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27: Te doy mis latidos de miel


El mundo está detenido.

Las gotas flotan en el aire, a mi alrededor. Tiemblo, ¿por qué? Mis labios están agitándose, como si tuviera frío, pero me asfixio.

Tengo la garganta reseca, me arde. Intento aclararla, me está quemando. Trato de tomar agua y no puedo, sigue suspendida en el aire. Los sonidos que salen de mi garganta me parecen lejanos, sin sentido.

De hecho, nada tiene sentido. ¿Cómo lo tendría?

«Los avins no tienen pesadillas.»

Mis párpados se queman, se sienten gomosos, al igual que mi sangre en este momento. Entonces se cierran y los obligo a abrirse, algo no anda bien.

«Nada anda bien.»

Este dolor en mi pecho tiene nombre, apellido, número de teléfono y siete llamadas perdidas. No ha contestado ninguna de ellas, pero no lo ha apagado.

Está esperando que la llame, lo sé, me lo dice sin decirlo.

Quiere estar conmigo, porque sí, no hay otra explicación.

«¿Pero por qué no lo está?

¿Hice algo malo?

¿Fui muy insistente?»

Muerdo el interior de mi mejilla. No quiero pensarlo, aunque sea inevitable. Intento abrazarme, pero no es lo mismo, no son sus brazos los que me reconfortan.

«¿Se arrepentirá?

Porque yo no.

Jamás me arrepentiría del momento más feliz de mi vida.»

Quedo sin fuerzas y las gotas se deslizan hasta el suelo, un charco se forma a mi alrededor, aún sin tocar mi piel. Demasiado cerca y a la vez tan lejos, como todo en mi vida.

Tomo el teléfono y abro los ojos, marco los números sin pensar, ni siquiera tengo que verlos, me los sé de memoria.

Escucho del otro lado, hay ruido en el fondo. Disparos, gritos, hacen que me duela la cabeza. Una conversación entre dos personas en el, ¿por qué siempre ve películas con tanto volumen?

—Ellie, ¿todo bien?

Y no puedo más, arranco a llorar de nuevo.

No sabe qué hacer, y lo entiendo, yo tampoco lo sé. Viene para acá, lo escucho hablar con alguien más, reconozco la voz. Balbuceo algo que ni yo misma puedo entender pero él sí. Se despide de Theo al otro lado de la línea y me pide que le siga hablando, como si tuviera miedo, pero yo soy la que está asustada.

Quedo sentada en el suelo con el círculo húmedo secándose a mi alrededor, y así me encuentra Mirko.

Chapotea cuando abre la puerta de mi habitación, ladeo la cabeza y me doy cuenta de que se ha inundado, ¿en qué momento?

Él patina hasta mí y se lanza a abrazarme, nunca dejé de llorar, es solo que ya no tengo lágrimas disponibles.

—¿Cómo te sientes? —Me toma la temperatura, escucha mi corazón, presiona mi pecho.

«¿Me duele? ¿No me duele?»

No siento nada, esa es la verdad. Pero no puedo decírselo, se preocupará más. Me trata como si estuviera enferma, aunque ya le haya contado lo que ocurre. Es simple, predecible.

«Ella se ha arrepentido y no quiere verme más nunca, por eso no me habla desde ayer en la mañana, aunque ahora mismo sea mediodía. Por eso no me dio las buenas noches, ni me contesta el teléfono.»

—Fue hermoso —susurro, abrazada a él—. Todo iba muy bien, bailamos, nos besamos, dormimos juntas. —Sus músculos se tensan— Fue esa llamada, lo que sea que su padre le dijo, o lo que ella no le dijo a él.

—Se besaron —susurra tomando mis mejillas y mirándome, sus ojos tan negros como el nudo en mi garganta—, durmieron juntas.

—Cuando la llamó su padre, en vez de decir que estaba conmigo, su amiga de toda la vida, en un lugar seguro; le dijo que se había vuelto loca en una fiesta con alcohol y mucha gente. —Intento cerrar los ojos, pero él me da unas palmaditas en el rostro, evitando que lo haga.

Para él, lo que he dicho tiene todo el sentido del mundo, no lo comprendo. Exhala, y sigue sujetándome, como si temiera que me fuera a romper si no lo hace.

«En el fondo a mí también me da miedo eso.»

—Mirella es inteligente. —susurra, casi para sí.

Lo miro, perpleja.

«¿En qué mundo es inteligente decir una mentira peor que lo que pasó en realidad?»

Antes de que pueda contestarle, me ataja. Coloca sus dedos sobre mis labios, obligándome a permanecer en silencio.

Escucho mi corazón.

«¿Siempre ha dolido tanto cuando late?»

Escucho mi respiración, la de Mirko. Todo lo demás está en silencio. Todo, salvo una cosa.

Lo empujo con las fuerzas que no tengo y me lanzo para tomar el teléfono, me resbalo con el agua que está en el suelo y caigo. Un ardor empieza a formarse en mi mandíbula, agua que no es insípida. Duele y no me importa, estoy ocupada viendo la pantalla. No es una llamada, pero al menos recibí un mensaje.

Aunque dice número desconocido espero que sea de ella.

Quizás tenga otro teléfono, puede que su padre no quiera que estemos juntas. Armo una película en mi mente, porque tienen que existir esperanzas, y siento que todo este tiempo se ha intentado comunicar conmigo pero no sabe como.

Cuando Mirko llega a mi lado ya es muy tarde, la burbuja de felicidad se revienta. Entonces recuerdo.

«Número desconocido. Como las llamadas.»

La pantalla muestra solo un carácter y, después de eso, deja de reaccionar.

Casi al mismo tiempo comienza a sonar, desesperado, como si estuviera poseído. Suena, suena, como si lo llamaran.

«Porque es una llamada.»

Intento presionar en donde pueda, pero solo me muestra ese carácter que parece venido de otro planeta.

Mirko intenta arrebatarme el teléfono, grita mientras me agarra de las muñecas. No quiero soltarlo, porque es ella.

«Es Ella quien llama ¡y yo no puedo contestarle!»

La pantalla se enciende y se apaga, muestra colores, abre y cierra aplicaciones y, entonces, escucho el tono del altavoz.

Se me va la respiración.

Es Ella.

Está llorando.

Y yo no puedo responderle.

¿Qué le ocurrió al teléfono de Elara?

¿Qué piensas de lo que dijo Mirko?

¿Tú también lo hubieras llamado para que fuera a verte?

¿Cómo te sentirías si estuvieras en la posición de Elara?

Hoy hagamos algo distinto: te reto a que etiquetes a alguien que piensas que podría disfrutar esta historia tanto como tú.

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