26: Pídeme gotas de rocío
Resaca, así se les dice a los olas del mar cuando se alejan de la orilla, cuando esperan para volver a empaparla. Retroceden con fuerza, llevándose caracoles y arena a su paso, creando espuma. He visto a muchos humanos temiéndole, pensando que el océano enloquecerá cuando se devuelva y los atacará.
Las olas rompen con fuerza, con furia, con dolor, como si estuvieran vengándose. Muchos no saben que el mar también siente.
El agua es, quizás, el elemento más incomprendido de todos, inestable, necesitado. Yo la entiendo, soy una de las pocas que lo hace.
Resaca es, al parecer, también ese dolor de cabeza terrible que sienten los humanos después de beber demasiado alcohol. Supongo que los avins no tenemos ese problema, yo incluso me siento descansada.
«¿Cómo no estarlo, si dormí con una sirena a mi lado?»
La pobre lleva rato con los ojos cerrados, seria, masajeando sus sienes.
Me pidió que le contara qué había pasado en Karma, yo lo hice sin quererlo.
«¿En verdad no se acuerda?»
No me sorprende, no del todo.
A veces, de madrugada, me ponía a ver a las personas regresando a sus casas junto a Mirko. Él lo llama "el camino de la vergüenza", siempre se divirtió él más que yo viendo como iban de un sitio a otro desorientados, lamentándose de lo que podrían haber hecho la noche anterior.
Yo me limito a abrazarla, lleva rato callada y la sonrisa se le ha borrado del rostro.
«¿Qué mira?»
La pantalla de su teléfono, oscurecida por el ahorrador de energía, no me da buenas señales. Está temblando y no tengo que preguntarle para saber que no quiere enfrentarse a la realidad, yo tampoco.
«Por favor, quédate un rato más conmigo.
Ella, por favor, no llores. ¿Qué ocurre? Yo estoy aquí, para salvarte, para ayudarte.»
El teléfono repica una vez, otra. Lo ha puesto en altavoz, tiene los ojos cerrados, casi esperando que no conteste.
Repica de nuevo, yo espero lo mismo, quiero que se quede conmigo un rato más, solo un poco más. No me importa que momentos como este se vayan a repetir, espero que todos los días. Ninguno más será el primero, el más inolvidable, el que atesoraré cada noche antes de irme a dormir, espero que con ella.
—Pronto? —escucho que el teléfono escupe y aprieto mis puños.
La realidad se cuela por la ventana con el rocío de la mañana y lo rayos de sol. Nuestra burbuja desaparece, ha durado demasiado. Ella reacciona y abre los ojos, se abalanza sobre el teléfono con temor y veo que desactiva el altavoz. Lo coloca entre su oreja y su hombro y comienza a desenredarse el cabello, buscando qué hacer, desesperada. Me busca con la mirada y yo tomo una de sus manos, ¿por qué tiene tanto miedo?
—Ciao papà —Lo saluda y escucha, en silencio.
Cierra los ojos, aceptando la derrota, que no tiene más sentido atrasar lo inevitable. Desearía poder estar en su cabeza, saber qué está pensando, saber qué le está diciendo. No escucho más que ruido, pero conozco lo suficiente al padre de Ella como para saber que no estará feliz al saber que ha desaparecido.
Intento ponerme en su lugar, ¿cuándo fue la última vez que eso pasó? Se me hace un nudo en la garganta, porque conozco la respuesta. El acantilado, esta misma casa, la última vez que ella estuvo aquí también pasó la noche afuera. En ese instante no tenía pensado volver jamás. ¿Sabrá él lo que intentó hacer su hija en ese momento? ¿Tendrá idea de quién la salvó?
—No, hoy no hay clases por el luto. —explica en tono bajo, sus ojos siguen cerrados— Después de salir fuimos a Karma a festejar.
Toma el celular con su mano y se pone de pie. Tiene arcadas, corro a ayudarla pero me hace señas con la mano. Me jura que está bien, sin hablar, pero yo no le creo. La conozco más que eso, más que él, más que nadie y sé que no está bien. Está cansada, dolida y tiene miedo. ¿A qué le teme? La sigo, ansiosa, miro por la ventana y me pongo a jugar con gotas que robé de las hojas de las plantas.
—No papà, fue solo una fiesta —Se muerde el labio, mira a un punto fijo que no tiene nada que ver conmigo.
«¿Una fiesta? ¿De qué habla?»
—Terminó tarde y me quedé con unos amigos.
¿Eso no la meterá en más problemas de los que ya tiene encima?
La busco, ella me evade. Intento hablarle, me suplica que no lo haga.
