su don —Acerca su silla a la mía y pone su mano bajo mi mentón. A pesar de estar helada, se siente reconfortante.— ¿Confías en mí
—Sí, Madre.
—Las estrellas me guiarán para saber cuando estés lista —Su expresión se torna severa por unos segundos, y no sé cómo reaccionar.
«¿Está decepcionada?»
Puede ser que piense lo mismo que los demás, y no quiero que me lo diga. Que soy inútil, que mi don no sirve más que para recolectar materiales para los experimentos de Kariye, vigilar que la marea no crezca demasiado y atraer criaturas extrañas a mitad de la noche. Una parte de mí grita que nunca llegaré a la adultez, porque no le aporto nada a la comunidad, y la idea no me parece descabellada.
El pecho vuelve a dolerme y me agarra con tal sorpresa que no puedo disimularlo. Madre se estremece, coloca su dedo en mi esternón y lo desliza por mis costillas. Toma mis mejillas, me mira como si me fuera a desvanecer en segundos. La veo palidecer aún más. Antes de que pueda decirle algo, me ataja.
—¿Es este el mismo dolor que sentiste las veces anteriores
–-Sí, pero antes era mucho más intenso –-Ella me ayuda a ponerme de pie y mira a su alrededor, como buscando algo.
—Será mejor que descanses y dejes de estar tan de los nervios, no te está haciendo bien –-Su voz plateada se tiñe de otros colores que no logro diferenciar.
—¿Y el ritual? —insisto, ella niega con la cabeza.
—Debes enfocarte en cuidar de tu cuerpo, estar preparada para el momento perfecto —Me da la espalda y vuelve a su escritorio— Y no le prestes atención a las llamadas, si puedes, apaga el teléfono.
Camino hasta la puerta, resignada. Ella fuerza una risa, quizás intentando aliviar la situación, muy pocas veces la he visto tan agitada.
—No te pierdas... —susurra en un tono tan bajo que dudo que sea para mí y no me atrevo a responder.
Antes de salir de la oficina, noto que ha vuelto a lucir preocupada y está haciendo algo en su teléfono mientras mira un papel que sacó de uno de sus gabinetes.
—Elara
—¿Sí?
—Por favor deja de salir de madrugada, vas a terminar enfermándote más.
¡Otro personaje! Esta vez, bastante distinto a Mirko.
¿Qué te parece la relación de Elara con Madre?
¿Por qué crees que reaccionó de esa manera?
¿Por qué piensas que Elara aún no está lista para su rito de paso?
¿Qué significarán las llamadas?
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