Cierra de nuevo los ojos, los abre, mis gotas se caen y robo más. Está ansiosa, desesperada, yo también. Lo escucha por lo que parecen siglos, una eternidad sin decir nada. Asintiendo, negando, moviendo sus manos como si él estuviera allí frente a ella.
—No, no tengo por qué decirte esas cosas —Está furiosa.
Lo sé, siempre lo he sabido, nunca le gusté a su padre. Cuando estábamos pequeñas lo ignorábamos.
Preferíamos a su madre, la que nos hacía dulces cada tarde para acompañar la limonada. Pero ahora está grande, ahora es distinto, puede tomar sus propias decisiones, tener sus propios amigos.
«Tenerme.»
¿Acaso no sabe él a quién ha estado viendo desde que llegó a Aldoba de nuevo? ¿Con quién ha pasado la tarde haciendo sus tareas o hablando de la vida?
No, por supuesto que no. Ella no le ha contado nada.
Una sensación incómoda se deposita en mi pecho.
«¿Y qué dirá la madre de Mirella de todo esto?»
Descubro que está llorando, tiene la voz entrecortada e intenta evitarlo, pero la conozco. Sorbe con la nariz, intentando frenar el agua que amenaza por escapar de ella, de sus ojos. Se los restriega con su vestido. ¿Qué le ha dicho para ponerla así? ¿Cómo un solo hombre puede ser tan cruel como para hacer llorar de ese modo a mi sirena?
—¡No te atrevas a hablar de ella! —¿De quién? ¿De mí? ¿Me está defendiendo con su padre?
Se pone de pie y empieza a buscar algo por toda la casa, está dolida, desesperada. Ya está llorando, ya dejó de fingir que puede contener sus lágrimas. Se acerca a la ventana y la empaño con mi aliento, "no te vayas" escribo con mi dedo. No le hace caso, algo más capta su atención.
—Deja a mamá fuera de esto —Esa última frase salió de sus labios con ira contenida, con dolor.
Y estoy mucho más confundida que antes, ¿qué ha ocurrido en esa familia para estar tan rota? ¿Por qué le grita a su padre y llora cuando menciona a su madre? ¿Por qué tiene que esconder que pasó la noche con una amiga? ¿Por qué se ve obligada a inventar fiestas y amistades que ni siquiera tiene?
Ella me ha dolido desde que se marchó, pero mi dolor aumenta con cada descontrol, con cada pista que me recuerda que la felicidad que le proporciono siempre es temporal.
Quiero estar allí haciéndola feliz toda la vida, que se de cuenta de ello.
Cuando sale por la puerta y abre la de su camioneta, lanza el teléfono al asiento trasero. Me mira con los ojos hinchados. Quisiera arrancarme el corazón y dárselo, intercambiarlo. Prefiero tener yo todos esos demonios, esos monstruos que la acechan con tanta constancia. Que sea ella la que quede en paz, la que pueda dormir por las noches.
Tomo mi propio teléfono y salgo de la casa. La veo allí, con las manos en el volante, temblando, sin saber qué hacer.
Abre la puerta de la camioneta y casi cae de rodillas al suelo, corro hasta donde está y la abrazo por un lado. La acompaño mientras su llanto aumenta y expulsa todo el veneno que bebió anoche por la boca. Así es mejor para ella, deshacerse de lo tóxico poco a poco.
—Quédate conmigo —pido, aunque sea egoísta.
Ella niega con la cabeza, sabe que no puede hacerlo, yo también lo sé. Ya hemos postergado demasiado la realidad y se ha salido de control con una rapidez tétrica.
«¿Qué le esperará al llegar a casa? ¿No es peor estar emborrachándose en una fiesta llena de adolescentes locos que bailando bajo las estrellas con tu mejor amiga?»
Estoy por preguntarle cuando ella aclara su garganta y se incorpora.
—¿Te dejo en algún sitio? —pregunta, sin mirarme a los ojos, apenada.
Yo empiezo a llorar y camino hacia el asiento del copiloto. Lloro por ella, porque tengo miedo de que se meta en problemas por mi culpa, porque no quiero que las cosas cambien, porque no quiero que me deje en ningún lugar. Pero de todos modos, asiento.
—Tranquila, de todos modos así tengo una excusa para llegar más tarde a casa. —Dice con voz quebrada, moqueando.
El resto del camino transcurre en completo silencio, nefasto, tangible. Real.
¿También estás llorando?
¿Por qué Ella le ocultó la verdad a su padre?
¿Qué hay detrás de las verdades ocultas?
¿Qué harías tú si fueras Elara?
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